Partida Rol por web

- En mis tiempos había una profecía de que mi reinado terminaría de manera prematura, pero que yo regresaría para ayudar al mundo en una época de funesta necesidad. Creo que ese tiempo ha llegado, pero mis huesos han sido saqueados. Si no son recuperados, no sé si seré capaz de completar la profecía. Junto con mis huesos, han robado las armas de mi mujer y de mis campeones. Son armas muy poderosas y no deberían de ser usadas para el servicio del mal.

El Rey hablaba muy despacio y con esa voz de ultratumba que erizaba el vello de la espalda. Queria ayudaros y se notaba que trababa de no guardarse información, pero por otro lado parecía estar más preocupado por el futuro que por el pasado:

- Ya os he dicho cual es mi nombre, Theron, pero eso no tiene importancia ya. El pasado quedó en el pasado y lo único que importa es el presente. El nombre que debeis conocer es Sertrous - señaló con un largo dedo al cuerpo de Xeron, el hombre lagarto que habiais matado - Escuché a esa sabandija hablar de algo conocido como "La Vanguardia de Sertrous", y aunque no sé qué es o quién puede ser, sé que es una fuente del mal, ¡y el mal no debe triunfar!

Entonces se acercó al sarcófago donde estaba esculpida su figura. - Pero no se llevaron esto - Tras meter la mano en el interior del mismo, extrajo una gran espada larga de un color oscuro como el carbon que, sin embargo, brillaba con una luz plateada.

- Esta espada se llama "Merthúvial"* y una vez me ayudó a salvar el reino. Si me jurais que protegereis como héroes el mundo contra el mal y perseguireis a aquellos que han robado mis armas, os la daré para que os ayude y sirva como agradecimiento de un rey hace mucho tiempo olvidado.

Gerald asiente ante las palabras del Rey Olvidado.

Quizás tu nombre no es recordado, pero tu valentía y tu honor al tratar de salvar un mundo que ya no es el tuyo te honra. ¡Por el Caballero Rojo que haremos todo lo que esté en nuestras manos para combatir este oscuro mal!

El clérigo se da cuenta de que no debería hablar en nombre de sus compañeros, pero pondría la mano en el fuego por todos ellos, y está seguro de que -como él- están más que dispuestos a enfrentarse a esta sombra aciaga.

Thognar no podía salir de su asombro, ante aquel imponente ser. Pero las palabras de Gerald, al que no abandonaría, y la excitación de continuar esta aventura iniciada junto a sus compañeros renovaron las fuerzas del maltrecho enano.

Agarrando su cinturón para colocárselo bien por encima de su singular abdomen se dirigió al Rey:

- No tenéis que prrreocuparos Rey Therrron, encontrrrarrremos a esa sabandija y acabarrremos con ella - dijo mientras golpeaba su puño contra la palma de su mano-. ¡Nunca he dejado una aventurrra sin terrrminarrr! Mostrrradnos el camino señorrr -añadió con una reverencia-.

- Veo en vosotros la verdad. Y sé que cumplireis con la palabra.

Se dirigió entonces uno a uno.

A Thognar - Tus robustos brazos me recuerdan a un gran amigo y fiel compañero. Has de saber que el origen de algunas de las armas es enano y por tanto la sangre que corre por tus venas está ligada al legado que os doy. Por experiencia, sé que los enanos sois tercos y rudos, y eso es de gran ayuda en la batalla, sé capaz de guiarla correctamente y no pasareis ningún apuro.

A Izhan - Veo en tus rasgos la sangre de los dragones, además he visto de lo que eres capaz cuando te concentras en un motivo. Si eres capaz de dejar atrás tu egocentrismo y jurar la salvaguarda del bien, te convertirás en un prodigioso arcanista y juntos sereis imparables.

A Malickud - Veo en tus ojos reflejados los mismos miedos y seguridades que yo tenía.Tus odas, que ya he escuchado son historias de antiguos guerreros. Creo que olvidarme sería solo parte de la historia, vuestra historia empieza ahora y las aventuras que vendrán pondrán a prueba cualquier raciocinio. Más no olvides que el objetivo no es contarlo en una buena taberna, si el mal triunfa, el resto del mundo se verá abocado al más oscuro relato.

Y por último a Gerald. - Puede que tus compañeros vayan y vengan. Veo en algunos más disposición que en otros para combatir el mal. Mas tu juramento sé que es cierto y profundo. Te cedo a Merthúvial, para que te ayude a guiar a tus compañeros, sean los que sean, en la horrible lucha que se avecina. Haz que ilumine tu camino, derrote a tus enemigos y te dé fuerzas en los momentos de flaqueza. - le tendió el arma a Gerald - Cogela, y continua el legado de la espada.

Gerald se despoja de su yelmo y se arrodilla ante el rey. Al recibir la espada, la sujeta con las dos manos, sintiendo que la espada desprende una especie de... ¿calor? ¿Tras tantos años? Sin duda se trataba de un arma extraordinaria.

Levantándose de nuevo, Gerald se guarda la espada en la vaina.

Juro blandir vuestro regalo con honor y dignidad, noble rey.

Poco quedaba ya por hacer, aparte de despedirse del monarca y dirigirse hacia algún lugar donde pudieran descubrir qué era eso de la Vanguardia de Sertrous.