Partida Rol por web

El grupo atravesó el estrecho pasillo con cautela. Tobías no encontró ninguna puerta secreta, ni siquiera una trampa, pero sí mucho polvo, muchas telarañas y muchos bichos correteando por las paredes. Una vez al otro lado, llegaron a una estancia gigantesca, la más grande de las que habían encontrado hasta ahora.

Se alzaba varios metros del suelo, probablemente debía estar a poca distancia de la superficie. Los muros se erigían firmes como si de una ciudadela enana se tratase, pero no había vestigios de aquellos constructores en su diseño, sino que se trataba de antigua arquitectura Thracia. Gruesas y poderosas columnas sostenían una bóveda ricamente ornamentada, las paredes estaban llenas de suciedad y polvo bajo el que se adivinaban frescos. La luz de Dámasor revelaba la riqueza artística de aquel salón, oscurecido por el paso del tiempo y el desgaste. El suelo había sido en su día de brillante mármol pulido, ahora ni siquiera brillaba, cualquier lustre había desaparecido hacía ya tiempo. Cualquier objeto o adorno había sido saqueado, o simplemente ya no estaba allí. Reinaba el caos, el desorden, los destrozos. Del techo colgaban telarañas del tamaño de lianas, la mugre acumulada lo dominaba todo, pero lo más llamativo era el abismo que se abría como una cicatriz justo en el centro de la sala.

En algún momento del paso de los años, el suelo se había abierto bajo el mármol y ahora partía en dos la estancia. Desde dónde se encontraban, podían ver el otro lado, aunque no podían ver muy bien, pero una gran entrada se alzaba al fondo. Grandes pilas de esqueletos se amontonaban en el borde de la grieta. En el lado en el que ellos se encontraban olía de forma desagradable, como a carne quemada, o en descomposición.

Junto a la entrada por la que ellos habían llegado, había una plataforma elevada. Si aquello era otra capilla, debía tratarse del altar.

Vika quedó impresionada ante la visión de aquel nuevo lugar. Sin duda, en otro tiempo, aquel templo debió de ser un lugar impresionante de culto. Se imaginó como debió de ser aquella estancia cuando estaba bien conservada, con todos sus  adornos y elementos sin haber sido saqueados y sin aquella enorme  brecha en el centro. Se preguntó a que dios o dioses debió de estar consagrada, aunque lo podía suponer, a los grotescos dioses conocidos como "los Primeros".

Avanzó unos pasos y se fijó en el altar. Quería descubrir realmente algo acerca del lugar. Por primera vez desde que estuviera en aquel complejo, se sintió realmente impresionada por la  arquitectura y la complejidad de los túneles y cámaras que los thracios habían creado en el subsuelo de aquella región. No podía ser para nada algo fácil construir un lugar así, menos con los medios que debían disponer en la época en la que fueron erigidos y sintió cierta admiración por los antiguos pobladores del lugar.

- Este lugar es impresionante. - Dijo al fin. - Parece que lleve mucho tiempo abandonado y sin uso, pero casi siento que pueda escuchar todavía las alabanzas que aquí se llevaron a cabo y casi puedo oler los inciensos que se quemaron durante los años que este templo estuvo en uso. Impresionante...

—¡Uf! No me hables de inciensos —murmuró Mayra, mirando con inquietud en derredor, sin atreverse a pasar hasta que Tobías dijese que era seguro.

Vika entró en la estancia para observarla mejor, fascinada con todo lo que encontraba a su paso en aquellas cavernas subterráneas. Se dirigió al altar para verlo más de cerca. Se encontraba en una plataforma elevada, aunque no había decoración alguna, todo era piedra desgastada y ennegrecida por el paso del tiempo. En la bóveda de la parte superior colgaban telarañas, trozos de yeso que de vez en cuando caían; no se podía saber con seguridad si alguna vez esos techos estuvieron pintados.

La sacerdotisa encontró unos orificios practicados en el suelo que alfombraban la zona norte de la sala y unas ranuras bordeaban la parte elevada. Caminó con cuidado por el borde mientras hablaba, su voz resonaba por la sala vacía y hueca. Cuando Dámasor logró llegar hasta la estancia con pasos cansados, la inquietud se apoderó del sacerdote, un cosquilleon en el cuello que no presagiaba nada bueno.

Vika se giró para hablar con Mayra y una columna de fuego brotó justo delante de sus narices, chamuscándole las puntas del cabello y las cejas, quemándole también las mejillas. De los demás orificios comenzaron a surgir pilares de fuego, hasta que todo el altar quedó envuelto en llamas. El calor inundó la estancia, las llamas alcanzaron el techo y un fuerte olor a azufre lo inundó todo. El suelo comenzó a vibrar. Las columnas de fuego se avivaron y crecieron, después bajaron en intensidad y unos segundos después volvieron a elevarse con más fuerza. Tobías apreció un rastro de olor a gas.

Un intenso calor envolvió a Vika. Unas llamas abrasadoras surgieron de los agujeros  que se encontraban cercanos al altar de aquel templo. ¡Había activado un trampa! La sacerdotisa corrió para escapar de las llamas y se sacudió los ropas una vez alcanzó una zona no expuesta a la llamarada. Había tenido una suerte relativa, pues podría haber sido desde luego, mucho peor.

- ¡Por Lucifer, que calor! - Dijo en alto y entonces miró a Tobías. - Mejor será  que seas tú y no yo quien revise la estancia antes de tocar nada más... - Le dijo todavía asustada, pero  aliviada de no haber ardido  hasta quedar hecha cenizas.

El angosto pasillo desemboca en una cámara inmensa. Tan grande que me cuesta trabajo medir las distancias de una pared a otra incluso con mi mirada, todavía penetrante.

No sé mucho de arquitectura pero me preocupa que, al haberse hundido el suelo arrastrando consigo la mitad de las columnas, el techo también se venga abajo sobre nuestras cabezas en cualquier momento. Aunque supongo que serán preocupaciones sin fundamento, sería mucha casualidad que colapsara precisamente ahora que nosotros estamos aquí. ¿O no?

Pero no es solo el inestable techo el que me inquieta. Hay algo en el ambiente, algo intangible, que me da mala espina y las inesperadas llamaradas no hacen sino confirmar está sensación.

—¿E-e-estás bien? —pregunto, preocupado, cuando veo emerger de entre el fuego la acorazada figura de Vika.

Primero no quiere que yo deambule por ahí y ahora es ella misma la que se impone la inmovilidad. A este paso terminará prohibiendo que todos demos un solo paso...

—Ven Tobías, a-acércate. Si vas a de...ambular por ahí, deja que te dé la be-be-bendición de Rashiel.

Quedaos en el pasillo, pidió a los demás. El suelo tiembla, y noto un olor extraño.

Las bendiciones de Dámasor eran más que simples palabras. Cuando terminó, Tobías se sentía más valiente y seguro de sí mismo. Más capaz, incluso. Sin embargo, siguió su propio consejo y se quedó en el umbral, asomado, a la espera. Tarde o temprano, el combustible que avivaba las llamas tendría que acabarse. Además, la forma en que las llamas se habían calmado para volver a intensificarse, y el suelo había comenzado a vibrar, le hacía pensar que no era un simple trampa. Parecía que algo más iba a suceder.

El grupo regresó al estrecho pasillo mientras Tobías retrocedía para alejarse de las llamas y Dámasor protegía a sus compañeros con la magia de Rashiel. Vigilantes y preocupados por haber caído en una nueva trampa, que además estaba a la vista de todos, hizo que el grupo decidiera estar más alerta. El explorador decidió esperar a que los gases dejaran de hacer combustión y las llamas se apagasen para poder investigar más aquella habitación.

El fuego bajó en intensidad, sí, durante unos segundos. Pero las llamas volvieron a crecer hasta alcanzar el techo. Bajaron de nuevo hasta casi desaparecer, sin embargo prendieron de nuevo. Tobías se percató de que el fuego crecía y disminuía siguiendo un patrón, que el fuego que rodeaba la plataforma elevada dibujaba arcos, y para cuando pensó que ya había deducido cómo funcionaba aquella cosa, el suelo volvió a agitarse. Un sonido horrible retumbó por la estancia, la de piedra friccionando contra más piedra y entre el rugido del fuego el grupo escuchó una risa. Incapaces de contener la curiosidad, se asomaron para ver lo que estaba pasando mientras Tobías retrocedía para no quemarse la cara.

Lo primero que el explorador vio fueron unos cuernos surgir de entre las llamas, seguido por una cabeza, y a continuación, un cuerpo. Una gigantesca criatura de piel roja y ojos fulgurantes brotó de entre el fuego, de su boca abierta surgía esa risa cavernosa que rebotaba en la bóveda y se extendía por toda la sala. Era tal el estruendo provocado por el fuego, la piedra y la risa que tendrían que estar escuchándolo hasta en la superficie.

El demonio, porque eso debía ser, dejó de reir y se cruzó de brazos. Era tan grande que sus cuernos tocaban el techo y ocupaba media sala. El fuego bailaba a su alrededor y sus ojos eran como dos rubíes relucientes tocados por la luz del sol.

Mayra contuvo la respiración, fue a soltarla en un grito y de pronto se detuvo en seco. Cerró la boca y frunció el ceño.

—Eh...

Mayra ya había demostrado más de una vez que no era la más valiente de la expedición. A decir verdad, era la más cobarde y la que más había abogado por la cautela. En esta ocasión, no obstante, tras el sobresalto inicial parecía más escéptica que asustada.

—Bah, si es una maqueta —reveló, enfadada consigo misma por haberse asustado de aquel ardid thracio. Como Mayra no podía dejar las cosas sin explicar, añadió:—. Eso no es un demonio de verdad. No ha habido ninguna invocación de por medio, ni tampoco una ilusión. Es todo mecánico. Una estatua, un maniquí, como queráis llamarlo. ¡Menos la risa! La risa está provocada por un conjuro de boca mágica.

Se encogió de hombros.

—Eso no quiere decir que ese artilugio no pueda lanzar chorros de fuego por la boca, así que tened cuidado.

El gran sobresalto inicial de Vika al ver aquella mole de fuego frente a ellos vertiendo toda sarta de amenazas, se disipó en gran medida gracias a las tranquilizadoras palabras de la arcana. De haberse tratado de un demonio de tal calibre en realidad, tan solo les hubiese quedado la opción de salir corriendo mientras San Dámasor se acercaba a él tratando de convencerle para que le acompañara a visitar a huerfanitos y a darles de comer o cualquier otra cosa bienintencionada. Al menos en ese caso, hubiera servido como cebo para que el resto pudiera salvar la vida.

-  Eres tan inteligente... - Le dijo la sacerdotisa a Mayra. Y aunque en cualquier otra circunstancia y de no haber sido Vika quien lo había dicho, hubiera sonado sarcástico, en realidad fue un halago bien sincero. - Parece evidente entonces que aquí tampoco hay supervivientes. Saltar ese foso y evitar que el "mecanismo", como tu le llamas, no nos  chamusque, será difícil. Apuesto a que si seguimos avanzando por el pasillo anterior encontramos  la  puerta de acceso desde el otro lado. ¿Regresamos por donde hemos venido?

El cumplido le pilló por sorpresa.

—¡Oh! Vaya, ¡gracias, Vika! —dijo dedicándole una sonrisa—. Os puedo pasar al otro lado, por cierto. A todos, si hace falta, aunque el desgaste de magia sería elevado, sobre todo si queremos volver por donde hemos venido.

Mayra se apoyó en su bastón y entrecerró los ojos para ver en la distancia.

—Eso de ahí parece un cofre. Si buscáis tesoros puede que no tengamos que mirar muy lejos —dijo, y se dirigió a Tobías diciendo:—. ¿Tienes alguna manera mundana y fácil de salvar este agujero en esa mochila mágica tuya?

Eso era otra cosa. Los enanos eran ingenieros capaces, y contaban con ingenios mecánicos en sus antiguos asentamientos. Elevadores que no requerían nadie que los operara, gracias a un ingenioso sistema de contrapesos; puertas que se abrían y cerraban por sí mismas; fuelles que recogían el aire y, al llenarse, se vaciaban solos para mantener las llamas vivas… Los enanos podrían haber fabricado un ingenio como ese, aunque no lo hubieran hecho, por considerarlo extravagante y de mal gusto.

¿Un espectáculo? sugirió. No le parecía una trampa, ni una artimaña para espantar a los intrusos. Podía imaginarse la cámara llena de gente observando el altar, y sus caras de asombro estupefacto al contemplar el efectista despliegue.

Efectista, se dijo, y ruidoso. Lo bastante ruidoso como para lo hubiesen escuchado en los niveles inferiores. De hecho, el autómata había brotado del suelo, así que debía estar alojado en una habitación más abajo.

¿Cómo? ¿Volando? preguntó de sopetón, casi olvidando sus preocupaciones, cuando Mayra dijo que podía pasarles al otro lado de la estancia. Katva, su colega druida, podía transformarse en diferentes animales. Entre ellos, aves y murciélagos. Tobías se moría de la envidia cuando la veía alzar el vuelo, aunque ella solo lo hacía cuando agotaban el resto de alternativas, y nunca antes de dar un largo trago de la petaca que llevaba siempre al cinturón. La enana sufría de un terrible vértigo.

Fácil, no. Tengo quince metros de cuerda que podemos atar entre dos columnas, respondió. El peso de los exploradores no era nada comparado con el del techo que tenían que soportar las columnas, pero Tobías no confiaba en que las más cercanas a la zona derrumbada aguantaran. Tendrían que comprobarlas antes. Alguien tendría que pasar primero para fijarla al otro lado, por supuesto. Y antes de pasar el resto, asegurarnos de que las columnas no se van a caer cuando estemos colgando. Podríamos hacer unos arneses de anclaje para poder pasar cada uno sin riesgo de precipitarnos si se nos resbalan las manos. Creo que Eldrid y yo somos lo bastante fuertes como para pasar llevando a otro. Vika también, pero ya carga con bastante más peso que los demás…

—Volando —asintió Mayra—, uno de nosotros, e intercambiando posiciones una y otra vez hasta que todos estuviéramos al otro lado.

La maga de la Torre de la Espiral Negra tocó la varita que descansaba en el extremo de su bastón.

—Podría hacerte volar a ti, si tienes curiosidad por saber qué se siente —dijo, regalándole una sonrisa—, pero sería más económico en cuanto a mis recursos se refiere que lo hiciera yo, transformándome en una althemir¹.

No me cabe duda de que mis compañeros son mucho más valientes e inteligentes que yo mismo. Yo, que me las he visto con tantos demonios en mi juventud, estaba convencido de que éste que tenemos frente a nosotros también lo es, pero los jóvenes que viajan conmigo poco menos que se burlan en la cara del príncipe demoníaco al que nos enfrentamos.

Intento interponer mi cuerpo entre el señor de las tinieblas que tengo delante y los cuerpos de mis compañeros, extendiendo los brazos en cruz y ordenándole:

—¡Atrás, de-de-demonio, en el nombre de Rashiel yo te lo... mando!

Echo la vista atrás una fracción de segundo y compruebo con alivio que mis audaces camaradas se disponen a escapar por el extremo opuesto de la estancia. Yo estoy dispuesto a cubrir su retirada tanto tiempo como pueda. A fin de cuentas, no es la primera vez que un demonio me mata. ¿O sí?

¿No de había enterado ese hombre de lo que Mayra había desvelado? ¿Qué diantre hacía? Vika empezaba a pensar que la senectud había afectado gravemente a su cerebro. No debió de ser así en juventud, pues de ninguna manera hubiera llegado a viejo. Estaba claro que el pobre Dámasor había perdido la cabeza. 

Vika dudó entre darle un buen sopapo para que reaccionara o bien simplemente pasar de él y seguir planeando con sus compañeros los siguientes pasos a seguir. Debido a la conclusión anterior, que el viejo era un pobre demente y a que su me endiñaba un sopapo podría mandarle al otro barrio, optó por lo segundo, ignorar al pobre anciano. 

- ¿Creéis que investigar esta zona de complejos ahora es lo más oportuno? - Preguntó la sacerdotisa. Ya habían dejado para más adelante la sala protegida por la amenazante calavera de los ojos brillantes, aunque claro, Mayra había mencionado que veía un cofre y dejarlo atrás de antojaba complicado. - Si tenemos que pasar, creo que la idea de convertirnos en althemir por un rato me gusta más. Tampoco he volado nunca. - Y dicho aquello, esbozó una sonrisa un tanto enigmática.

—Has entendido mal —dijo Mayra, la comprensión de Vika no era mucho más aguda que la de Dámasor al fin y al cabo—. Solo yo me puedo convertir en althemir, es una de las limitaciones del conjuro. Mi plan es volar al otro lado de la grieta e intercambiar nuestras posiciones con otro conjuro.

Vika chasqueó la lengua algo disgustada.

-  ¡Vaya, una pena! - Sonrió levemente. - No obstante, el plan sigue siendo igual de bueno, si lo que queremos es pasar al otro lado. Yo lo apruebo.

Los ojos de Tobías se iluminaron por un instante —¡volar! ¡ah!—, aunque no tanto como los del demonio de atrezzo, pero enseguida cayó una sombra sobre ellos.

Seamos pragmáticos… masculló, a regañadientes. De todos modos, si había de volar, mejor hacerlo a cielo abierto, planear sobre la jungla mientras el viento le hacía zozobrar, y esquivar aves de colores en lugar de murciélagos.

Esas cámaras no parecen conectar con el resto del complejo, dijo. A menos que continuaran hacia el este, pasando bajo las escaleras principales, y se unieran a las estancias azraelitas que habían dejado sin explorar. Son parte de este nivel, mientras que el túnel desciende hacia cámaras inferiores. A menos que al otro lado haya una salida, o escaleras, u otro túnel, tendremos que volver a hacerlo para regresar.

Lo que tú decidas, dijo a la maga.

A sus espaldas, el maduro sacerdote seguía tratando de exorcizar al demonio. Una batalla que no podía ganar por mucho que contara con el favor de Rhasiel. Dejando a Mayra deliberando, caminó hasta él.

Dámasor, cálmese. Se detuvo junto al sacerdote y  posó una mano sobre uno de sus hombros, un gesto que pretendía ser tranquilizador, aunque el resultado era extraño, pues los hombros del sacerdote estaban a la altura de los ojos del explorador. Así que apartó la mano y la situó entre los omóplatos del hombre.  No es un demonio real. Es…como una estatua. Se mueve gracias a artificios mecánicos.

Lanzó un pedazo de escombro hacia el ingenio. Al golpear en su amplio torso, pudo escucharse un resonante clonk.

¿Lo ve?

Mayra observó a Tobías marcharse y se mordió un labio. Le habían dejado la decisión a ella y no era precisamente la persona que le gustara liderar, o decir lo que debía o no debía hacerse. Suspiró. Había generado tanta expectación que pensó que lo suyo era que...

—Perubahan mayat, keajukan bentuk

La maga cerró los ojos y abrió los brazos mientras sucedía la transformación. Le brotaron dos alas emplumadas de la espalda, que batió inmediatamente para alzarse en el aire. Mientras lo hacía sus pies crecieron y se deformaron hasta formar sendas garras de uñas retorcidas. Mayra sonrió a sus compañeros y trazó un par de tirabuzones en el aire antes de propulsarse hacia delante. Aterrizó con suavidad en el otro lado del abismo. Señaló a Vika, golpeó con su bastón en el suelo e intercambió su posición con ella.

Volvió a repetir el proceso para cada uno de sus compañeros y después se quedó en el aire, describiendo perezosos círculos y haciendo lentos giros en el aire.

La teleportación, aunque no era su primera vez, dejó a Tobías confuso durante unos momentos. Un instante estaba en un lugar, y de repente estaba en otro, sin transición. Bastaba para ponerle los pelos de punta a uno.

Una vez estuvieron los cinco al otro lado del abismo, el joven se puso manos a la obra con su tarea. Asegurarse de que sus pasos no los conducirían a otra trampa. Y comprobar el cofre que había visto Mayra junto a las siniestras pilas de esqueletos.