Partida Rol por web

- ¡Calmaos! - Ordenó Vika alzando la palma de su zurda hacia aquellos seres hostiles. 

Sabía que si se iniciaba una contienda, mucha sangre híbrida sería derramada y no quería eso. Días atrás hasta hubiera disfrutado de la matanza, pero algo había cambiado en su interior. Aquellas criaturas a antropomórficas eran incivilizadas, primitivas y muy violentas, pero la sacerdotisa había visto algo en ellos que podía ser objeto de respeto. 

Conocer a Eldrid, a Truzx e incluso a Sparky había despertado en ella cierta sentimiento de protección hacia aquellas criaturas que si bien en su mayoría parecían ser malvadas, podían también poder seguir un camino mucho más luminoso. ¿Y si pudiera salvarles? ¿Y si pudiera hacerles ver que estaban en un error? ¿Y si podía convertirles en elementos útiles para la sociedad? Era un pensamiento utópico, pero tenía que intentarlo. 

- No queremos haceros daño. - Dijo la luciferina. - Queremos aprender de vosotros y enseñaros todo lo que nosotros sabemos. Queremos compartir, queremos ser vuestros amigos. Queremos la paz... - Miró al hombre santo. - Traduzca esto, por favor...

Mayra había estado a punto de sacar a Dámasor de allí y de meter a Eldrid cuando vio que los gnolls se ponían en guardia, pero se detuvo en el último momento. El pensamiento de que el santo aún era capaz de controlar la situación y continuar el improvisado plan cruzó por su mente rápido como un rayo, y no activó la varita que remataba su bastón. Permanecía tensa, atenta a la situación, pero su conciencia le recordaba que había vuelto a pensar en un compañero suyo por sus aptitudes y capacidades, como una pieza en el tablero más que como una persona. Su mirada se desvió inconscientemente hacia Tobías, por la conversación que habían tenido respecto a la soberbia de los magos.

Soltó un suspiro y se obligó a concentrarse en el aquí y en el ahora. Había demasiadas cosas en el aire como para intervenir de modo que, simplemente, esperó. La Maga de la Torre de la Espiral Negra siempre iba unas cuantas jugadas por delante, y no tenía claro que tuvieran la fuerza necesaria para seguir el plan de Dámasor hasta sus últimas consecuencias y plantarse en mitad de territorio hostil para entrevistarse con su rey. ¿Y si los menospreciaba, se negaba a negociar la liberación de los prisioneros y se reía de ellos como lo habían hecho muchos gnolls antes que él? ¿Podrían escapar y abrir un camino hasta la superficie si los hombres bestia decidían atacarlos y hacerlos esclavos?

Mayra se mordió el labio y la lengua, para no expresar sus pensamientos en voz alta o a través del hechizo. Sus compañeros ya tenían suficientes cosas en las que pensar.

La situación se calmó tan rápido que no dio tiempo a mucho más que soltar el aire de puro alivio. Dámasor alzó la voz, que tronó como si el mismíso Rashiel estuviese en aquella habitación, provocando que los gnolls que habían estado jugando con él se estremecieran y no supieran de qué iban todo aquello. Sintieron la magia divina del anciano, pero se la sacudieron de encima, sin saber muy bien de dónde provenía. Vika levantó las manos para imponer algo de sentido común, del que ella carecía, pero no perdía nada por intentarlo. El sacerdote tradujo sus palabras y poco a poco los ánimos se fueron calmando.

-(gnoll) No sé quiénes sois vosotros, ni cómo habéis llegado hasta aquí, pero tenéis que haber encontrado patrullas por el camino -comentó el gnoll grande, pidiendo a los demás que bajaran las armas. Se daba cuenta del engaño y de que el viejo no era lo que aparentaba ser. Y ese gnoll demostraba más experiencia que ningún otro, aunque no fuese el más listo, sabía cómo salvar el pellejo-. (gnoll) ¿Por qué queréis ver al Rey? No eres Calavera, ni dragón, ni Bestia.

Tras la pertinente explicación, el gnoll le hizo un gesto a la hembra.

-(gnoll) Vigila a estos desgraciados, yo los llevaré a la entrada.

Después miró a Dámasor.

-(gnoll) Vredd te llevará hasta el palacio. No sé si os matarán nada más veros, pero no eso ya no es asunto mío. El Rey no negocia con nadie.

—Los hemos en-en-encontrado —confirmo a los gnolls cuando afirman que debemos habernos cruzado con otras patrullas, pero intento no entrar en detalle sobre este tema—. Y tambien a Trunks, es un gran ex-explorador que nos ha traído hasta aquí sanos y... salvos. Ven, a-a-acércate, no seas tímido.

Como sé que, por algún extraño motivo, mis compañeros no entienden a los hombres-hiena, me dedicado a traducir y a responder de forma alternativa a unos y otros; lo que no ayuda a entender muy bien lo que me dicen ninguno de ellos.

—Llegamos hace poco a estas ti-tierras. Queremos llegar a un acuerdo con vuestro rey para que haya paz y no más esclavos.

En realidad no estoy del todo seguro de si esa es la razón por la que estamos armando tanto escándalo en estos túneles subterráneos, pero me parece una causa mucho más legítima que hacerlo por el placer de matar a los que son diferentes a nosotros.

Cuando Tobías entendió que no iba a desatarse la violencia, se rodeó de un manto de sombras y salió de la inmunda guarida, evitando por los pelos la corpulenta figura de Vika, y reapareció de repente entre Mayra, Eldrid y Truzx.

Las traducciones de Dámasor eran suficientes para hacerse una idea de lo que el maduro sacerdote había propuesto a los gnolls. ¿Era eso lo que habían venido a hacer a las cavernas? Sin duda, reconocía que tenían buenas razones para reunirse con el gobernador de los hombres bestia, pues de su voluntad dependía que pudieran liberar a los esclavos y mantener relaciones pacíficas con el reino subterráneo. Pero se daba cuenta de que no eran ellos batidores ni diplomáticos de un gran ejército, sino la totalidad de las fuerzas que habían invadido los dominios del rey bestia, y si los tenía en su poder, podía eliminarlos de un plumazo, y sin duda, arrancarles con magia, tortura o coacción la localización del campamento.

¿Vamos a ver al rey? preguntó a la arcana. Si hay algún lugar en estas cavernas que está bien protegido, serán sus salones. Y no tienen razones para dejarnos salir de allí libres y con vida.

—Eso es lo que quiere San Dámasor —respondió Mayra murmurando a través del conjuro. Las reservas de Tobías hicieron que pusiera voz a las suyas propias—. Yo tampoco estoy segura de que sea buena idea internarnos de esa manera en territorio hostil. Dudo que los gnolls sean tan benevolentes como los supone el Santo. En el mejor de los casos nos considerarán carne de esclavo, en el peor querrán venganza por todos los gnolls que hemos matado en nuestras anteriores incursiones. Sugiero que reduzcamos a los gnolls que nos escoltan antes de internarnos demasiado en su territorio.

- No creo que sea buena idea tratar de pactar con el rey de las bestias en su territorio. - Intervino Vika en la conversación que mantenían en esos momentos Mayra y Tobías. - Creo que con suerte nos despedazaran de forma rápida y nos tirarán de comida a los perros. - Comentó. - Sería una total locura  acceder a llevar a cabo el loco plan del senil hombre santo que nos acompaña. - Dijo pensando seriamente lo que decía, sobre todo lo de senil. - Propondría un encuentro en algún punto conocido por todos. Una zona neutral, fuera del complejo de ser posible. Quizás puedan enviar algún diplomático o alguien con la voz suficiente como para hablar en nombre del rey y entonces sí, comenzar a tratar los asuntos de un posible pacto o alianza pacífica. ¿Cómo lo veis?

—Inconcebible —respondió Mayra, que conocía a la perfección el significado de la palabra—. Si tú fueras el rey de los gnolls en tu palacio, en mitad de las cavernas de tu dominio, ¿accederías a reunirte con humanos, que esclavizaron a tu raza y que hoy día son para ti poco más que carne de argolla? Tendríamos suerte si se rieran de nosotros.

Risas, hienas… aquello era lo más cercano a una broma que solía hacer Mayra.

—Me extrañaría que pese a la disposición de estos guardias nos dejaran llegar tan lejos. Pero no podemos acceder aunque lo hagan. No tenemos una posición de fuerza tan grande como para desafiarlos. Aún no. Lo más sensato es reducir a nuestra escolta en cuanto sepamos en qué dirección se encuentra el palacio.

Podemos hacerlo, concedió Tobías, y podemos matarlos a todos aquí. Eran más que ellos, pero el joven explorador no esperaba que fueran un desafío mayor que los gnolls a los que se habían enfrentado hasta ese momento.

¿Y qué haremos con los que reduzcamos? preguntó. Los mataría si era necesario, pero ya que ellos no les habían atacado a primera vista, prefería no hacerlo. Y si no los mataban, ¿de qué podían servirles?

¿Y si les pedimos que no nos lleven a ver al rey, sino a su jefe? preguntó Tobías. Sabemos que hay un rey, pero no si cada tribu tiene su propio líder.

- Acabar con ellos parece lo más sensato. - Dijo convencida de sus palabras. - Sí, creo que es lo que debemos hacer cuando nos digan la dirección en la que se encuentra el palacio, como dice Mayra. - Entonces escuchó a Tobías. - También es buena idea lo del jefe. - Asintió y miró de reojo a los gnolls como valorando si podían eliminarlos con mayor o menos dificultad. - Aunque si nos llevan frente a su líder, puede que se complique la cosa. - Dijo acariciando la empuñadura de su arma de forma deliberada para que Mayra y Tobías entendieran a que se refería.

Mayra cogió una honda bocanada de aire antes de responder.

—Sus vidas antes que las nuestras —fue la contestación que articuló a la pregunta de Tobías y la insinación de Vika.

Había sido parca en palabras, pero sabía que no podía dar una contestación más larga sin que le temblara el tono de voz.

El gnoll los llevó hacia el portal, un poco a regañadientes, y porque no tenía más remedio. Grotch recnoció a Truzx y después de dedicarle una sarta de insultos, le dio un coscorrón y se dirigieron al templo subterráneo. Tal y como estaba, el gnoll no tenía muchas opciones si quería salvar la vida... y era evidente que le tenía aprecio a la suya y que no iba a morir en aquellas cavernas inmundas a manos de un grupo tan peligroso como era la avanzadilla imperial. En la habitación de la basura quedaron Vredd y los gnolls borrachos, junto al esclavo, que no parecía muy molesto por la partida del grupo de aventureros.

De regreso al templo del portal, Grotch no dijo nada. Una vez allí, pareció reflexionar sobre algo antes coger el collar que colgaba de su cuello, en el que había una piedra. Antes de que pudiera explicar para qué servía, Eldrid se abalanzó sobre él, seguido de Vika y Tobías, y tras un duro forcejeo, lograron reducir y atar al gnoll, que empezó a insultarles en su idioma. Mayra se abstuvo de traducir nada, aunque Truzx se tapó las orejas para no seguir escuchando semejante despropósito. 

Así, los aventureros estaban al pie del portal con la piedra de Grotch, que servía para abrir el portal hacia el Palacio del Rey.

- Buen trabajo. - Les dijo Vika al resto satisfecha por la rápida actuación de sus compañeros y ella misma a la hora de neutralizar a aquel tipo. - ¿Y ahora qué? - Preguntó. - ¿Qué hacemos ahora con él? - Le preguntó. - No creo que sea ético acabar con él. - Concluyó a regañadientes. - No o nos ha hecho nada malo y aunque sabemos que su fondo no es un no jardín de flores... - Resopló hastiada. - Creo que debemos dejarlo libre...

Agradecido por la ayuda que los hombres-hiena nos prestan, incluso después de haber perdido contra ellos la partida de dados, me despido de ellos con la promesa de volver algún día.

No he entendido muy bien quién era aquel humano que estaba con ellos, ni por qué lo dejamos atrás después de que Vika estuviera a punto de frustrar mis negociaciones en su intento de liberarlo. ¿Era o no era tan importante llevarle con nosotros como para armar una carnicería por ello? Lo cierto es que cada vez entiendo menos el comportamiento de mis compañeros.

Y dicha comprensión se reduce a la nada más deprimente cuando atacan a traición al servicial Grotch y lo someten violentamente.

—¡Co-corre, Trunks, huye! —insto a nuestro pequeño guía, atemorizado por que sea el siguiente en sufrir la cólera homicida de estos maníacos—. ¡¿Es que habéis per-per-perdido la... razón?!

Seguramente sea por el aire viciado de aquí abajo, o por alguna enfermedad parasitaria que hayan contraído mientras estaban en el vertedero. Sí, tiene que ser eso. Porque ellos no son así. ¿O sí?

Abalanzarse sobre el gnoll y atarlo dejó a Tobías con peor sabor de boca que haber matado a más de una docena de otros hombres bestia, algunos de ellos por la espalda, sin darles la opción de responder a la espada que les brotaba del pecho como una flor de acero y sangre.

Tan repentina fue la agresión, tan breve y brutal el forcejeo, que escandalizaron incluso al normalmente imperturbable sacerdote de Rhasiel.

No pasa nada, Dámasor. Está vivo, dijo Tobías, mostrando las manos vacías para después señalar al gnoll. Solo un poco magullado... y atado. 

Mayra se masajeó las sienes. Oír para creer, ahora eran ellos quienes habían perdido la cabeza.

—Dámasor, no podemos arriesgarnos a entrar tan profundamente en territorio hostil —respondió con firmeza al anciano—. Los gnolls han demostrado repetidamente que para ellos somos intrusos, escoria. Si están en una posición de fuerza, la ejercerán para matarnos o esclavizarnos. Está usted aplicando la medida propia al paño ajeno, y eso jamás funciona.

Señaló al gnoll atado.

—Si dudáis de la justicia de nuestro proceder, os ruego que reflexionéis en la bondad y el honor qué tienen los seres a los que nos estamos enfrentando. Recordad que arrastran a las cavernas y esclavizan a todos los humanos que se encuentran. Reflexionad en qué debieron pensar sobre la redención y el perdón nuestros hombres mientras se pudrían en sus celdas, hambrientos, heridos y rodeados de mugre y miseria.

»Nos debemos a los nuestros, Dámasor. Debemos proteger a nuestra gente, y no la vamos a proteger mejor porque nos pongamos en peligro nosotros. No hemos ejercido la violencia más que cuando era necesario para salvaguardar nuestra seguridad o la de nuestra gente y este era uno de esos casos. La presencia de gnolls, minotauros y dragones en nuestro campamento demuestra que no somos matarifes.

Mayra alzó la piedra del gnoll en dirección a Tobías.

—Ahora podemos utilizar esta llave para cruzar al otro lado del portal con seguridad —dijo Mayra—. Aunque la retiraran desde su lado, podríamos utilizar la mía para salir.

La maga esbozó un gesto de fastidio. No le gustaba tener que ser ella la que iba a decir lo que debía decirse.

—No podemos dejarlo libre, Vika. Lo primero que hará será ir a buscar refuerzos, y nos atacarán por la retaguardia cuando estemos explorando el vergel.

Ella se sentiría más segura dándole de comer al gnoll a la araña gigante de la que había hablado Truzx mientras Tobías exploraba del otro lado del portal, pero era incapaz de sugerirlo después de ver el horror en los ojos de Dámasor. Se conformaría con que lo dejaran atado y amordazado en un sitio seguro para darles todo el tiempo posible. De todas formas, sus compañeros no esperarían que regresara en poco tiempo a su puesto.

Si el ataque a traición me causa tanto horror como sorpresa, las palabras de Mayra justificándolome preducen una profunda tristeza. No tengo dudas de que con su preclara inteligencia es capaz de dar forma a las palabras de maneras que a mí me resultan imposibles para distorsionar la realidad de lo ocurrido con sesudas justificaciones. Es una mujer brillante, muchísimo más leída que yo, pero no hay empatía en lo que dice, no hay bondad, y no hay verdad tampoco.

Sus argumentos retorcidos consisten en asumir que, dado que algunos hombres-hiena han sido violentos en el pasado con nosotros, debemos rebajarnos a semejante conducta bestial y tratarlos a todos ellos de igual modo con independencia de sus acciones. Lo que afirma en realidad es que podemos llamar justicia a ese proceder primitivo y abusivo al amparo de los desmanes de otros; y que debemos cometer estos atropellos porque nuestra gente, por el mero hecho de tener la piel suave y rosada, es mejor que la de estos peludos lugareños. Son los argumentos de un tirano especista.

El haber demostrado aislados actos de piedad, mendigados por mí vehementemente, no lavará la sangre de sus manos, ni la iniquidad de sus acciones. ¿Confían en alcanzar la redención solo porque logré que se abstuvieran de asesinar a un niño indefenso, como pretendían?

Y el hecho de que acabemos de dejar atrás a un prisionero humano en lugar de liberarlo si realmente piensan que está en peligro con los gnolls (cosa que yo no hago), habla terriblemente de las intenciones, las prioridades y los valores morales de este grupo.

¡Una llave! Justifican el asesinato de un individuo con sentimientos, con una vida, con una familia seguramente, por una miserable llave que ya le han robado tras apalizarle... ¿A esto hemos llegado?

Los ojos se me llenan de lágrimas.

—Perdónalos, Rashiel, porque no saben lo que hacen.

Vika escuchó las palabras de Mayra con preocupación. Lo que decía era cierto. Aquellas criaturas no eran bienintencionadas, sino todo lo contrario. Se trataba de violentos esclavistas que subyugaban a otros pueblos y otras razas a su voluntad por tal de sacarles algún tipo de beneficio. No acababa de cuadrarle la interacción que acababan de tener con ellos, pues habían sido, dentro de unos límites, casi amistosos y si ya se había tambaleado las creencias acerca de los híbridos que tenía Vika previamente al viaje hasta aquel lugar tras conocer a Eldrir o Trunxz, aquello le había dado un nuevo golpe.

Sin embargo, tenían que pensar de forma táctica y como bien decía la arcana, dejar en libertad a aquella criatura era un peligro. Podía, como bien había dicho la arcana ir a por refuerzos y eso sin duda alguna sería un grave problema que conllevaría un nuevo derramamiento de sangre. Estaba convencida de que con las artes mágicas de Mayra podrían reducir la amenaza y matar uno a uno a sus oponentes, pero... ¿Era eso lo que realmente querían? No estaba segura.

- Bien. - Le dijo simplemente. - Hagámoslo. 

Amordazar a un ser con un hocico como el que tenía aquella hiena podía resultar peligroso. Si soltaba un bocado podía hacer bastante daño, por lo que tendrían que hacerlo con mucho cuidado. Si empezaba a gritar atraería a sus compañeros y empezaría el combate. Por ello Vika trató de amordazarle bajo amenaza de muerte y es que no les quedaba otra después de reducirlo de aquella manera. Era eso o acabar con su vida y lo segundo no le parecía justo. 

Una vez amordazado y bien amarrado a una columna, llegó la hora de partir. 

- Creo que ahora podemos ir donde tus padres con seguridad. - Le dijo a Mayra acariciándole el pelo. - Tenemos las dos piedras que necesitábamos. - Asintió. - Espero que funcione. - Y entonces miró al hombre santo, quien parecía a punto de romper a llorar en un desconsolado llanto. - Lo siento. - Le dijo a éste. - Sé que es lo que pretendes, pero no podemos correr riesgos innecesarios. La paz llegará, pero es pronto. - Concluyó convencida de sus palabras.

El joven explorador no añadió nada a lo ya dicho. Era demasiado tarde para darse la vuelta, y no por lo que habían hecho ellos —aunque Tobías no se hacía ilusiones inocentes al respecto de su papel en el conflicto—, sino porque el Imperio había puesto la mirada en Thracia, y nada evadía sus garras durante mucho tiempo. Tal vez otro ciudadano hubiera sentido orgullo por la voracidad del Imperio que lo había engendraro, pero él era un forajido. Y, sin embargo, estaba haciendo el trabajo sucio del Imperio.

Ayudó a Vika a sujetar al hombre hiena mientras lo amordazaba. Tarde o temprano, alguien lo encontraría y lo liberaría, pero hasta entonces, podrían atravesar el portal sin levantar la alarma. Por supuesto, no había razón para suponer que pasarían inadvertidos en cuanto llegaran al otro lado. Era ese el camino hacia el palacio y, si había interpretado bien lo que estaban haciendo las mujeres bestia, el lugar donde habitaba la clase dominante del pueblo bestia.

¿Qué vamos a hacer con el desgraciado que tenían encadenado? preguntó. Parecía más asustado de nosotros que de sus captores.