Partida Rol por web

Tobías tragó saliva con dificultad, y carraspeó. Esa elfa arbórea era tan descarada como las prostitutas de la Puerta del Este. Fatas con grandes poderes de sugestión, había dicho Mayra. Dudaba que fuera eso a lo que se refería, aunque no había sido tan precisa como para asegurarlo.

Puede que otro día, respondió, incómodo. Hoy hemos venido por trabajo.

Al menos, las dríadas no habían caído sobre ellos con garras, magia y espadas. Aquel estaba siendo un día extraño en las profundidades de Thracia.

¿Qué ha sido de las mujeres que estaban merendando aquí hace un momento?

Mayra sintió una punzada de celos cuando Tobías no se negó de forma más contundente a la propuesta de la dríada, pero no expresó su malestar en voz alta.

—¿Pero podemos ir acompañados de él? —le preguntó a la dríada que la había interpelado, intentando darle la vuelta a su negativa.

La driada miró a Vika con algo de disgusto, tenía un aspecto metálico que no le agradaba en absoluto.

-¿A qué isla te refieres?

Briseis no se dio por vencida y se descolgó un poco más por la rama para observar a Tobías más de cerca, sin ocultar su desnudez natural, porque a fin de cuentas era una driada y no tenía nada que esconder.

-¿Trabajo? -se rio-. No sé qué es el trabajo, pero es demasiado serio para alguien como tú. ¿Te gustaría venir a mi árbol? Puedo ayudarte a subir en él y enseñarte cosas preciosas.

La mirada de Briseis era inocente y hambrienta a la vez, pero el explorador no podía diferenciar si su hambre estaba relacionada con algo sexual, o con algo realmente más peligroso.

-Las mujeres se fueron -declaró a la pregunta de Tobías-. Os hemos visto llegar y las hemos avisado, es lo que solemos hacer cuando vemos desconocidos atravesando el portal. Suelen venir gnolls, bestias y esclavos. Les dijimos que él -señaló al cachorro gnoll- traía muchos esclavos. Así que se fueron, a ellas les gustan mucho los esclavos nuevos y a nosotras no nos dejan jugar con ellos. Pero como vosotros no sois esclavos aún...

Volvió a reír, realmente no había maldad en sus palabras, aunque no dejaba de ser inquietante.

-No es nuestro Rey -dijo la dríada de olmo-. Stronghoen es el Rey de las Bestias.

Miró a Mayra con ojos entrecerrados, evaluando qué podía decirle y qué no.

-Tú no puedes pasar por el muro, solo él. Ella tampoco -especificó a Eldrid-. Porque fue expulsada del hogar de Rey.

La driada "joven" se divirtió mucho con Dámasor, hasta tal punto que bajó del árbol hasta unos arbustos, y le entregó una flor. Las demás driadas la amonestaron con unos susurros, pero ella solo se ruborizó y se escondió tras las hierbas altas. Sacó la cabeza por encima y murmuró hacia el anciano.

-No podéis entrar por ahí, sois humanos. Y no podemos ayudaros, el Rey ha amenazado nuestros árboles -declaró en voz baja-. Si hacen daño a nuestros árboles, moriremos. Al Rey y sus concubinas les gustan estos bosques, por eso no los han talado todavía, pero si enfadamos al Rey...

La driada seria amonestó a la pequeña y ésta se escondió detrás de un arbusto y desapareció.

- Me refiero a... - Vika dudó por unos instantes. Evidentemente la dríada estaría confundida, pues ella no vivía en ninguna isla. Probablemente nunca había pasado al otro lado del portal por el que habían llegado a aquel vergel y no conocía que Thracia estaba totalmente rodeada por agua. Es más, dudaba incluso que supiera que era Thracia. - ...me refiero a que si habéis visto humanos traspasar el portal... - Aunque lo cierto era que ahora que había escuchado el discurso de aquellas mujeres vegetales, estaban hartas de ver pasar humanos desde el otro lado del portal hacia aquel extraño plano. Esclavos todos ellos, por supuesto. - Pero por lo que habéis dicho, es obvio que sí.

—Es una flor pre-preciosa —afirmo, dedicándole una desdentada y agradecida sonrisa a la joven y tímida fata—. Tan bonita por fuera como tú lo eres por dentro. Vivís en un ja-jardín muy hermoso y no me imagino que nadie quisiera dañar unos árboles tan robustos —comento, horrorizado por la perspectiva de que el rey de las bestias pudiera talarlos—. No que...remos que sufráis ningún percance por nuestra culpa. So-so-solo queremos pedir a ese rey que nos conceda audiencia. ¿Con quién podríamos hablar para que intercediera por nosotros?

Tobías sintió un escalofrío. La dríada era hermosa, pero tan evidentemente sobrenatural, que su desnudez le perturbaba. Podría acostumbrarse, pero no mientras estuviera insunándose con tal descaro. Ni siquiera estaba seguro de la naturaleza de los "juegos" a los que se refería, pues lo que hubiera sido evidente en una mujer de carne, era extraño en ella. Y aunque no hubiera sentido ese rechazo instintivo, no iba a perderse entre las ramas con la dríada después de lo que había pasado entre Mayra y él.

No se puede jugar cuando se trabaja, replicó. No son compatibles. El trabajo es lo contrario al juego. Cuando uno es niño, juega todo el tiempo, y cuando deja de serlo, tiene que trabajar. Al menos, así es entre los humanos.

La última frase de la dríada portaba una terrible premonición. Tobías sintió deseos de dar media vuelta y desaparecer por el portal.

¿Dónde podemos encontrar a los esclavos? preguntó. Querríamos hablar con ellos también.

Mayra estaba a punto de ponerse una camisa a cuadros, coger un hacha y talar el árbol de la dichosa dríada fresno con sus propias manos. Se contentó, no obstante, con lanzarle una mirada fulgurante antes de dirigirse a la dríada roble.

—Nadie debería vivir perpetuamente bajo la amenaza de muerte —decidió Mayra—. Háblame de Stronghoen.

La niña driada se sintió complacida con el piropo de Dámasor.

-Tenéis que hablar con Guhrezar, el chamán de los dragones. Él hizo ese muro.

-Pues los esclavos estarán en el palacio con los demás esclavos, haciendo sus cosas de esclavos -declaró Briseis con total indiferencia-. Eso que dices del trabajo no parece nada interesante, jugar es mucho más interesante, los humanos sois más interesantes cuando jugáis. No veo por qué alguien que no es niño no puede jugar cuando quiere. Dejad de trabajar y sonreíd -los animó, poniéndose un dedo en cada lado de la boca para levantar las comisuras y sonreír de forma exagerada, sacando la lengua y haciendo una mueca-. Quiero que juegues conmigo -insistió, poniendo un puchero.

Las driadas rieron, excepto una, la que hablaba siempre seria y con Mayra.

-Chicas, es suficiente -les dijo a las demás. La driada infantil se esfurmó por los arbustos, Briseis puso cara de enfado y subió un par de ramas más arriba, pero sin perder de vista a Tobías. La otra se recostó en el tronco y se cruzó de brazos. La driada olmo se acercó un poco más para hablar con Mayra. Las ramas de los árboles se agitaron a su alrededor, no de manera amenazante, simplemente respondían a la cercanía de la fata-. No puedo decirte nada sobre Stronghoen porque eso significará nuestro destierro y muerte. El palacio está detrás de ese muro, pero no podéis atravesarlo porque no sois Bestias y nosotras no podemos ayudaros. Hemos venido porque teníamos curiosidad, pero será mejor que os marchéis, las Bestias saben que estáis aquí y no queremos que rieguen nuestros árboles con vuestra sangre. Si queréis hablar con el Rey, buscad el modo. Nosotras estamos atadas por un juramento y nuestros árboles dependen de ello, no os ayudaremos porque el Rey no ha tocado nuestros árboles y nosotras no comprometeremos al Rey.

Dicho aquello, la driada se internó entre las ramas y las demás las siguieron. Los árboles quedaron en silencio a los pocos segundos.

- Mal asunto. - Dijo Vika entre susurros. 

Pensó en acercase a Mayra y tocarle los hombros de forma siniestra, pero recordó su cara la última vez que lo hizo y decidió que mejor sería no volver a incomodarla por hoy. Ella no entendía el porqué del malestar de su amiga cuando sólo quería ser amable con ella, pero al ser una arcana seguro que tendría sus rarezas y esa sin duda era una de ellas.

- Quizás deberíamos explorar este lugar antes de intentar pasar al otro lado del muro. - Propuso la sacerdotisa. - Las dríades han sido demasiado escuetas con la información que nos han dado e ir a ver al Rey sin saber a que podemos atenernos, no sería lo más acertado. - Hizo una breve pausa y se rascó el mentón pensativa. - ¿Qué opináis? Yo desde luego no quiero acabar como esclava de nadie.

No tengo ocasión de preguntar dónde se encuentra ese tal Guhrezar antes de que las tímidas fatas se escondan de nosotros. Parecen realmente asustadas por el rey de las bestias y, aunque pienso que realmente no tienen motivos para temerle con mis amigos aquí, tampoco quiero meterlas en problemas por ayudarnos.

Coincido con Vika en que lo mejor será que nos marchemos y las dejemos en paz.

Mayra asintió también a las palabras de Vika. Apuntó sendos nombres en su cuaderno de notas antes de decir:

—Supongo que podemos seguir por el otro camino. Preparaos. Si lo que dicen las dríadas es cierto, pronto tendremos encima a las gnolls. Y la última vez que nos encontramos con una hembra no fue una pelea fácil.

La desaparición de las dríadas fue un alivio para el atribulado Tobías. Con suerte, no volverían a toparse con ellas. Puede que no fuesen sus enemigas, pero el rey bestia podía azuzarlas contra ellos en cualquier momento, y no quería verse en la tesitura de tener que matarlas. Tampoco se hubiera sentido cómodo teniendo a criaturas tan caprichosas y volubles como aliadas, por mucho que la roble las mantuviera bajo control.

¿Creéis que nuestro guía sabrá algo sobre ese chamán dragón? preguntó el explorador, mirando el portal. Habían sacado cierta información del encuentro, y el camino hasta el rey, aparentemente, pasaba por ese tal Guhrezar. O por ser capturados.

- Sólo hay que preguntarle... - Respondió a la pregunta de Tobías mirando al hombre santo y a Mayra alternativamente, pues eran quienes hasta ahora estaban ejerciendo la labor de traducción con su pequeño y achuchable guía. 

Mayra se encogió de hombros.

—La que sí lo sabrá será Miinavaos, pero la dejamos en el campamento —dijo, y miró a Dámasor—. Junto con el resto de moradores de las cavernas que hemos rescatado.

»(Gnoll) Truzx, cariño, ¿sabes algo de un chamán dragón llamado Guhrezar y de dónde podemos encontrarlo? —le preguntó al cachorro.

Sabía perfectamente que Tobías se refería al gnoll que habían dejado en las cárceles, pero no perdían nada por preguntárselo a Truzx.

El gnoll se puso una mano en la barbilla, haciendo memoria.

-(gnoll) Guhrezar... Guhrezar... mmm... -se rascó una oreja y encontró un insecto en su pelaje. No dudó en llevárselo a la boca y masticarlo-. (gnoll) Estará con los dragones. No conozco, pero oír hablar de él a Sry, viven en caverna, más abajo. No conozco camino para llegar, lo siento.