Partida Rol por web

Tobías dirigió la mirada hacia el camino que les conducía al claro donde había visto a las mujeres bestia, antes de que las dríadas les advirtieran de la llegada de su grupo.

Entonces... ¿exploramos este lugar o volvemos a buscar pistas sobre ese dragón?

—Tengo la cabeza llena de conjuros. Diría de seguir explorando. Ya tendremos tiempo de preguntar a Miinavaos cuando planeemos volver al campamento.

Tobías estiró las extremidades, y comprobó rápidamente el estado de sus armas y su armadura. No tardó más de un par de minutos en estar satisfecho, y lo señaló así a sus compañeros con un ademán de la cabeza. Cuando todos estuvieron listos, el explorador se puso en cabeza y guió la marcha por el vergel hacia el único sendero que se les mostraba entre los árboles, a su derecha. 

- En ese caso... - Dijo tras escuchar las palabras de Mayra acerca de que estaba lista para enfrentarse a lo que fuera que se les pusiera por delante. - Investiguemos este lugar. - Determinó. - Estoy segura de que sacaremos algo en claro, aunque abrid bien los ojos, pues puede ser realmente peligroso. Creo que la peor amenaza contra la que nos hemos topado en esta isla, está aún por llegar...

El grupo dio la vuelta porque era imposible cruzar por ese muro de espinas y las driadas no habían ofrecido más ayuda que un poco de información. De modo que los aventureros retrocedieron de nuevo hacia el portal y se encaminaron por el otro sendero visiblemente transitable. No había barro en aquel camino, pero sí un surco entre la hierba que demostraba un caminar persistente por aquella zona. Los frondosos árboles se mecían con una brisa que parecía provenir de todas dirección y el aroma de la fruta abría los apetitos. Truzx se dedicó a trasegar toda la fruta fresca que pudo encontrar, fresas, moras, ciruelas y peras, hasta que le dio dolor de tripa por el empacho.

Descendieron por un pequeño terraplen y la hierba comenzó a escasear, un camino se dirigía al sur, cubierto de piedras y flores blancas. Un grupo de árboles talados con los tocones estaban frescos desprendían un olor a resina que se mezclaba con el perfume de las flores. Un roble solitario se alzaba en el borde y al aproximarse a él, ahora que la frondosidad era menos tupida por la tala, se podía ver algo más allá, algo que toda la vegetación no les había permitido apreciar todavía. Parecía que estaban sobre una meseta y allá abajo había algo más, aunque para ello tendrían que subir al árbol para ver mejor. Un poco más al al sur encontraron nuevos árboles y ningún camino visible, a menos que cruzasen bosque a través.

Vieron a más driadas sobre los árboles, vigilándoles, pero ninguna se aproximó a ellos. De nuevo hacia el norte se toparon con otro muro de espinas, exactamente igual al que habían dejado atrás, como una extensión que cortase el bosque por la mitad y estaba impidiendo que pudieran pasar donde se suponía, estaba el palacio del Rey. Con frustración, el grupo examinó el muro que no parecía natural y Vika percibió la magia. Cuando la maga de la Torre se acercó a estudiarlo, comprendió que se trataba de una muralla de espinas conjurado por un druida muy poderoso y atravesarlo traía nefastas y dolorosas consecuencias. 

—Así que este es el muro del que nos han hablado las dríadas —dijo Mayra mientras lo examinaba más de cerca. Como no podía evitar responder a una pregunta que estuviera en el aire, aunque nadie la hubiera pronunciado, les explicó a sus compañeros lo que estaban viendo—. Estamos frente a un poderoso hechizo druídico de la quinta esfera, que han hecho permanente y han modificado para que ciertas razas puedan entrar. Por lo que las dríadas nos han contado, los gnolls son una de esas criaturas pero los hombres-tigre no. Ignoro qué otras criaturas podrían pasar, aunque tengo el pálpito de que los minotauros también tienen paso franco.

Mayra siguió examinando la maraña vegetal de lianas y espinas, aunque no extraía información de lo que veía sino de su cabeza.

—Podríamos intentar abrirnos a la fuerza, pero a Dámasor y a mí nos iba a costar mucho pasar y nos haríamos daño con esas peligrosas espinas. Las lianas no arden con facilidad, podríamos intentar cortarlas, pero nos llevaría mucho tiempo y no tenemos las herramientas adecuadas —dijo, frotándose el mentón, pensativa, obligándose a pensar en el problema desde otros puntos de vista como le habían enseñado en las simulaciones tácticas La Torre de la Espiral Negra. Miró hacia arriba y comprobó que el muro no era demasiado alto—. Podría hacer que alguno de vosotros volarais por encima del muro y, cuando estéis al otro lado y toquéis suelo, intercambiar vuestra posición con la de alguien de aquí como hicimos para salvar el abismo del nivel superior. Si nos están esperando, podría teleportarme inmediatamente allí con otras dos personas, pero eso nos impedirá utilizar el hechizo para escapar si necesitamos regresar. También podría intentar disipar el muro, pero el druida que lanzó esto es más poderoso que yo y no estoy segura de poder conseguirlo.

El dedo de Mayra tamborileó en sus labios durante unos segundos, pero no le salieron más propuestas.

—¿Ideas? —dijo al fin.

Tobías observó el muro creado por ella magia del chamán de los dragones. Para él, que solo conocía un par de trucos, la magia poderosa era casi siempre impresionante. Haría falta el trabajo de muchos hombres durante mucho tiempo para igualar la hazaña que había conseguido ese conjuro. Que las espinas se apartaran ante unos y se cerraran ante otros, lo hacía más increíble, si cabe. Aunque no alcanzaba el asombro de los efectos de la magia y el artificio que había visto durante su estancia en la Torre de Espiral Negra, ni en alguno de los antiguos bastiones enanos abandonados. 

Se quedó cavilando unos momentos, pensando en todo lo que habían dicho las dríadas, antes de hablar. 

​​​​​​Entran a los cautivos a través del muro, dijo el explorador. Tiene que haber una forma para que podamos pasar libremente, sin preocuparnos por emboscadas o quedar atrapados al otro lado. 

Está claro que Mayra sabe mucho sobre este sitio, mucho más que yo, desde luego. Conoce el poder del druida que levantó el muro de espinos y tambien que este se aparta anter... ¿minotauros? ¿Dónde ha visto ella minotauros? Yo en ningún sitio. Podría haber dicho osos, o incluso delfines, pero nunca se me hubiera ocurrido pensar en hombres-toro. Ni siquiera sabía que los hubiera en esta isla, suponiendo que sigamos estando en ella después de atravesar el portal.

Si ella y el despierto Tobías no encuentran un modo de atravesar esa zarza gigante, difícilmente se me ocurrirá a mí. Quién sabe, quizá sea una señal de que no deberíamos estar aquí y que tendríamos que volver por donde hemos venido. A fin de cuentas, no consigo recordar por qué tenemos tanto interés en hablar con ese rey de las bestias.

- No se me ocurre opción mejor que la propuesta por Mayra. - Observó una pensativa Vika. - Quizás, pensando en los conjuros a los que tengo acceso, podría encontrar algo que sirviera, pero... - Negó con la cabeza. - Eso nos retrasaría, pues tendría que descansar y memorizar aquel conjuro que pudiera servirnos mejor y sinceramente, no creo que encuentra una opción más óptima que la de la arcana.

Odiaba no poder proponer nada para solucionar aquel inconveniente en forma de muro de espinas mágico, aunque eso era lo normal, pues ella era una guerrera y dedicaba todos sus esfuerzos a mejorarse en el combate, tanto a ella como a sus compañeros, aunque... lo que si que le fastidiaba en cierta manera era que Mayra su que tuviera soluciones para todos. Tendría que hablar de aquellos sentimientos con Lucifer y rezar bastante para obtener la iluminación que le ayudara a olvidar y dejar atrás el pecado que empezaba a ser recurrente en ella, la envidia. 

—¿Quieres que vayamos a preguntar a Grotch cómo pasan a los prisioneros a través de la maraña? —preguntó Mayra a Tobías, siguiendo su hilo de pensamiento.

​​​​​Iba a llevarnos al palacio, dijo Tobías, asintiendo. Por fuerza, debe de conocer un modo para que crucemos la pared de espinas. 

Había, no obstante un problema. Sabían que estaban allí, y tenían que dejar atrás la llave para activar el portal. Bastaba con que cualquier la recogiera para dejarles varados de nuevo cuando volviesen al vergel desde el templo. 

Puedo quedarme aquí, ofreció. Coger la llave y ocultarme hasta que volváis. 

Mayra negó con la cabeza.

—No será necesario. Yo no he usado mi llave al entrar —digo, palpando en la bolsita donde estaba el rubí que le entregó Miinavaos—. Si el portal sigue activo es que la piedra de Grotch todavía sigue colocada en su sitio del otro lado.

Vika asintió ante el plan que Mayra y Tobías acababan de formular. Las explicaciones de sobre la llave al otro lado del portal eran convincentes, como siempre lo era ella. 

- No perdamos más tiempo entonces. - Aseveró la sacerdotisa. - Venga, vámonos. - Dicho eso, se puso en marcha para regresar hasta el portal. Sólo esperaba que Grotch siguiera donde lo habían dejado.

Otra vez de regreso a las cavernas, Truzx estaba mareado con tanto ir y venir. Corrió a esconderse entre los escombros y respiró profundamente para controlar la respiración. El grupo se dirigió entonces a las celdas donde habían encontrado a los soldados y donde habían encerrado, con mucho esfuerzo, a Grotch.

El gnoll estaba montando un escándalo considerable golpeando las barras de las celdas a base de patadas. Lo habían atado bien, pero algunas de las cuerdas habían empezado a rasgarse por la fuerza con la que Grotch trataba de romperlas. Sangraba por numerosas heridas que él mismo se había hecho por los roces con la cuerda, hundidas en su carne y en sus músculos. Gruñía en silencio, le habían atado el hocico y ahora lo tenía en carne viva.

Al divisar a sus captores, dejó de removerse, pero la rabia y el odio supuraba de él y apestaba tanto como el olor de las heces acumuladas en los muros. Se aproximaron a él con cautela.

- ¡Basta! - Le dijo Vika a la criatura extendiendo la palma de su mano haciendo una señal para que dejara de pelear contra las cuerdas. - Sé que no me entiende, pero también sé que sabes que es mejor que colabores. - Le dijo con tono firme. 

Entonces miró al hombre Santo. Él sabía hablar el idioma de aquellas criaturas, aunque conociéndolo como lo conocía difícilmente le transmitiría el mensaje que el grupo pretendía darle. Por ello finalmente miró a Mayra. 

- Dile a la criatura lo que queremos de ella. - Le pidió.

Mayra lanzó un hondo suspiró y hundió los hombros. Que el cauce de acción que había sugerido Tobías fuera el óptimo en cuanto a seguridad del grupo y conservación de recursos no quería decir que le gustara a dónde conducía. No habían llegado y ya podía sentir la mirada de reproche de Dámasor en el cogote y, a decir verdad, tampoco hacía falta ser una santa para que a una se le revolviera el estómago pensando dónde podía terminar aquello. No ayudaba el hecho de que ella, como intérprete, tuviera que estar presente durante todo el interrogatorio.

Quizá pudiera ayudar a que Vika no se descontrolase, jugar el papel de guardia buena donde la inquisidora hacía el papel… bueno, de inquisidora.

—(Gnoll) Queremos información. Necesitamos saber cómo pasáis a los esclavos por el muro de espinas hacia el Palacio de Stronghoen —le pidió Mayra—. (Gnoll) No queremos matar a nadie, solo liberar a los nuestros. Si colaboras no sufrirás ningún daño. Ni tú, ni Vredd, ni los demás.

Fue un alivio comprobar que, pese al estruendo que estaba montando el gnoll, ninguno de sus compañeros había acudido a liberarle. Tobías se preguntó qué clase de rey delegaba la vigilancia de sus dominios en criaturas tan despreocupadas como se habían mostrado los gnolls. La respuesta más evidente, a sus ojos, era que el reino de la gente bestia no había tenido verdaderos enemigos en tanto tiempo, que habían olvidado la necesidad de guardias competentes.

Tal vez esto le ayude a entender cómo se sienten los humanos que esclavizan, dijo, al ver las heridas que se estaba provocando el pobre desgraciado al luchar contra sus ataduras. Algunos de sus los suyos habían peleado contra ellos, y se habían enfrentado a la muerte con menos ahínco y furia que la que Grotch estaba demostrando.

El explorador no comprendía aún la lengua de los moradores de la cavernas, y suponía que la figura de Vika sería más que suficiente para intimidar a cualquiera. No era de utilidad en la celda, así que se buscaría una ocupación que sí pudiera desempeñar.

Vigilaré la puerta, dijo. Por si alguien se acerca demasiado.

Me da mucha pena ver en esta situación a cualquiera y especialmente a alguien que no nos ha hecho ningún mal. Empatizo con su desesperanza y con la rabia que debe estar sintiendo, pero eso solo le provocará un innecesario e inmerecido dolor.

—Tra-tra-tranquilo... —le pido, extendiendo mi mano para acariciarle el hocico—. Ya sé que ahí no estás muy cómodo. Calma te sacaremos pronto, se...guro. Deja que Rashiel alivie la angustia de tu mente y de tu cu-cuerpo. Así, mucho mejor. Si contestas a Mayra verás que ti-tiene un gran corazón. Es una mujer de palabra ya lo verás.

Ante el acoso y derribo de aquel grupo de colonizadores exploradores, Grotch experimentó ira, dolor, venganza, odio, y después paz, sosiego y serenidad. Dado que los gnolls se movían por impulsos primarios más que por ser de aguda inteligencia, el sumiso Grotch se quedó quieto e incluso agradeció la curación de Dámasor. Solo cuando se aseguraron de que no iba a atacar, le retiraron la soga del morro para que pudiera hablar.

-(gnoll) Los prisioneros pasan por un puesto de guardia que hay dentro del bosque, en el centro del muro. Está custodiado por minotauros y bestias. La driada madre custodia el otro lado.

Mayra tradujo a sus compañeros lo que Grotch había dicho.

—(Gnoll) Y una vez llegan allí, ¿qué hacen? —le preguntó al prisionero—. ¿Es la dríada madre quien abre el muro de espinas o hay un camino alternativo que lo rodea?