Partida Rol por web

El gnoll miró a Mayra y se encogió de hombros.

-(gnoll) El puesto de guardia es un edificio cuadrado donde no hay muro de espinas -explicó-. (gnoll) Es como ese que hay ahí, pero más pequeño. Si alguien escapa, la driada madre se encarga de él. Su árbol está rodeado por un muro de hierro. Ella informa de cualquier intruso, nadie entra en el Palacio sin permiso del Rey.

Tras las pertinentes traducciones de lo que aquella piojoso criatura había contado, Vika frunció el ceño. Sí, más aún de lo que ya lo tenía fruncido y chasqueó le lengua molesta.

- Parece que el grueso de la vigilancia está en esa zona del plano del Palacio del Rey Bestia. - Dijo con cierta desazón. - No creo que deseen colaborar con nosotros, ni mucho menos atender a nuestras peticiones. Ir hasta allí, creo que es sinónimo de muerte, ya sea para unos o para otros. - Hizo una breve pausa pensativa. - Y creo también que de enfrentarnos a la Driada Madre y al resto de guardias, puede suponer el mayor desafío que hayamos enfrentado hasta ahora en la isla. - Miró entonces a Mayra. - Me gustaría estar equivocada. ¿Tú qué opinas? - La preguntó a la arcana. - Quizás el hombre santo pueda convencerles de que somos amigos o que Tobías encuentre una fisura en el muro para que podamos pasar al otro lado de forma sutil, pero no creo que ninguna de esas opciones sea viable realmente...

Como siempre, Mayra estaba en lo cierto; había minotauros en algún lugar de ese frondoso vergel en el que viven las dríadas. La infalibilidad de la discreta joven a estas alturas ya no me sorprende, pero sí el hecho de que todas esas fatas tengan una sola madre común. Pobre mujer, no quiero ni pensar en lo que tuvo que ser dar a luz en tantas ocasiones, es normal que esté resentida con el mundo y que no se sienta inclinada a hacernos un favor.

Mayra se estrujó el cerebro en busca de una solución. Literalmente se masajeaba las sienes como si así fuera a pensar mejor. Deambulaba de un sitio a otro, caminando en círculos mientras pensaba.

—La Dríada Madre es un problema. Si utilizamos alguno de los métodos que he pensado antes para traspasar el muro de espinos nos puede detectar y enviar tras nuestra retaguardia a todos los minotauros y hombres bestia. Eso nos pondría en una situación delicada, especialmente si hemos gastado recursos en entrar —dijo utilizando el conjuro para comunicarse también con Tobías—. Pero las dríadas no se han mostrado abiertamente hostiles hacia nosotros.

La luz de una idea brilló en su cabeza.

—¡Sí! Creo que podría funcionar. Hablemos con las dríadas. Prometamos convertir la arboleda en nuestro territorio, para que sus árboles no vuelvan a estar amenazados. La Dríada Madre solo tendría que mirar hacia otro lado mientras nosotros nos escurrimos al otro lado del muro y atacamos el puesto defensivo desde atrás, desde donde no se esperan el ataque. ¿Tiene sentido? ¿Es menos riesgoso que un ataque frontal?

- Siempre es mejor tener aliados que enemigos. - Respondió Vika a las palabras de Mayra. - El mayor problema es que la Dríada Madre acepte la propuesta y se fíe de nosotros, unos desconocidos y luego que mantenga su palabra, cosa que no tiene porqué hacer una vez hayamos concluido la conquista. Los árboles no son abiertamente "buenos", por decirlo de alguna forma y quizás, una vez se vea con el suficiente poder como para expulsarnos a nosotros también de su territorio, simplemente lo haga. - Se detuvo unos instantes a pensar en ello. - Realmente tampoco nos interesa colonizar esa zona. Simplemente la estamos explorando en busca de respuestas, por lo que, lo que haga después de Dríada Madre, tampoco nos concierne demasiado. - Se encogió de hombros. - Por mi podemos probar con esa estrategia.

Coincido con Mayra en que deberíamos establecer buenas ralecaciones con la matriarca dríada, aunque seguramente no por las mismas razones. De todos modos, el hecho de que no se propongan masacrarlas directamente ya es un buen paso en la buena dirección y opto por no extenderme en divagaciones de carácter filosófico-moral.

Lo cierto es que no alcanzo a comprender qué interés podríamos tener en adueñarnos del jardín para alquilárselo después a las dríadas, ni cómo eso podría ayudar a que confiaran más en enosotros. En eso concuerdo con Vika y no tengo el menor interés en llevar a cabo semejante expropiación. Ese jardín es un lugar maravilloso y nadie debería erigirse en su propietario.

Tobías no se había movido de su lugar de vigilancia, pero la conversación llegaba hasta sus oídos, guiada por la magia.

¿Cómo vamos a defender la arboleda? preguntó. Si nos retiramos y las dejamos a merced del Rey, las matará, o matará a algunas para dar ejemplo, y las que sobrevivan serán nuestras enemigas cuando volvamos. No somos suficientes para hacernos fuertes allí.

A pesar de las dudas, el explorador sí reconocía que el plan tenía que pasar por ganarse a esa Dríada Madre. Las dríadas eran aliadas forzosas del Rey Bestia; tenía que haber alguna forma de que ganasen su lealtad.

—De la misma manera que el exterior del templo ya no es su territorio —fue la respuesta inmediata y audaz de Mayra—. Seguir presionando, cada vez más adentro. Podemos no ser los suficientes para defender una posición durante largo tiempo, pero nos bastamos para que tengan problemas más acuciantes que hacer cundir el ejemplo entre los traidores.

- Hagámoslo. - Susurró Vika mentalmente. - La Tríada los protegerá, pues la causa es justa. 

No podría negar si le preguntaban, que tenía miedo y que en el fondo no tenía demasiado claro si la causa por la que allí se encontraban era la correcta. Al fin y al cabo habían cruzado el mar para perturbar el funcionamiento de una civilización que no les pertenecía. Lo único que lograba que no renegara de lo que hasta entonces creía como cierto, era ver qué la guerra y la esclavitud reinaba entre aquellas bestias y que de alguna forma, aportando su idea de civilización, podían pacificar Thracia y lograr la paz y la armonía entre todos sus pobladores, bajo el control del Imperio.

Tobías se encogió de hombros, aunque el gesto no se podía transmitir por el conjuro.

Espero que así sea, dijo. Veremos con qué fuerzas cuentan.

Los amigos de Grotch no parecían saber lo que había pasado en las celdas, y nadie se había molestado en reponer a los vigilantes de las cavernas, cuando lo razonable, a su juicio, hubiera sido reforzar la guardia allá donde se habían mostrado vulnerables. Podía ser que al Rey Bestia no le importase, que se sintiese seguro en su vergel, pero le parecía más probable que el reino bajo Thracia estuviera sumido en tal decadencia, que ya no contara con las fuerzas necesarias para protegerse de los invasores.

El grupo regresó, por cuarta o quinta vez, habían perdido ya la cuenta de las veces, al jardín del Rey. Eldrid lanzó un gruñido bajo, habitualmente silenciosa, se sentía fastidiada porque todavía no había podido pegarle a nadie y no hacían más que dar vueltas. Pero ella no era quién para juzgar, estaba allí para proteger, de modo que nada dijo. 

Se internaron por el camino derecho, esta vez con intención de encontrarse con las driadas. Los recibió otro grupo diferente, tres driadas, llamadas Gaia, Flora y Eidothera. Dámasor les pidió que fueran a buscar a sus hermanas, las otras driadas, y finalmente se congregaron en uno de los árboles, ocho driadas, que no sabían muy bien qué estaba pasando allí. Mayra tomó la palabra para explicarles que, si ellas miraban para otro lado y no informaban de sus movimientos al Rey, los aventureros protegerían sus árboles. Tras una reflexión, la driada que había tomado siempre la voz de mando accedió a no informar de nada. Después de todo, los gnolls y el Rey ya sabían que estaban allí. Era su trabajo detener al grupo, no de ellas.

De modo que los aventureros de detuvieron en el muro de espinas. Mayra estuvo pensando durante unos minutos hasta que dio con una manera de cruzar al otro lado. Se acercó a Eldrid para lanzarle un conjuro y la tigresa se elevó en el aire. Al sentir que volaba, se agarró a Mayra, temiendo elevarse como un globo y perderse entre las nubes. La arcana le dio instrucciones, cuando consiguió calmar a la nerviosa Eldrid, la muchacha voló por encima del muro y una vez allí, Mayra intercambió su posición con Vika. Repitió el proceso hasta que todo el grupo pasó al otro lado, mientras Truzx cruzaba por el muro de espinas una y otra vez, controlando que todo iba bien.

Una vez al otro lado, encontraron un camino entre matorrales y promontorios. A la izquiera se veía un roble gigantesco, el árbol más grande que habían visto jamás, tan alto y ancho como el castillo que vieron al norte. Solo vieron una de las torres y su pináculo era de color azul. El Palacio del Rey.

La ejecución de la primera parte del plan había sido sencilla, aunque Mayra había calculado mal cuán profundo era el obstáculo a salvar¹. Sea como fuere, ya estaban del otro lado. Buscó a Tobías con la mirada.

—¿Vamos a atacarles directamente desde la retaguardia o prefieres recabar inteligencia primero?

Cuando les dejaban hablar antes de sacar las armas, Dámasor y Mayra se mostraban de lo más convincentes. Conseguir la aquiescencia de las dríadas fue tan sencillo que Tobías se sintió mal, pues no estaba seguro de que pudieran cumplir la promesa que les habían hecho. No le daban confianza esas criaturas, pero vivían en paz en ese lugar, jugando entre los árboles, y habían llegado ellos para desbaratar sus vidas y, si fallaban, tal vez para que la ira del Rey Bestia cayera sobre ellas.

Atravesaron sin oposición el muro de espinas, y casi se toparon con los muros y torres que delineaban el palacio. Sin embargo, fue el árbol lo que llamó la atención del explorador. Eran el más grueso y alto que había visto jamás. Dos, quizás tres veces mayor que el más grande que había encontrado en los bosques del Imperio. Él no era hombre de los bosques, sino de los subterráneos, pero dudaba que hubiera alguno de semejante tamaño entre los que no había visto.

Las palabras de Mayra consiguieron que apartara la mirada. Miró a la maga, y pensó que estaba especialmente hermosa bajo la curiosa luz de ese vergel. A regañadientes, dirigió su atención hacia el palacio.

Recabamos información antes, dijo. Toda la que podemos. Hablo de mi trabajo. Antes de aventurarnos a las profundidades, hablábamos con nuestros contactos en la Torre de la Espiral Añil, prosiguió, cambiando la forma verbal al pasado que, por un momento, había olvidado que era tal, y con enanos conocidos que sabíamos que venían de viejos linajes y que tenían más apego al dinero que a los secretos de sus clanes. Y con eruditos independientes. Cuando éramos afortunados, antes de bajar teníamos mapas, planos, y decenas de páginas de notas sobre lo que nos íbamos a encontrar.

Desde que escapó de las minas, nunca se había lanzado a lo desconocido tan a ciegas como estos días. Miró a sus compañeros. A Dámasor, a Vika, a Eldrid e incluso al pequeño Truzx, que no podía entender sus palabras. Después, otra vez, a Mayra.

Todo lo que aprendamos nos vendrá  bien, pero no sé qué más podemos aprender. Puede que no sean conscientes de que estamos a las puertas, y que perdamos la ventaja de la sorpresa si seguimos explorando la zona. O que ya sepan todo y nos estén esperando.

- Estoy de acuerdo. Creo que sería un desperdicio no aprovechar tus habilidades, Tobías. - Confirmó Vika a través del nexo silencioso que unía sus mentes. - Saber con que efectivos cuenta el enemigo y como han dispuesto a defensa de su castillo, es sin duda una ventaja que no deberíamos dejar pasar por alto. 

La sacerdotisa estaba preocupada por lo que pudiera sucederles encontrándose en aquel lugar, pues si hasta ese momento habían estado siempre en terreno enemigo, en ese instante más que en ningún otro estaban en territorio hostil, cuya escapatoria se antojaba cuando menos, difícil. Debían planear bien sus siguientes pasos a seguir y sobre todo, no dar un paso en falso.

Pierdo por completo la cuenta del mareante ir y venir del subterráneo al jardín y de éste de vuelta al subterráneo. ¿Es la cuarta vez que lo hacemos? ¿La sexta? Y la cosa no mejora cuando Mayra usa su magia para hacernos saltar al otro lado del muro de espinos.

Me siento en el suelo con el estómago totalmente revuelto y respirando lenta y pesadamente.

—¿A-alguno tiene un poco de agua? —pido a mis compañeros, con la esperanza de apaciguar con pequeños sorbos los retortijones.

Llevamos tanto tiempo aquí abajo (¿o es aquí arriba?) que no estoy seguro de si hemos pasado horas o días sin pararnos a descansar un poco. El único consuelo que me queda es que en esta ocasión no hemos perpetrado ninguna masacre entre los nativos de la región. Quizá las cosas estén cambiando y podamos alcanzar un acuerdo pacífico con el monarca local.

Tobías le pasó el odre, todavía casi lleno de agua, a Dámasor.

Beba a sorbitos, no vayan a darle arcadas y lo vomite.

Tobías se adelantó entre la maleza para escudriñar esa zona que, según Grotch, usaban los gnolls para traspasar los esclavos que traían de las cavernas. Con cuidado, el explorador subterráneo tuvo que hacer uso de sus habilidades para esconderse entre altas hierbas y arbustos, y no en la oscuridad de la piedra bajo tierra como era su especialidad. Pero tampoco es que su grupo dispusiera de un explorador mejor que él.

No tardó demasiado en encontrar el lugar que el gnoll le había descrito. Sobre un promontorio, flanqueado por aquella pared de espinas, encontró un templo, una réplica más pequeña del templo de Rashiel que habían encontrado en la caverna, aquel donde se encontraba el portal que llevaban usando en las últimas horas. La piedra blanca estaba cubierta de maleza, pero despejada para que nadie se ocultase en las inmediaciones. Ahora que estaba más cerca del gigantesco roble, entendió lo que había dicho Grotch sobre la driada madre: una verja de hierro forjado de metro y medio de alto rematado con puntas de flecha rodeaba el perímetro del roble.

Se aproximó para ver algo más que los muros y las columnas y divisó a un enorme hombre toro en la entrada, cubierto por una gruesa armadura de buen acero, sosteniéndo una alabarda mucho más alta que él. Sus cuernos estaban adornados con anillos y cadenas, y tenía un aro de oro en sus fosas nasales. Un par de gnolls embutidos en armaduras y armados con lanzas, con el mismo uniforme que Sparky, el gnoll que ahora formaba parte de su campamento, iban y venían de dentro hacia afuera, patrullando. Se quedó un poco más de tiempo del necesario, esperando ver a alguien, y finalmente vio algo inusual cuando el minotauro se hizo a un lado para dejar pasar un gnoll de figura oronda, de estatura menor al resto de gnolls que habían visto hasta ahora y cuyo cuerpo era mucho más regordete. Vestía una túnica de color azul claro, adornos de rojo y oro en los bordes, y tenía las manos adornadas con anillos y collares. Se apoyaba en un bastón y conversaba como para sí mismo. Tras decir algo al minotauro en un idioma que Tobías no pudo entender, regresó al interior del templo y los gnolls siguieron patrullando.

Tobías regresó para informar de los hallazgos.

Es frustrante no entender su lengua, se lamentó Tobías, después de regresar con sus compañeros y describir lo que había visto desde su escondrijo. La guardia del palacio, formada por dos gnolls de élite, como Sparky, y un minotauro tan impresionante como el que habían conocido, pero equipado como un caballero. Y el gnoll de constitución gruesa, ataviado y enjoyado como un miembro de la nobleza. Se preguntaba si se trataría de un arcano, como la mujer gnoll del velo, aunque se había fijado en la forma en que apoyaba su peso en el bastón, como si fuera un alivio para sus piernas, no necesariamente un bastón encantado.

El explorador se quedó mirando un momento el templo en lo alto del promontorio. No iba a ser fácil acercarse sin que el trío los viese, y si tenían medios para dar la alarma, podían acabar rodeados con rapidez.

Ese templo debe ser el lugar por donde pasan los esclavos que os mencionó el gnoll, dijo. No parece que haya forma de acercarse sin que nos vean, y el gnoll gordo parece impaciente, como si esperara algo, o a alguien. Si queréis hablar con él, tendremos que pelear. Si vamos directos hacia el palacio, no creo que nos vean.

- ¿Hablar o pelear? - Vika se llevó la mano al mentón pensativa. - O ir directos al castillo sin ser vistos. - Repitió las opciones dadas por Tobías. - ¿Qué pensáis? - Le preguntó al resto. - Podríamos tratar de agotar la vía diplomática, aunque no parece fácil lograr un entendimiento sin violencia de por medio. - Miró entonces al hombre Santo. - Usted tiene la capacidad de calmar a esas bestias tan solo con su palabra y un poco de ayuda de sus ancestrales dioses falsos. ¿Cree poder hacerlo de nuevo? - Le preguntó. Entonces se dirigió a Mayra. - ¿Crees que el gnoll obeso es el rey de las bestias? - Le preguntó.