Partida Rol por web

Al salir de la aldea de los Crines Rojas cambiasteis vuestreos caballos por ponis y vuestros impermeables por gruesas ropas de abrigo. Desde que dejasteis atrás las nieblas eternas y las lluvias permanentes del Desierto de las Lágrimas, el terreno no ha hecho más que ascender, la lluvia s eha convertido en nieve e incluso lagos y rios están congelados.
Habéis seguido un angosto camino entre las montañas pero éste se vuelve más difícil a medida que la capa de nieve aumenta en grosor. Incluso los ponis parecen desanimados. Vuestras ropas de abrigo cada vez os parecen más escasas y las hogueras que os calientan en la noche, insuficientes.

Afortunadamente, el segundo día de avance, cuando la noche está a punto de caer y dejaros aislados entre la oscuridad y el frio inmisericorde, atisbais los tejados de algunas cabañas d emadera. Parece que estáis cerca d euna aldea, aunque no sabeis nada acerca de sus habitantes.

Con el frio calando hasta Los huesos y el cansancio de dias de viaje, la vista de la aldea resulta alentador.
Pero uno nunca sabe donde se esconde el peligro.
Desmonta del caballo y otea a distancia la aldea. Busca signos de alguna actividad, como humo saliendo de chimeneas o cualquier otro detalle.
Se dirije al grupo:
"Necesitamos un refugio para pasar la noche, y no creo que encontremos nada mejor que eso. Vayamos con cuidado hasta saber que nos espera "

Desmonto y avanzo a pie cuidadosamente. Hago un gesto al resto de la comitiva para que frene su avance.

- Se está haciendo de noche -les digo con voz queda- Dejad que me adelante para reconocer un poco el terreno. 

Me tomo unos minutos para escuchar y otear el entorno... ¿algún signo de vida? Luego avanzo con todo el sigilo del que soy capaz.

Intento ser esta vez precavido e intento ver si hay algo amenazador en el entorno. No hay dos sin tres.
Y no oigo nada reseñable y por ver no veo ni los tejados que me dicen mis compañeros que se ven más adelante. Creo que me estoy haciendo viejo [en un futuro alguien me diría que tengo miopía por no ver los tejados] pero es que no consigo ver hoy bien.
-¡Qué frio! Vindala ve con cuidado.

Avanzo con aspecto taciturno, empezando a estar de mal humor por tanto viaje. Miro como Vin se aleja del grupo, eso no me recomforta.

Al acercaros al pueblo decubrís que estará habitado por un centenar de personas. Todos visten ropas gruesas de abrigo, caminan sobre raquetas de nieve y su ocupación principal parece ser la ganadería, la caza y sobretodo la tala de madera para mantener calientes sus hogares.
Entre la treintena de cabañas semienterradas por la nieve no veis, en cambio, ninguna que destaque entre las otras, por lo que suponéis que estando en un lugar tan remoto, no existirá ninguna posada o similar en la que alojaros.
Está anocheciendo y parece que todos los aldeanos están regresando a sus casas.

Vuelvo al grupo y me encojo de hombros.

- No he visto nada especial, parecen simples aldeanos -hago un gesto hacia el Pico de Oro- Tampoco había posadas ni nada parecido, así que podría ser una buena ocasión para que tus dotes de negociante nos consigan algo mejor que un cobertizo. No hace tiempo para estar al raso.

Me fastidia la idea de no poder tomarme unos buenos sorbos de cerveza en algún sitio calentito. Aunque me hace gracia el reto que ha lanzado la mordaz Vindala y miro primero a Malakías esperando la respuesta, pero en un momento dudo si se refiere Nadec.
Aunque estoy acostumbrado a este tiempo y me recuerda a mi infancia, espero y deseo por mis compañeros que podamos encontrar algún sitio caliente.
Intento permanecer alerta por si hay algún tipo de amenaza que no haya visto antes.

De acuerdo con las palabras de Vindala, propongo acercarnos al pueblo y pedir alojamiento para pasar la noche. Hasta un establo sería mejor que pasar la fria noche al raso.

Sonrío al escuchar a Vindala, me froto las manos mientras oteo el pueblo en busca de alguna casa suficientemente grande que me de pistas de los ocupantes del interior. Tiro de las riendas de mi animal y avanzo traqueteando por la nieve hasta una de las casas, desmonto y golpeo con mis ateridas manos la puerta de madera ensayando mi mejor sonrisa enmarcada en un rostro cansado.

- Disculpad las horas y las molestias... Somos viajeros que venimos de lejos, el frío y la tormenta nos persigue desde hace varios días, creo que nos hemos desviado del camino y buscamos sitio donde pasar la noche... Se que es egoísta por mi parte pero... - En este momento pongo cara de dudar y de revelar un gran secreto mientras señalo discretamente con la cabeza al grupo, en concreto a Vin - Viajo con mi mujer ¿Sabe? llevamos tiempo intentando que se queda en cinta y parece que por fin mi semilla a enraizado en ella, es pronto para saber... Pero no me perdonaría en la vida si con este frío pasara una noche en la intemperie y le ocurriera algo... Por favor ¿puede hospedarnos?

¿Su mujer?¿Semilla?¿A qué se referirá? Pensar en esto me fatiga, así que a ver si cae alguna cervecita.

Un hombre de mediana edad, ojos entrecerrados y cubierto con un grueso abrigo de piel, escucha la historia de Malakias con atención. Se toma un tiempo para meditar y luego pregunta algo a su esposa en un idioma que desconocéis para después volver la atención de nuevo hacia vosotros.
-Es raro tener visitas por estas tierras, aunque últimamente parece que la cosa está cambiando. Soy Ulgren y dentro está mi esposa Samik. Sabemos el bien preciado que son los hijos y por ello la mujer podrá descansar dentro de casa, junto al fuego. Los demás, sin embargo, deberéis conformaros con el establo. No es el lugar más cómodo del mundo, pero evitará que el frio acabe con vosotros esta noche.

Salgo de mis ensoñaciones y pregunto
-¿últimamente?¿hay más viajeros por aquí?¿qué casualidad?
Aunque me imagino a quien se refiere y mis sentidos se activan instintivamente. Espero que la esposa de Malakias, sea quien sea, les diga que prefiere dormir con su esposo, ya que mejor que permanezcamos todos juntos.
¿quién será la mujer? prefiero no pensar en ello.

Entro y examino el establo. Desensillo el caballo y busco un rincon donde pueda prepararme una cama improvisada de paja y con la manta que llevo en las alforjas.
" Si os parece bien podriamos hacer guardias mientras pasamos la noche aqui."
Si es asi, me ofrezco a hacer la primera guardia.

Levanto una ceja al escuchar la perorata del mercader. Estoy a punto de hacer el gesto de vomitar, pero la perspectiva de dormir calentita mientras ese imbécil pasa frío me atempera un poco.

Pongo mi cara de inocencia más angelical mientras intento recordar qué pinta suelen tener las recién embarazadas. Dicen que  tienen un aura y que parece que brillan, pero yo, como no meta la cabeza en la nieve...

A pesar de todo, asiento con modestia ante las palabras del labriego y pego un saltito ante el ímpetu bárbaro de Cernabí.

- Sí, amables paisanos, podéis comentarme quiénes más han visitado estos lugares recientemente mientras nos calentamos junto al fuego -musito, con una amable sonrisa- Mis compañeros están más acostumbrados a la intemperie, pero yo, en este estado...

Justo antes de entrar en la cabaña y el prometedor fuego, me giro y, asegurándome de que los campesinos no pueden verme, le saco la lengua al Pico de Oro.

- No paséis mucho frío, compañeros... y cariño.

Es agradable dormir bajo techo. Acepto la oferta de Yuki, parece un tipo de fiar. Aunque estoy confundio ¿qué estado tiene Vindala?
Bueno descansaremos y seguro que aparece "ese bastardo" esta vez no se me escapará.

Antes de que el grupo se separe espero a escuchar las respuestas de nuestros anfitriones, a averiguar si el peligro está cerca y sonsacarles todo lo que pueda en lo relativo a ello.

Si la amenaza no es urgente, besare en la frente a mi amada y marcharé con el resto del grupo a pasar frío y a hacer guardias.