Partida Rol por web

Las gafas del viejo [INCONCLUSA]

-La Academia Salvaje-

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06/05/2009, 19:00
Luis de Góngora y Argote
Sólo para el director

Notas de juego

Muchas gracias ;) Aprovecho para decir que me encanta la cara de mala leche que tiene Góngora en su imagen. Posteo lo del paseo y demás luego que alguien más postee, porque si no el "desembarazo gafal" [dioses] no resulta más obvio porque no es posible ;)

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06/05/2009, 19:09
Francisco de Silva y Mendoza

El anfitrión asiste al intercambio de pullas aceradas con cara rubicunda, entre el estupor y el enfado. A su lado, Miguel de Cervantes, superviviente de Lepanto, cautivo de los piratas de Argel, compone un rostro mucho más calmo, como si asistiese a una ya conocida riña entre zagales del barrio.

-¡Caballeros! ¡No es éste el momento de andarse con enigmas! Pregunté si alguna de vuestras mercedes había visto las gafas de don Miguel, y en lugar de responderme (excepto usted, fray Gabriel, que piadosamente se ha ofrecido a pedir auxilio divino) se dedican a cruzar acusaciones sin fundamento. Está claro que los antojos de don Miguel han debido caerse en algún lugar de las gradas. ¿Podrían mirar, si son tan amables?

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06/05/2009, 21:29
Luis de Góngora y Argote

- Sin una duda - añade Góngora, con el gesto de quien ha escuchado a la ignorancia misma hablando - Pero sin fundamento las palabras, jamás; sólo quizás el fundamento es mucho más de lo que podéis desentrañar, o peor aún, imaginar.

Se pone de pie, y arrastra consigo las pesadas vestiduras que, al lado de la rigidez de su andar, aparentan padecer de una insoportable levedad del ser. Vuelvan como alas de un murciélago inmenso y atento, mientras sus pasos le guían de forma circular, primero hacia Tirso y su vano retorcer de hilos, cerca del cual el Conde de Villamediana se retuerce en su silencio. Se agacha ligeramente, mirando debajo de los zapatos, en la comisura de los mismos asientos, e incluso tan fijos resultan sus ojos que no sería extraño que pudieran atravesar el suelo.

- Y si entonces la sintaxis se vuelve insular, o pierde la apariencia áurea que nos debemos comprometer a cuidar, ¡caiga sobre nosotros el peso de la desgracia! No quedará otra cosa que aguardar. Porque morir amando o amar muriendo es un mismo acto egoísta, donde la muerte se presenta sólo para expiar el alma de quien ha amado, dejando a su amor en vano doblegándose ante su partida. No le quedará más que esperar a su propia muerte para la misericordia, cuando Dios decida que ha sido suficiente la separación, y permita una nueva reunión de sus almas, y ellas permanezcan en eterna compañía.

Hace un gesto de negación, mientras rodea los sillones de sus interlocutores elegidos, y se inclina hacia ellos para revisar las coyunturas de sus tapizados. Dejando por fin a Tirso y al Conde, da un paso hacia Lope de Vega, quien también se había mantenido callado hasta ese mismo momento.

- Y sin embargo, ¿a qué llamamos virtud, a qué altruismo? ¿Cuál es la medida de la virtud de morir cuando el verdadero sacrificio es vivir? ¿Cuánto más difícil es la vida de quien queda en la ciudad terrena, enmudecido del dolor de quien amo muriendo o murió amando, mientras aquel otro retoza en el eterno reino de la ciudad celestial? Porque morir amando, cuántos amores se confunden con el verdadero, y quienes amar son sólo aficionados a la decadencia, en la forma que ésta se presente - se acerca a Lope de Vega y lo rodea, inclinándose hacia él un momento - Cuán profunda es la confusión entre el amor y la bajeza, y cuán poca virtud se halla en abandonar un envase para pasar a la eternidad aferrado a una pecadora ilusión.

Deja a Lope y se acerca a Quevedo, a quien no toca. Se le queda mirando un momento a los ojos, mientras el rictus de sus labios confunde una mueca de desprecio con una sonrisa de burla. Ante él, se lleva la mano hacia el cuello para tocar el símbolo sagrado, la protección frente a la barbarie, la representación de aquella idea rectora que lleva parte de su mundo adelante, y que es la salvación de la humanidad.

- Y no encuentro virtud alguna en amar muriendo, cuando en ello se esconde la necesidad de recurrir a una distracción, más que a la verdad misma del amor, que en todo momento deberíamos prodigar hacia arriba y no en horizontal. Amar muriendo es sólo una manera más de entregarse al pútrido instinto de salvarse, sin importar qué más suceda con nadie, ni quién sea el que quede con vida mientras el paraíso recibe con los brazos abiertos. O el averno, dependiendo del caso - mueve la cabeza - De una u otra forma, es un acto desprovisto de ninguna virtud. A menos que el amar esté separado de la muerte, no hay posibilidad de que exista virtuosidad en el martirio.

Se detiene de pie en el mismo centro de la sala, y mira a Francisco.

- Mi búsqueda no ha rendido frutos, aunque ha sido con notoria más diligencia que las que me han precedido. ¿Vuestra merced desea ocuparse personalmente de la revisión? Mis bolsillos están vacíos, al fin de cuentas - los da vuelta, enseñándolos limpios - Y también mis ideas al respecto. Pero no mi inspiración, sin me lo permitís.

Retorna cerca de su asiento, y toma el papel en el que estaba escribiendo. Toma la pluma, y comienza a apuntar algo en él.

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07/05/2009, 18:13
Lope de Vega y Carpio

La escena estaba resultando de lo más sugerente para Don Lope de Vega y Carpio: el prolífico dramaturgo y poeta, intitulado Fénix de los ingenios por el “a ratos” presente Don Miguel de Cervantes Saavedra –a ratos presente, al menos, en el plano del entendimiento-.  

Pretende por aquesta razón, Don Lope, comedirse y silenciar sus ganas de jarana, no hacer movimiento en falso por no cagarla. Intuye que aquí, en este preciso momento, está siendo testigo del nacimiento de una farándula.

Sin perder detalle apunta en su cuartilla:

- Se abre el telón y se persona el tal Francisco de Silva y Mendoza desvelando la trama: ¿Es mejor virtud morir amando o amar muriendo?

Tal pompa resultaría ridícula hasta en la más ostentosa de las mariconas. Pero mejor callar y, de momento, no digo nada.

De fondo la estampa del pobre pellejo. Hundido en su asiento, mitad vivo mitad sueño. Su barbilla, afilada, dibuja círculos en el aire, como un águila buscando una presa, a punto de lanzarse en picado contra el suelo.

La ostia va a ser de campeonato jejeje Es cuestión de tiempo…

Pero finalmente el viejo se despierta. -Joder, que pena…- y cuenta que le han robado las gafas.

A don Lope se le escapa un aire de carcajada por la gracia, pero también le  aflige algo de compasión por el viejo.

De soslayo mira al señor Luis de Góngora y Argote, que se le acerca hablando de dios sabe que zarandajas.

Por dios, Luis ¿Por qué no te callas? ¿O es que intentas ser el primer hombre en morir estrangulado por su propia garganta?

 

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08/05/2009, 03:35
Tirso de Molina

Sin duda, esto ha sido un hecho poco frecuente y fuera de lo habitual, pues aquí no parece que estén los antojos -comento a los demás mientras busco sentado en mi butaca- Yo, como ya manifesté con aterioridad, cuando fuí a pedir un papel a nuestro querido Miguel de Cervantes Saavedra, -digo esto mirando a los demás, pues parece que no son muy amigos del anciano, y parece que han olvidado aquello del respeto a los mayores- ya no llevaba sus antojos.

Como hombre de fé -anuncio, poniendome en pie- No tengo problema en mostrar el contenido de mis bolsillos, ya que... -Empiezo a dar la vuelta a mis bolsillos, pero, cuan grande es mi sorpresa- ¡Un momento! ¡El papel no está! Juraría por los angelitos de la Corte Celestial que lo guarde en uno de los bolsillos, en concreto, en este -digo señalando un bolsillo de mi hábito- Esto parece obra de algún pillo, que sin duda no ha salido de esta sala. Creo que es una magnífica idea, dar la vuelta a nuestros bolsillos, y descubrir al culpable. Porque como ya dijo el profeta Ezequiel en su libro, capítulo 25 versículo 17:

El camino del hombre recto está por todos lados rodeado por la injusticia de los egoístas y la tiranía de los hombres malos. Bendito sea aquel pastor que en nombre de la caridad y de la buena voluntad saque a los débiles del valle de la oscuridad, porque él es el verdadero guardián de su hermano y el descubridor de los niños perdidos. Y os aseguro que vendré a castigar con gran venganza y furiosa cólera a aquellos que pretendan envenenar y destruir a mis hermanos. Y tú sabrás que mi nombre es Yavéh, cuando caiga mi venganza sobre ti.

Si hay aquí algún ladronzuelo, que nos esté haciendo perder el tiempo, debería dar la cara. O el castigo por robar a unos poetas, escritores y nobles seguro que será ejemplar.

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12/05/2009, 01:43
Luis de Góngora y Argote

Desde el otro lado de la habitación, Luis de Góngora y Argote levanta la mirada como quien levantaría cien cañones, frente a una inminente batalla contra un denso enjambre de moscas. No interrumpe el desplazar de la pluma, sin embargo, porque aquella interrupción no hace a sus más íntimas preocupaciones. Tirso de Molina se despacha con la más obvia analogía de la situación con la más fácil respuesta que la experiencia les pudiera brindar; sus palabras pecan de lo que él mismo quiere evitar, pero no será Góngora quien se erija como el juez de su simpleza, si no la divina majestad.

Al final, cuando la pluma ha acabado la tinta y la inspiración ha agotado su fuente, Góngora se levanta de su repentino mutismo para enfrentar la situación de la que nadie aún se ha hecho cargo. Una simple mirada hacia la puerta basta para recobrar su profunda idea sobre la libertad, y lo que significaría quedarse allí una eternidad terrena con el aliento de la vulgaridad sobre su propio rostro. Apoya con cuidado la pluma a un costado, evitando que con su suave deslizar se corran las palabras que ha expulsado su cabeza hacia el papel. Mira a los presentes, y clava los ojos en Lope de Vega.

- Si es que mis palabras os parecen demasiadas, será porque os habéis acostumbrado demasiado a vuestro silencio. Y con el silencio ni las situaciones se resuelven, ni se cumplen los designios del destino. Pero qué estoy yo diciendo, cuando el entretenimiento de vuestra merced es una parafernalia de sucesos sin tamiz alguno y menos ninguna sofisticación - parece querer sonreír, pero no lo hace. Un solo ademán de la cabeza introduce a Lope en aquella conversación, que hasta ese momento había sido un monólogo - Sin embargo, vuestra merced sabe de entretenimientos y de palabras escogidas, por lo que le invito a dedicarnos vuestros pensamientos sobre una situación a la que parece, a toda luz, estar totalmente ajeno. Hasta Quevedo ha intentado enclarecer lo que nos compete, aunque su forma ha sido tan vana como su misma idea rectora. Sin embargo, el Conde de Villamediana y vos no han hecho más que callar. ¿Qué tenéis para aportar?

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13/05/2009, 00:17
Lope de Vega y Carpio

Sobre los silencios ajenos diréte, que no son poco frecuentes los que los confunden con la propia sordera. Pero no se inquiete vuesa merced, es un equívoco ordinario entre aquellos que no conocen ni conceden, regalo para sus oídos que no provenga de su propia voz. - De un brinco erguiose Don Lope de su poltrona, con donaire fresco y chulería, atendiendo a los entendimientos y requerimientos del viejo cordobés.- Pero dígame… ¿Debo entender que, por extraños vericuetos, solicita el parecer de mi persona respecto a las extrañas desapariciones que vienen aconteciendo? – Enderezose la arruga de su indumentaria con felina vanidad, e inclinóse hacia Don Luis  con mordaz mirada – ¡NARICES! ¡Pues está, clara la cosa! Ni por diablos ni por cuartos –pues ni hiede a azufre, ni valen mucho un papel y unas gafas- si no por guasa, ha tenido que ser el atrevimiento. – Dirigiose hacia el viejo Cervantes y el niño Tirso de Molina. – ¿Habéiros ganado la enemistad, de alguno de los aquí presentes, últimamente?

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13/05/2009, 00:18
Lope de Vega y Carpio
Sólo para el director

Notas de juego

En lo que me quita la arruga de la indumentaria, reviso que nadie me haya colado nada ajeno entre mis ropas.

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13/05/2009, 00:43
Miguel de Cervantes Saavedra

El viejo mira a los presentes con rostro circunspecto. Parece desvalido, como un animalillo triste al que sus padres han dejado fuera de la camada, demasiado débil o demasiado enclenque para ser alimentado. Corren historias de cómo se arrojó valientemente a un bote para abordar una galera turquesca, y como por su intrepidez -o temeridad- perdió el movimiento del brazo izquierdo. Pero claramente no es éste el mismo hombre que ahora mira alternativamente a las gradas y a don Francisco de Silva como si esperara una intervención divina.

-¿Enemigos? Dios y vuestras mercedes saben que todos mis actos no han tenido nunca otro cometido que el de ensalzar las glorias de la religión verdadera y las hazañas del imperio. Si con ello me he ganado la enemistad de alguien, acaso sea de luteranos o de mahometanos, pero insultaría la santa hospitalidad de don Francisco si insinuara que entre nosotros se encuentran monstruos de tan vil condición. -El viejo tose un par de veces, antes de continuar- No, don Lope, nunca me gané enemistad alguna de mis compañeros de pluma. Y si alguna vez, algún amigo vuestro, movido por la envidia o por la confusión, trazó falacias sobre mi persona, nunca tembló por ello mi consideración por vos. Simplemente callé, deshice el punto y quedeme tan en silencio como las sepolturas. No hay en mí para vuestras mercedes más que respeto y admiración, y si por algún casual alguien tomó por error mis antojos, es justo que se le antoje devolvérmelos sin que haya más represalia que la de un cortés agradecimiento por mi parte...

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13/05/2009, 00:54
Director

Notas de juego

Nada encuentras.

Ni por aquí.

Ni por allí.

Tus faldriqueras desiertas.

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16/05/2009, 20:56
Luis de Góngora y Argote

Luis de Góngora y Argote mueve la cabeza, en apariencia de estar extrañamente de acuerdo con Cervantes. Mas luego levanta su prominente orgullo nasal y lo apunta directo a Lope de Vega, falto de la mediocre mordacidad de sus palabras y lleno del caro y exclusivo veneno de la arrogancia.

- Dios condene a vuestra merced si fuera esa vuestra insinuación - pero, un momento después, su atención se dirige a Cervantes, el verdadero destinatario de sus palabras - Pero sabe Dios también que, de ser esa la realidad, no tenéis que tener la ínfima de las dudas, de que una palabra vuestra en ese sentido bastará para que nosotros, hombres de clarífica fe probada y sentida, acurriéremos en vuestra ayuda ipso facto. Mundanas discusiones no entorpecerían ni trémula ni prósperamente el accionar debido.

Dicho esto, Góngora carraspea un momento y mira a los presentes.

- El silencio ya ha encontrado demasiada prórroga, de nuestra bona fide y de todo lo demás. ¿Qué tenéis para decir, vos, Conde? ¿O acaso creéis que, si hay algo que no podéis derrochar como todo lo demás que os gastáis, es vuestra colaboración? ¿Cuál es el sentido de que vuestra presencia sea sólo un hueco en esta habitación? Porque si sólo dos o incluso tres nos preocupamos por un acto que sólo castigará Dios, dado que vuestra merced - mira a Cervantes - se ha pronunciado en favor de la piedad, no veo sentido alguno a continuar con este inmenso despropósito.