Partida Rol por web

El enviado por el gran chaman parecio preocuparse, sus ojos se abrieron mas y apreto entre sus manos la nota que portaba- no hay tiempo para preguntas, intercambios de mensajes y de mas, mirad- la columna de humo y fuego que venia de la direccion de la tribu highthunder solo podia significar una cosa, la fortaleza entera estaba en llamas- lo mas prudente seria que todos nos dirijamos al circulo sagrado... ademas en las montañas hay bosques tambien y los imperiales no conocen la zona-

Mick le contesta con tono frio al mensajero .-Transmitidle mi gratitud al Sumo Sacerdote por su consejo, y tambien por el vuestro-. Seguramente no le haria gracia a Hiam saber que el mensajero hablaba con tal autoridad ante el lider de una de las tribus. Pese a todo podria aprovechar las circunstancias si se reunian todos los ejercitos en aquel lugar por lo que dio la orden de movimiento al segundo al mando.

.-Ven conmigo. Vamos a movernos al circulo sagrado y quiero que te encargues de una serie de cosas para cuando tengamos que partir-. Pasa cerca de Trayus y le echa una mirada y un gesto de cabeza. Una especie de saludo. Tal vez no deberia volver a acariciar su cabeza, porque si sobrevivia a aquello seria un hombre y habria que empezar a tratarlo como tal.

Asentí con el semblante serio a las palabras de mi padre y fui hacia el lugar donde reposaba mi espada y mi arco. -Yo cuidaré de la aldea padre, me encargaré de que esos bastardos se arrepientan de intentar atacar a la tribu Shadoweye. 

Este era mi momento, el momento de demostrar de que pasta estaba hecho. Cierto era que estaba atemorizado por la situación que se me venía encima, pero estaba dispuesto a superar mis miedos para defender mi pueblo y a sus habitantes.

Wulfrick aguantó estoicamente la explicación de su capitán al mando de las defensas del pueblo. Pero por dentro el lider Highthunder era un caos. La furia y la rabia se mezclaban con la agonía y la pesadumbre. Su pueblo... su aldea entera ardía como una tea ante el embate imperial. Y lo peor era que su esposa, su querida Ariadna estaba muerta. Una lágrima solitaria bajó por el impasible rostro del guerrero. Nada parecía haber afectado la insoldable máscara de frío  acero que tenía por expresión. No podía permitírselo. No delante de du pueblo, su pueblo que lo acababa de perder todo.

Tras unos segundo para mirar el dantesco espectáculo, Wulfrick apretó el hombro de su capitán y asintió- Gracias- fue la escueta palabra que le dijo a su amigo. Sabía que había hecho todo lo posible por resistir los embates de los imperiales y que si estaban ahí casi todos era por su valía como estratega.

Miró a su pueblo y reparó en sus tropas. Tenía que avisar al resto de tribus para que no llevaran a cabo el plan que había propuesto en un principio, pues era tarde. Reunió a seis de sus mejores jinetes y les dijo- Partid de inmediato cada uno a una de las tribus hermanas y decidles de nuestra fatalidad en la perdida del poblado Highthunder...

En ese momento llegó un enviado de la tribu Veilfog. Algo en el interior del guerrero se debatió, pues el lider de los Veilfog, Hiam, era el padre de Ariadna. Aun así escuchó atento el mensaje. La cosa parecía mejorar por momentos. Los dioses les habían escuchado y les habían dado una oportunidad de vistoria.

Wulfrick se giró a los jinetes y les dijo.- Decidles también que la tribu Higthunder irá a las montañas blancas como los dioses han dicho, que allí nos encontraremos. Partid rápido.

Dicho esto dejó que los jinetes se fueran raudamente a su cometido, mientras el resto de los Highthunder emprendín viaje a las Montañas Blancas. Luego se reunió con el capitán y le preguntó.- ¿Hay alguna orma para hacer saber a los que se han quedado dentro que abandonen la aldea?

Liliam notó cómo se le revolvía el estómago al saber que todo era cierto. Asintió, pálida, y salió corriendo a ponerse la armadura mientras gritaba a las guerreras que fuesen a hacer lo mismo.

Una vez todo el mundo estuvo reunido, Morgana se subió a un lugar más alto para dar un discurso a sus guerreras y hermanas.

¡Amazonas! Ha llegado el momento que tanto esperábamos. Los Highthunder han sido atacados por el imperio y su fortaleza ha caido. No podemos quedarnos de brazos cruzados. ¡Tenemos que luchar! ¡No vamos a dejar ni a uno vivo! ¡Vamos a esparcir sus órganos por todo el suelo! ¡Vamos a enseñarles que no conocemos la palabra "piedad"! ¡Que nuestros rostros sean lo último que vean! Dijo levantando el puño con fuerza.

Después, puso camino hacia el círculo sagrado.

De cada aldea salieron sus habitantes, escoltados por los soldados y guerreros de estas, estandartes en el aire con los simbolos y emblemas de cada uno adornaban las comitivas y ayudaban a los rezagados y perdidos a reagruparse con los suyos. En el circulo sagrado se encontraba Hiam con los suyos, transportaban carros con provisiones y algunos augures bailaban o sacrificaban pequeños animales para echarlos a la hoguera en busca de una vision para saber donde refugiarse de la masacre.

Los unicos que no acudieron fueron los Blackmist... ni rastro de ellos ni de sus gentes, algunos empezaban a murmurar, eran un clan muy poco belico y sin a penas soldados.

Para confirmar las sospechas, pronto empezo a arder tambien su aldea. Mientras los lideres volvian al centro para confirmar el que hacer, generales y capitanes, hijos de lideres y demas altos mandos organizaban a los que podian luchar y los que no, por si los imperiales llegaban al circulo.

Debia comenzar el Exodo a las montañas blancas.

¿Entonces no me quedo en mi aldea protegiéndola? 

Cuando sale de su hogar ya listo para el combate es sorprendido por el mensajero de los Veifog, a pesar de las circunstancias no puede evitar una sonrisa de orgullo al ver que los dioses son propicios a la idea que había tenido de retirarse a las montañas.

-Los dioses hablan a través del Sumo Sacerdote. -Hablo con energía, para que le escuchase todo el mundo.- Propician nuestra victoria, pero antes debemos refugiarnos en las montañas blancas. Preparar lo necesario, abandonamos nuestro hogar hoy... Pero mañana lo recuperaremos y haremos pagar a quién se atrevió a soñar con arrebatarnos lo que es nuestro.

Morded, como el resto de sus Silverfang, se reunió en el gran círculo para ayudar a los mas rezagados y organizar la marcha con el resto de lideres.

-Los Blackmist no habían llegado aun y ahora el fuego en su aldea... Es triste pero los dioses han hablado, debemos refugiarnos en las montañas blancas. Lo único que me preocupa es que somos un grupo grande y lento, cargamos con niños, ancianos y tullidos ¿llegaremos antes de que nos den alcance?

no porque voy a mandar a las tribus al exodo a las montañas y los imperiales te aplastarian como a un niño de 10 años...oh.. perdon... eres aun mas pequeño XD

jajajaja cabrón xDDDD

Recibido, a las montañas de excursión!! ^^

Al ver a la aldea Blackmist arder, los puños de Wulfrick se volvieron a apretar. Los imperiales pagarían caro su osadía.

Mirando a uno de sus mejores jinetes el lider de los Highthunder le dijo.- Godric, tú y Albus, escoged a diez hombres con veinte caballos. Dirigiros a la aldea Blackmist a ver lo que pasa y si podéis ayudar en algo. Si veis que está perdido volved, no podemos desperdiciar un solo guerrero ante la lucha que ha de venir.

Con un ademán de su mano, los jinetes salieron prestos a la aldea vecina. No era momento de arriesgar hombres, pero tampoco de dejar en la estaca a todo un pueblo.

Al llegar al círculo sagrado con mis hombres e hijos comprobé como todas las tribus se encontraban allí salvo los Blacksmith. Mal asunto, muy malo – pensé al acercarme hasta la hoguera.

- Llegareis, mis hijos se encargaran de guiaros hasta las montañas blancas. Mis hombres y yo nos encargaremos de protegeros de los ataques de esos perros imperiales, iremos en la retaguardia. Van a nutrir nuestra tierra con su sangre – respondí esperando a que el resto de los lideres hablasen.
 

Llegué al lado de padre vestido con la armadura que me habían hecho para entrenar mi destreza en combate y mi resistencia física. Aún me pesaba un poco pero la verdad es que me sentía más hombre con ella. A mi lado caminaba Amanra, siempre atenta a mis movimientos por si me pasaba algo.

No dije nada pues era el turno de los líderes hablar, no el mío. Pero estaba dispuesto a acabar con aquellos que quisieran acabar con mi pueblo. Los tiempos de escaparme de padre y Amanra a explorar el bosque habían acabado, tiempos de guerra se cernían sobre nosotros y los niños éramos forzados a madurar si no queríamos perecer.  

Daría lo que fuera por estar en el pueblo, jugando con Amanra o con mis amigos.