Partida Rol por web

— Blogg es buen amo. Garantiza mi protección y no molesta como humanos estúpidos. — Gurt habla con Cataria sin miedo ni modales, quizás por valentón o porque nunca se los enseñaron. — Pero no soy hermano de Blogg. Mi pasión es la cocina. Soy el mejor cocinero trasgo del mundo. — Se jacta con orgullo. — Puedo preparar deliciosas setas a la parrilla, aceitosas setas fritas, suculento gumbo de setas, exquisitas setas rellenas, grasiento guiso de setas... — Y un largo etcétera desplegado como el catálogo de un renombrado chef.

— Mi lealtad... — Pronuncia como si fuera un concepto que no entiende. — Es para las setas. Nada más. — Un hilo de saliva gotea del espacio donde deberían estar sus muelas, si las tuviera.

Cocina para mi y para los míos. La verdad es que en casa necesitamos un buen cocinero, somos varios y no pueden comer tan bien como me gustaría. Cocina para los míos toda clase de comidas y vas a tener unos humanitos que comen como dragones... comento divertido.

Con nosotros tendrás protección también y bueno te prometo que aunque será nuevo para ti te gustrá la vida humana que te ofrezco. Te doy la opción de que aceptes mi oferta ahora porque nosotros nos vamos ya a por Blogg, pero como rechaces mi oferta ahora y matemos a Blogg quedarás a tu suerte y mi oferta ya no será efectiva.

Haciendo un gesto al grupo sonrío, vamos a seguir nuestro camino ya.

— Puede que no seas un humano estúpido si sabes apreciar un hongo bien hecho. Puede que seas un humano raro e inteligente, aunque no tan inteligente como un trasgo inteligente. — Admite Gurt sin renunciar a su orgullo. — No puedo confiar en tus palabras, porque sé que vas a morir y entonces tus palabras no servirán de nada. — Expresa burdamente, sin tacto ni delicadeza, antes de despedirse. — Si encontráis una sartén perdida antes de morir, o una seta con buena pinta, gritad. — Se escabulle, deseando refugiarse en las sombras.

Tras esta inusual introducción, el grupo se decide a penetrar la oscuridad de la cueva con la antorcha de Akka todavía encendida e iluminando suficiente para gozar de buena visión. La tierra es húmeda y en ella florecen los hongos cultivados, donde llegáis a contar hasta nueve variedades diferentes. El olor es nauseabundo: apesta a desperdicios animales y pudrición orgánica. Quizás haya sido una buena idea no probar la cocina de Gurt.

El corredor serpentea un largo camino hacia el sur. El silencio y la inquietud vuelve a dominar el ambiente, solo con el crepitar de la antorcha acompañando a los aventureros que, constantemente, se giran para cerciorarse de que el trasgo no ha estado siguiéndoles traicioneramente. A cada metro, la separación de los rocosos muros se ensancha y vuestros pulmones respiran con un poco más de espacio.  Pero esta tranquilidad dura poco.

El grupo frena sus pasos en seco. Una cavidad encontrada a media altura del corredor ha sido elegida por un lobo como su guarida. La bestia lupina es color ceniza, grande tanto de complexión como de fauces y garras; su aspecto es terrible y el sustento no le ha faltado. Respira con lenta profundidad rítmica y es hallada inmóvil, recogida en el nicho. A la vez que descansa se ve sujeta de una cadena larga y roída por el óxido.

Un brevísimo impulso automático sacude una de sus patas, luego husmea con el hocico. Muestra algunos de los dientes caninos, intimidantes. Todo esto como a disgusto, como batallando con un mal sueño. El animal se reincorpora para acomodarse de espaldas a la concavidad y continuar dormitando... - ¿O eso es lo que pretende que crean? 

Hago un gesto de silencio a mis compañeros. Y descolgando el arco de mi espalda preparo una flecha.

Al no ser la más ágil de grupo prefiere hacer caso al elfo y mantenerse quieta y en silencio.

Es un lobo y todo animal siente un pánico atroz por la misma cosa: el fuego y ella es un arte que domina bien pero a lo mejor solo con la antorcha de Akka es mas que suficiente para tener al lobo a raya. 

Estirando mi mano para darle a Cataria mi antorcha hago un gesto a mis compañeros con el dedo de silencio, saci con cuidado mi daga y pongo a mi alcance cerca la comida que me queda por si despierta el loo y tratar de distraer al animal.

Con eso listo con sigilo trato de llegar a la espalda del lobo rodeando a este para que no me coma.

Vaya un pedazo de bicho, si al menos ha comido puede que no nos haga caso, por si acaso Waldo prepara el espadón por si intenta morder.

Al mismo tiempo que todos desenfundan sin hacer el más mínimo chasquido, Akka entrega la antorcha a Cataria, quien acepta gustosa la protección de sus llamas. Alejándose cauteloso de la luz, el ladrón se mueve en total silencio y se funde con la sombra allá donde es capaz. Llegándose a la vera de la imponente fiera, escucha su respiración: es lenta y constante; bajo ella se adivinan pequeños ronquidos o gruñidos. Akka luego se posiciona tras el lomo y confirma que el animal está profundamente dormido. Cataria, Nörsil, Sheldor y Waldo lo observan, con el corazón en un puño y armas en mano. 

Con sumo cuidado y silencio me tomo mi tiempo para colocar mi daga a la altura del cerebro del animal y apuñalar a este para que muera de un solo golpe y no sufra con su muerte, que muera mientras duerme feliz y profundamente.

Nörsil, casi a la vez, completa la tensión de la cuerda en su arco y descarga un disparo hacia el cuello de la criatura.

Waldo no se quedó atrás y descargó el filo contra el lobo. Esperando que el bicho no diera la alarma.

Estaba cargando unas manos ardientes para atacar al lobo y asustarle si todo salía mal cuando vio a sus compañeros abalanzarse contra el animal.

La carnicería y el olor le provocaron ciertas arcadas por lo que prefirió dejar las manos quietas. El lobo tenía pinta de que no iba a sobrevivir y un fuego ahora ahí dentro podría traer mas problemas que quitarlos. 

Se limitó a acercar la antorcha con mucho cuidado para alumbrar a los compañeros sin alarmar al maltrecho animal. 

Le pego porrazo al chucho.

La lluvia de ataques azota despiadadamente el pellejo del lobo dormido. Solo Cataria se abstiene de participar en la matanza. Es imposible determinar qué acaba con él: si la daga de Akka, la flecha de Nörsil, la espada de Waldo o la maza errante de Sheldor. Lo único seguro es que, para cuando la bestia abre los ojos, su vida ya ha expirado. Un reguero de sangre se expande sin conocer frontera, desde el inerte cadáver a todas direcciones...