Partida Rol por web

Jackson Elías habla acerca de hacer una visita a su contacto para que arroje más luz sobre la localización exacta de la pirámide, aunque el olfato periodístico de Adler tiene una idea acerca de dónde puede encontrarse con las notas que recogió de Trinidad Rizo.

A orillas del lago, el escritor señala a una de las cabañas Uru de las islas más alejadas a Puno.

Nayra se encuentra en esa cabaña, dice, algo taciturno. Sin embargo, tengo la ligera sospecha de que nos están siguiendo...

El capitán se siente mejor al oler ese olor tan conocido. La mar, su otro amor, siempre le reconfortaba. No obstante, como viejo lobo sabe que no es conveniente bajar la guardia, y mira alrededor a ver que ve.

Lucy tras obtener una falsa sensación de seguridad con el cuchillo, sigue más animada al grupo.
No obstante, la advertencia de Elías le pone la piel de gallina.
¿Es que no vamos a tener ni un momento de paz en este viaje?
La señorita Adler se agacha un momento con la excusa de ponerse bien un zapato, para echar una ojeada hacia atrás y prestar atención.

Alexander también tenía la sensación de que les estaban siguiendo desde hacía un rato. Echando instintivamente la mano al cuchillo que ahora carga a la cintura, el abogado escudriña los alrededores, esperando encontrar a sus perseguidores.

Ah, seguro que son paparazzis - digo para relajar el ambiente. A los fans no hay que mirarles directamente, porque eso les hace creerse importantes. Con mi pulida técnica para mirar sin ser pillada, echo un vistazo en derredor - Una no puede quitárselos de encima ni en el trasero del mundo

Pues yo no veo que nos siga nadie, aún así habrá que ir con cautela.

Brian, al escuchar decir que los seguían, miró hacia atrás pero no vió nada. Aun así, se bajo el sombrero para ocultar su cara.

- Tal vez deberíamos dar un rodeo para cerciorarnos de quién nos sigue sin que sepa quien es nuestro contacto. Las últimas personas con las que hemos hablado no han terminado muy bien. ¿Alguno tiene un plan?

Una mujer de mediana edad y un joven adolescente se encuentran a cierta distancia de vosotros, en la orilla del lago. El chaval está tirando piedras a la superficie, haciéndolas saltar varias veces hasta hundirse por su propio peso. La mujer se encuentra sentada a unos metros de él, vigilándole.

Elías baja la voz con tono preocupado.

Nayra vive en una cabaña en la colina más alta de Puno, pero creo que se encuentra en una de esas islas. Mira hacia atrás un momento. El dueño del restaurante me ha dicho que Nayra creía estar siendo seguida después de hablar conmigo hace unos meses, tras la visita que le hice antes de unirme a la expedición Larkin.

Cambia el peso de pie.

Esa isla es de unos amigos suyos, lleva escondida ahí desde entonces, necesitaremos una barca.

A unos metros de vuestra posición se encuentra un pequeño embarcadero lleno de maderas, cerca del joven que anda tirando piedras al lago. Elías se dirige hacia allí para alquilar un bote que os lleve hasta Nayra.

Percibís que, aunque parece una situación normal, tanto la mujer de mediana edad os lanzan miradas furtivas con bastante frecuencia.

Sin esperar confirmación previa, agarro a Weaver del brazo y le arrastro hacia la mujer de mediana edad. 

Ayúdame a traducir, querido - exijo -. Buenos días. He notado que no podías apartar la mirada de mí. Y quién podría ¿eh?

Le meto un codazo a Brian para que traduzca al español.

Brian que le pilla por sorepresa duda un poco y se pone a pensar como sería en Español. No está muy convencido, pero lo intenta.

- ¡Qué onda! Esta chava dice que no puede dejar de mirarla por que está muy chido ¿eh?.

¿Por qué demonios me hará decir estas cosas?. La verdad que me lo he inventado un poco.

Mientras la señorita Sinclair hace su teatrillo, Alexander se gira dando la espalda a la señora y al chico para dirigirse al resto del grupo.

- Aquellos dos no para de escudriñarnos - susurra el abogado -. Tal vez sean ellos quienes nos estaban siguiendo.

El joven mira sorprendido a Weaver y Sinclair. Tras unos segundos de silencio, gruñe y se da media vuelta, sin decir nada. La mujer de detrás suyo se va con él tras mirarles con cierto reproche.

Mientras tanto, Jackson Elías alquila una pequeña barcaza pesquera en la que a duras penas caben personas. Se sube en ella y espera a que lo hagáis los demás.

Supongo que navegar con esto será pan comido para usted, ¿verdad, capitán Westley?

El capitán hace caso omiso de todo su entorno. Iba a navegar, y eso era lo importante. Está encantado, le parecía que hacía eones que no entraba a un buque. Demostrando su agilidad naviera, se monta de un salto en la barcaza, anda por ella identificando su estabilidad, buscando el punto exacto del timón. Hizo de esa barcaza su nuevo navío. Toma una bocanada de aire purificadora y como si hubiera rejuvenecido 20 años grita:

Podré navegarlo sin problemas, señores. ¡Todo el mundo a bordo!

La reacción de la mujer me decepciona, y el aspecto de la barca aún más.

El día solo puede ir a peor - mascullo en dirección a la chalupa.

Miro la chalupa de más de cerca intentando averguar su resistencia, pero la verdad, las embarcaciones no entraban para nada dentro de su conocimiento.

- Eh... ¿Está seguro que "eso" aguantará todo nuestro peso? Ya sabe, somos muchos para algo tan pequeño. - Brian no quería mencionar directamente su obesidad, pero era más que claro.

-No me importa esperar e ir en dos viajes.

Va tranquilos - dice Lucy mientras se sube a la barcaza - Sinclair y yo contamos como media - Lucy era de constitución más bien pequeña - Aunque el bueno de Brian podría contar como dos...

Ante las sorprendentes matemáticas de Adler, no podéis hacer más que subiros uno a uno a la barca para comprobar su estabilidad. Aunque parece que se mueve peligrosamente al recibir el peso de cada miembro de la tripulación, parece que no se hunde.

Tras una larga media hora de remar en la que la barca casi no avanza, conseguís llegar sin aliento a la orilla de la isla donde teóricamente se encuentra el contacto de Elías. Claramente, la falta de ejercicio tenía que pasar factura en algún momento, y a semejante altitud, la escasez de oxígeno se nota más de lo debido.

En la isla, un par de pescadores de tez oscura advierten vuestra presencia, haciendo aspavientos y lanzando gritos para disuadiros de atracar en su pedacito de tierra. Una mujer encorbada emerge de la caseta y, reconociendo a Elías, les dice algo y el rostro de ambos hombres se relaja, ayudándoos a atracar e incluso a salir de la barca.

Entráis en la caseta, que resulta ser mucho más grande por dentro de lo que parecía desde el lago. Toda la caseta está hecha de madera y de las paredes cuelgan grandes tapices hechos con lana de alpaca y pintados con mosaicos típicos de la zona para no dejar escapar el calor por las noches.

Nayra no entiende inglés, como bien os hace saber Jackson Elías tras intercambiar un caluroso saludo al llegar a la isla. Se trata de una mujer achaparrada, de pelo oscuro y tez morena, envuelta en un sencillo poncho gris y un colorido gorro de lana. Sus facciones son angulosas y sus dientes empiezan a amarillear. Parece una mujer risueña, pues no deja de reir desde vuestra llegada.

¡Los amigos de Jackson son mis amigos!, os recibe a la vez que se sienta en un cojín del suelo. Sentaos, por favor, os pide señalando otros cojines, también en el suelo. Ernesto está preparando té de hercampuri, ¿verdad, Ernesto? - Alza la voz para que el tal Ernesto le escuche, quien asiente, aburrido. Se trata de uno de los que os han ayudado a atracar.

Cuando Ernesto os sirve las infusiones, Elías le explica lo ocurrido con la expedición Larkin hasta ahora. Nayra abre los ojos ante las anécdotas del escritor.

Conque un karishiri, ¿eh? No me sorprende. Has hecho bien disparándole, querido, dice felicitando a Haynes. Déjame ver esa herida, le dice al capitán.

Alexander sopesa la situación mientras la anciana revisa la herida del capitán.

Supongamos que toda la historia de los karishiri es cierta. Supongamos que realmente De Mendoza es un jodido vampiro... Y que salió de su propio pie de la biblioteca.

- ¿las balas puedes acabar con un karishiri? - indaga el abogado al fin, temiendo la respuesta.

La curandera sonríe tristemente. Sirve un poco de té en silencio, perdiendo esa jovialidad de la que tanto hacía gala hasta hace un momento. Parece mucho más mayor, el peso de los años se nota en sus facciones y cuando empieza a hablar de nuevo:

Ay, joven, no se puede matar a un kharisiri sólo con balas-, dice con tristeza. Puede que eso te compre unos segundos para zafarte de su agarre mortal. Puede incluso que, arquea las cejas, con un disparo bien dirigido a un órgano vital, tengas unos minutos para huir, hasta que el kharisiri se regenere por completo.

La anciana termina de servir el té y se sienta de nuevo en su cojín, emitiendo un pequeño ruido de molestia. Jackson Elías la ayuda a sentarse mientras traduce, con la cara pálida, las palabras de Nayra.

Gracias, una está ya vieja para estas cosas...-, se lamenta antes de volver al tema -. No, no se puede matar sólo con balas a un kharisiri. -sonríe-. Hace falta algo más. Tienen una regeneración terriblemente eficaz, por lo que hay que prevenir que eso ocurra. Hay que desmembrar al sujeto y asegurarse de que nunca más se vuelven a juntar los pedazos -hace una pausa-.Bueno, también puede quemarse el cuerpo.

Nayra ve entonces la herida del capitán Westley y le aplica unas hierbas a todas luces curativas, machacándolas con un mortero de piedra y añadiendo todo tipo de aceites.

Estas cicatrices...- empieza la sanadora, siguiendo las heridas del pecho del capitán con los dedos. Os mira a todos y frunce el ceño. ¿Qué es lo que estáis buscando aquí? ¿Qué es eso que estáis tratando de encontrar tan lejos de vuestro hogar? Estas tierras son peligrosas, no están hechas para forasteros.