Partida Rol por web

Encontrar una posada era una de las posibilidades que nos llevaron a elegir el camino por el que transitábamos. Y el destino quiso que en eso fuésemos afortunados:

-Parece que la tentación se cruza en nuestro camino.. ¡Una posada! No vendría mal secar nuestras ropas al fuego y comer algo caliente a cubierto. También podríamos buscar información dentro. Una conversación con buena bebida desata más lenguas que una espada. ¿Os parece que entremos?

Mirando los alrededores del edificio no se veía nada que pudiese suponer una amenaza, al menos a simple vista. Y el olor a asado era demasiado atrayente como para dejarlo de lado.

A cada paso que damos, la lluvia sigue acompañándonos y golpeándonos en intermitentes goteos. De nada sirve ya cubrirse pues las ropas se han ido humedeciendo al punto que de poco vale la protección que brindan. Doy pasos firmes, pero comienzo a sentir como resbalan mis pies cada tanto sobre una tierra que ha ido dejando paso al fango.

De repente, el humo en la lejanía llama nuestra atención y no podemos más que regocijarnos al ver a qué se debe.

"- ¡Ja, por mis barbas... sabía que daríamos con una!- digo al ver la posada a la distancia-. Secundo plenamente la idea de Lorgan, mal no vendrá secarnos un poco y comer y beber algo para calentar el cuerpo- digo con una sonrisa en el rostro y agrego-. Invito la primer ronda de bebidas, pues hay que festejar que hemos encontrado buen lugar donde guarecernos".

Una posada, un oasis en este desierto de lluvia. Tras la huella del ciervo tampoco habíamos visto nada interesante y la lluvia empezaba a afectarnos al ánimo con su continuo repiquetear.

- Creo que esa posada es la solución a la humedad de nuestros ropajes, secar la ropa al calor de una chimenea y un buen plato de sopa o de ese asado que huelo...

Una cama mullida también ayudará. Dormir bajo techo y evitar la lluvia por unas horas nos animará. Además si Angainor invita a la primera ronda eso significa que habrá segunda y pocas cosas hay que animen más a un hobbit.

"Letan him behindan hræw bryttian
saluwigpadan, þone sweartan hræfn,
hyrnednebban, & þane hasewanpadan,
earn æftan hwit, æses brucan,
grædigne guðhafoc & þæt græge deor...

Arrebujada bajo la capa, Eruiel tarareaba una antigua canción de guerra eorlinga y sus versos sabían agridulces en los labios de la perendhil.

Wulf on wealde. Ne wearð wæl mare
on þis eiglande æfre gieta
folces gefylled beforan þissum
sweordes ecgum, þæs þe us secgað bec,
ealde uðwitan..."

Eruiel (o quizá Elme) suspiró, nostálgica. La lluvia había traído escondidos algunos recuerdos y la añoranza de la tierra amada.

De pronto, Wyrmir anunció, mejor dicho celebró, lo que las narices de todos habían intuido. ¡Una posada! Y la muchacha carcajeó ante el comentario que hiciera el dunlendino comparando el vino de su abuelo con veneno. Eruiel echo una rápida mirada sobre la construcción y los alrededores. Finalmente, apretó el paso y canturreó al pasar junto a Wyrmir:

¡El último paga la comida!

Y echó a correr rumbo a la posada, brincando entre los charcos como una cría.

La alegría por tener un techo seco y una chimenea caliente a la que acercarse, corre como un lobo por el seno del grupo.

Angainor se prestó a pagar la primera ronda, aunque como cayesen muchas más, luego iba a resultar difícil querer salir de entre aquellas paredes. Y es que los efectos del alcohol, hasta de la cerveza, son múltiples y tanto agradables para el cuerpo como turbios para la mente. Pero eso aún estaría por ver. Al fin y al cabo... Tampoco había prisa ¿No?

De pronto Euriel, y dice aquello en dirección a Wyrmir. Pero... ¿Iba solo para él, o también para el resto? Eso ya podría quedar a entendederas de cada uno. La posaba quedaba ahora a unos doscientos metros, no estaría mal la carrerita, al menos para uno. Aunque po ganas de quitarse la dichosa lluvia de encima no sería.

…

Con forme llegáis a la posada descubrís que el ambiente es cálido, unas ramas de alguna planta aromática sobre las brasas, junto con el de la carne, se encarga de aliviar el mal olor de los viajeros que hacen alto, pues hoy tampoco es día para tener las puertas y las ventanas abiertas.

El posadero levanta la mirada y dedica una sonrisa a los nuevos llegados. Y eso que el interior está bastante lleno, la lluvia invita a permanecer en lugares cálidos. Tan solo queda un espacio suficiente para que os sentéis y es el que se encuentra más cerca de la puerta de entrada.

Erudiel comenzó a correr, y no pude evitar seguirla en su juego con un infantil "¡Voy!".

Viento me siguió a mí, y en menos de lo que se tarda en decirlo la puerta de la posada se abrió para nosotros. Estaba sorprendentemente llena. La lluvia había hecho mella en el ánimo de viajeros que quizás en otras circunstancias hubiesen acampado a ras de cielo, como sería nuestro caso.

El calor que desprendía la estancia me hizo notar lo realmente empapados que estábamos, y me retiré la capucha de la cabeza moviendo un poco el pelo pegado al rostro.

-No hay mucho sitio que elegir. Sentémonos a la mesa que nos queda -dije a los demás, aún jadeante por la carrera. Estaba cerca de la entrada, pero al menos teníamos un sitio y compartiríamos el calor del fuego.

Wyrmir se quedó boquiabierto cuando la joven perendhil pasó corriendo a su lado con actitud desafiante. En un escaso segundo pasaron cien pensamientos por su cabeza: ¡No quiero pagar la comida de todos! ¡Y tampoco puedo! Y además: jamás de los jamases me gusta perder a ningún juego. ¡Rayos!

Lorgan ya había recogido el guante con más celeridad que él y ya le había avanzado.

¡Voy a ganar! –gritó en seguida que pudo reaccionar. El montañés dio las zancadas más grandes que pudo, y aunque pudo haberse resbalado y torcido un tobillo, lo dio todo para ganar.

Cuando entró en la posada, el montañés sonreía satisfecho. ¡Le encantaban las pruebas de agilidad y de fuerza!

Se sentó en una silla y se dispuso a ordenar un poco todos sus pertrechos, que se habían sumido en el caos por la loca carrera.

Eruiel dijo una frase que me activó: el último paga la comida. Eso en La Comarca es sagrado por lo que me lancé a correr como si acabara de ver a un troll de las cavernas venir a por mí. A pesar de mi pequeña zancada logró colocarme en buena posición para evitar pagar la comida aunque sin duda invitaré a una ronda para ayudar al perdedor de la carrera o mejor dicho para consolarlo. 

- De esta no pago... - sonrió mientras me coloco cerca de Wyrmir que parece ser rápido como una centella.

Ni bien nos vamos acercando a la posada, no alcanzo a relajarme cuando la voz de Eruiel, cual brisa que atraviesa una pradera, golpea nuestros oídos para comenzar a alejarse junto con ella. Lorgan no tarda en reaccionar y lanzarse tras la joven, al igual que Viento, primero, y Samman, tras este. Wyrmir y Mut también hacen gala de su agilidad y mueven rápidamente sus piernas para iniciar la carrera.

Doy un vistazo rápido a mi mochila, a mi armadura y demás pertrechos. Mis ojos se entrecierran y suspiro con un deje de resignación, pues además del peso que llevo los enanos no nos contamos entre aquellos que puedan alardear de realizar zancadas enormes. Y sin embargo, al instante sonrío y comienzo a acelerar inicialmente mi pasos, para empezar enseguida a correr mientras trato de sujetar con fuerza lo que llevo encima.

"- ¡Ja, no pienso perder!- exclamo mientras voy acercándome e incluso adelantando a algunos de mis compañeros-. ¡Nunca verán a otro enano correr tan rápido!- digo mientras echo a reír".

Al llegar a la posada, me agacho y apoyo las manos en mis piernas, comenzando a tomar algo de aire pues la carrera, aunque corta, me ha cansado un poco. Entro en el lugar y sonrío mientras cierro mis ojos, dejándome llevar por el aroma de la comida y el bullicio de los presentes. Algunos de mis compañeros se adelantan hacia una de las mesas y les sigo, tomando asiento y dejando mis cosas junto a mí.

"- ¡Aquí, buen hombre!- grito hacia el posadero levantando una mano, para que se acerque donde el grupo y así pedir la comida y bebida".

El desafío había sido una excusa para que el dunlendino no tuviera que afrontar con más gastos ya que, en la posada de Aug Lamedon, Wyrmir había acabado con sus escasos ahorros haciéndose cargo de las bebidas y el alojamiento del grupo. Ese detalle no había pasado desapercibido a los ojos de la perendhil, pero Eruiel no quería ofender al muchacho ofreciéndole pagar su comida. Fue así que utilizó un recurso un tanto pueril, pero siempre efectivo. Al grito de "el último es..." se despertaba un recuerdo o una sensación que remitía a otros tiempos siempre añorados...

"¡El último es cola de huargo!", se escuchaba en Eþelþrymm y los glaucos campos de la heredad se estremecían bajo los gritos, risas y correteos de los niños. Inocentes criaturas que corrían bajo el influjo de una frase que evocaba el terror de hórridas bestias que jamás habían visto (ni verían) tras los protectores muros de Eþelþrymm. ¡Dulce y despreocupada edad que nunca jamás regresaría!

Hecho el desafío, Eruiel avanzó brincando aquí y allá, sin verdadero interés en la carrera. Sabía que Wyrmir seguiría sus pasos y que haría lo imposible por ganar, pero lo que no esperaba era..
¡que los otros hicieran lo mismo! Cuando volteó la mirada, no solo el dunlendino, cual viento de montaña, corría hacia la posada. También el pequeño kuduk y... ¡el mismísimo enano! Eruiel miró hacia atrás y vio a Lorgan acercándose peligrosamente hacia la posada, amenazando con dejarla atrás, ¡última!

¡No! ¡Cola de huargo, tú! gritó una vocecita aflautada dentro del pecho de Eruiel. Y esta vez sí, corrió con todas sus fuerzas dejando atrás al dunadan hasta que la cantarina risa de la perendhil llenó de música la posada.

Como broma, como broma, pero al final terminan todos corriendo. Una escena graciosa, pero bajo la lluvia no había nadie pare presenciar aquello. Solo los Uncas, pero estos parecen divertidos ante la inesperada reacción de sus amos y compañeros de viaje.

El más rápido fue el joven Wyrmir, seguido de cerca del enano y el mediano. Los más rezagados Euriel y el último Lorgan.

Os sentáis en la única mesa libre. Aún recuperando el aliento. El posadero mira afuera como esperando encontrar algún peligro inesperado. Frunce el ceño y os pregunta - ¿Qué será? - Para saber si queréis de beber, comer o incluso alguna de las habitaciones.

- Señor mesero, para mí una pinta de cerveza y no diría que no a saber si tienen algo preparado para comer, con esta lluvia un buen plato de sopa o un estofado caliente sentaría genial a este pequeño hobbit. - digo deseoso de comer algo y beber una buena pinta antes de dormir cerca de un buen fuego.

La posada parece llena y eso indica que puede que nos toque dormir en la sala comunal, cosa que me disgusta aunque no me desagrada. Pero habrá que tener cuidado de las manos largas de los carteristas que aprovechen estos momentos. Por todo lo demás ahora mismo este hobbit tiene todas sus necesidades cubiertas en cuanto el posadero traiga la comida y la bebida.

-También le sentará bien a este humano, Mut..¡Secundo la petición de mi amigo! -comenté al posadero, mirando hacia donde dirigía su vista. Me llamó la atención que un posadero esté más pendiente del exterior que de sus clientes, aunque fuese por un momento.

La posada llena tampoco auguraba un descanso reparador, pero al menos estábamos en terreno seco y aislado de la lluvia. El calor del fuego empezaba a calentar ya hasta el alma, y eso era más necesario que secar los ropajes. El buen ánimo siempre es contagioso.

El montañés había agradecido de verdad el repentino desafío, y aunque no estaba acostumbrado a correr cargado hasta las muelas, lo cierto es que la carrera se le había hecho corta. Después de tantos días sin pelear, correr, escalar o brincar con sus amigos y familiares, ahora su cuerpo le pedía a gritos más esfuerzos, como un niño recién levantado de la siesta, pero Wyrmir se tuvo que conformar con su rápida victoria.

Desde luego que al chico le era totalmente ajeno el motivo real por el cual Euriel le había retado, al contrario: ¡ahora mismo llevaba puesta una sonrisa de oreja a oreja que no hubiera conseguido disimular ni por todo el oro del mundo! Y además, como bien había acertado la perendhil, Wyrmir sentía un gran alivio por no tener que costear la comida de todo el grupo.

¡Ja! –Dijo jactándose- Sabía que era el más rápido de mi valle, ¡pero quizás resulte que sea el hombre más rápido de todas las tierras desde las Ered Nimrais hasta el gran mar! ¡Una cerveza bien grande, posadero! ¡Y un buen plato de carne también!

"- Ahhh...- suspiro un momento ni bien tomo asiento y miro al instante al posadero-. Para mí también un plato con carne y una cerveza. O tal vez un poco de vino si puede ser, que luego de la lluvia y la caminata mal no le va a sentar a mi cuerpo- digo al hombre".

Tomo mi mochila y la apoyo junto a la silla, revisando si no he perdido nada luego de la carrera. Correr no es lo mío aunque se me había dado bastante bien en este caso. Sonrío y me giro hacia el resto de los presentes, moviendo mis hombros antes de dejar caer todo mi cuerpo en el asiento. Les miró con ojos relajados y una satisfecha sonrisa, producto del calor del lugar y la comida y bebida cercanas.

"- Bien, ¿qué vamos a hacer?- pregunto mientras recorro con la vista el rostro de cada uno-. El día seguirá dando luz por un tiempo, aunque no sé si el suficiente como para llegar a destino. Podríamos pasar la noche aquí y partir bien temprano, o continuar después de la comida y caminar hasta donde sea posible. En cualquier caso, el encargo nos ha sido dado por Wyrmir y creo que corresponde a él decidirlo- concluyo y vuelvo a echarme en el asiento, mirando en derredor nuestro y oteando lo que sucede en la posada".

Gusanoblanco era joven, muy joven, y eso se notó en la cantidad de comida que consiguió emparedar entre su ombligo y su espalda. Una vez saciada su hambre y su sed, pudo concentrarse un poco más en lo que sucedía por encima de la mesa.

¡Por el grajo y el negro abismo! ¡Qué hambre que tenía! –dijo reconfortándose con las manos encima de la panza.

Estaba a punto de mostrar a toda la concurrencia cómo los montañeses agradecían un buen manjar cuando se acordó de que no estaba en su tierra, y que quizás su muy sonora satisfacción no sería del gusto de todos, así que finalmente se limitó a respirar hondo.

Wyrmir se incorporó en su silla y descansó sus brazos encima de la mesa, de los cuales colgaban pulseras de piel y lazos de cuero curtido.

Yo lo tengo claro –dijo a los demás- unas pocas horas de andanza y un poco de lluvia matinal son como unas nueces saladas recogidas antes de comer: tan solo un aperitivo que te hace abrir aun más el apetito.

El joven se miró de reojo a los distintos hombres que poblaban la posada en ese momento y luego continuó.

Así que por mí, vayamos a preguntar si alguien sabe algo más de ese túmulo y luego salgamos otra vez a los caminos, a ver que sorpresas nos deparan los espíritus de por aquí.

La comida transcurrió entre chanzas y el alegre festejo del dunlendino. Apenas terminaban la comida, cuando el muchacho señaló los pasos a seguir y Eruiel asintió a las palabras de Wyrmir.

-Sugiero comenzar por el dueño de la posada. Los viajeros y comerciantes que se detienen aquí deben brindarle mucha información. Del camino que aún nos deparará la jornada y de aquel túmulo -sugirió.

Llega la bebida y sobretodo la comida capaz de calentar el cuerpo y de subir los ánimos. Los Uncas comienzan a gimotear y se relamen a la espera de si les cae algún pedazo de carne.

- ¡Arg! Túmulos. Un apersona en su sano juicio jamás se acercaría a ellos, salvo que uno fuese un asaltado de tumbas – Os mira con suspicacia. Pero el hombre acostumbrado a evitar conflictos se echa a reír. Pero vosotros no sois de esos, desde luego.

No parece que vayáis a sacar más de aquí. Tras la comida, y habiendo descansado un poco os disponéis a machar cuatro horas más. La lluvia no es pesada y se vuelve intermitente. Eso si, los caminos están casi desiertos. Casi... casi... Ya comenzabais a pensar en buscar en lugar para acampar y pasar la noche cuando de frente por el camino veis movimiento. Caballos, gente montada.