Partida Rol por web

"- ¡Ja! Sea lo que sea que hay en ese lugar no caerá solamente con una flecha, maese hobbit- digo a Mut señalándolo con mi pipa mientras dibujo en mi rostro una sonrisa creciente-. No es que no te dejemos solo, es que nos necesitas, muchacho- agrego echando a reír al instante".

El hecho de que esto tuviese que ver con alguna intervención mágica poco se acerca a los saberes que poseo. Entre los enanos que he llegado a conocer en mi vida, casi nulo es el número de los que tenían aptitudes para la magia...  y de aquellos que si la tenían sólo puedo decir que nada se acercaba a sortilegios o maldiciones, sino más bien a conocimientos que uno podría ver como prácticos en el quehacer artesano.

Cierto es que a pesar que nunca he visto con buenos ojos la magia, el Blanquito ayudó a quitar levemente algunos reparos que siempre tuve sobre ésta, y Lorgan ha continuado por ese camino. Aún hoy día las cosas de hechicería lejos están de agradarme, pero confío en las palabras de mi compañero.

"- Es una importante distancia hacia el lugar. ¿Hay algún asentamiento cercano al túmulo que mencionas?- consulto al joven-. Tal vez alguien pueda saber algo más de la zona; entre historias y rumores, es posible que podamos obtener aunque sea algo sobre lo que podría haber pasado ahí".

Tras alguna vacilación, Wyrmir se decidió a hablar de las circunstancias de su viaje, y del túmulo. La perendhil escuchó en silencio el relato asintiendo a las palabras del dunlendino. La reacción fue provechosa. Aquellos aventureros hasta parecían entusiasmados con la propuesta, para sorpresa de Eruiel. A ella no la emocionaba la idea de enfrentarse a fuerzas oscuras, pero su voraz curiosidad era más fuerte que su reticencia. Además, deseaba echarle una mano a Wyrmir.

Alzó un dedo con la intención de hacer un comentario cuando Lorgan habló de magia, de maldiciones... Y de magos. Eruiel parpadeó ligeramente y volteó la mirada hacia su compañero. Él también pareció algo turbado con aquellas palabras, pero no tanto como la perendhil.

Magia, hechizos, magos y hechiceros eran palabras vedadas. Había algo inenarrable en esos vocablos, algo prohibido. Como un halo oscuro caminando sobre la nieve con huella invisible, escondiéndose silente en las tinieblas...

Eruiel apenas parpadeó y su expresión no reflejó el desconcierto que bullía en su interior. Pero estaba allí, silente y agazapado, oculto a las miradas de los otros.

Un antiguo temor heredado de su abuela, quien decía que todo hechizo poseía un halo de malicia, como un aciago designio que marchitaba la juventud y la belleza, echando a perder los frutos del hombre; algo hostil y maligno que se ocultaba en la noche poblada de ruidos de saltos, de pisadas, de susurros, de gruñidos que recorrían las arboledas...

No era extraño que si la gente no regresaba del lugar, no hubiese demasiada información. Aún así Wyrmir había reunido y expuesto en la mesa prácticamente cuanto ya sabía del asunto. Pare saber más seguramente tocara acercarse a la zona y por allí preguntar algún lugareño, o inspeccionar ocularmente la zona.

Sesenta kilómetros daban para jornada y media o dos jornadas a paso ligero. Habiendo decidido aunar fuerzas y tratar de desentrañar el misterio, y aunque la charla aún daba para bastante más. Tocaba centrarse en el como y el cuando. Así como si quedaba alguien pertrecharse para dicho viaje.

-Cierto, Angainor.. Los habitantes que tenga la zona posiblemente sepan darnos más información sobre el lugar y sus leyendas.. o maldiciones. No sé si alguien en esta ciudad también pudiese, pero creo que es mejor no dar a conocer nuestras intenciones a la ligera. Más aún si hay rumores de oro de por medio.

Las horas iban pasando, y ya era noche cerrada afuera. En el grupo no parecía haber cansancio con la animada conversación, más ahora que teníamos cosas que planear y mil ideas en la cabeza.

-Amigos, el viaje que se nos presenta es largo y quizás sea duro. Todos estamos acostumbrados a largas jornadas de caminata, pero habrá que aprovechar las mullidas camas que en esta posada nos rentan.. ¡Quizás sean las últimas que veamos por un tiempo, y conviene descansar!.. -dormir a cielo raso no fue nunca molestia para mí, pero reconozco que un colchón es preferible a un lecho de hojas y tierra-. Si algo echáis de menos en el equipaje, mañana antes de partir podremos comprarlo, revisad bien lo que lleváis. 

¡Bien! –Casi gritó Wyrmir al escuchar las respuestas de sus nuevos compañeros de camino- Ha sido un gran acierto acercarnos a vosotros para proponeros esta aventura. ¡Alcemos las jarras una vez más para celebrar nuestro acuerdo!

Después del último choque de vasos y jarras el montañés se levantó resuelto, y uno a uno les encajó las manos a sus compañeros. El joven estaba visiblemente satisfecho, y en una mirada de complicidad con Euriel le hizo saber que sus consejos habían sido acertados. Ya formaban por fin un grupo lo suficientemente numeroso como para emprender esa peligrosa exploración.

Como dije antes –comentó ya estando de pie-, he estado preguntando a mucha gente de por aquí y no creo que se pueda averiguar mucho más. Quizás por el camino y cuando ya estemos más cerca, nos encontremos con algún vecino que haya oído o escuchado noticias más recientes.

Esta noche yo dormiré en el campo: el aire cálido de estas tierras me cubrirá como el mejor de los ropajes y el canto de las aves y los pequeños seres de estos bosques aún me maravillan como el primer día que los escuché.

Antes de marcharse para buscar algún sitio tranquilo para dormir fuera del pueblo, Wyrmir se dirige a Euriel.

El trato ya está hecho y debo agradecerte tus buenos consejos. Ahora creo que podremos explorar con posibilidades de éxito y de encontrar lo que estoy buscando, y quién sabe que maravillas y descubrimientos podamos hacer allí.

Espero que sea un viaje provechoso para todos.

- Creo que mañana me pasaré a ver si encuentro un mapa de la zona, aunque haya lugareños mejor revisar la zona y ver si tendremos problemas en algún punto...que con la última aventura de los bandidos mejor prever que curar... - digo pensando en emboscadas no deseadas. - Y ahora celebremos la noche y que la mañana no sea dura.

Tras decir esto bebo unos buenos tragos de cerveza y saco a relucir el buen ánimo y en las ganas de fiesta que tiene este hobbit, aunque por precaución no beberé todo lo que deseo para estar a primera hora presentable y en disposición de cumplir.

Alzo nuevamente la jarra para brindar ante el pedido de Wyrmir y termino de dar los últimos sorbos a la cerveza que aún me queda. Tomada ya la idea de marchar hacia el lugar del que había hablado gusanoblanco, sólo resta, como en todo viaje, constatar para el siguiente día las provisiones y todo elemento de interés con el que se pueda contar.

"- Como bien dice Lorgan, bueno es aprovechar para descansar antes de un largo viaje pues luego uno no sabe cuándo podrá hacerlo con tranquilidad- comento mientras comienzo a guardar la pipa-. Creo que Samman y yo haremos los honores... después de una buena jornada de comidas, bebidas y charlas, uno puede darse el lujo de ir a descansar con un buen día a sus espaldas- agrego y me paro haciendo un gesto a mi compañera para que me siga-. Que tengan una buena noche- concluyo saludando al grupo y echando a andar hacia la habitación que tengo en la posada".

La noche extendió sus largos brazos sobre Aug Lamedon, adormeciéndolo. En la posada aún se escuchaba el entrechocar de jarras y el murmullo de las conversaciones, las risas y algún improperio. En la mesa que Eruiel compartía con Wyrmir y aquel variopinto grupo, la conversación discurría sin tropiezos. El joven dunlendino estaba exultante; y la perendhil sonrió, contagiada por el buen talante del muchacho. Más allá de los muros, Eruiel intuyó el letargo de las criaturas que palpitaban bajo la luz del día y el renovado pulso de las criaturas que preferían el titilar de las innúmeras estrellas.

Tras los brindis — Mæg eower hyrnas ful meoda beoþ!, exclamó en rohírrico— y algunas recomendaciones, Eruiel se despidió, con una graciosa reverencia, de Angainor y su bella compañera, Samman, del pequeño kuduk Mutfast (quien no parecía muy afín a la idea de concluir la velada) y de Lorgan y el enorme felino que descansaba a su lado. —¿Cuál era su nombre?, pensó.— La muchacha no recordaba que el dúnadan lo dijera, pero tampoco lo preguntó. Y no fue porque no le interesara conocer el nombre de tan fascinante criatura, sino porque Lorgan le provocaba cierto desasosiego. Finalmente, acompañó a Wyrmir hasta el umbral de la posada. Una larga jornada los aguardaba, y otra más, antes de enfrentar el oscuro misterio que entrañaba aquel túmulo. Pero, en aquel momento, solo el deslumbrante titilar de millares de estrellas. Aún bajo las espesas nubes, la muchacha sentía su acogedora presencia, quizá fuera por su sangre élfica. Y nada apaciguaba su desasosiego mejor que aquel concierto celeste.

Eruiel alzó la mirada y sonrió.

La muchacha bajó la mirada y contempló a Wyrmir en silencio. Una suave sonrisa se insinuaba en su rostro y el brillo de cientos de estrellas en sus ojos, quizá ajena a la desazón que la embargara instantes antes.

—Más que mis consejos, fue tu buen hacer el que condujo la conversación con rienda suave pero firme y el que te ha permitido cabalgar con éxito hasta tu meta. ¡Enhorabuena para ti! —exclamó.

La brisa nocturna agitó la larga cabellera de la muchacha quien, con un ligero ademán, reacomodó una guedeja suelta. Entonces susurró, confidente:

—Me agradó el pequeño Mut. Es jovial, atento y muy inclinado a la aventura… Algo poco usual en un kûd-dûkan. Por otra parte, Angainor parece experimentado en estos menesteres y su mirada es franca. Es una buena señal. Me agrada también que vayamos acompañados Samman y... La otra criatura que viaja con Lorgan, el… dúnadan —dijo.

(El mago, pensó.)

Tras un largo silencio, Eruiel se encogió de hombros y sonrió, despreocupada.

—God niht... Min betstu gewill to þe!* —exclamó y echó a correr perdiéndose entre las sombras.

Eruiel muy rara vez dormía, por lo que, por las noches, acostumbraba a caminar hasta dar con un sitio apartado y silencioso bajo las estrellas. Entonces se sentaba a la vera de un largo ensueño, una suave melodía que solo ella escuchaba.

Su fuego secreto, su fëa.

La velada prosiguió. Wyrmir tuvo el detalle de pagaros los gastos hasta mañana. Él por su parte prefirió pasar la noche al aire libre. Antes de salir habló un poco más con Euriel. Y luego ya salió de la posada como alma solitaria.

Mut también se retiró temprano con la idea de hacerse con algún mapa de la zona.

Había un nuevo proyecto de aventura en curso. A algunos de vosotros no le hacía demasiada gracia. Pero como se suele decir, la experiencia también cuenta.

Amaneció un nuevo día, este con negros nubarrones en el cielo. Wyrmir regresó cuando comenzaron a haber acto de presencia las primeras gotas de lluvia y parecía que esta iba a persistir al menos durante unas cuantas horas. 

Con la planta baja de la posada como punto de encuentro pronto el grupo estuvo reunido allí. Mut mostró el mapa que junto con las indicaciones del nuevo integrante os hicisteis una idea aproximada de la ubicación del destino.

Ya solo quedaba… comenzar a caminar o esperar a que el tiempo mejorase, aunque en este mes del año la probabilidad de lluvia era mayor.

Viendo a todos ya reunidos los saludo con una gran sonrisa en mi cara. Aunque prefería estar preparando la fiesta de Yüle ha surgido la oportunidad de ayudar a un buen hombre y es nuestro deber ayudar al que lo necesite; o es la forma en la que veo mi vida de aventurero.

- Buenos días, aunque lluviosos. Eso puede que nos atrase un poco en nuestro viaje y dificulte algún tramo en el camino. Os recomiendo llevar la yesca bien escondida para que no coja humedad o encender un fuego nos costará mucho. Le pediré al mesonero unas piñas secas que puedan ayudar a hacer fuego que nunca vienen de más, además en mi zurrón no pesarán apenas. 

Muestro el mapa que adquiría tras haber madrugado hoy y empezaremos a hablar del viaje en sí. Me aseguro de que tenga una muda seca preparada por si la lluvia es fuerte y de que mi capa con capucha esté sin polvo y bien impermeabilizada con una ligera capa de la mezcla especial* de los Lanudo para que la lluvia resbale y no cale. Muchos años como pastores en las lluviosas colinas de la Cuaderna del Norte nos hacen saber cómo protegernos de la lluvia.

La lluvia en sí no me preocupa pero el barro sí, hará que vayamos más lentos y sobre todo convertirá algunas zonas del camino en resbaladizas seguramente. Además teniendo en cuenta que como hobbit voy descalzo siempre fastidia tener que lavarse los pies con barro seco entre los dedos.

Me sentía tentado a comprar algo de canela en rama, algo de fruta deshidratada y un pellejo de vino para hacer mi famosa receta de "Vino caliente especiado" que nos ayudaría a entrar en calor por las noches pero realmente sólo ayudaría a elevar la moral y sobre todo a tener un dolor de cabeza tras levantarse a la mañana siguiente así que deseché la idea aunque pensaba en preparar una buena cantidad en cuanto regresásemos.

Un nuevo día y una nueva aventura se nos presenta, y eso siempre me causa por igual inquietud y ganas. Miré por la ventana unos minutos, despertando del todo y recuperando la conciencia mientras veía las gotas de lluvia caer.

No me dí cuenta del problema que esa lluvia suponía hasta que comencé a recoger mis pertenencias para reunirme con mis compañeros. Lluvia significaba dificultades, teniendo una caminata prevista.

Desheché inmediatamente el pensamiento a la vez que cerraba la puerta del cuarto y bajaba las escaleras. En peores casos nos habíamos visto. 

-Buenos días tengáis, amigos. Buen consejo, Mut, el resguardar las cosas sensibles. Está claro que la lluvia también será nuestra acompañante, esperemos que por breve tiempo. Preparemos capuchas y cobertores, ¡y que unas gotas de vivificante lluvia no nos detengan!

Gusanoblanco estaba risueño en la planta baja de la posada, hablando tranquilamente con Mut.

Sí, exacto, es justo aquí entre los dos ríos –iba comentando-. Habrá que buscar un vado o preguntar si hay algún puente construido cerca. No, no he encontrado a nadie que me quisiese acompañar hasta allí, pero estoy seguro de que las indicaciones son las buenas.

Poco a poco se iban reuniendo las cinco personas que la noche anterior se habían conjurado para resolver el misterio del túmulo maldito y de la reliquia perdida.

Ansioso para empezar la marcha en cuanto antes, Wyrmir no se había percatado aún del cielo encapotado y de las primeras gotas que resbalaban por los cristales de “El Establo”.

Vaya, -dijo ante la advertencia del mediano- nos tocará andar acompañados del gris de los cielos y del silencio de los pájaros. –Hizo una mueca de fastidio-. ¡En fin!

Lorgan el Hechizero se reunió con ellos y Wyrmir le correspondió el saludo.

¿De veras es capaz este hombre de doblegar la voluntad de los vivos? –se preguntó el jovenzuelo. Si eso era cierto, Wyrmir no sabía si quería verlo… ni si quería compartir su camino con él.

Hacía años –recordaba Gusanoblanco-, en una especie de agujero en las rocas que había cerca de su poblado, se vino a vivir un viejo extranjero. Se refugió en un sitio tan pequeño que ni tan siquiera se le podía llamar cueva, era tan solo un retroceso en la pared que apenas servía para resguardarse de la lluvia.

El viejo, que apenas daba señales de vida más allá de algún avistamiento por parte de los exploradores del pueblo, rezaba siempre al borde del abismo -uno de tantos precipicios de los que abundan en las Ered Nimrais-. Rezaba y hablaba con la montaña con los brazos alzados, y muy pronto entre los suyos todos empezaron a llamarle el Hechicero.

Al cabo de cinco días todos estaban muy nerviosos. Aún no había pasado nada, pero estaban de acuerdo en que ese hombre les traería la desgracia y la venganza de los poderes de la montaña, así que finalmente su padre y otros hombres fueron a terminar con esa amenaza.

Sin darle tiempo siquiera de saber lo que pasaba, la cuadrilla de montañeses agarró al mago mientras dormía y lo arrojaron precipicio abajo.

El pequeño Wyrmir durmió mucho más tranquilo después de eso.

Ahora, el joven se miraba pensativo a Lorgan. Quien sabe las intenciones que se llevaba ese viejo loco de la montaña. En cualquier caso, el trato estaba cerrado, y la recompensa, esperando.

Desde hace un momento ya que los rayos de luz de un nuevo día se han colado por entre las hojas de la ventana y golpean de forma intermitente en mis ojos, incordiándome y obligándome a mantenerlos cerrados a la fuerza. Sin embargo, pasado un momento la molestia cesa y nuevamente me relajo para continuar descansando, aunque no transcurre demasiado tiempo hasta que en mi pecho, mi estómago e incluso una pierna, comienzo a sentir la presión y el movimiento de un cuerpo sobre mí. Frunzo el ceño un momento hasta que el leve sonido de un ronroneo se convierte en una fuerte melodía que me dibuja una sonrisa en el rostro, y antes de poder hacer nada siento un áspero y poco húmedo saludo que Samman me regala en la mañana.

Acaricio la cabeza de la Unca un momento y luego me siento en la cama, estirando tanto los brazos como las piernas para poder desentumecer el cuerpo. Me levanto y hago unos pasos, llevando las manos a un cuenco para mojarme el rostro y empezar a prepararme para la jornada.

La mochila estaba preparada desde el día anterior y lo único que había hecho falta para encontrarme listo era calzarme mis pertrechos. Miro a Samman de reojo y suspiro con alivio porque esta vez no deberá acompañarme. Aún es pequeña y me preocupa que puedan herirla, por lo que haber encontrado lugar en que la cuiden me había sacado un peso de encima.

Cuando termino de acomodar mis cosas preparo a la pequeña y, una vez ambos listos, nos dirigimos hacia la planta baja de la posada donde habíamos acordado encontrarnos todos. En el lugar, saludo a todos los presentes y luego me dirijo inicialmente hacia Lorgan.

"- Como prefiero evitar una situación como la que se dio en la torre, estuve preguntando por la zona y conseguí dónde dejar los Uncas a cuidado. Serían algunas monedas de estaño a la semana, pero podrían estar más seguros y nosotros más tranquilos- comento a mi compañero y después miro al resto- Esperó que la lluvia no nos acompañe por un tramo demasiado largo o complicará el recorrido... sólo nos queda intentar cubrirnos y mantener secas las cosas, como bien han dicho- expreso mientras aguardo a estar todos listos para partir".

Durante la noche, sombríos cúmulos de nubes tapizaron lo alto pregonando una larga jornada de lluvias. Sentada a la vera de un pequeño ojo de agua, Eruiel contempló la lenta pero incesante mutación del cielo, las largas pinceladas grises y el aire cargado de augurios.

Mucho antes de que despuntaran las primeras luces del alba, Eruiel regresó a la posada que la recibió con un hálito cálido y somnoliento. Una rápida mirada en derredor le sirvió para confirmar lo que ya intuía: salvo por el dueño de la posada, la cocinera y un muchacho que cumplía la función de recadero, ningún parroquiano a la vista. Se sentó en un rincón, junto al fuego, y desayunó lo que la cocinera le sirvió. Y sonrió ante la inocente curiosidad de sus anfitriones que contemplaban las puntiagudas orejas de la perendhil con genuino asombro.

Luego, Eruiel abandonó la posada y encaminó sus pasos hacia una intrincada callejuela atestada de tiendas. Cuando regresó, una fina lluvia se derramaba sobre el pueblo. Arrebujada bajo la capa, la muchacha canturreaba una antigua canción eorlinga.

Wæs seo tid cumen
þæt þær fæge men feallan sceoldon.
Þær wearð hream ahafen, hremmas wundon,
cráwa æses georn.
Wæs on eorþan cyrm.

Bogan wæron bysige, bord and onfeng.
Biter wæs se beaduræs, beornas feollon.
Wælræste geceas.
Swa stemnetton stiðhicgende.
*

Desde el umbral de la puerta, y aún tarareando aquella canción, observó a Wyrmir y a sus nuevos compañeros de viaje. Pero al escuchar las palabras del enano se sintió algo desilusionada porque aquellas magníficas criaturas no serían parte del grupo.

Finalmente, se despojó de la capa, saludó con un gracioso ademán a los presentes e inquirió:

—¿Estáis preparados para partir?

Como pudisteis os preparasteis para caminar bajo las inclemencias del clima. Así.. Aunque el camino pudiera embarrarse un poco, mejor al menos que ir campo a través por las posibles zonas encharcadas. De todos modos simplemente había comenzado a llover y no había llegado ninguna de estas situaciones peores.

Efectivamente a estas horas la parte baja de la posada estaba vacía a excepción de un lugareño que estaba tomando una taza de sopa caliente.

El enano había encontrado un lugar donde poder dejar los animales por espacio de una semana y parecía eso, que por el momento iban a seguir sin entrar en acción.

Antes de dejar a los animales y partir, también había que decidir una cosa más, o bueno, se podía dejar al azar, se trataba de ver quien que formación se adoptaría para caminar.

En cuanto al camino, el lógico inicial sería en dirección sureste. Pero luego habría que elegir entre seguir en dirección sur por el camino principal, o este por uno secundario. Hay que decidir cual de los dos caminos tomar.

La lluvia se hacía más presente, y como aún teníamos un rato por delante aproveché para ponerme la capucha con tranquilidad. Gracias a mi nueva bolsa de viaje viajaría más cómodo, y eso era muy de agradecer.

-Es una lástima que los dioses decidiesen escuchar a los labradores y concederles el favor de la lluvia justo cuando planeamos un gran viaje, pero podremos con él -miré a Viento, que estaba nervioso ante los preparativos -. Angainor, amigo.. Gracias por buscar acomodo para nuestros animales, pero confieso que esta vez yo había pensado poner a prueba la valía y el entrenamiento de Viento. Confío en nuestros uncas, y creo que su olfato y sus garras podrán sernos útiles. Viento vendrá esta vez si a todos os parece bien, me arriesgo a llevarlo -cómo se notaba que sabía que hablábamos de él, que alzó su majestuosa cabeza como dándose importancia-. Con Samman tú decides. Gracias igualmente por pensar en el bienestar de nuestros amigos, Angainor.

Le palmeé suavemente la espalda en señal de aprecio. Es un gran detalle el sentirse así de valorado por los amigos, que piensan en las posibles necesidades que uno pueda tener, y las atajan.

-Mirando el mapa, hay una bifurcación más adelante.. Habrá que decidir si ir por el camino principal o uno secundario. Opino que lo decidamos al llegar según lo que hayamos visto por el camino. Si no hay dificultades, podríamos continuar. El secundario quizás sea más inseguro.. o puede ser justamente al revés.