Partida Rol por web

Llegáis a un piso ruinoso en Barrio Viejo. Las paredes están llenas de humedades. La puerta no era muy segura y se abrió con un leve empujón.

-¡Julius!...¡Julius!- Pero parece obvio que no hay nadie.

Hay una cama, una silla, un armario y una mugrosa tela que quiere ser una alfombra. Una bacinilla y una jarra en una esquina y la ropa impecable son lo único libre de suciedad.

A medida Victoria habla me voy relajando. Finalmente me siento en el suelo. 

- Vino una mensajera a entregar esa carta. - La señalo el papel sobre la mesa. 

- Los recuerdos me asaltan. - 

- Es miedo. - Hago una pequeña pausa. -Es Rabia. - 

- Vyktor va a traer a la mensajera. Es una de las lacayas de Torquemada... - 

- No tengo claro cómo voy a reaccionar. Durante demasiado tiempo he huido de mi pasado. - 

Me estiro en el suelo y parece que sonría.

Me giro y veo el cuerpo de Hanna. - ¿Puedes hacerme un favor? Podrías sentar a la joven Marseille en la mesa. - 

Miro un momento a Victoria y añado. - No te preocupes. Su corazón sigue latiendo. - 

-Oh..un escritor...qué interesante- parece que le parece lo menos interesante del universo- y dígame, señor... ¿es usted acólito de nuestra Iglesia?

-Querido Cardenal, siento interrumpirle, pero justo estábamos despidiéndonos Vyktor y yo. Tiene una cita en media hora y no debiéramos entretenerle más, ¿no es así, Vyktor?

- ¡Jul! - me uno a sus gritos. Se me hace realmente raro estar llamándome a mi misma, o mi alter ego, o lo que quiera que sea a estas alturas, pero era lo que tocaba. - No parece que esté... pero gracias por mostrarme dónde vive, ahora me resultará fácil localizarlo. ¿Dónde dice que conoció a mi hermano?

-En la Universidad... Y no vivo lejos de aquí. ¿Oye Charlotte y dónde vas a ir tú? No te voy a dejar abandonada.. qué diría Julius.. Y perdona mi intromisión pero no pareces en tu mejor momento...

- Cierto. - Reconoce Vyktor. Entonces se dirige al Cardenal. - Si le soy sincero soy bastante nuevo en la ciudad, aún me considero un simple extranjero abrumado por lo desconocido que todo me resulta. He quedado con un historiador en un local cercano a aquí, pero temo poder perderme entre las laberínticas calles de Agartha. - Entonces señala a Silvia con la mano. - Conocí a Silvia hace poco y estaba intentándola convencer de que me llevara hasta allí. Pero ella ha esgrimido el argumento de que estando la hora de la comida tan cercana sería una descortesía que abandonara la mansión a estas horas. ¿Me permitiría usted robársela unos minutos? 

- No es algo que pueda negar...

Me vuelvo a mirar de arriba abajo de nuevo. Era obvio que no estaba realmente presentable. Si lo llego a saber, no hubiera hecho el cambiazo con las ropas de aquel vagabundo, pero ahora era tarde para arrepentirse.

- Pero ya has hecho mucho por mi...

Aunque mi hilo de pensamiento es muy diferente. Ojalá me lleve a su casa. Le preguntaré todo lo que pueda sobre Julius.

-Por supuesto, ningún problema. Mi invitada sabe cuidarse sola- sonríe.- pasen ustedes buen día.

-... Oh... Claro. Volveré a comer, Monseñor, pero no me espere si quiere.

Salís del palacete

La reunión comienza sin incidentes. Protocolo, caras hinchadas por puestos de funcionariado. Están los representantes del ejército, la policía, la casa real y, presidiendo la mesa, el alcalde. Freimann parece un sucio soldado cansado entre tanto hombre de palacio.

-...Y ahora después de las presentaciones y la lectura de las declaraciones de los testigos, vayamos al grano. ¿Qué es esta cosa y qué podemos hacer para aniquilarlo? Sr. Freimann, de los aquí presentes usted es el único testigo ocular, ¿le importaría ser el primero en tomar la palabra?

- Milady. - Dice Vyktor, esgrimiendo una amable sonrisa y ofreciéndole el brazo a Silvia.

Ella se coge de su brazo, le mira suspicaz y mira al frente pensativa

Cuando ella se agarra, Vyktor comienza a avanzar por la calle, alejándose de la mansión del Cardenal. Sonríe felizmente como si se tratase de un hombre que va con su esposa. No muda dicha expresión mientras que habla.

- Lamento las molestias que te pueda ocasionar. - Se nota un cierto sarcasmo en su tono de voz. - Pero me ha parecido que la conversación se había interrumpido en el punto más interesante.

-Mejor así. Tenía algo rondándome... pensé que era una locura, pero no. Quiero trabajar con vosotros. Tengo mis razones que solo explicaré cuando esté ante Aedalus. Sigamos andando. No intentes noquearme, tengo una pistola apuntando hacia tu corazón.

Ves cómo ella también parece sonreir como una recién casada y tiene su mano libre metida por dentro de la capa, como si tuviera frío.

-Le dejaré una nota. - Con palpable dolor Tristan garabatea unas palabras en la última hoja de su libro y la arranca. Deja la nota sobre la cama- Vivo con mi tía a dos bloques de distancia. No puedes quedarte aquí sola. Cuando venga Julius estaremos cerca.

Seguro que era un hombre encantador pero la seguridad y la confusión no le sentaban bien. Estaba de un feo color amarillento y tartamudeaba.

Cuando entrasteis a su casa, un bajo de tres habitaciones de un bloque comunitario con una pinta también deplorable, Tristan llamó a su tía Johanna a la habitación de al lado y te dejaron tomando un té caliente en la salita. La casa estaba llamativamente limpia. Al fondo se escuchaba la voz nerviosa de Tristan y exclamaciones de ternura como "Oh, pobre criatura" por parte de su redonda tía.

Tomo té nerviosa.

Pese a que me ofrezcan cobijo y seguramente no vaya a ser encontrada aquí, no me gusta cómo he ido a parar ahí. Estoy en casa de Tristan por lástima. Las exclamaciones de su tía no hacían más que confirmarlo.

Pero... aguantaría. No creo que me vaya a morir por hacerme pasar por una muerta de hambre un rato. Pero si Julius no vuelve, cosa que ocurrirá, no voy a tener forma de largarme de ahí. Ya se me ocurrirá algo, pero intentaré recopilar toda la información que pueda.

Mientras tanto, mientras tomo pequeños sorbos de té, miro a mi alrededor. Observo la decoración, cuadros (si tienen) y las vistas a la calle.

Vyktor siguió avanzando, pero algo menos confiado. 

"¿Que está tramando?" 

No le preocupaba especialmente que Silvia le disparara, pero a pesar de que ella pensará que tuviera ese as a su favor... ¿No le estaba dando demasiado confianza a una simple arma? Aunque bueno, en el fondo un disparo en el corazón mataría a cualquier ser humano común y corriente, quizás ella no estaba acostumbrada a tratar con la magia.

En todo caso, era evidente que ella tenía un plan, pero fuera como fuera, una vez que entraran dentro de los dominios de Aedalus, cualquier plan se iría al garete. 

Vyktor ríe por la bajo, como si su "esposa" le hubiese comentado algo divertido. 

- No te preocupes, seré tan gentil como lo hubiera sido si hubieses aceptado mi invitación a la primera. 

Siguiendo las indicaciones de Aedalus, coloco a la joven Marseille en la mesa y me siento en una de las sillas, después de leer la carta, añado - ¿De verdad estás planteando unirte a la iglesia, a aquellos que te han perseguido? - cabizbaja y con los ojos cerrados, meditando la situación - ¿Cuánto tiempo disponemos hasta que Victor traiga a la mensajera? - me froto la frente - ¿Aún necesitas a Charlotte?

Me levanto del suelo de forma bastante aparatosa. Mientras voy a mi sitio contesto a Victoria.

- Nunca me aliaré con la iglesia. Eso es lo único que tengo claro. -

Después de unos momentos añado - Pero tampoco quiero huir de Agartha. -

- Vyktor espero que vuelva pronto. - mientras lo digo las marionetas parece que van recobrando la vida imbuïda. - Voy a intentar arreglar este desastre... - Parece que estoy un poco mejor pero mis movimiento son bastante más torpes que de constumbre.

La última pregunta la contesto una vez estoy sentado. - No la necesito, quiero tenerla. Su talento es impresionante. Con su ayuda podría tomar esta ciudad sin dificultad. - 

Sonrío un tanto siniestramente mientras añado. - Entonces necesitarían más que un grupo de fanaticos para llegar hasta mi. -

< Va pasando el rato >

Mientras pasa el tiempo las marionetas se ponen en marcha completamente. De las primeras acciones que hacen es traer una infusión en una taza de hierro con hornamentos de un dragon asiatico.