Partida Rol por web

Vyktor se paró un instante ante la puerta. Entrar por la puerta era desde luego más señorial, pero algo le decía que tendría que andar con más cuidado. Entonces, escuchó ruidos en el jardín, detrás de la casa.

Ese misterioso personaje había seguido a Aedalus durante todo el camino hasta su casa. Sucios ladrones.. tendría que haberse cogido un carruaje. Estaba seguro de que su casa era inexpugnable, pero le daba rabia escuchar al merodeador, como una rata en el sótano. Ahí se le oía en el patio de atrás, merodeando. ¡Qué diferente de cuando le había seguido sigilosamente por la calle! ¿Y si fuera una banda? Aedalus se sonrió.

Normalmente solía convertir en obras de arte a personas que vivían en lugares con más vida. Que un par de sirvientes, incapaces de proteger a su señor, tuviesen el honor de presenciar mi creación era mejor para difundir los rumores y con ello crear la publicidad perfecta para mis futuros clientes. El miedo era, al fin y al cabo, uno de los ingredientes más apetecibles previos a la creación de mi arte. Que aquella mansión, tan a las afueras de Agartha, estuviese privada de aquella vida resultaba como mínimo sospechoso. 

Decidí dar un paseo alrededor de la parcela, para evitar sorpresas inesperadas. 

Alrededor de la casa había un jardín muy bien cuidado, con fuentes blancas y un pequeño quiosco. Pero ¿Quién mantenía esos cuidados? Se seguían oyendo ruidos más adelante, en la entrada de atrás de la casa. Podía ser un animal. La verdad es que eran pocos, pero contrastaban con la extrema quietud de la mansión.

Empiezo a mover las manos haciendo gestos como si estuviera dirigiendo una orquesta. Una simfonia tranquila, por ahora. 

Las marionetas puestas para accionar las luces empiezan a llenar de vida y movimiento la casa. Mientras me asomo por la ventana para observar al patio para ver al merodeador, ahora con las luces de la casa debería poderlo bien sin problemas. 

"Una mansión recientemente abandonada, ¿Quizás? ¿O un hombre muy solitario? A lo mejor tiene a los sirvientes alejados de la mansión y él prefiere la intimidad... Lo que está claro es que este lugar y ese hombre esconden secretos." 

Me acerco con cautela hasta la fuente del sonido (Desde el exterior de la valla) y observo su procedencia. 

Las luces se encienden de repente. Todas. A la vez. 

Del sitio donde venía el ruido se escucha un tropezón y el romper de cristales. Fuera lo que fuera, se había precipitado contra una ventana de la parte baja.

Al encender las luces, se oye un movimiento de sobresalto y un romper de cristal. ¿Estará ahora dentro de la casa?

Por un momento te fijas en la valla de hierro forjado. Al fondo parece haber una figura...

Pero entonces oyes pasos en el piso de abajo. No hay duda, hay alguien dentro.

La aparición de a luz me molestó e hizo que apartara la vista durante unos segundos. 

"Luz... Casi prefería la primera opción... ¿Pero quien ha roto los cristales? ¿Estará el hombre entrando en la mansión sin permiso? Quizás la luz la hayan encendido los sirvientes y los verdaderos dueños de la mansión estuvieran durmiendo..."

Me asomo de nuevo para ver el interior de la mansión y buscar a quien ha provocado el destrozo con la vista.  

Se ve una figura en una ventana de un piso superior. Podría ser el joven. Mueve los brazos exageradamente.

En el piso de abajo se observa una figura que se mueve, asustada, trata de ocultarse. Al parecer a él las luces tampoco le hacen ninguna ilusión. La figura lleva lo que parece una gorra de obrero del puerto. No puedes distinguir más. Parece que hubier más figuras, pero están quietas. Pudieran ser estatuas.

"Veo que es bastante más hábil de lo que parecia. " Pienso mientras me dirijo al centro de la casa. 

"Voy a mi sala de defensa, esperaré al merodeador aquí. Si su velocidad de reacción es igual a su capacidad de rastreo no me hará falta tenderle una trampa el mismo vendrá a ella. " Pienso mientras me muevo rápidamente a la sala de defensa. 

Es una sala con grandes butacas y una hogar de leña señorial. Allí tengo una pequeña orquesta de instrumentos que se tocan solos. Puedo elegir que canción tocar con mis guantes. Cuando llego allí me siento en una butaca y pongo una simfonía más animada que resuena por toda la casa. 

Para mi protección la sala tiene infinidad de pasadisos secretos, es el sueño de cualquier ilusionista. Hay marionetas por toda la sala dentro de armaduras imperiales y grandes alabardas. Hay espejos y hilos preparados para poder engañar a cualquiera que entre, una vez compruebo mentalmente todo el aparataje me siento, pongo un par de vasos de ron al lado mio y espero al merodeador. 

"Así que tenemos a una rata atrapada, ¿Eh?"

Me divierte la situación. El dueño de la mansión parecía que iba a comenzar a moverse. Luces y gente alertada no era la combinación ideal para la sorpresa que tenía preparada. Tendría que cambiar de planes, primero había que esperar a que la rata tomara una decisión. Por un lado, la ansiada libertad del exterior lo metería en la boca del lobo, cosa que al menos conseguiría frenar el hambre que tenía. En caso de que no escapara y de que los de la mansión lo atraparan, me darían la oportunidad perfecta para la sorpresa. 

Así que decido esperar y observar como procede la situación. 

Se escucha música por toda la casa.

El intruso duda un segundo pero, después de ver que nada ocurre, respira hondo, se levanta y se pierde hacia el interior de la mansión, temblando, con una daga en la mano apuntando a todas partes. En la otra lleva lo que parece una pistola. Avanza titubeante. Vyktor lo pierde de vista.

Abajo, Aedalus nota que alguien se mueve. Sigue centrado en la música, una sonrisa en los labios, expectante. ¿Llegará?

"Que tipo más excéntrico." Pienso cuando comienza a sonar la música. "Estoy seguro de que se convertirá en una buena obra de arte, me encargare de exponerlo junto a esta melodía."

Decepcionado por la perdida de visión y la valentía de la rata decido que la fiesta no puede continuar sin mi. Con la tranquilidad de quien entra en su casa me ayudo de las sombras para escalar la valla y me meto en el jardín. 

Una vez dentro me ciño bien el sombrero de copa para que haga la máxima sombra posible sobre mi rostro y me coloco una mascara* que tengo preparada en un bolsillo interior del traje. Aprovechando el agujero que ya ha creado la rata, me meto dentro de la mansión y, con sigilo, empiezo a avanzar por el camino que ha tomado. Observo con atención el interior de la mansión buscando algo sospechoso o interesante. 

Según llega al hall, la música se interrumpe y se escucha ruido de golpes, gritos y forcejeos sobre su cabeza. Frente a Vyktor, una escalera se bifurca hacia el piso de arriba, cubierta de ricos terciopelos.

Y la mosca cae en la red. 

Pero para sorpresa de Aedalus esa no era la mosca que esperaba.

Parecía un obrero más que el hombre elegante con el que se había cruzado en el puente.

"Decepcionante interrupción... Aunque el silencio es también un buen acompañante. Un silencio solo acompañado por gritos y súplicas."

Me estaba poniendo eufórico y aún no había visto lo que me deparaba. 

Comienzo a subir con normalidad la escalera, con la confianza de quien se pasea por su casa por la noche, aunque sin dejar de estar alerta a las sorpresas.  

Vyktor llegó hasta una puerta de madera maciza, dintelada. Estaba aun entreabierta. Se trataba de una sala adornada con máscaras exóticas y estatuas de marmol, con los brazos y los ojos pidiendo al cielo su salvación.

- ¿Qué te trae por mi humilde morada? - Dijo el señor de la casa sentado en una gran butaca. Mientras, observaba a su invitado sentado delante, rodeado de dos grandes armaduras que lo tenían inmovilizado.

- Nada. - Contestó el invitado aguantando la compostura mientras observaba con miedo las armaduras.

- Verá, si me lo dice ahora nos ahorraremos una larga noche. - Mientras lo decía. Aedalus abrió un cajón con un mecanismo de abertura muy ornamentado y de él saca un casco con una serie de púas que sobresalen.

Con fuerza, las armaduras sujetaban la cabeza del invitado.

- !¿QUÉ ESTÁS HACIENDO?! - grita el invitado mientras Aedalus le fijaba el casco en la cabeza.

- Podría cortarte en pequeños cachitos pero te dejaria demasiadas marcas, asi que probare un experimento. ¿Conoces la expresion "El dolor esta solo en la mente"?

El invitado había dejado de gritar para mirar con terror mientras Aedalus hablaba.

- Porfavor, déjame marchar. No diré nada. - suplica el invitado hasta que Aedalus da un golpe en una de las puas que atraviesa el cráneo, llegando al cerebro. Introduce la pua hasta que el invitado grita. - AAAAHHH

- El dolor que sientes nunca se va a ir, pero no es el único punto que existe. Puedo incrementar este dolor que sientes por cada vez que respondas de forma incorrecta. Ahora dime. ¿Qué haces aquí?

El invitado solo dejó de gritar para empezar a rezar en lo que parecía Latin. Había cerrado los ojos y parecía que fuera entrar en un trance en cualquier momento.

- Ya veo, no hace falta que digas nada más. - Dijo Aedalus mientras volvía a sentarse en la gran butaca. - Estás en lo cierto, si has venido a mi casa en busca de un monstruo, cazador

 En Italia ya me encontré con vosotros, pertenecia a un linaje de grandes artesanos. Nuestras obras eran reconocidas a lo largo y ancho del reino. Pero cuando hubo la explosión del Olvio y los cazadores arengados por el vaticano empezaron su "caza de brujas" todos los que odiaban la capacidad de mi familia para crear belleza vieron su oportunidad para atacar.

Nadie de mi familia tenia ninguna clase de poder pero por alguna extraña razon uno de los cazadores cuando estaba en nuestro taller detectó restros de uso de magia. Yo estaba ahí, entonces tendría que haberme dado cuenta de lo que iba a pasar pero aún confiaba en la iglesia, nunca hubiera esperado que aquella misma noche más de una docena de cazadores vestidos con esos trajes blancos que les tapaban la cara y antorchas aparecieran delante de nuestra casa.

No hubo juicio, no hubo posibilidad de defensa. La sentencia era muerte por fuego. Rodearon la casa y empezaron a quemarla.

Después de unos momentos de silencio en los cuales solo se escuchaba el recitar maniáo del invitado Aedalus siguió con su relato.

-Mi padre entró en la habitación en la que estaba durmiendo para avisarme que me escondiera en el sótano junto con mi madre y mi hermana. Él y mi abuelo salieron para hacer que esa locura parara. Lo último que escuché fueron gritos seguidos de disparos.

El sótano no estaba preparado para soportar fuego por lo que nos habíamos escondido en lo que sería nuestra tumba. Cuando las vigas de la casa empezaron a caer y el aire estaba a punto de volverse completamente irrespirable corrí. Huí del sotano pese a que mi madre y hermana me miraban como si me hubiera vuelto loco. Creo que ellas aceptaron que sería mejor una muerte por humo que notar como todo tu cuerpo se cocinaba con el fuego de la casa.

Me daba igual, iba a sobrevivir. No podía pensar otra opción.

Cuando llegué al taller intenté salir por la puerta por la cual traían los materiales pero estaba completamente colapsada. Delante de mi solo había escombros y fuego. Aún no sé porque decidí lanzarme pero lo hice.

Cerré los ojos y avancé hasta que cuando los abrí estaba fuera de la casa. Me giré y pude comprobar como por donde habia pasados los escombros habian desparecido. Podía notar una sensación extraña en mi manos. Miré fijamente el fuego y notaba el aire, la madera, el marmol. Lo notaba toda a mi alrededor y con un movimiento de mi mano el aire cambio y con el fuego se extinguió.

Iba a volver a buscar al resto de mi familia pero un cazador me vió y me disparo. La bala me atravesó la mano y me caí hacía atrás. No pude hacer otra cosa que huir de ahí.

 Estando en un bosque cercano mientras mi mano sangraba intenté usar mi don para arreglarme la mano. Conseguí que dejara de sangrar pero la mano estaba completamente inutilizada. Seguí mi camino hacía el norte, quería encontrar un sitio donde poder descansar.

Durante esta época de trotamundos empecé a entender bien mi poder y me di cuenta que los cazadores tenian razón. Había un monstruo en esa casa. Cuando llegué a Agartha mi mano era completamente funcional y me había tomado la libertad de cambiarme algunos rasgos faciales para que no me pudierais volver a encontrar.

Mi poder tiene muchos usos pero los habitantes de esta ciudad creo que apreciaron especialmente el que me permitía darles todo el oro que quisiera. Compré esta mansión y me dediqué a remodelarla completamente mientras perfeccionaba mi poder.

 Estas obras que están a tu alrededor son mías. En Italia mi especialidad eran las marionetas. No era para nada el mejor construir de mi dinastia pero en cuantoa mecanismos eran una exquisitez. Así que decidí usar mi poder para perfeccionar mi tecnica. Algo que descubrí es la complejidad del cuerpo humano, cada nervio, musculo, hueso todo está perfectamente coordinado y se mueve con una precisión excelentes. Por ello decidí empezar a usar humanos como materia prima.

 Como bien dice la iglesia yo no soy un humano. Vosotros asumisteis que los seres que pueden moldear la realidad son siervos del demonio pero no podeis comprender que en realidad somos Dioses. ¿Quién sino tiene la capacidad de moldear la realidad a su gusto?

 Soy un ser divino, pero aún no he llegado a mi máxima capacidad. Puedo moldear la realidad pero no puedo actuar como un dios verdadero y crear vida. Por eso creo marionetas y investigo como está hecho el ser humano. Acabaré cogiendo mi lugar en este mundo con un dios en la tierra.

Superar a nuestro creador es mi objetivo pero dime Cazador. 

¿Qué has hecho tu para superarlo?

Entro en la sala sin molestarse en ser discreto y comenzó a aplaudir.

- Magnifica historia. - Digo al mismo tiempo que se van apagando los aplausos. - Si me acuerdo de todo lo que has dicho posiblemente acabe escribiéndolo en uno de mis relatos. Aunque tengo ligeras dudas sobre el desenlace del mismo... - Miro fijamente a Aedalus, como si el hombre entre las armaduras no existiese. - ¿Contar toda esa historia es otra forma de tortura? Pues debo avisarte de la ineficiencia de la misma, creo que las victimas acabaran antes durmiendose o desangrandose . - Entonces señalo con el dedo a la cabeza del hombre. - Por cierto, bonito juguete es ese, es una pena que sea un casco tan ceñido, no permite ver el color de la obra... 

Sonrió, parece que estoy satisfecho con mi intervención.