Partida Rol por web

Hospital del Monte Sinaí, Madison Avenue, Manhattan

Nuestros protagonistas tomaron el coche de David en la puerta del mismísimo hotel y en poco menos de diez minutos se plantaron en pleno Manhattan, aparcando en la puerta del hospital.

Entrásteis por la puerta principal (no os atrevísteis a entrar por la de urgencias, estaba muy mal visto que gente sin urgencias entrara por allí) , un muchacho de poco más de quince años se encargaba de abrir y cerrar las puertas a cuantos entraban y salían (que no eran pocos precisamente), al veros inclinó la cabeza en señal de saludo y os abrió la puerta.

Entrásteis en una recepción totalmente abarrotada, acostumbrados a Boston (menos David) os pareció que Nueva York era una locura de gente por todas partes, ni en el mismísimo hospital se podía estar tranquilo.

¿Así cómo se iba a curar alguien?

La gente era extremadamente maleducada y follonera, hablaban a voces, discutían entre ellos y hacían todo el ruido del mundo, además se mezclaba el sonido con los propios doctores y enfermeras yendo y viniendo.

En la recepción había dos chica de veintipocos, una atractivísima y la otra del montón. Al entrar vosotros, ambas estaban ocupadas, había una cola de tres personas delante vuestro (dos siendo atendidos y una mujer detrás esperando).

David miró con nerviosismo a su alrededor. Detestaba los hospitales. Aun recordaba cuando había estado de pequeño con amigdalas en uno y lo mal que lo había pasado y aquel recuerdo no se había ido a lo largo de los años.

Espero que Lew hablase con la recepcionista pero no imaginaba como iban a conseguir que los dejasen ver los cuerpos o darles la dirección de los familiares. 

Maldita sea, aquello era mil veces pero que Boston, eso si que era una aglomeración... Había gente esperando pero yo no tenía ninguna intención de esperar toda la cola, además ni siquiera estaba enfermo.

- Dejádmelo a mi, chicos - les dije y después me encaminé hacia el bullicio.

A la gente no le iba a gustar que me colara pero uno se muestra más participativo cuando el que le habla es un agente de la ley, ya sea un policía o un investigador privado, para el caso era lo mismo.

- Apártense por favor - dije mientras me iba colando.- Detective... apártense por favor, necesito hablar con la señorita - le dije a uno que no se quería mover.

Al final llegué al mostrador y decidí hablar con la chica de abrumadora belleza, y no exactamente por eso, sino porque lo más probable es que fuera la más idiota de las dos y, por tanto, la más fácil de convencer de cualquier cosa.

- Hola encanto, soy el detective Callahan, Harry Callahan - dije apoyándome sobre el mostrador.- ¿Serías tan amable de avisar al gerente? Se trata de un asunto confidencial, ya sabe, no puedo ir por ahí aireando información sobre el caso, ni siquiera a una mujer tan guapa y elegante como tú - sonreí y le guiñé un ojo, en plan seductor.

Al pasar Lew casi a codazos, la gente se quejaba - típica cortesía neoyorkina - y se escuhó algún que otro insulto, la mujer que estaba esperando no fue menos y llamó a Lew maleducado, aunque el hombre que estaba siendo atendido por la recepcionista al ver los aires de Lew se abstuvo de hacer ningún comentario (fue seguramente, prudente).

La muchacha parpadeó (tenía unos párpados largos y curvados) y después enarcó las cejas - ¿al gerente? ohhh... ¿ha muerto alguien? cuente cuente. - en efecto, era tonta del culo.

Nigel se asomaba por la ventana del automóvil como lo hacen los perros que viajan en una camioneta... con la boca y los ojos bien abiertos de tanta fascinación. Santo cielo... Nueva York era una ciudad realmente espectacular. Si Boston había fascinado al inglés apenas un mes atrás, Nueva York se salía de todo lo que cabía de esperar de una urbe por muy magnífica que ésta fuera. Los edificios parecían gigantescos decorados de una perfección y un equilibrio sin par, las calles eran enormes hervideros de gente que andaba con extrema prisa de un lugar a otro... sin duda los neoyorquinos eran personas tremendamente ocupadas y con poca paciencia. Fascinante...

La llegada al Hospital había puesto a Nigel un poco nervioso. Demasiado tiempo de su vida había malgastado en las paredes de ciertas instituciones médicas como para ahora meterse en una de ellas en lugar de... vivir la vida. Pero... ¡válgame el cielo! Aquel hospital no se parecía en absoluto a los lúgubres y terroríficos edificios que pululaban por el sureste de la muy noble gran bretaña y que parecían más lugares de pesadilla que centros de curación.

Y por fin estaban dentro. Lew había tomado la iniciativa lo que había relajado y divertido a Nigel ya que esperaba no tener que hacerlo él "tirando de credenciales médicas". De cualquier manera aquella muchacha estaba de toma pan y moja. Nota mental... las neoyorquinas son la creme de la creme...

No pude evitar sonreir, me encantaba cuando mi poder deductivo me llevaba por el camino correcto... una chica tontita era justo lo que necesitaba.

- Bueno... señorita, no puedo revelar información confidencial, ya se lo he dicho - dije haciéndome el interesante.- Pero si avisa usted al gerente para que tengamos una reunión quizás le cuente algo... entienda que no puedo excederme en mis funciones, pero no puedo negarle nada a esos preciosos ojos que tiene.

Sonreía pero por dentro me reía a carcajadas.

¡Qué galán es usted comisario! - ¿ein? sí, era muy muy tonta -pues no se preocupe que ahora mismo el indico cuál es el despacho del gerente. Está en esta misma planta ¿sabe? claro, un enfermero jefe- ¿ein?- es tan importante que tiene su propio despacho ¡con secretaria y todo! tomen ese pasillo que queda a su derecha, la penúltima puerta a la izquierda, llegarán a una salita dónde hay una señora , Dora, ya mayor pero muy apañada, tiene dos hijos estudiando en Jale saben? creo que becados o algo por el estilo, pero la pobre anda fastidiada porque falleció su padre no hace ni un mes, era pescador. Pero no de esos de ahora de barcos grandes, sino de los de antes que iban en barquita... pregúntenle  por el Señor Hopper.

- Gracias encanto - respondí después de asimilar las indicaciones de la chica.- Tenemos mucha prisa ahora mismo ¿sabes? pero en cuanto hablemos con el gerente me paso por aquí y te cuento un poco de lo que está ocurriendo - no pensaba hacerlo pero algo tenía que decirle.- Puede que incluso te invite a cenar ¡Qué demonios! - tampoco pensaba hacerlo aunque no habría estado nada mal, hacía ya tiempo que no salía por ahí con una mujer y un hombre tiene necesidades...- Nos vemos luego, preciosa.

Y con un toquecito del sombrero me despedí de ella y le hice un gesto a David y a Nigel para que me siguieran por el pasillo que nos acababa de indicar la recepcionista.

David siguió a Lew, desde luego seguía teniendo aquella forma de hablar y ese carisma que lo caracterizaba. David sonrió mientras iban en busca de Dora. Miró a Niguel de reojo que seguía callado, parecía algo excéntrico pero si iba con ellos sería por algo. Seguramente su excentricidad sería lo demos si todo aquello apuntaba tan alto como parecían creer. Recordó el diario de su difunto compañero, que lo llevaba guardado y pensó que debería seguir escribiendo todo lo que ocurriese, quizás un legado. Aunque espero tener mas suerte que su anterior dueño.

AL llegar a la habitación indicada por la recepcionista que al iros siguió a lo suyo, encontrásteis a la tal Dora escribiendo a máquina. Tuvísteis que carraspear varias veces para que os hiciera caso y dejara de escribir

- Buenos días caballeros. ¿En qué les puedo ayudar?

- Buenos días, señora - dije quitándome el sombrero y saludándole con una leve inclinación de cabeza.- Soy el detective Callahan, Harry Callahan, y estoy colaborando en una importante investigación con la policía de Nueva York... Como usted comprenderá no puedo darle más detalles pues se trata de un caso confidencial, pero me gustaría hablar en privado con el gerente... el señor Hopper me han dicho... si fuera usted tan amable de avisarle de que estamos aquí.

La mujer asiente- esperen un segundo aquí - se levanta y pasa detrás del escritorio y camina hasta una puerta que queda a vuestra izquierda y sin llamar abre la puerta sin entrar - Señor Hopper, unos caballeros preguntan por usted 

- hágales pasar - se escucha desde el otro lado

La mujer os mira y os hace un gesto para que entréis.

- Vamos chicos - dije, indicándoles a David y a Nigel que entraran conmigo.

Le sonreí a la recepcionista y después entré en el despacho del señor Hopper, repasando mentalmente cómo iba a hacer las presentaciones y demás parafernalia. Por suerte todo tenía bastante sentido, David era un contable pero podía pasar por abogado o algo así y Nigel era médico, al final todo tenía relación con las muertes de aquellas personas.

- Buenos días, señor Hopper, le agradezco que invierta un poco de su tiempo en nosotros - dije tendiéndole la mano.- Soy el detective Callahan, y estos señores colaboran conmigo en la investigación que llevamos a cabo... el perista David Jackson - dije refiriéndome a David.- y el médico John Finnigan - dije señalando a Nigel.

Nigel sonreía como un bobo. Ya no sólo por lo feliz que se sentía en una urbe vibrante y apasionante como aquella sino también, mucho más de hecho, por la actitud chulesca del bueno de Lew. Ahora resultaba que se hacía llamar Harry... Harry Calahan; un nombre inventado pero a todos los efectos práctico y con gancho. Era evidente que él sabía como hacer esas cosas. Al fin y al cabo era detective. Pero el doctor británico sólo sonreía con pasmo viendo como el personal del Hospital abría todas sus puertas ante alguien con una actitud tan decidida y "profesional".

Primero la enfermera guapa y estúpida y luego... Nigel pensó que la tal Dora sería un hueso a diferencia de su compañera de la recepción pero no fue así. La puerta del gerente del Hospital también se abrió de par en par y los tres hombre pudieron entrar. Primero Lew... er, Harry. Después David y tras él, en último lugar, el bueno de Nigel quien se permitió guiñar el ojo a la tal Dora y proferir un sordo:

- Gracias... encanto.

Probablemente el sonido no hubiese sido perceptible a nadie que estuviese más lejos que el cuello de su camisa ya que Nigel acto seguido enrojeció como un tomate pensando que su osadía podía haber hecho saltar todo el plan que estuviese montado en la mente de Lew. Fuera cual fuera...

Y ahora parecía que Nigel ya no era Nigel... John... John Finnigan. Al menos era un nombre interesante. Podría plantearse cambiarlo definitivamente. Quizá...

Un hombre con unas gafas oscuras, pelo rizado no muy largo alborotado y haciendo un medio tupé al lado izquierdo os recibe tras un escritorio sobre el que hay un cenicero de cristal verde abarrotado de colillas. El olor a tabaco del despacho es insoportable, es como si el hombre tuviera una chimenea por despacho.

- Mucho gusto. Perdonen que no me levante - dice indiferente - ¿en qué les puedo ayudar? no me lo digan... ¿necesitan información sobre un paciente ?

- No exactamente - dije buscando las palabras correctas.- En realidad necesitamos información sobre ciertas personas que si que fueron sus pacientes pero... - carrespeé.- Ahora están muertas... David, recuerdále los nombres a este amable señor.

Lo de "amable" llevaba cierta ironía, pues el muy cabrón ni siquiera nos había invitado a sentarnos. Tenía suerte de que yo no fuera un policía de Nueva York o ya le habría metido el cañón de mi 45 en su enorme trasero.

Hace no mucho ingresó un paciente llamado Hollower, de nombre de pila James. A su vez y por un breve espacio de tan solo días ingresaron otros dos pacientes-dijo mostrando seguridad interpretando su papel- el detective no les está investigando a ustedes...todavía. Las tres muertes fueron muy similares y las explicaciones dadas a sus familiares han sido mas bien escasas. Supongo que ni a mi, que solo vengo en calidad de acompañante y asesor del señor Calahan-aclaró para tranquilizar un poco al hombre y que no se desbordase el vaso- ni a ningún otro abogado nos costaría encontrar errores o procedimientos dudosos en sus fichas. Como mínimo para paralizar a buena parte del personal de este centro durante una temporada -se quedó unos segundos en silencio satisfecho de si mismo- pero como le decía solo queremos información acerca de James Hollower y de las personas que mostraban sus mismos síntomas.