Partida Rol por web

- Bienvenidos a mi hogar -había dicho al abrirles.

Luego en el salón, tras apurar el brandy con Lew se movió hasta la cabecera de la mesa y preguntó -bien damas y caballeros. ¿Puedo saber sus nombres y a qué se dedican? o se dedicaban mejor dicho. Imagino que ya les habrá contado Lew toda la historia... tengo novedades para ustedes, nos hallábamos en un punto muerto hasta hoy. Pero coman por favor, prueben el asado de pollo y la ensalada de col.

Sean se recompuso la chaqueta y carraspeó.

-Encantado de conocerle, zeñor Edwin.- Dijo tratando de atenuar en lo posible el marcado acento irlandés. -Me llamo Zean Connolly, zoy irlandez y como muchoz de miz compatriotaz he venido a Eztadoz Unidoz en buzca de oportunidadez.- Se lamenta del diente perdido en aquella pelea en esa taberna de Killarney, no puede ni pronunciar su nombre sin mostrar ese horrible ceceo. Decide seguir el consejo de prudencia del señor Harper y no decir más de sí mismo por el momento.

Sarah Crawe- se presenta- es un placer conocerle- añade mientras extiende su mano a modo de saludo- soy escritora, y afortunadamente con algo de éxito- sostiene. 

- Al grano, señor Edwin, ya hemos tenido demasiados percances que nos han hecho perder un tiempo valioso - dije, apremiándole, su actitud a veces me sacaba de quicio, como si no hubiera muerto ya bastante gente.- Cuéntenos eso que ha descubierto.

Hace un ruido rarísimo antes de decir

- Eh... bien... por supuesto -tose media docena de veces tan fuerte que en la última apunto está de darse de bruces contra el plato -no me siento muy bien... esta maldita enfermedad.

Verán.. uno de mis espías ha descubierto el lugar en el que está Carl Stanford y los... los... -vuelve a toser- pesos pesados de la organización. Están todos... -en ese momento, Edwin cae hacia delante desplomado sobre el asado.

   El buen Leonard parece no considerar mi teoría como una locura y me alcanza para sonreír un poco, aunque se borra con suma rapidez cuando nos damos con la casa sí. Las cosas que allí habían y la disposición del señor Edwin no levantaba sospechas sobre alguna participación en la trampa pero no me iba a confiar de esa primera impresión aún cuando el viejo aparentase estar en las últimas.

   Sin embargo, agradezco la cortesía del hombre y, arrastrando pesadamente mi equipaje, logro llegar casi sin aire hasta la habitación que me había sido asignada. Estaba rodeada de cosas bastante lujosas y se notaba que el viejo no hacía reparos en algunas excentricidades típicas de los ricachones, pero el aspecto descuidado de algunas cosas era un reflejo del estado de salud que ese frágil hombre se encontraba atravesando. Momentáneamente tendría que dejar de lado estas consideraciones y centrarme en ir rápidamente hacia donde está Lew con el viejo, ya que ahora que estábamos todos no me parecía buena idea que nos separásemos por mucho tiempo. Alcanzo a tomar los elementos necesarios para hacer algunas anotaciones en caso de ser necesarias y me dispongo a reunirme con los demás en el comedor.

   Una vez abajo, nos esperaba una suculenta cena cuidadosamente mantenida a temperatura para que la encontrásemos en óptimas condiciones. La verdad es que tenía bastante hambre teniendo en cuenta la pobre comida que los extensos viajes proveen y si me iba a llegar la hora de morir como le pasó al otro grupo, al menos querría hacerlo con el estómago lleno de comida deliciosa, cara y exótica. Casi al instante que todos estuviésemos presentes, el señor Edwin insistió en presentaciones y todos se presentaron formalmente, algo propio de formalidades y etiquetas que para nada estaba relacionado conmigo; cuando me llega el turno, trato de sonar lo más cordial posible -Soy Caro y soy bibliotecaria- es lo único que alcanzo a articular y luego de meditarlo por un breve instante, casi sonaba a grosero.

   Como siempre, Lew estaba ansioso por recabar información. Su ansiedad y cansancio eran notables al encarar sin miramientos al viejo pero éste responde con un ruido extraño, el cual me hace prestarle un poco de atención. Esa tos será nomal? me pregunto cuando con los ojos bien abiertos miro cómo Edwin se retorcía en su silla con esa tos peculiar y era incómodo tratar de engullir un pedazo de carne con él tratando de hablar. Dejo mis cubiertos y tomo un trago de vino y, en el momento que estaba por anotar lo que Edwin estaba diciendo, se desploma así sin más sobre el plato de comida. Al instante los nervios me llevan por delante y, en vez de gritar horrorizada por lo que parecía ser una muerte súbita, exclamo como si de algo asqueroso se tratase -Aaajjjjj!! Está muerto! O inconsciente...- y me levanto de la mesa como si fuese a ser la siguiente. Intento dar unos pasos hacia el viejo pero sé que no tengo conocimientos de medicina o primeros auxilios por lo que siento impotencia y me limito a acercarme un poco a revisar la silla del viejo.

- ¡No! ¡Joder! - grité mientras me ponía en pie.- No vas a morirte ahora maldito vejestorio... antes tienes que decirme dónde está Stanford.

Me acerqué a él a toda velocidad deseando que no se hubiera muerto definitivamente o nos encontraríamos de nuevo en un callejón sin salida, y lo que era peor, el Crepúsculo de Plata habría vuelto a ganarnos una batalla. Incorporé a Edwin sobre su silla, evitando así que se ahogase con lo que tenía delante. Comprobé su estado, la cosa no pintaba nada bien...

- Mi nombre es Leonard Mirton, encantado.- Dijo escrutando al hombre con curiosidad pro el estado en el que se encontraba. Buscaba alguna característica típica en las personas poseídas por algún tipo de espíritu. No pasó mucho tiempo cuando los allí reunidos pasaron al grano. Sin embargo, una desagradable sorpresa aconteció justo en el momento en el que Edwin iba a darles una información de vital importancia. El viejo se desplomó sobre el plato y Lew acudió presto a ayudarlo.

- ¿Se habrá atragantado?O...- Por su cabeza pasó que hubieran envenenado la comida para evitar que el viejo hablase. Dejó caer la cuchara en el plato con cara de asco y se puso de pie. La comida estaba aún caliente y Edwin no podría haberla preparado por sí mismo, así que Leonard dedujo que tendría que haber algún sirviente en la casa.- Puede que le hayan envenenado. Busquemos al servicio.- Dijo mirando a Conolly. Sin más se encaminó hacia donde pensaba que debía estar la cocina, sacando su revolver y medio agazapado.

Por fortuna el hombre no está muerto. Pero tiene peor pinta que de costumbre y empieza a devolver todo lo que ha comido sobre el plato, mezclado con una bilis negra que os revuelve a todos el estómago.

- me habéis envenenado... -murmura con voz queda.

Por lo que puede ver Lew, el tipo está muy mal, al borde de la muerte. Pero poco podéis hacer porque a vosotros tras las arcadas y la revolución de vuestros estómagos ante la escena tan asquerosa de un hombre moribundo que da asco per se, os empezáis a marear, a encontrar mal, Leonard y Caro se doblan y devuelven toda la comida con el mismo líquido. Sean se desploma hacia un lado y Lew cae de rodillas.

De una manera u otra, todos estáis igual, la comida...

Fue plantear su hipotética teoría y empezar a encontrarse mal.

- Mierda...- El espasmo de su vientre le hizo doblarse como una hoja de papel y devolver todo el contenido de su estómago.

Caí de rodillas ante la asquerosa escena que estaba presenciando, escena que inevitablemente me trajo recuerdos de aquella criatura repugnante que se arrastraba por las cuevas bajo la casa de Duncan McBein...

" No... otra vez no... ¡Nooooo!"

Algó gritó en mi interior, la cabeza amenazaba con explotarme, pero aún no había nacido quién quebrase la voluntad férrea de Lew Harper... Aparté aquellos miedos pasados y alargué la mano para agarrar la solapa de la chaqueta del decrépito Chistopher Edwin.

- Dónde... está... Stanford...? - dije, no sin esfuerzo, mostrando el peor de mis semblantes.- Dígamelo ¡Maldita sea!
 

-Pero que coñ...

En mi caída arrastré una silla, el golpe en las costillas me dejó sin aire, pero lo peor estaba por venir. El infecto vómito que salió de mi boca me hizo lamentar haberme embarcado en esta aventura. Si por lo menos entendiese lo que estaba pasando...

A todas luces la comida era lo que estaba causando todo aquel malestar. Sarah se llevó las manos al estómago, aguantando un tremendo dolor. Esperaba peligros pero no se le ocurrió que fueran a envenenar con suma facilidad su comida.

   Estaba de pie, atónita ante la escalada de la situación. Lew acechando al viejo para que hablase antes de morir...Era mucho de lo que podía soportar pero creo que es lo que podía esperar de esta sociedad y de todo lo que varios habían vivido...Pero...Siento algo en el estómago que lentamente hace que empezase a causarme puntadas profundas e inconsistentes. De repente, Edwin devuelve un líquido de lo más extraño y horroroso y la mera vista de eso me causa arcadas hasta que no logro aguantar más y las piernas me tiemblan; el cuerpo se me estaba debilitando y se negaba a realizar acción alguna que no fuese seguir la fuerza de la gravedad y caer hacia el suelo, pesadamente...

   Lo-o-o-...Sab-b-b-bía-a-a...-alcanzo a murmurar mientras me retorcijo entre el vómito y los gemidos de dolor. No podía pensar demasiadas cosas aunque sí lograba sacar como conclusión que alguien de la casa estaba involucrado...-Du-e-e-e-le....ahfoihvonvrovbofdi (interprétese como sonido de vómito)-

Uno tras otro fuísteis devolviendo sobre la mesa, el mantel, el suelo, el sillón, la silla... os doblábais y vomitábais una y otra vez. Sean, ése extraño que acababa de unirse, se desplomó de espaldas y en la caída se hizo una brecha en la parte posterior de la cabeza. Lew logró llegar hasta su silla y sentarse para intentar respirar, vomitó sobre la mesa y su cabeza cayó sobre la misma, quedando inconsciente.

Leonard tras vomitar en derredor pudo sentarse sobre el suelo y hacerse un ovillo, quedando también inconsciente. Las dos mujeres aguantaron más y a la vez que vomitaban consiguieron llegar a la calle, hasta el camino , dejando un reguero de vómito pudieron alejarse un par de docenas de yardas antes de desplomarse.