Partida Rol por web

Llegasteis ayer por la noche a la pequeña ciudad amurallada de Argalis, la diferencia entre una ciudad de Los Reinos Fronterizos con las del Imperio es abismal, pero esta parece una comunidad próspera, un oasis dentro del desierto.

Tras encontrar las últimas habitaciones libres en la posada “El Destino del Pato” os pudisteis ver el uno al otro por su salón, donde escuchasteis que la gran demanda de habitaciones tanto comunes como privadas se debía a las celebraciones que tendrían lugar el día siguiente por el día de Plenitud Solar. El ambiente era agradable, buenas palabras hacia su gobernador, como llamaban a Dolwen Melandil, un antiguo elfo que se había dedicado a hacer buenos negocios en Marienburgo consiguiendo reputación entre gobernantes y gente poderosa.

Al día siguiente entre el bullicio de la gente y todos los preparativos de las fiestas, os encontráis en la plaza central de Argalis, donde un busto de Karl Franz forjado en bronce preside el centro de la misma, como asegurándose que la seguridad de sus vecinos de Los Reinos Fronterizos le importase algo, seguramente una preocupación bastante alejada de la realidad.

Vuestros paseos os llevan hasta un gran árbol que hace de tablón de anuncios, donde se puede ver un gran cartel sobre los eventos que tendrán lugar ese mismo día:

Justas de Paz: Hora 18:00 / Precio de inscripción 2 chelines de Plata / Premio 1 corona de oro

Lucha Bretoniana: Hora 19:30 /Precio de inscripción 2 chelines de Plata / Premio 1 corona de oro

Concurso en “El Destino del Pato” 20:00 / Precio de inscripción 2 chelines de Plata / Premio 1 corona de oro

En el apartado de Lucha Bretoniana hay unas marcas que indican que el cupo ya se ha llenado, pero en los otros eventos aún parece haber hueco para nuevos participantes.

El árbol también acoge otros anuncios de tiendas locales, pero entre todos, el de la herrería del señor Sants llama vuestra atención, pues el papel ya está desgastado y viejo, como si los demás comerciantes de la ciudad se preocupasen más de la prosperidad de su negocio que el herrero.

Otros anuncios ofrecen trabajos poco interesantes, sin embargo el del Doctor Churr ofrece buena recompensa a cambio de acompañarle en sus viajes como guardias para ir a atender a sus pacientes de ciudades vecinas.

La música festiva resuena por el ambiente de la plaza, los coros se suceden unos a otros, gente bebiendo y riendo mientras los eventos que van a tener lugar en la plaza ultiman los preparativos.

Y es ahí mirando los carteles informativos de Argalis donde vuestras miradas se cruzan.

Ante la presencia del fornido mercenario, retiro la mirada rápidamente seguido de una disculpa
Di-Disculpe señora-Digo antes de pararme a pensar en el sexo de la persona que me ha mirado, es bastante... Difuso.
Que... ¿Que acabo de decir?
LO... LO SIENTO Digo con tono culpable intentando evitar una confrontación con el mercenario.
Cojo el papel del concurso del Pato e intento irme rápidamente para evitar problemas

Ante el visible azoramiento de la señorita, suspiro resignado. No es que no le haya encontrado utilidad a la cara que los dioses me han dado, pero también le he encontrado inconvenientes. Aunque en un principio no siento la necesidad de interactuar, una súbita revelación se abre camino a tiempo en mi mente:

- ¡Signorina! ¡Discúlpeme usted un momento! -digo intentando no parecer amenazador, lo que el espejo me dice que no debería ser un problema, pero la experiencia contradice.

¿Qué... Qué quiere,señor?- Digo con la voz algo temblorosa. Maldita sea mi bocaza

¿Quiere el cartel? Se lo ofrezco con gusto. Yo me marchaba ya, no quiero importunarle con mis ocurrencias.

Levanto la nota a la altura del pecho y extiendo mi mano a su fornido pecho para esperar que la acepte. Se nota cierto nerviosismo en mis gestos.

Levanto las manos en gesto defensivo, sin querer tocar el cartel, porque necesito que la señorita se quede:

- No, no. Por favor, dicúlpeme si la he asustado... yo quería -ejem- ¿Sería usted tan amable de leerme los avisos, si no es mucha molestia? 

Como espere mucho para responderme, me voy a poner rojo. 

- Mi nombre es Gahetano, por cierto. Hago una inclinación de cabeza. 

Me quedo momentaneamente en silencio, parece que Sygmar me ha regalado su suerte hoy... alguien calmado.

Cla...Claro señor. No sera molestia para mi.

Agarro con la punta de los dedos la parte baja del vestido y lo levanto un poco, despues me inclino ligeramente y me presento.

Synd, señor.

Me acerco al buen señor y con la punta de mis dedos, voy guiando su mirada a medida que leo los titulos de los anuncios.

Tras leerlos todos, despliego la nota del "El Destino del pato" y proyecto mi voz a Gahetano. Leo en que consiste el concurso.

 ¿Busca algo en concreto señor Gahetano?, No me costaría nada ayudarle en lo que pueda

- Busco trabajo. -explico con naturalidad- trabajos de escolta o tal vez recompensas por alimañas... no hace falta saber leer para saber que no hay ninguna guerra en marcha por estos pagos, pero... bueno. 

Me encojo de hombros con gesto resignado

- A estas alturas no voy a empezar la carrera de leyes... y bueno, está bien saberlo si el poste de avisos tiene notas como "Prohibido entrar ballestas en la ciudad" o "Sucios tileanos fuera del centro"  -sonrío.

Vaya, parece que es bastante directo.
Si busca trabajos con la que aprovechar su habilidad marcial, hay un tal doctor llamado Churr que busca guardaespaldas para sus viajes- Arranco la hoja que muestra el anuncio
Es este de aquí. Yo seguiré por aquí. No busco peligros ni enfrentarme a maleantes...

- Churr... suena a nombre falso. -comento divertido- Muchas gracias, signorina. Lo comprobaré. 

Me guardo el papel, tomando nota de preguntar por el doctor. 

- Si en algún momento puedo yo serle de ayuda, no deje de hacérmelo saber, por favor. ¿No hay ningún aviso de interés general?  -me atrevo a abusar-

Bu...Bueno... Hay un herrero que busca ayuda. Pero todo lo demas a hacer en esta ciudad parece vulgar; Justas,concurso que posiblemente sea de beber y peleas. -Resoplo un poco y echo un vistazo a mi alrededor- No puedo esperar mucho mas en una ciudad en pleno festival, pero tampoco es que tenga dinero para mantenerme mucho tiempo.

Aunque quizas el...

Oiga señor Gahetano, soy mensajera y estoy acostumbrada a los viajes largos. ¿Tiene algun conocido o sabe de alguien que puedan interesarle mis servicios?

Pillado en el compromiso, me exprimo la sesera a ver si se me ocurre alguien. Estoy acostumbrado a que me pidan que deje lista de papeles a la gente, no recomendaciones. Pero no me gusta sentirme inútil. Finalmente, formulo algunas propuestas:

- Bueno... vengo del Valle de Urbino, donde actualmente hay una pequeña guerra entre príncipes. Para mi no es negocio porque el contendiente al que conozco, el Barón Andrea Vitello, está prácticamente derrotado. Y en consecuencia la otra parte no estará buscando ayuda. Pero es un territorio grande y peligroso, donde en breve, sino ahora mismo estarán necesitados de mensajeros para mantener las conversaciones de paz. Y la verdad... queda algo lejos.

Sigo pensando a todo lo más que me da la cabeza.

- Pero seguramente no hará falta ir tan lejos. Si este principado se parece a los que llevo vistos, habrá multitud de aldeas y pedanías cercanas necesitadas de contactar con la capital y entre sí: se me ocurre que alguien puede hacer una pequeña cantidad de beneficio recolectando encargos para el herrero y los artesanos de la ciudad y entregando luego los paquetes por una comisión. 

Si, si... cada palabra que me sale de la boca me suena más disparatada. Valiente empresario estoy hecho.

- Finalmente... bueno: como bien sabéis ya, viajar requiere una habilidad en sí. Tal vez al buen galeno se le podría persuadir de que, además de un excelente ballestero, puede necesitar a alguien que sepa orientarse cuando el camino se vuelve confuso, y distinguir los frutos comestibles de los ponzoñosos* para alegrar las raciones y los barriles de arenques**. 

Enarco las cejas, como para remarcar que me parece la mejor idea. Finalmente concluyo con una aseveración que se va convirtiendo en una pregunta en voz alta mientras la enuncio:

- Y al fin y al cabo: ¿Que tan peligrosos pueden ser los caminos en un principado tan próspero?

Doy un paso atras y me llevo el dedo a la barbilla y me quedo dubitativa.

Cierto es que todos los caminos son peligrosos, pero este hombre parece bastante curtido. Tambien es cierto que en esta boyante región la posibilidad de que nos ataquen son pocas.

Bueno, mejor esto que entrar en los pesados juegos de los poderosos.

Sonrio un poco y miro a los ojos a mi nuevo acompañante
Puede que no sea ducho en leyes, pero si que sabe usar las palabras. ¿Me permitiria acompañarle a ver a ese doctor?. Desde luego es la mejor opcion que he contemplado desde que he llegado a esta ciudad.

Coloco de nuevo los carteles que he arrancado y recojo el papel del doctor, lo enrroyo y lo coloco en mi zurrón.

¿Quiere comer algo antes de ir? Podria contarme historias de alla de donde viene. Yo vengo de la capital y no he vivido lo que es una contienda, pero tengo historias interesantes que contar

Entre los carteles de publicidad de distintas tiendas de la ciudad (barbería, carpintería, curtidor, ruedero, panadería, etc.) ninguno habla sobre prohibiciones a la hora de andar armado por Argalis.

¿Las palabras? ¿Yo? Si casi ni grito cuando toca batirse el cobre. Alguna amenaza ingeniosa de vez en cuando, todo lo más. 

- Naturalmente. Al fin y al cabo ha sido idea mia. Y los tileanos gustamos de pagar lo que debemos. Somos... como enanos altos. 

Sonrío y asiento, quitándome el casco, que no ha lugar en la ciudad, pero que solo llevo para que no me entren los miopes. 

- ¡Y comemos casi tan bien como Halflings altos, que lo sepas!. Pero seamos justos: ¿Puedo pagar yo las bebidas? Para compensar que no tengo tantas historias. Mías, al menos. 

Suelto una risa timida
Pardiez, señor gahetano, con una copa de vino yo ya me retiraría a mis aposentos. No tengo la misma resistencia que vos.
Además no tiene que pagar nada, tengo independencia económica, me conformo con una compañía agradable. ¡Seguro que tiene algo interesante que contar!
Emprendo la marcha a una taberna con mi nuevo compañero y después de comer, iremos a ver al boticario

- Os sigo encantado entonces. -sonrio-

Me apunto al plan gustoso. Pero yo pido cerveza y me adecento en la habitación antes de ir a ver al boticario. A los empleadores les gusta que parezca que llevas un uniforme limpio. También afino la ballesta por si el hombre es suspicaz y me pide una demostración. 

La extraña pareja se va abriendo paso entre la gente de la plaza, con algo de esfuerzo y picheles de cerveza a punto de estamparse contra ellos más de una vez consiguen llegar hasta su posada “El Destino del Pato”. Allí la clientela habitual no les hace mucho caso, pues en estos días hay bastantes extranjeros por Argalis.

Maximus su “anfitrión” sirve las bebidas en la barra sin parar, parece algo desbordado pero feliz.

Después de prepararse para la entrevista, vuelta a las calles hasta dar con la botica del Dr. Churr, la cual está cerrada.

Observo con detenimiento el establecimiento, mirando si se ve movimiento en la trastienda o a través de las cortinas.

Quizás hayamos elegido mal momento para venir. En estas épocas estivales la gente acostumbra a cambiar sus horarios.¿Llamamos?
Acto seguido, golpeo la puerta y alzo un poco la voz
Dis...Disculpe, ¿señor Churr? Hemos visto su anuncio en la plaza. Queremos hablar con usted

En el momento que estáis llamando a la puerta de la botica, con la gente del pueblo pasando en todas direcciones, una mujer que camina hacia la plaza principal se dirige a vosotros:

- Ey muchachos, el Doctor no abrirá hoy su botica. Él como muchos de los comerciantes y artesanos de la ciudad estarán disfrutando de la Plenitud Solar. – tras llamar vuestra atención con sus primeras palabras que os dirige, podéis observar a una mujer de mediana edad, seguramente madre de varias criaturas por su forma de preocuparse por vosotros y de sus caderas. Su pelo castaño salpicado de hilos canosos está tapado por un pañuelo rojo, a juego con su larga falda, la camisa blanca encorsetada deja entrever un pecho digno para su edad. – No creo que vuelva en todo el día, hoy toca divertirse – dice con una sonrisa ahuecada en sus mofletes descubriendo alguna ausencia en su dentadura – así que, espero que no estéis enfermos y no os corra mucha prisa hablar con ese viejo adorable.

- Nuestras disculpas -formulo con tono neutro- ¿No tendrá idea de en qué parte de la ciudad podemos encontrarle? 

Empiezo a pensar en la posibilidad de tener que sacudir la ciudad súbdito por súbdito buscando direcciones sobre un hombre que ni sé que aspecto tiene. A veces conseguir la entrevista es más difícil que conseguir el trabajo.