Conforme lo decía una parte de ella se arrepentía. ¿De verdad lo había hecho? ¿Y ahora qué? ¿Y qué pensaría de ella si hacía esto o lo otro?
La parte mas valiente de su ser, y quizá la mas necesitada, decía que ya daba igual. Y es que en parte necesitaba sincerarse con alguien, pues aunque tuviera una fachada de mujer independiente y capaz, seguía arrastrando unos miedos, unas carencias y en cierto modo un resquemor similar al de frau Grettel que le impedían relacionarse libremente con otra gente.
Al llegar a su cuarto cerró la puerta y permaneció unos momentos apoyada en la misma. Observando la pequeña habitación y con el corazón latiendo velozmente, la muchacha pensaba en cómo reaccionar en caso de que el apuesto soldado asur aceptara su licenciosa propuesta.
Lenna se arregló como mejor y mas presurosamente pudo. Aunque estaba recién bañada de la mañana, prefirió lavarse una vez mas el rostro y otras partes del cuerpo en una bañerita que había pedido incluir, aunque el agua ya estaba fría.
* * *
Cuando picaron la puerta la hochlandesa saltó desde la silla del austero tocador donde se peinaba y al posar la mano en el pomo dudó por un instante. Tomó aire hasta forzar sus pulmones antes de soltarlo todo con lentitud. Y con celeridad finalmente abrió sonriente.
Hasta que no vio esas brillantes lunas del fornido elfo no sabía qué iba a hacer realmente. Y aunque pudiera parecer por su habitual forma de ser que todo estuviera planeado, lo cierto es que se estaba dejando llevar. En un impulso y sin dejar que el tipo abriera la boca lo agarró del cuello de la camisa, arrastrándolo hacia el interior y cerrando la puerta tras de sí. Allí, en el mismo lugar donde tres segundos antes había dudado si abrir o no, lo empotró contra la entrada de madera y lo besó con unas ansias desmedidas. Sólo en aquel momento lo había decidido. Esa noche él sería totalmente suya, y ella sería totalmente para él. Lo demás ya se vería, y tampoco importaba.
Como si de una profesión mas vulgar se tratara y sin perder la iniciativa, de la puerta lo desplazó a la cama, subiéndose ella después sobre su regazo cual fiera hambrienta. La ropa desapareció de sus figuras en un abrir y cerrar de ojos, desperdigándose por la estancia. Y lo amó. Lo amó como si fuera su último día de vida. Con un deseo y una ternura desenfrenados. Tanto que de ser por ella en ese momento podrían abrirse los mismísimos infiernos, que ella afrontaría el final con una sonrisa.
* * *
En uno de esos momentos de descanso los amantes se hallaban en la cama, una sobre el otro. Apoyada Lenna sobre el brazo, escrutando esos ojos plateados mientras le acariciaba el pecho. Casi tratando de descubrir algo mas allá dentro de ellos. Y decidió sincerarse. El apuesto asur la había tratado como nadie lo había hecho anteriormente, era un verdadero caballero. Y aunque tenía miedo de lo que pudiera pensar de ella, y lo que podría pasar en el futuro, no podía seguir engañándolo. No a él.
Antes que nada Lenna le pidió por los dioses que no la interrumpiera, ni que la juzgara hasta que terminara su historia. Tras tal confirmación comenzó contándole a lo que se dedicaba realmente, ese trabajo desagradable y deshonroso por el que fue instruida durante años. Le contó la vida de penurias que le había tocado vivir desde que asesinaran a su padre. La traición y abandono de su madre, la pérdida de sus hermanas. Los maltratos e intentos de violación de su tutor, y el accidente que llevó a matarlo. Y la vida vagabunda que ha tenido durante estos últimos años, realizando encargos, abriendo criptas y lápidas, accediendo a lugares sagrados, y cortando algunas bolsas cuando venían mal dadas.
Avergonzada pero a la vez despejada de una gran losa que le lastraba la existencia, con los ojos llorosos la muchacha observó la reacción de su amante.
—Siento haberte mentido. Si te marchas ahora, lo entendería. Yo... —dijo mientras, sentada en la cama, flexionaba las piernas y se abrazaba a sí misma—. Llevaba mucho tiempo sin tener a alguien en quien confiar realmente. Y siento que contigo lo puedo hacer. Y que puedo cambiar de rumbo. Aunque tampoco quiero ser un obstáculo de tus aspiraciones.
Lenna permaneció observando el bello rostro del elfo. Con un semblante ahora mas luminoso y tranquilo, hasta orgulloso de haber dado el paso, la joven se irguió parcialmente con la esperanza de que la reacción del varón fuera positiva. De ser así pretendía seguir amándolo toda la noche, hasta que los mismísimos poderes oscuros llamaran a la puerta. Tal era así, pues se encontraba completamente prendida de esos bellos e imperecederos luceros.
Llegó hasta la puerta con ciertas dudas, andando cada vez más lento conforme se acercaba a la madera trabajada con esmero en otros tiempos, ya vieja y delustrada, con cientos de historias a sus espaldas si pudiera preguntarle. - ¿Pero en qué piensas Fârandar? ¿Es miedo eso que huelo? - se dijo a sí mismo, negando con la cabeza mientras contemplaba la botella de vino que había comprando.
Se apoyó en la madera suavemente, sin hacer ruido, sólo intentando poner en orden sus pensamientos. Aquella muchacha humana le atraía irremediablemente, pero de una forma que no había conocido hasta ahora. En lugar de la atracción meramente física y carnal a la que estaba habituado, era una atracción más espiritual. - ¿Y cómo lo sabes? - se dijo a sí mismo de nuevo. - Porque no quieres hacerle daño, no quieres verla sufrir, ¿verdad? - se autocontestó.
La muchacha le había parecido una mujer independiente, fuerte y capaz, dura y con un escudo emocional enorme, pero de alguna forma, verla con los niños y ciertos comportamientos, le hacían pensar que también tenía un interior tierno y adorable que sólo dejaría ver a aquel que fuera merecedor de ello, y eso implicaba una gran carga emocional y una enorme responsabilidad, al menos para alguien como el elfo, criado bajo las estrictas reglas y normas de su tierra. En su sociedad, un matrimonio era para toda la vida, por eso los rituales de noviazgo eran tan largo y complicados, para probar el amor de ambos pretendientes, su compromiso y su lealtad. De ahí que el elfo fuera con tanto cuidado con ella cuando con otras humanas había sido un verdadero desvergonzado, un aquí te pillo y aquí te mato que el elfo había descubierto al pisar estas tierras y que se había sentido irremediablemente atraído por su encanto e inmediatez.
Pero con Lenna había sido todo diferente, inusualmente rápido y de alguna forma, tierno. No sabía cómo ni porqué, pero desde el principio había sentido algo especial, y el haber andado con tanto cuidado con ella había ido haciendo su relación cada vez más especial. Suspirando largamente, puso su mejor sonrisa en su cara y pensó que lo que tendría que suceder, sucedería igual, quisiera él o no. Tocó a la puerta y nada más se abrió, fue arrastrado hacia dentro, y antes de poder hablar ella se abalanzó sobre él y le dejó sin aliento y sin opciones.
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La sensación de los dedos de ella acariciándole su pecho era muy agradable, y él a su vez acariciaba su espalda suavemente, su cuello, notaba como la piel de ella se ponía de gallina bajo sus caricias, pero de repente se levantó y se puso seria, a punto de contarle su historia como si se estuviera confesando ante un clérigo, pidiéndole seriedad y su atención. Fârandar supo que esto era serio para ella por su mirada, por la expresión de su rostro, por la sinceridad en su voz, ella le estaba abriendo su corazón y su alma, por lo que adoptó la postura del loto y le prestó toda su atención, cogiendo con una mano una de las suyas mientras ella le desgranaba su historia.
Cuando ella terminó, las lágrimas corrían por su rostro, eran de alivio y de liberación, de haber podido por fin soltar una carga que su espíritu había llevado a cuestas durante mucho tiempo. El hijo de los Clarândir no podía quitarse de encima una sensación de impotencia y asco tremendo por aquel "tutor" que había hecho todo aquello con esta dulce niña. - Qué perdido están algunos humanos, qué asco me dan, si lo tuviera delante le enseñaría la "sonrisa druchii" aplicada con toda la paciencia de un asur, maldita sea. - pensó para sí mismo mientras dejaba que ella terminara de desahogarse.
- Lenna. No hay nada que me gustaría más ahora mismo si no poder eliminar esas cosas malvadas que te han sucedido, pero no puedo hacer nada para borrar tantas cosas desagradables que te han sucedido hasta ahora, siento ahora mismo impotencia y dolor, una ira creciente por aquellos que te han hecho daño a ti y a los tuyos, malditos sean. - le explicó, intentando revelar sus sentimientos en ese momento. Respiró hondo antes de seguir hablando para tranquilizar su lengua. - Entiendo que te hayas visto obligada a mentirme y a hacer todo eso, y me alegra enormemente saber que no es de tu gusto, que tu alma llora por ello. Tienes un corazón enorme, una virtud intachable, y un futuro prometedor. Hace falta mucha fuerza de voluntad y un carácter especial para llegar al punto que tú has llegado. - siguió explicando, mirándola a los ojos. No podía hacer nada, ni quería realmente, ahora se daba cuenta. Estaba atrapado por ella, por su mirada, por su luz, por su aliento. Dudaba que pudiera dejar de pensar en ella en algún momento, pues no deseaba nada más que estar a su lado, que tocarla y poseerla, que ver su sonrisa y su mirada feliz, a su lado.
- Si tú no quieres hacerlo más, no lo hagas, tendrás mi apoyo siempre. Yo...me gustaría seguir a tu lado, estar....estar contigo. Te ayudaré a encontrar tu camino, recorreremos ese sendero juntos. Yo cuidaré de ti, ¿cuidarás tú de mí? - se declaró, con total sinceridad, poniendo de ese modo su vida en las manos de la mujer, y a la vez, ofreciéndole su corazón para que ella hiciera lo que quisiera con él. La besó larga y profundamente, para separarse entre jadeos, cogiéndola de la barbilla para mirarla a los ojos. Esbozó una sonrisa pícara y le dijo - No te preocupes por mis aspiraciones, todo lo que necesito es que no los mates tan rápido para dejarme practicar, bella Lenna. - sonrió, exhalando una risa suave entre dientes y mirándola con amor en los ojos. - ¿Qué es lo que quieres hacer con tu vida, Lenna? Dímelo, y me tendrás a tu lado para apoyarte y ayudarte a llegar, para amarte y consolarte, para cuidarte y preocuparme por ti, para ser feliz a tu lado e intentar con todas mis fuerzas hacerte feliz. -
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** Si quieres cuéntame tus metas, o lo dejamos en el aire, me lo cuentas en privado, yo te cuento las mías, y luego hacemos un post-resumen en la próxima partida, así queda plasmado por escrito y podemos dar por concluida ésta partida.
DM, ¿tenemos que hacer un resumen de lo sucedido en ésta partida en la ficha del pj, al final, no?
Muy bonito, me ha gustado mucho, escribís de una forma envidiable... "sonrisa druchii" me ha encantado jajajajaja
Si Fârandar también está de acuerdo lo pongo abierto para todos.
Resumen, sí, en la ficha, para la cofradía. De ese modo se va "guardando" tu personaje.
No, no tengo inconveniente, procede. :)
Algunas lágrimas mas brotaron de sus ojos mientras escuchaba la respuesta de su amante. Pero éstas no eran lágrimas de pesar, ni tampoco de liberación. Eran de pura y sana alegría. Durante todo ese rato sus manos habían permanecido entrelazadas a las del soldado. Al terminar de escuchar su alegato apretó con fuerza sus manos, y de un tirón llegó volando hacia él, sellando labio con labio esa promesa en un dulce beso.
—Pues... No sé. Hasta ahora he ido dando tumbos, sobreviviendo con el trabajo que hacía. Vagando de un sitio a otro, escapando de la guerra y la ira de mucha gente. Me gustaría volver a ver a mis hermanas, pero no sé donde se encuentran. Me gustaría... —la muchacha quedó en silencio por un instante, pensativa, moviendo sus ojos de un lado a otro hasta depositarlo en los hipnóticos luceros del asur—. ¿Sabes? Me sentía muy identificada con la historia de frau Grettel. De alguna forma llevaba mucho tiempo pensando en quitarle la vida a ese hi'dep*** barón que destrozó nuestra familia. M-me gustaría también ver como se encuentra mi madre, si aún está viva. Mirarla a los ojos y escupirle todo lo que hizo, y lo que sus decisiones provocaron sobre mí.
Fârandar podía notar que la muchacha hablaba con el corazón en la mano. Lenna estaba, con suerte, terminando de sacar esas cosas que habitaban desde hace tanto en el rincón mas oscuro de su ser.
—¡Que se jodan! ¡Que se jodan todos! ¡Si! ¡Que se jodan! —gritó de repente al tiempo que daba un saltito, sonriente—. Dejemos eso en el pasado. Sigamos nuestro camino sin mirar atrás y... bueno, espero que la porquería que dejo atrás no nos encuentre en algún momento —añadió cerrando la boquita antes de soltar una ligera carcajada.
—Estamos aquí, ahora, juntos. ¿Quieres buscar un maestro? Yo te ayudaré a encontrarlo y... Y... Pero por Taal y Rhya, ¿quién te hizo tan perfecto? —declaró renovadamente acalorada antes de abalanzarse sobre él y comerle los morros—. Dejemos las palabras ahora. ¿Está usted listo para otra ronda, herr Clarândir? —concluyó al tiempo que sus manos se desplazaban hacia zonas meridionales.