Partida Rol por web

Después de la calurosa bienvenida y de recuperaros un poco, todos decidís volver hasta el cuchitril que conforma la consulta del doctor, en la cuál encontráis a Epsilon en el mismo camastro que la dejastéis pero incluso con peor aspecto. Su piel es tan pálida como la cera y la ropa y el pelo se le queda pegada a la piel debido al sudor. Algunas pústulas y yagas de aspecto desagradable han surgido por todo su cuerpo aunque la mayoría están vendadas pero otras... sencillamente parecen imparables.

El doctor acepta una de vuestras muestras y Clarisse enseguida se sienta junto a él para ayudarle en todo lo posible. Se trata de pequeño rincón de "investigación" muy humilde, demasiado. Disponen de probetas, microscopio y algunas otras herramientas básicas pero ninguna lo suficientemente eficaz o avanzada como para separar y analizar los componentes de la muestra con rapidez.

-Puede que sea más complicado de lo que imaginaba...- admite entonces secándose el sudor frío de la frente con un pañuelo. Quizá logréis encontrar la cura a largo plazo pero no parece probable que ese momento llegue a tiempo para vuestra "compañera de laboratorio".

Clarisse todavía seguía conmocionada por el recibimiento que habían tenido a su llegada. Tras el trato recibido, y la aparente indiferencia hacia ellos por parte de aquella gente, no esperaba en absoluto encontrarse con tanta gente emocionada por los viales que habían traido desde el interior de la tierra. Pero claro, aquello ya había sido conmocionador desde que Phoena apareciera con la caballería para rescatarlos, algo que había resultado totálmente sorprendente.

La muchedumbre enfervorecida en un momento, y luego emocionada con risas y lágrimas en sus rostros, hizo que todo se volviera más esperanzador para la mujer, a quien le avergonzó un poco sentirse el centro de atención de tanta gente en el momento en el que Zyor levantó su mano para mostrar el vial. Pese a ello, mantuvo la compostura, e hizo lo que tenía que hacer en el momento en el que llegaron al edificio en el que se encontraba el doctor: ayudarlo en la tarea de salvar su vida.

-Va a ser complicado, desde luego. Le dijo tras comprobar los primeros análisis. Creo que podriamos sintetizar lo que pretendemos con tiempo, puesto que por lo que veo, se puede hacer, aunque con el equipamiento del que disponemos, parece difícil lograrlo a tiempo de salvar a nuestra amiga.

Clarisse se sorprendió al descubrirse a si misma llamando amiga a Epsilon y calló un momento, luego continuo.

-Aún así, tenemos que seguir trabajando hasta el final, doctor.

Aturdido no llegaba como palabra a describir lo que estaba viviendo Karim. Las gentes de aquel reducto de humanidad habían salido a esperar su llegada. Estaba convencido de que en cuanto se dieran cuenta de que faltaba su líder, la emprenderían contra ellos, los lapidarían. Y sin embargo, al ver que ellos tenían la sangre de aquellos seres, todo fueron vítores, aplausos y halagos.

Si algo sabia, era que Phoena tenía razón. No tenía ni puta idea de quienes eran esas gentes, ni de lo que necesitaban.  

Sea como fuera, le alegro, aunque era un magro consuelo, saber que alguien recibía una buena noticia. Era como si hubieran dado esperanza a aquellos hombres y mujeres que solo podían aspirar a sobrevivir. Y eso lleno lo suficiente el corazón del hombre de color como para aguantarse en pie.

Luego, siguió al resto hasta la clínica. No tenía mucho que hacer allí. Epsi seguía estando grave, no necesito un diagnostico para saberlo. No tenía ni idea de cuánto tardaría en morir, y quizás toda aquella labor no sirviera para curar a esa hermana con la que había nacido solo unos días atrás.

Sin embargo, a pesar de no hacer nada por ayudar en la clínica, sabía que tenía que quedarse allí. Selene y el estaban hechos trizas, y necesitaban urgentemente un remedio.

Y fue, sentado y apoyado en la pared, cuando se le encendió la bombilla. El era resistente, muy resistente. No sabía aun cuanto, pero no podía ser algo solo muscular, tenía que empezar en su sangre.

Clar…. Su voz casi era un susurro.

Clarisse, tengo una idea. Mi sangre, yo, yo puedo aguantar muchas cosas, me curo más rápido, imagino. Mi sangre tiene que poder aguantar mejor esas ampollas, o lo que sea que tiene Epsi, usa parte de mi sangre, y no me mires así, sé que estoy grave, pero puedo salir de esta. Los dos lo sabemos. Creo que deberías de usar mi sangre para curarla.

Hablo con rotundidad, a cada palabra su voz ganaba enteros. Era cada vez más firme. Cada vez estaba más seguro. Como cuando bajo al túnel. Y ese recuerdo le hizo daño, pero nadie lo vio. No estaba seguro de sobrevivir, pero no podía dejar a nadie más morir aquel día. No podía, y no lo haría, como si tenía que sacarse la sangre el mismo.

El tenía que ser una cura, del algún modo tendría que ayudar. No era listo, ni fuerte, ni tenía más valor que los demás, pero tenía que haber algo que pudiera hacer. Y sus ojos lo impusieron, lo suplicaron en su mirada hacia la hermana doctora. Porque si alguien podía valorar sus locuras, era ella. 

La idea que Karim le sugería no era descabellada del todo desde el punto de vista de Clarisse, pero la mujer no las tenía todas consigo. Estaba claro que Karim había sido dotado de una buena fortaleza, de la misma forma que a ella le habían dado una privilegiada mente cuando los crearon, pero eso no era suficiente para estar seguros de que no sería peligrosos.

Clarisse se aseguró de que el doctor no escuchaba su conversación y respondió a Karim.

-No se Karim. Le dijo. Podría ser algo tan bueno, como fatal. Podemos intentarlo, pero por haber salido todos de una probeta, no podemos dar por hecho que nuestro tipo de sangre es el mismo. De hecho, seguimos sabiendo tan poco de nuestros cuerpos como cuando salimos del laboratorio. Hay que tener en cuenta ese factor, despues de saber de dónde vinimos, y cómo nos crearon, no me atrevo a pensar que nuestra sangre reacciona igual que la de una persona normal sin analizarla. Preferiría hacer unas pruebas antes de seguir esa idea, de hecho, podemos ir haciéndolas mientras terminamos de sintetizar el antídoto que necesitamos.

Clarisse miró a los otros.

-¿Qué pensáis de la idea de Karim? Mis conocimientos médicos me dictan prudencia, pero no negaré que el tiempo se nos echa encima y que tal vez habría que arriesgarse.

Con los ojos entrecerrados noté al bajar del helicóptero cómo mis oídos parecían desentaponarse un poco, y pude así oír con claridad los vítores, gritos y aplausos de la gente de Washington's Colonial al serles mostrado uno de los viales que Clarisse había conseguido llenar.
No tenía muy claro si mereciamos aclamaciones y aplausos por lo que habíamos hecho: Phoena y muchos de sus hombres habían muerto por sacarnos de allí cuando ya no pensábamos que saldríamos de aquel infierno. Pero mi mente estaba igual de cansada, o más, que mi cuerpo, y simplemente me dejé llevar, arrastrando los pies cada vez más, a donde quisieran llevarme agarrándome por todas partes en donde me dolía.

Sin embargo, el ver a la pequeña Hiedra corriendo a los brazos de Zyor me hizo saltar unas pequeñas lagrimillas, tanto por el dolor de mis heridas como por darme cuenta de cuánto necesitaba esta gente el tener una pequeña esperanza de sobrevivir a los vytrus. Eso es lo que les habíamos traído, además de algunos cadáveres que no podrían enterrar: Esperanza. Algo intocable, invisible y, aún así, increíblemente necesario.

Tras un largo rato en el que me costó mantenerme despierta, fuimos todos hacia la consulta del doctor donde dejamos a Epsilon antes de embarcarnos en semejante aventura infernal. Tenía un aspecto horrible, algunas ampollas abultaban en su piel a pesar de que la mayoría se mostraban vendadas, y el sudor que no cesaba había provocado que su ropa y su pelo estuviesen más sucios y pegajosos de lo normal. Se me hizo muy duro verla así pero no me quedaban fuerzas ni para llorar.

Me dejé caer sobre una sucia silla. Quizá a la gente de allá afuera le hayamos traído esperanza, pero el estado de Epsi me ha quitado la poca que yo podía tener en salvarla... pienso triste, derrotada por completo, dándome por vencida incluso antes de tiempo. me quedé allí sentada, mirando a algú punto de la pared de enfrente, totalmente abstraída.

Abrí los ojos de par en par ante las palabras tanto de Clarisse como de Karim, dirigiendo entonces mi mirada hacia este. Su planteamiento tenía su lógica aunque no teníamos ni idea de si realmente nuestros dones se encontraban en la sangr. No debería perderse nada por intentarlo, aunque había que tener mucho cuidado, el grandullón estaba débil y malherido. Por mucho que soportase más de lo normal, no se debía abusar de ello o podría acabar mal.

- Creo que es algo digno de ser considerado... ¡cof, cof! - tosí. Llevaba tanto rato sin hablar que tenía la boca seca y la garganta me raspaba al hacelo de nuevo.- Con mucho cuidado, para que el mal no sea aún mayor, podría intentarse, aunque no sabemos si nuestros dones también corren por nuestras venas.

El recibimiento no me sienta demasiado bien. Es decir me alegra haber sobrevivido y poder volver a ver la luz del sol, pero estoy rebentado tanto física como mentalmente, igual que mis compañeros. Lo único que me apetece es sentarme, fumarme un cigarrillo y tomarme un buen copazo. Pero por desgracia tenemos cosas bastante más importantes que hacer antes de poder relajarnos. Todavía no hemos conseguido el objetivo por el que bajamos a ese infierno.

La situación en la consulta del médico no mejora. Parece que al fin y al cabo si vamos a poder conseguir una vacuna contra los vytrus, pero por desgracia no con el tiempo suficiente para salvar a Epsi. Es lo que nos faltaba, aunque teníamos que estar preparados para algo así.

- No tengo ni idea Clarisse. Me temo que vas a tener que tomar tu la decisión.- claro que le puedo dar mi opinión, pero sólo estaría diciendo cosas al azar. Yo de medicina no tengo ni idea.- Oye Doc...¿No hay nada que podamos hacer los demás?. ¿necesita algo en particular?. A lo mejor si volvemos al laboratorios, o buscamos por la ciudad o yo que se...Tal vez encontremos algo que le sirva. Algo para acelerar el proceso.- pregunto al doctor finalmente con un evidente tono de impotencia.

El doctor observa a los presentes colocándose bien las gruesas gafas mientras debatís sobre usar la sangre de Karim o no -En teoría su sangre debería de ser bastante compatible pero aún así...- se limita a comentar poco convencido, dejando que vosotros mismos os encarguéis de tomar esa importante decisión.

Es entonces cuando la puerta se abre de nuevo dando paso a Zyor, que mira sólo de reojo a Epsilon torciendo el gesto antes de centrarse en vosotros. No parece que le guste demasiado ver a la chica así y de todas formas él ya ha estado presenciando su deterioro sin poder hacer mucho al respecto.
-Están intentando organizarse y decidir quién debería ocupar el puesto de Phoena... Creí que querríais saber que muchos apuntan a "la portadora del vial"- mira directamente a Clarisse, con seriedad calmada, pero después se limita a apoyarse en una pared del fondo para no interrumpir vuestras cavilaciones.

-Umm... la verdad es que sí hay algo- responde entonces el doctor a lo dicho por Martin mientras se frota las nudosas manos -Uno de nuestros proyectos, similar al vuestro. Se llamaba Fénix. Se suponía que sería nuestro ángel salvador, el que nos ayudaría a resurgir de nuestras cenizas. Su sistema inmunológico estaba preparado para soportar casi cualquier ataque viral o bacteria, compatible con todos los grupos sanguíneos existentes y por haber pero... cuando el laboratorio se vino abajo su rastro también desapareció- suspira con aprensión y acaba encogiéndose de hombros -No sé, quizá si conseguís acceder allí de nuevo encontréis alguna pista, muestras, informes...- intenta mantener algo de esperanza pero vosotros sabéis lo difícil que será eso después de que las instalaciones volaran por los aires con vuestra huida.

-Espere un momento... ¿ha dicho Fénix?- Zyor interrumpe de repente y todos podéis distinguir que en esta ocasión parece algo aturdido, cosa rara en él -¿Tiene el símbolo de un fénix tatuado en el cogote...?- añade entonces para sorpresa del doctor, que asiente titubeante.

-Entonces es... Hiedra- sentencia Zyor con una rotundidad casi aplastante.

-Deben de haberse vuelto completamente locos... dijo Clarisse anonadada. No puede creer en serio que yo ocupe el puesto de Phoena ¿Verdad? Sólo me limité a asegurarme que las muestras llegaban aquí sanas y salvas. No se de nada más que no sea curar a la gente.

Clarisse perdió de vista el motivo del debate que habían estado llevando a cabo hasta la irrupción de Zyor, y su mente divagó sobre el sentido que tenía lo que acababa de oir.

¡Por Dios! ¡Si cualquiera de mis compañeros está mucho más capacitado que yo para tomar decisiones estratégicas ontra esas cosas! No tengo ninguna experiencia en combate, y no estoy preparada genéticamente como ellos para ese tipo de situaciones... Pensó.

La mujer salió de sus cavilaciones en cuanto Zyor y el doctor descubrieron el secreto que escondía la niña que había acompañado al hombretón desde hacía tanto tiempo.

-¿Cómo? ¿Quiere eso decir que la sangre de esa niña está preparada para soportar el agente letal que hay ahora en las venas de Epsilon? Preguntó.

Y yo que creía que iba a morirme sin ver un culebrón más.

Dijo secamente el fornido hombre de color, con una sonrisa torcida por el dolor.

Osea, que mi sangre no vale, pero la niña es la madre de todas las soluciones. Mira, yo estoy dispuesto a soportar lo que haga falta, por Epsi, y por lo que queda de humanidad. Pero esa niña no tiene obligación ninguna. Y si dice que no quiere que le saquen sangre… es que No.

Karim se puso en pie como pudo, apoyándose en la pared.

Entonces, no hay mucho más que hacer. Se le puede pedir, incluso rogar. Pero si algo de fe llevo gravada en mi mente de laboratorio, es que no se la puede forzar a nada. Ni a ella, ni a nadie.

El negro busco los ojos del Zyor. El había padecido más pérdidas de las que Karim llegaría a ver. En cada musculo tenia grabado a fuego la palabra sufrimiento. Y además el era quien había pasado más tiempo con la pequeña, y sin duda entendía mejor que nadie que ella pudiera negarse. Si alguien debía de pedirle semejante acto de fe a la niña, sería el.

Aun así, había algo extraño en toda aquella sucesión de curiosas casualidades. Clarisse lo había mencionado una vez. El había desestimado el tema. Pero ahora empezaba a notar una mano detrás de todo.

Phoena los encontraba, los liberaba, Zyor los ayudaba a llegar, conseguían parte de la cura. Y la otra mitad, todo el tiempo había estado allí. Es incluso probable que solo necesitaran la sangre de la pequeña. En otro tiempo, en otra vida, una que nunca había vivido, habría dicho que aquello era una jodida casualidad. Que el puto mundo era un pañuelo. Y ahora esa afirmación, estaba más cerca que nunca de ser verdad.

Aquella miserable colonia, era lo poco que quedaba de humanidad. Pero esta nueva civilización no podía alzarse sobre mentiras, y vejaciones. No podían incluir nada a precio de la vida de nadie.

Solo tú puedes pedirle a Hiedra que de su sangre. 

Una media sonrisa se posó en mis labios, agrietados y secos hasta el punto de que me dolían si trataba de hidratarlos, cuando se habló de que la gente del pueblo pensaba nombrar a Clarisse futura sucesora de Phoena. Básicamente no pude evitar sonreir, a pesar de la horrible situación en la que estábamos, porque la cara de la rubia cambió drásticamente, estaba realmente cómica.

Sin embargo mi sonrisa se fue quebrando según el doctor hablaba. Había una supuesta cura en el laboratorio que se vino abajo cuando nosotros despertamos. Vaya, qué bien, menuda casualidad... ¡Ya podían haber ido a buscarla antes! pienso ligeramente contrariada; no me apetece pensar en todo lo que se está hablando pero dado que sigo consciente aún, qué menos puedo hacer.

- ¡¡OHHH!! - grito sorprendida, aunque mi grito parece no llamar la atención de nadie -lógico dado que todos nos hemos quedado igual-, es la respuesta de Zyor ante la mención de ese "Fénix". ¿Hiedra? ¿La niña que viajaba con él? ¿Ella es ese proyecto Fénix? ¡Venga ya! ¡Si la han tenido aquí durante años! ¡¡Viviendo entre ellos!! ¿Realmente hacía falta la samgre de esos malditos y desgraciados vytrus?, en mi mente las preguntas sin respuesta lógica se agolpaban, no era posible, tantas casualidades... no eran posibles. Esa pequeña, dueña de una sangre casi milagrosa. ¿Y ahora qué?

No seré yo quien le pida que nos de algo de su sangre. Sólo es una niña, ¿y si se le saca demasiada como para que pueda soportarlo?, pensaba, en un silencio sepulcral, mientras mi mente trabajaba a cien por hora.

- ¿Y ahora qué? - pregunté finalmente, con voz ronca y visiblemente incrédula ante lo que se acababa de mencionar.

Saludo con un gesto de cabeza poco entusiasmado a Zyor cuando hace aparición. No tengo nada contra el grandullón pero la situación no es que sea precisamente alegre y me cuesta mostrar entusiasmo. Sin embargo alzo una ceja sorprendido cundo nos explica el motivo de la organización de la gente del pueblo. Supongo que elegir un nuevo líder es algo de suma importancia.

- Bueno, tú eres la más lista de todos Clarisse...- digo encogiéndome de hombros como si fuera la respuesta más evidente del mundo. Aunque en realidad tiene bastante sentido. En un mundo que se cae a pedazos donde un montón de bichos asesinos intentan acabar contigo yo también elegiría como lider a la más lista. Es como un seguro de vida. Hay menos probabilidades de cagarla.

Aún así hay algo todavía más sorprendente que la elección de Clarisse para "presidenta". De repente el médico se pone ha hablar sobre un proyecto de inmunología,  o algo así, que se ve que no tuvo éxito. Prácticamente estoy cogiendo mi arma de nuevo para salir cortando a buscar el nuevo laboratorio pero entonces cae el bombazo de labios de Zyor.

-¿Hiedra?. No me jodas.- digo de repente levantándome de mi asiento.- ¿Ha estado delante de nosotros todo este tiempo?...¡Joder!.- maldigo sin poder ocultar mi fastidio.- Bueno, pues sólo tenemos que pedírselo. Tal vez si le enseñamos el estado de Epsi comprenda lo urgente que es el asunto...Aunque claro sería un poco cruel. Tendrá que decidirlo ella...- añado finalmente sumándome al estado de mis compañeros. Tampoco podemos sacarle la sangre a una niña así como así...

El doctor asiente a la última pregunta de Clarisse -A menos que su sangre se haya diluido con el tiempo o algo así se supone que Fénix sería la Panacea para casi todos los males...- explica mientras observa a la expectativa a Zyor, escuchando de fondo la reacción del resto pero sin prestarles demasiada atención.

Por su parte Zyor parece dudar unos segundos y se limita a quedarse de brazos cruzados con el ceño fruncido, pensativo, mirando de reojo a los presentes según habláis y relajándose sólo un poco después de que todos opinéis que es Hiedra la que debe elegir.
-Es una niña lista, demasiado, siempre lo ha sido- admite antes de emitir un hondo suspiro -Estoy seguro de que aceptará en cuanto sepa que es para ayudar a alguien, sea quien sea, pero eso será todo. Le extraeréis sangre y no se la volverá a tocar para nada más, no quiero más pruebas ni cosas extrañas. ¿Estamos todos de acuerdo?- os mira uno por uno bastante convencido de que le apoyaréis, de hecho en los únicos que se detiene más tiempo son Clarisse, por su innata inteligencia para descubrir cosas, y en el doctor, que a fin de cuentas ya trabajó en ese laboratorio de lunáticos años atrás.

El doctor entorna exageradamente los ojos pero termina por asentir, algo a regañadientes según parece. Después de eso Zyor se da por satisfecho y sale de la consulta con amplias zancadas.

Tras apenas diez minutos de espera, que os pueden haber resultado más o menos largos, la puerta se abre de nuevo con un chirrido metálico. Hiedra entra seguida de cerca por Zyor pero éste se detiene en el marco de la puerta que comunica la "consulta" con la sala llena de camas en la que os encontráis y deja que la pequeña tome sus propias decisiones. Aunque no dudáis que ha hablado con ella antes de traerla.

La niña parece un poco nerviosa, se revuelve las manos sin cesar y al pasar junto a Epsilon parece asustarse un poco por su desagradable aspecto pero aún así no dice nada ni sale corriendo. Sigue caminando un poco titubeante hasta llegar a la mesa en la que el doctor y Clarisse tienen esparcidas varias muestras y anotaciones sobre el vytrus y entonces se detiene.
-¿Me va a doler...?- alcanza a preguntar tímidamente mientras empieza a arremangarse el desgastado y viejo jersey.

Clarisse hizo un gesto afirmativo con la cabeza a Zyor en respuesta a lo que había dicho y luego lo siguió con la mirada hasta la puerta. Cuando el hombre salió de allí, su mirada recorrió las de los demás, y ninguno dijo nada, puesto que en aquel silencio que se produjo durante la ausencia de Zyor, las palabras estaban demás.

Luego, el hombre volvió a aparecer con la niña, y mientras Hiedra caminaba preparándose para lo que iba a venir como solo un niño puede hacerlo, con esa cara de lástima ante lo ineludible, Clarisse echó mano a la aguja, y lo preparó todo mientras el doctor la sentaba con el fín de que estuviera bien acomodada.

Luego Clarisse se acercó y mirándola con toda la dulzura de la que fue capaz, algo que en el subconsciente de su cerebro tenía grabado de una vida pasada inculcada genéticamente, le habló.

-No será nada más que un pinchacito, y luego pasará. Le dijo a Hiedra. Esa mujer de ahí, está muy enferma, y con lo que te sacaremos podremos curarla. Y al igual que a ella, a muchas otras personas, que cuando se curen gracias a tí, estarán agradecidas por que una niña tan valiente los ayudó a salvarse. Algo así se merece un premio ¿No crees? Seguro que despues lo podemos arreglar de alguna forma, y hacerte algún regalito por ser tan valiente y ayudar a la gente... Le enseñó la aguja mientras le sonreía con picardía ¿Que te parecería una fiesta en la que divertirnos? ¡Y solo por un pinchacito de nada!

Clarisse no dejó de sonreirle a Hiedra y sin retirar la aguja de su vista, esperó a que fuera la niña quien le ofreciera el brazo.

Cerré los ojos tras ver cómo Zyor abandonaba la consulta. No podía culpársele por proteger a la niña, desde luego eran como un padre y su hija, pensamiento que logró sacarme un esbozo de sonrisa aparentemente melancólica.
De todos modos, no podía estar más de acuerdo con él respecto a la seguridad de Hiedra. La pequeña no merece pasarse la vida siendo estudiada, manoseada e investigada, debe ser libre tal y como nosotros, especiales también a nuestra manera, lo somos ahora al fin desde que salimos de aquellas "probetas" del laboratorio, pensé echando un vistazo a cada uno de nosotros, allí callados.

Tras lo que se me antojó una eternidad, y ya estaba en un duermevela con los oídos aún zumbándome.
- ¡Ahhh! - el chirriante sonido de la puerta abriéndose de nuevo me hizo dar un pequeño grito llevándome las manos a las orejas instintivamente.
Al abrir los ojos pude ver a Hiedra y a Zyor, con caras serias, se notaba que habían hablado del tema por el camino. Yo no abrí la boca para nada, toda la decisión quedaba en sus pequeñas manos, simplemente intenté sonreirla para que no tuviera miedo de las agujas ni de los enfermos que allí había.

Una vez la niña estuvo sentada volví a cerrar los ojos, por algún extraño motivo ya no me agradaban los sitios cerrados, seguramente a causa de lo vivido horas antes bajo suelo. El agobio, la estrechez, la oscuridad de esos pasadizos subterráneos parecían haber dejado una huella imborrable en mi, aunque el inmenso cansancio y las graves heridas también tenían muchas papeletas para justificar mi estado semi-vegetal, sentada en aquella silla, dejando caer la cabeza hacia atrás medio dormida.

Joder, Karim quería hacer cualquier cosa, dejarse caer, y dormir un puñado de horas. La cabeza le dolía a ratos, y suponía que había perdido suficiente sangre como para alimentar a una horda de vampiros sedientos. 

Y sin embargo, no fue capaz de moverse durante todo el tiempo que Zyor estuvo fuera. Cuando llego con la niña, no le hizo falta preguntar que había decidido la pequeña. Era una valiente, era una superviviente, alguien que había salido viva de mil experiencias completamente desagradables, y cercanas a la muerte. 

Y ahí estaba, representando perfectamente su papel de niña, únicamente preocupada, de si el pinchazo le iba a doler. 

Esa niña tendría que ser la Alcalde, sin duda. 

Digo por lo bajo con una sonrisa. Sorprendido y maravillado que en aquella bola de fango que ahora ocupaba la humanidad, alguien pudiera ser a la vez, tan fuerte, y tan frágil. Representar tan vivamente el papel de colono y de niña necesitada. 

Si algo podía sentir por Hiedra y por su extraño padre adoptivo, era admiración. Porque había lidiado durante años con todo lo que se les había venido encima, hasta que llegaron ellos cinco, cuatro sin Epsi, y lo pusieron todo patas arriba. 

Se puso en pie. Miro con cariño a la pequeña, y dijo esta vez un poco más alto. 

Tranquila Hiedra, nosotros no vamos a ningún lado. Estamos aquí para protegerte. Y si la doctora te hace daño, luego le puedes dar una patada en la espinilla. 

Mis ojos muestran una juventud que desmienten mis heridas. Una energía que no está en consonancia con el precario equilibrio que mantengo apoyado en la pared. Pero mi intención es mantener a la niña tranquila, quitarle peso, si pudiera ser a la situación, que de sobra era tensa, y crear un ambiente más familiar. 

No estaba seguro de conseguirlo, pero no dejaría de intentarlo. 

Hiedra se sienta obedientemente en la silla que la acerca el doctor, con los pies colgando y sin alcanzar el suelo debido a su escasa estatura. Apoya las manos en su regazo, con una manga del jersey arremangada, y presta atención a las palabras de Clarisse como si de una alumna aplicada se tratara. Al mirar a Epsilon de reojo asiente con expresión triste, claramente preocupada y apenada por su estado, después vuelve la vista a su actual doctora y se muerde el labio inferior con cierto entusiasmo -¿Y habrá caramelos...?- pregunta más animada hasta que Karim hace su aportación y ríe abiertamente -No haré eso, ¡bruto!- le responde divertida, a pesar de todo.

Extiende finalmente el brazo y el doctor le sonríe cálidamente mientras ata un cordón entorno a él dejándoselo apoyado sobre la mesa, dejando que Clarisse extraiga la muestra sin problemas. Hiedra se encoge un poco y se pone algo tensa ante el pinchazo inicial pero después se relaja y observa su propia sangre llenar la jeringuilla con curiosidad. Es de un rojo más intenso y claro de lo normal, como si en cierto modo fuera más pura y limpia.

En apenas un par de minutos la extracción finaliza, una tirita cubre la pequeña marca de la aguja en su brazo y la pequeña salta con agilidad de la silla, como si no hubiera pasado nada. Se acerca a Karim, para nada intimidada a pesar de su tamaño, y tira de su camiseta para que le preste mi atención -¿Y mis caramelos?- pregunta acusadoramente.

Karim se pone alegre al ver que todo marcha según lo acordado. Clarisse saca sangre a la niña con pericia, y pronto todo resulta alarmantemente tranquilo.

No se fía mucho del bueno doctor, porque parecía siempre más interesado en sus cosas que en la gente, pero teniendo a su hermana allí, no le cabía duda, de que no podría hacer ningún daño. Ella había demostrado que era tan valiente como cualquier otro, una guerrera, disgustada con la vida en general, pero que era capaz de afrontar cualquier cosa.

Cuando la pequeña Hiedra se le acerco pidiendo caramelos, casi se le cae el mundo encima. De donde demonios iba a sacar el unos caramelos. No obstante, esa sería su siguiente misión.

Martin, creo que esta damisela necesita de un par de valientes soldados que la asistan. Te parece que vallamos a buscar un buen puñado de caramelos para Hiedra, al fin de cuentas, es nuestra salvadora.

Le guiña un ojo a la pequeña, y la invita a agarrarle la mano. Una mano grande que puede fácilmente cubrir la de la niña. Con una sonrisa me dirigí a la puerta del extraño hospital, e invite a irse conmigo a quien quisiera.

Fuera el aire era caliente y el sol cegaba los ojos, así que use la otra mano a modo de visera.

Creo que podemos intentar encontrar caramelos en la tienda esa de la mujer simpática. Quizás ella acepte algo a cambio de date todos los que tenga.