Partida Rol por web

Intranquilo, Aramiel vio como su compañera subía por las escaleras. Había confiado en ella para entrar en la casa sin ruido, pero había fallado en dos ocaciones. Esta vez murmuro una pequeña plegaria a los espíritus para que no tirara al trasto lo poco que habían conseguido. Ya cuando desapareció de su vista, el mundae procedió a inspeccionar el comedor. Primero buscando signos de movimiento, Pisadas o algún indicio que le indicará alguna pista. Para luego ver si había algo fuera de lugar con el comedor, de una igual manera que lo era la casa en una villa tan rural.

Esta vez mantuve mucho cuidado al subir las escaleras, procurando pisar la madera de tal forma que no emitiera crujido alguno. Y tuve suerte. Cuando por fin llegué arriba pude contemplar toda la planta en un solo vistazo ya que no había ni paredes ni separaciones de algún tipo, pues lo que habían hecho era un enorme dormitorio donde se veía una cama matrimonial, signo inequívoco de que allí había vivido o aún vivía gente.

Me adentré en el cuarto para poder ver mejor los detalles, comprobando como el matrimonio que había ocupado ese lugar, porque en mi cabeza pensaba en un matrimonio, había tenido descendencia ya que lo que veía escondido en una esquina tenía toda la pinta de haber sido antaño una cuna.

Quien fuera quien habitara esa casa tenía que tener dinero. Eso era algo que ya me había parecido nada más ver el exterior, pero comprobar la cantidad de armarios que había en esa habitación me indicaba que era gente que necesitaba guardar muchas cosas. Por lo general las gentes de las aldeas solía tener un pequeño armario y un arcón, y en muchos casos sólo un arcón, donde tenían que guardar sus escasas pertenencias, pero allí el lugar de almacenaje era demasiado grande.

Y mis sospechas de que en aquella casa había sido, o estaba siendo, habitada por gente adinerada, fue descubrir el cabecero de la cama. Me quedé parada, incrédula ante lo que mis ojos parecían mostrar. ¿Oro? ¿De verdad aquello podía ser oro? Me acerqué unos pasos para tener la oportunidad de palpar con mis manos aquel objeto, recorrer con mis dedos el dibujo de sus formas.

Mi intención era, después de extasiarme con aquel increíble cabecero, echarle un vistazo al interior de los armarios, quizás en su interior encontrara algo que pudiera resultar interesante pero, mientras tanto, seguía disfrutando del relieve de aquella pieza tan curiosa.

Comenzaste a investigar los alrededores de la planta baja, sobre todo la cocina y los pequeños pasillos que quedaban más a mano. Todo parecía extremadamente normal, normal para un lugar donde parecía que no vivía nadie...

La oscuridad de la zona impedía que pudieses sacar conclusiones claras sobre si allí había pisadas. Quizás viendo el lugar a plena luz del día sería más revelador algo que en la situación actual era imposible de plantear.

Todo seguía estando tranquilo, nadie os molestaba lo cual te hizo preguntar ¿cómo le iría a Sora?

Comenzaste a sacar tus propias conclusiones en base a lo que observabas del lugar. Poco a poco te fuiste dando cuenta que aquella decoración de oro no era muy normal en un pueblo humilde como ese.

Examinaste el relieve con atención pero no conseguiste determinar nada, todo estaba demasiado oscuro para que palpando pudieses averiguar algo algún significado concreto al motivo decorativo.

Los armarios y cajones de la habitación estaban vacíos y olían extraño. La conclusión era sencilla, allí no estaba viviendo nadie actualmente de lo contrario ¿no tendrían ropa guardada?

Poco a poco te vino a la mente la idea de qué habría averiguado Aramiel en este tiempo...

Poco pude sacar en claro de lo que estaba haciendo. Sin una luz que me guiara era incapaz de saber cómo eran los dibujos del cabecero que mis dedos recorrían sin llegar a formarse una idea de su significado. Lo único que conseguí fue darme cuenta que, si esa pieza de decoración estaba hecha de oro entonces ¿por qué no se la habían llevado consigo? Porque estaba convencida que aquella casa estaba deshabitada, prueba de ello eran los armarios y los cajones completamente vacíos, aunque seguía extrañada porque no se hubieran llevado un objeto de tal valor.

Sin embargo, no sólo había sido la frustración por no haber podido encontrar nada la que me llevó a volver sobre mis pasos, sino también el extraño olor que salía de aquellos armarios. Arrugando la nariz, me había alejado de ellos sin llegar a detectar qué era aquel aroma. No olía a polvo y humedad propia de los sitios cerrados durante mucho tiempo, ni a excrementos de ratas, ni a nada que yo pudiera recordar.

Molesta al considerar que aquella exploración había sido una pérdida de tiempo y viendo que en esa planta no encontraría nada que pudiera resultar interesante, me decidí a volver con mi compañero esperando que él hubiera tenido mucha más suerte que yo.

Aramiel parecía algo ofuscado por no encontrar nada de utilidad, algo que le diera alguna pista en ese extraño lugar. La oscuridad no ayudaba en nada en su búsqueda y bajo su razonamiento, tampoco es como si encontrara algo en la cocina o el comedor. La única alternativa según el, era intentar buscar un sótano o alguna especie de trampilla que diera con una zona inferior en la casa. Era ridículo pensar que encontrara algo así en una simple casa de campo, pero ese lugar era diferente. El mundae comenzó a buscar, pero no son seguir con ese miedo que le mordía la nuca ¿porque tan tranquilo todo? Era demasiado perfecto, sobretodo con la chapuza que fue la entrada a la casa. Aramiel estaba intranquilo, pensaba en Sora. Pero debía confiar en ella, a pesar de haber demostrado lo contrario. 

Frustrada por no haber conseguido descubrir algo de interés, aparte del detalle del oro en la decoración de aquel cabecero y comprobando que poco más podía hacer en la planta superior, decidí encontrarme de nuevo con mi compañero, quizás él hubiera tenido más suerte y hubiera encontrado algo que nos ayudara en nuestra investigación. Cualquier cosa, por mínima que fuera, sería una pequeña luz que nos guiara ante tanta oscuridad. Porque así me sentía yo en aquella aventura, alguien que caminaba a ciegas por un túnel con miedo a dar el siguiente paso y sin saber hacia dónde dirigirse.

Sumida en estos aciagos pensamientos, comencé a descender la escalera, prestando atención a cualquier sonido procedente de la planta inferior que me pudiera indicar dónde se encontraba Aramiel.

Aramiel se frustró poco a poco al no dar con ninguna trampilla o algo que pudiera llevarlo a algún piso inferior. Pero para su sorpresa, el sonido de la madera hueca hizo que confirmaran sus sospechas, algo se ocultaba abajo. Aún así aún estaba el problema de como lograr dar con la entrada y estaba claro que el no tenía suficiente habilidad para descubrir donde se ocultaba en aquella oscura habitación. En eso escucha pasos que bajaban por la escalera e instintivamente se quedo lo más quiero el mundae, pues no sabía con certeza si se trataba de Sora o alguien más. Sólo bastó unos segundos de tensión, para que Sora apareciera en su campo de visón. Aliviado se acercó a ella haciendo un poco de ruido con los pies para no sobresaltarla y hiciera algún alboroto.

- Mi señora Sora ¿ha descubierto algo en el segundo piso? -pregunto el mundae- aquí no he encontrado nada útil. Pero sospeche que podría haber algún piso inferior y a pesar de no encontrar ninguna trampilla. La madera hueca confirma mis sospechas.- Aramiel apunto al suelo y continuo- quizás usted tendrá más suerte en encontrar el camino hacia el piso inferior.

Negué con la cabeza cuando Aramiel se acercó a mí nada más que yo había llegado a la planta baja. No había conseguido nada en el piso superior y mi abatimiento, así como el gesto de mi cabeza, mostraban claramente mi fracaso.

—Simplemente puedo decir que los habitantes de esta casa debían ser gentes ricas. Toda la planta superior es un enorme dormitorio, con una cama y los restos de lo que debió ser una cuna. Hay muchos armarios, vacíos y con un extraño olor y... —había llegado al único punto que pudiera resultar interesante de mi corta, e inútil, investigación en el piso de arriba— el cabecero de la cama parece estar hecho de oro, tiene unos extraños relieves que no he conseguido reconocer y, sinceramente, me extraña que hayan dejado un objeto tan valioso abandonado.

A pesar de que Aramiel parecía tan frustrado como yo, sentí curiosidad cuando habló de una posible trampilla que condujera a un piso aún más bajo de donde nos encontrábamos. Quizás una bodega, un sótano o... quién podía decirlo, un escondite que nos pudiera guiar por el buen camino de nuestra misión.

Caminé palpando con cuidado aquí y allá, buscando cualquier grieta, cualquier imperfección, cualquier detalle que me indicara la forma de poder acceder al escondite que había bajo nuestros pies pero, al igual que le había sucedido a mi compañero, fui incapaz de encontrar algo de interés.

—Nada. —Escupí la palabra con rabia dada la frustración que sentía ante todos los impedimentos que nos estábamos encontrando en aquella misión.

Poco a poco empezasteis a entender lo que pasaba por las mentes de los otros mercenarios que intentaron encontrar algo de utilidad en la misión. El fracaso y la impaciencia eran conceptos que fácilmente revoloteaban por vuestras cabezas pero... ¿y si vosotros erais distintos?

¿Podríais averiguar algo más allá donde otros fracasaron?

El mundae poco a poco olvido el hecho de que todo estuviera tan tranquilo, dando paso a la frustración. Si bien siempre fue alguien paciente, el tener una posible pista y no poder avanzar le impacientaba. Lo peor, es que cada vez desconfiaba de las habilidades de Sora y las propias con cada fracaso que habían tenido hasta ahora. Pero por su mente cruzo un viejo consejo de un querido amigo, "puntos de vista".

- Mi señora, Sora- comenzó Aramiel a ver la ofuscación de su compañera- Siento al igual que usted la frustración por no encontrar nuevas pistas. Quizás sea una buena idea que continue dando un buscando en este piso, mientras que yo iré al segundo a ver si puedo encontrar algo que haya pasado por alto.

Empezaba a caer en el desaliento ante mi torpeza y en la desilusión que me producía saber que nosotros tampoco íbamos a ser capaces a triunfar donde otros muchos antes habían fracasado. Empezaba a creer que la inactividad de los últimos tiempos, donde nadie llamaba a nuestra puerta para ofrecernos encargos, había empezado a hacer mella en mis habilidades y que, dicha inactividad, sólo había servido para atrofiarme.

Estaba a punto de ceder a la desesperanza, a volver a casa con el rabo entre las piernas, pero algo en mi interior me decía que no podía caer en el engaño de un primer fracaso, que Aramiel había visto algo y que, a pesar de estar atascados en nuestra propia lamentación, tarde o temprano seríamos capaces de encontrar. No había que perder la fe.

Empezaba a convencerme que debíamos continuar cuando Aramiel me sorprendió dando voz a mis propios pensamientos y, a pesar de que en un primer momento me dolió comprobar la desconfianza que seguía manteniendo en mí, sobre todo al creer que él podía encontrar en la planta superior algo que se me hubiera pasado por alto, me di cuenta que quizás tuviera razón. Los nervios que había pasado mientras intentaba acceder a la casa y la tensión en la que llevábamos sumidos desde el inicio de nuestra aventura, me habían hecho perder cualidades. Pero intentaría que eso no volviera a pasar.

—Tienes razón. No podemos ceder ante la desesperanza. Seguiré buscando en esta planta y espero que en esta ocasión consigamos algo de provecho.

Nada más terminar de hablar me puse manos a la obra. Tampoco teníamos demasiado tiempo como para perderlo...

Comenzaste a investigar los alrededores de la planta baja, sobre todo la cocina y los pequeños pasillos que quedaban más a mano. Todo parecía extremadamente normal, normal para un lugar donde parecía que no vivía nadie...

La oscuridad de la zona impedía que pudieses sacar conclusiones claras sobre si allí había pisadas. Quizás viendo el lugar a plena luz del día sería más revelador algo que en la situación actual era imposible de plantear.

Hubo un detalle que no pudiste pasar por algo: una vieja alfombra que había en el comedor estaba mal colocada, es decir, no seguía la perfecta simetría de los tablones de madera del suelo.

Cual fue tu sorpresa cuando decidiste mirar la alfombra que bajo ella se escondía lo que parecía una trampilla herméticamente cerrada. Podías palpar con tus dedos el hueco que señalaba la silueta del falso suelo, pero no existía un tirador o pomo donde levantar el acceso...

Aramiel aún conservaba algo de esperanza, una pequeña salida para poder cumplir con su misión. Pero la esperanza era menor a la desesperación que comenzaba a sentir. Aún así trato de mostrar determinación frente a su compañera, quizás ella podría dar con lo que el no pudo encontrar. Y a pesar de que el mundae no se sentía del todo seguro, subió a la siguiente planta en busca de pista que su compañera no logró percibir ¿pero como podría el ver algo que una avanzada exploradora no pudo ver? Las dudas salían a flote y poco a poco su esperanza mermaba, y si no lograba dar con nada, probablemente no sabría con que seguir. Así, Aramiel se pudo manos a la obre y comenzó a buscar pistas detalladamente. Algo que desentone con el ambiente para empezar.

Aramiel subió las escaleras poco a poco, buscando que la delicadeza y la discreción fuesen un ejemplo a seguir.

En pocos segundos llegaría a la planta superior, una zona bastante más despejada que los interiores en el sentido de que toda la planta de arriba se había convertido en una especie de dormitorio gigante.

Allí seguía sin haber nadie, pero sí que había bastantes detalles que analizar:

Por un lado, la cama era de matrimonio, o allí viven (o vivían dos personas) o hay alguien de corpulencia destacada.

Existe una gran cantidad de armarios, todos ellos de corte clásico acorde a lo que se puede esperar del pueblo.

En una de las esquinas se podía encontrar... ¿una cuna? parecía parcialmente desmontada y como era de esperar totalmente vacía.

¿Qué era lo más llamativo de entre todos aquellos detalles? La decoración del cabecero de la cama, ya que estaba adornado con ¿oro? además parecía estar en relieve, como si se pudiese tocar.

Comenzaste a sacar tus propias conclusiones en base a lo que observabas del lugar. Poco a poco te fuiste dando cuenta que aquella decoración de oro no era muy normal en un pueblo humilde como ese.

Examinaste el relieve con atención hasta que... ¿un momento?¿por qué una parte del relieve sobresale más de lo normal?¿Se trataría de una especie de... ¿botón pulsador?