Partida Rol por web

¿Has escuchado eso?

La cara del desconocido hace evidente la respuesta, pero Rick no puede evitar la pregunta. El capitán del equipo de rugby tarda una eternidad en reaccionar. Mejor dicho, tarda una eternidad en querer reaccionar. Los ojos del tal Adam le miran inquisitivamente, esperan que se mueva, que reaccione al sonido, el tipo no duda que lo lógico es ir a comprobar en la dirección del grito. El miedo también le llega pero él no sabe... no ha visto...

Ricky sí, ha visto suficiente para acabar con corduras, de sobra para que a cualquiera no le pareciera buena idea volver. Pero eso el auxiliador no puede saberlo, tan solo le estará tomando por un cobarde al dudar tanto.

Vamos dice sin esperar respuesta, cuando su ánimo lo permite echa a correr en dirección al aullido.

La adrenalina obra milagros. Sales disparado hacia la casa con un único pensamiento como estímulo: Rubí... Escuchas los pasos de Adam tras los tuyos. Al menos no estaré solo. Subes los escalones de entrada al edificio principal de un salto. Cuando atraviesas el portón de entrada notas como un desvanecimiento. Terror. Ansiedad. Miedo... pero esta vez contenido. Atraviesas el hall de entrada. El pasillo. A la izquierda y al fondo la cocina. Cristales en el suelo y sangre salpicando una vetana rota a pocos metros. Mi sangre. Aprietas tus maos recordando el dolor. A la derecha más pasillo. La muñeca satánica que tato temías encontrar... ya no está!

Y arriba, en la segunda planta, ruido de pasos. Ajetreo. Voces amortiguadas. Pero no de ultratumba. Son voces humanas que conoces bien.

Oscuridad.

¡Eh! dijo, más que gritó Rick. La voz apenas le salía, por alguna razón, y el volumen de su aviso fue poco menos que inaudible hasta para el samaritano que le acompañaba.

La respiración del jugador de rugby agita su ancho pecho, su ritmo cardiaco aumenta por momentos. No le gusta este silencio, y tampoco esta oscuridad. Vuelve a mirar al tipo, su presencia es física, real, y eso resulta algo reconfortante en un lugar como este.

Pasa la lengua por su paladar seco, dándose cuenta de que había olvidado cerrar la boca tras la llamada fallida. Le duelen las manos - lívidas como las de un muerto - y cree que es por los salvajes golpes que dio al muro hace unas horas, pero realmente se debe a lo fuerte que sus puños apretan el arma invisible que le protegerá en caso de...

¿sigo teniendo el cuchillo?

El joven ya está seguro de poco, pero en lugar de buscarla, aprovecha el ímpetu que le otorga esa nueva idea - distinta de esas paredes, del horror que le rodea - para soltar un grito, esta vez más decidido.

¡Eh!

- Ellos están aquí, y vienen a ayudarnos. No podrás con todos nosotros - su voz suena desafiante aunque mantiene su tono sosegado - Aléjate de aquí y déjanos en paz

La voz de mujer, probablemente de Elizabeth, resuena opaca en el piso superior. Parece como si estuvieran dentro de alguna habitación.

Joder, pues es verdad que hay gente aquí. Me pregunto de qué coño va todo esto.

Adam, detrás tuya armado con la pata de cabra, te sigue de cerca.

Tú dirás tío...

Por alguna razón ha hablado en susurros.

Rick!!! Estamos aquí!!

Es inconfundible. La voz de Rubí. Arriba Hay que subir arriba.

Las palabras de Elizabeth le helaron la sangre. Si alguien contaba con la fuerza y aplomo de Rick para que le defendiera no le había cogido en el mejor momento. ¿Qué es? ¿Quién?

Seguía subiendo las escaleras pero muy despacio, tan despacio que el tal Adam creyó que paraba. Durante intervalos momentáneos Ricky se arrepiente de haber traido a ese tio, de tener que responder ante él. No me preguntes ahora qué, no puedo pensar. No ahora.

Pero llegó la voz de Rubí. Clara y nítida, cercana. Eso complicaba la cosa, lo hacía más duro pero también más sencillo. Las piernas del jugador de rugby volvieron a ascender escalones sin necesitar de un esfuerzo consciente para ello, no tuvo que molestarse en tomar decisión.

Rubí estaba arriba y él subiría. A encontrarse con lo que fuera. Los pasos vacilantes se convierten en carrera escalones arriba.

Rubí...

Esta noche han pasado muchas cosas malas entre tú y Rubí. Has ido demasiado lejos. La has golpeado includo. Intentas disculpar tus acciones. El miedo te ha bloqueado y obcecado demasiado hoy...Nunca antes estuviste tan lejos de ella. Y tal vez nunca antes otro estuvo tan cerca de ella. Pero ahora que escuchas su llamada te lanzas escaleras arriba dejando atrás tus temores.

La escalera es de madera y amplia. Crujen sus escalones fuertemente debido a tus pesados pasos. Adam te sigue de cerca. Ascendeis velozmente para llegar al segundo piso en unos segundos. Cuando encarais el pasillo del nivel superior una nueva sorpresa os aguarda.

En mitad del pasillo, en sombras y quieto, aparece un ser enorme. Los rasgos no son definibles. Sin duda es una figura humanoide, alta y corpulenta. No parece un fantasma.

Permanece quieto. No habeis visto sus ojos aún, pero estás seguro de que están bien clavados en ti.

¡No! gimió, aulló Rick, sin tener muy claro qué negaba.

Lanzándose contra el ser con los hombros por delante, Ricky no siente miedo, la sensación es demasiado parecida a los familiares partidos. Solo tiene que pasar por encima de su contrincante, pisotear su cuerpo y alcanzar el otro lado. No piensa, las sensaciones y acciones que vive, como una marioneta, están tan implantadas en su cerebro que salen solas.

Rubí... piensa de forma difusa el corpulento capitán justo cuando su cuerpo toca el del aterrador enemigo.

Te lanzas fuera de ti contra el enemigo. Pero la distancia que os separa es la suficiente como para que él te vea venir. El pasillo no es precisamente estrecho y en un alarde de velocidad el corpulento adversario se aparta. Pasas a su lado como una exhalación. Ahora el enemigo queda entre tú y Adam, que no se decide a actuar. Tu nuevo compañero levanta la pata de cabra. Y la sangre se te hiela cuando ves que el corpulento adversario levanta un hacha de mano.

Rick! Vuelves a escuchar la voz de Rubí esta vez a solo unos metros. El ruido de un mueble arrastrándose también es percibido por tus oídos.

El enemigo te mira a ti y luego a Adam, que sigue al borde de la escalera.

El hacha afilada, manchada de sangre.

Esta vez las emociones pasaron factura, el jugador de rugby había dado todo en esa carga y el grandullón lo había esquivado. Ahora un hacha alzada, dos metros de aterradora sombra musculosa... y dudas, muchas dudas.

La voz de Rubí rompe cualquier resto de concentración, ha perdido la oportunidad y la ocasión. No cree que Adam resista mucho pero en algún lugar remoto de su conciencia agradece el gesto heroico - involuntario - del extraño.

La suerte está echada, los brazos de Ricky no reaccionan con la rapidez que debieran.

El adversario da un pesado paso hacia Adam. Para él, el joven compañero parece ser más amenaza que tú. El gesto te deja libre el paso a la habitación desde la que proceden los ruidos.

La puerta cerrada, muebles rodarse. Si el cerebro de Ricky funcionara a su plena - limitada - capacidad, ya habría supuesto lo que pasa: deben estar atrincherándose ahí dentro, huyendo de la ingente masa de músculos armada con un hacha. Quizá algún fragmento de la consciencia del chico entendiera esta hipótesis, o tal vez solo su reacción fuera atacar primero y ver a sus amigos después.

Rubí...

Repitiendo el rugido y la triste llamada a su chica a modo de grito de guerra, Rick se abalanza de nuevo contra el enemigo. No le importaría rodar escaleras abajo junto con él, ni siquiera sentiría remordientos llevándose a Adam por el camino. Cuando no te importa tu propia vida cuesta valorar las ajenas.

Das dos potentes zancadas en el pasillo e impactas con toda tu potencia contra el cuerpo del atacante.

Humf! Sus pulmones se vacían por el brusco golpe recibido. Sabes perfectamente cómo placar, y sabes perfectamente cómo hacer daño en un placaje. Y esto ha dolido. Ambos dos caeis al suelo, el de bruces y tú en su espalda. Adam está a escasos dos metros. Escuchas el sonido metálico del hacha contra el suelo, pero no sabrías decir si la ha soltado o no.

Los brazos de Ricky no se separan del oponente, el cuerpo del veterano jugador de rugby no da un respiro. Sus puños no se cierran para golpear y sus manos no buscan el cuello enemigo, tan solo usa toda su fuerza para mantenerlo contra el suelo, en una suerte de lucha grecoromana, inmovilizado.

¿Qué conseguirá con ello? Rick no tiene la ventaja de poder pensar en estos instantes, tal vez espere que Adam se cebe con el apresado oponente, quizá el traumaticado joven no tenga agallas para volver a manchar sus manos de sangre otra vez. Lo cierto es que lo que ve Adam dista poco de ser un único amasijo de músculos, por lo que el extraño sabe, el gigante podría ser el bueno y yo el loco. Tan solo el arma afilada ¿aún en su mano? podría animar al samaritano a igualar la balanza.

Uhmpf.

Una puerta se abre a tu espalda. Sonido de pasos en el pasillo.

Rubí...

Parece ser la única palabra capaz de pronunciar el confundido jugador de rugby. En su peligrosa presa rueda sobre el enorme ser, escucha el metal del hacha tintinear. Tal vez pueda verla por última vez...

Escuchas los gruñidos de tu oponente y los pasos a tu espalda. De repente ves como Rubí y Mark Spinner se abalanzan en tu ayuda golpeando salvajemente y sin piedad la cabeza y espalda de tu enemigo. Una y otra vez. La sangre te salpica también a ti.

No consigues identificar las armas que emplean.

¿¡Pero que coño haceis!? ¡Salvajes! ¿A estos había que salvar?

Malditos homicidas.

Dejadle en paz!!! Lo vais a matar!