Partida Rol por web

24 de octubre de 1923 - 20:15

Mina tenía la noche libre, lo que explicaba su ausencia en el club. Matthias había pasado allí las últimas dos horas esperando a Tommy. No lo había podido localizar en toda la tarde, pero sabia que su jefe era más bien noctámbulo. Finalmente lo había conseguido llamar y se había comprometido a pasarse por el club lo antes posible. Así que allí estaba.

Entregó a Bobby su sombrero y subió al despacho en compañía de Matthias. Una vez allí encendió un cigarrillo y, mirándolo de brazos cruzados, esperó su informe.

Matthias comenzaba a sentirse como un perro enjaulado dando vueltas por el bar, desesperado ante la espera. Cuando Tommy apareció le siguió muy serio y ya totalmente recuperado del balazo hasta el despacho.

-A noche nos acribillaron a balazos. El chico está medio muerto en el hospital y a mí me atravesó una bala el corazón. ¡Y estoy vivo! -exclamó, enfadado y frustrado.

-He oído lo que ha pasado. Cálmate. Explícamelo desde el principio. ¿Qué es lo que visteis? ¿Qué ocurrió?

El semblante de Tommy era serio, frío, pero sus manos estaban crispadas mientras se cruzaba de brazos.

Matthias se dejó caer en la silla relajando los músculos y controlando su agitada respiración.

-Después de cenar fuimos a la dirección y esperamos casi hasta las cuatro de la mañana, donde aparecieron los tipos que auguro que esperábamos. Les seguimos hasta el puerto, donde le entregaron un paquete a unos de los seguratas y después se volvieron al coche. No quise precipitarme así que esperamos un buen rato antes de irnos, pero se debieron percatar porque al poco nos seguía su coche. Les dimos esquinazo, en principio, y al aparcar cerca de casa doblaron la esquina y nos tirotearon. -hizo una pausa y continuó preguntando con calma-. ¿En qué demonios me han metido, Tommy?

Tommy se acarició la barbilla.

-Si te tirotearon es porque sabían que no eras policía. Anderson tiene que estar muy paranoico si ha reaccionado así. Un tiroteo de gansters... eso le encanta a la prensa.

El joven ladeó la cabeza, dubitativo.

-Siento haberte metido en este lío, pero eres el único en que puedo confiar.

-Ya... -dijo Matthias como única respuesta, quizás decepcionado-. ¿Qué hago ahora?

Estaba a sus órdenes, y bajo su influjo sin llegar a ser plenamente consciente de ello. No se le ocurría nada más que hacer, si él se lo pedía lo haría a riesgo de que alguien más (a parte de él) saliese cosido a balazos.

-Tengo que pedirte algo más. Esto no ha acabado; sólo ha empezado. Debo contarte una cosa, Matthias.

Tommy abrió la puerta y miró por la rendija que quedaba. Complacido, cerró con llave. Buscó en su bolsillo una pitillera y sacó de él un cigarrillo. Lo encendió con una cerilla que dejó en un cenicero. Echó el humo por la nariz lentamente, como pensando las palabras antes de hablar. Y, de repente, Matthias lo sintió. A veces, mientras estaba con Tommy, notaba que lo invadía un bálsamo de calma. A pesar de estar en tensión, estar asustado y enfadado, Matthias se tranquilizó.

-Soy un vampiro. -Lo dijo con tanta seriedad y sinceridad que Matthias no pudo hacer otra cosa que creerle-. He estado dándote parte de mi sangre para hacerte más fuerte, para que pudieras defenderte en situaciones como esta. John, por desgracia... Lo habrás notado, ¿no? Llevas meses sintiéndote más fuerte. Estoy seguro de que te curas más deprisa. Seguramente tendrás peor humor. Me han dicho que también afecta al rendimiento sexual. ¿No?

Tardó varios segundos pero finalmente asintió, corroborando las teorías y elucubraciones de su amigo. No hacía falta comprobar de nuevo su rápida generación, y bien cierto era que se sentía más joven y vital en todos los sentidos, incluyendo el sexual (aunque no fuese precisamente Cristen la que se beneficiase de ello). Lo del mal humor... quedaba un poco en el aire, pues la profunda agonía que padecía por la enfermedad de su mujer y la culpa achicaban bastante su carácter. Y no es que antes le hubiese faltado temperamento. Pero, lo que no terminaba de encajar en todo aquello eran las tres primeras palabras: "Soy-un-vampiro."

-Un vampiro... -repitió, incrédulo, y de no ser por la imperiosa calma que bullía por todo su ser, igual que horas antes había sido la rabia, probablemente le habría echado en cara que le tomaba por idiota. Pero, por alguna razón su mente trató de digerir las palabras y asimilarlas como una verdad fehaciente-. Aha, un vampiro.

-Sé que puede ser difícil de creer, pero es la verdad.

Tommy le miró y abrió la boca. Ahora tenía colmillos desplegados, blancos, rectos y afilados.

-Sólo confío en ti lo suficiente como para contártelo. Sólo a ti he dado mi sangre, ¿entiendes?

Instintivamente se echó hacia atrás, agarrándose al reposabrazos de la silla y conteniendo el aliento ante la insólita imagen de aquellos mortales colmillos. Era extraño, magnífico y terrorífico a la vez. Casi agradeció aquella pujante sensación de calma, que le impedía cometer ninguna estupidez.

-En realidad, no. -admitió algo avergonzado. No quería decepcionarle, pero le resultaba bastante surealista la situación y no comprendía eso de la sangre. Pensar en ello casi le dio ganas de vomitar-. Y, ¿por qué? ¿Qué ganas tú con eso?

-Te he dado fuerzas para sobrevivir a un tiroteo. Sigues vivo aunque podrías estar muerto. ¿Te parece eso poca ganancia? -contestó su jefe-. Me pareces un buen empleado. Me caes bien, me gusta cómo trabajas. Por eso te he dado mi sangre, para hacerte mejor y más fuerte.

Visto desde el planteamiento que Tommy le ofrecía todo tenía lógica y cabida, y, como Matthias no se encontraba precisamente dispuesto a cuestionarle (como en todo lo que se refería al vampiro), embargado por aquella extraña calma, asintió dándole la razón. Si en el fondo tenía lógica, se obligó a pensar, aunque el hecho de que existiesen vampiros trastocase toda su realidad. Con lo vivaz y orgulloso que había sido en gánster, quien le viera ahora con aquel brillo de fascinación reflejado en el rostro, sumiso y manejable como un corderillo, bien podría haberse echado a reír sin miedo a que le reprochasen nada. Pero, para Matthias, el mundo era una cosa y luego estaba Tommy.

Le miró una vez más de arriba abajo, un gesto que acostumbraba a hacer con las chicas jóvenes, pero no advirtió nada nuevo en él. Sin embargo lo percibió totalmente diferente, como si cientos de pequeñas piezas encajasen en la imagen mental que se había creado de él. Ciertos comportamientos, aptitudes o gestos cobraban sentido. Un sentido que, sin embargo, nunca se había cuestionado antes. Sencillamente habían pasado desapercibidos a causa de esa terrible fascinación, la cual se acrecentaba aún más.

-¿Por qué has decidido contármelo ahora? Imagino que alguna manera habrías encontrado para seguir ocultándomelo.

-Podría haberte mantenido a ciegas todo el tiempo que hubiese querido -dijo él con suficiencia-. Pero revelándote la verdad podrás prepararte más y mejor para lo que viene. Anderson va a pagar por esto. Me imagino que querrás vengarte por lo que han hecho, ¿no?

El vampiro dio una calada honda y dejó que las burbujas de humo se desplegasen por la habitación.

-Hay que averiguar lo que han hecho en el puerto. Si está comprando a la policía portuaria se está metiendo en un buen lío.

-Por supuesto que quiero partirle las piernas a ese necio. Pero he aprendido a ser paciente, ya llegará –dijo mientras se encendía un cigarrillo tranquilamente. –Probablemente lo esté haciendo, pero ahora tengo un molesto inspector que me temo que no me va a quitar el ojo de encima. Ya he visto la boca del lobo... En realidad no me gustaría ver más, pero es lo que hay. Tendré más cuidado la próxima vez.

Le miró una vez más, de reojo, mientras en su cabeza empezaban a formularse muchas preguntas respecto a la verdadera naturaleza de Tommy. Pero, por respeto, o quizá cierto miedo, prefirió callarse.

-Nací muchos años antes que tú. Tampoco tengo prisa -dijo Tommy.

El teléfono del despacho sonó. Cuando Matthias lo cogió, la voz de una enfermera contestó al otro lado:

-¿Señor Galais? Llamo en relación a John Scofield.

Matthias se puso rígido al escuchar el nombre del chaval.

-Sí, soy yo. ¿Ha despertado? - se apresuró a decir.

-Ha sufrido una crisis. Es usted el responsable, ¿verdad? Debe venir al hospital en cuanto le sea posible -dijo la enfermera.

Matthias se quedó lívido durante unos instantes, antes de recuperar el sentido. Habías esperado de toda fe que el muchacho se recuperase. Malditos médicos...

-Enseguida estoy allí- anunció colgando el teléfono después. Se abalanzó sobre la chaqueta y le comunicó a Tommy la noticia-. El chico se muere. Tengo que volver.

-Yo iré a atender mis asuntos. Si te necesito te llamaré -contestó Tommy-. Espero que esté bien.

Matthias condujo hasta el hospital y para cuando llegó era casi medianoche. Las enfermeras le llevaron con el doctor que llevaba el caso de John, un hombre grueso y con gafas. Parecía muy atareado y quizá fastidiado por tener que parar para hablar con él, pero lo hizo de todos modos:

-Señor Galais, el señor Scofield está fuera de peligro ahora, pero hemos tenido tiempo de evaluar su estado global. Me temo que el joven va a quedar paralizado de cuello para abajo.