Partida Rol por web

Estaba muerto. No literalmente, pero sí estaba mirando a la muerte a los ojos reflejados en los de Isabel.

Su vida pasó por delante y debía decir que era una vida de mierda. No había nada que destacar, nada que pudiera dejar de legado más allá de un camino lleno de culpabilidad y cartones de tabaco, pero a pesar de todo sentía que había expiado su pecado.

Porque ahí estaba, su error de antaño ahora disfrutando de los últimos segundos que tenía de vida antes de que... ¿Le abrazara? Se quedó quieto, casi como si se hubiera convertido en una estatua cuando la vampiresa cayó sobre él, no sabiendo que hacer. 

No la he tocado.- Las palmas de la mano en alto para no llegar siquiera a tocar cualquier milímetro de su cuerpo. Lo que le faltaba es que aparte de cobarde, le recordaran como un pervertido. 

- Qué cojones... - Se dignó a mirar confundido, comprobando que no tenía un repentino ataque de cariño sino que la cruz tal vez, y solo tal vez, había tenido algo que ver. Estaba muerta, y él vivo.- Amén, padre.- Relajó los brazos, dejándolos caer a sus costados unos segundos antes de apartar el cuerpo. Una punzada de dolor recorrió su cuerpo.- No tendrás por ahí agua curativa, ¿verdad? 

Sin duda la presencia de Mastret era abrumadora, como si te estuvieras acercando a un volcán en erupción y te quemarías si das un paso más. No era un tipo cualquiera, ni siquiera un vampiro cualquiera. Cuando se dirigió a ella, Naomí se encogió de hombros, pues literalmente no podía decir absolutamente nada. Por suerte el trato parecía ser bueno para ellos. Solo debían entregar el libro, lo demás les importaba un pimiento, el padre era buen tipo, pero era su vida por sobre todas las cosas y no estaban en posición de luchar contra todos esos seres. Entonces Stephen hizo una contraoferta que era darse de hostias como hombres pecho peludo que eran.

-Bloody Hell- pensó manteniendo su cara de póker y pensando en cómo salir de ahí… ¿En qué demonios pensaba el costal de pulgas? Observó que Aaron seguía vivo, como todos hasta ese momento, teniendo a la vampiresa muerta a sus pies. Tanto él como el padre estaban muy malheridos-. Estamos taaaan jodidos- como aquello se resolvería con una pelea, Naomi retrocedió instintivamente, sabiendo que no tenía cabida allí. Ahora todo dependía del irascible licántropo-. Suerte pedazo de cabeza hueca…

Quería llegar hasta Aaron, pero todos esos colmilludos se lo impedían. ¿Acaso podrían salir de ahí en una pieza? Lo dudaba mucho.

— JAJAJAJAJA — Una estruendosa carcajada emanó de lo más profundo de Mastret.

— Admito que tienes las pelotas del tamaño de la noria de ahí fuera. Acepto el trato. — En su rostro se dibujó una sornisa al tiempo que se crujía el cuello hacia un lado.

— Habéis oído todos. Acepto las condiciones del lobo y en el remoto caso de que logre derrotarme sus condiciones deberán ser cumplidas bajo pena de muerte. —

El resto de vampiros asintió alejándose, haciendo el círculo más grande. Levantó sus brazos y sin siquiera colocarse en postura de combate hizo un gesto para que atacara.

El padre apartó a la mujer del todo y ayudó a Aaron a levantarse. Para cuando ambos pudieron ver lo que ocurría vieron que estaban rodeados de vampirso que parecían centrarse en lo que ocurría en mitad de un círculo humano. En el medio, un imponente Stephen estaba a punto de comenzar el combate contra el líder de aquella comunidad de vampiros...

— Joder, ¿Que está haciendo tu amigo? No me digas que... mierda. —

Ya no sonreía; iba a ser una lucha... quizá su última lucha. Sabía que iba a sangrar, como mínimo, más que nunca en su vida... pero eso, precisamente, le daba la vida.

Sonrió de nuevo, no, corrección... no sonreía, era una mueca... se transformaba en otra cosa... o mejor dicho... mostraba lo que era realmente

Cuando Stephen termina su transformación el círculo que formaban los vampiros se ha hecho algo más grande, dejando al padre y a Aaron en el mismo borde y a Naomi con la boca abierta a un par de metros del borde. Mastret se lanza hacia Stephen lanzando un primer puñetazo claramente dirigido contra la mandíbula. 

A Stephen no le cuesta apartarse dándo un salto hacia atrás y tomando distancia, preparándose para lanzarse en cuanto sus pies toquen de nuevo el suelo...

Primer ataque del Vampiro... hendió el aire con su puño, que de seguro, a más de uno había desnucado de ese modo. Pero encontró solo aire.

Stephen había sido rápido y había dado un paso atrás rápido, seguido de un par de pasos laterales, mientras, sin dejar de mirar a Mastret, se calzaba el guante que le diese Naomi, con calma, midiendo a su rival, mientras exhibía su dentadura, y permitía que hilos de baba cayesen de su boca entreabierta.

-Muy bien... un buen rival... -Pensó. Como cuando acosas a un oso... tienes que tantear, medir, buscar cómo entrar y salir... el arte de cazar, que tanto había probado.

De repente, sin que ningún movimiento inmediato permitiese preverlo, se abalanzó sobre el vampiro, buscando un ataque con la zarpa derecha enguantada, quiriendo rasgar la carne hasta el hueso con sus uñas, largas, fuertes y afiladas como dagas de acero.

Stephen se lanzó, sin embargo pudo ver en la mirada de Mastret que algo no iba como lo había previsto. Estaba sonriendo. Pronto se dió cuenta de porqué. La velocidad que había usado para su primer ataque no era todo lo rápido que se podía mover. Al igual que había hecho antes el hombre lobo, el vampiro saltó hacia atrás; pero aprovechó para agarrar la cabeza peluda y llevarla hacia su rodilla. 

El golpe resonó por la habitación, y provocó que un chorro de sangre saliera de la boca de Stephen. 

Mastret rió y aprovechó que su enemigo había caído al suelo para mirar a los vampiros del círculo con los brazos extendidos. Un grito gutural salió en masa de todos los presentes, azuzando a Mastret, animándolo...

Naomi estaba apartada del círculo, pero podía ver fácilmente como se desarrollaba el combate. La transformación de Stephen fue aterradora y fascinante a la vez, algo que siempre le intrigó de ese tipo de criaturas. Pero no pudo darle importancia científica a ello, pues los primeros golpes no tardaron en ir de un lado a otro… la primera sangre se la llevó el vampiro.

-Agh- no pudo menso se morderse la uña del dedo pulgar con nerviosismo, pues ese golpe fue brutal en todos los sentidos. Sabía que luchar contra Mastret era muy mala idea-. Tenían que medirse la polla…- sus ojos fueron hacia el libro, Aaron, le padre, la salida, la lucha…  no contaba con la fuerza de hacer un nuevo glifo o disparar como se debe, huir ahora sería la mejor de las tácticas. Le sirvió antes-. Vamos Stephen. Puedes con eso…

Con el ex policía herido, el padre casi con un pie en la tumba y rodeados de vampiros, estaban muy jodidos. Todo dependía que el licántropo tuviera un golpe de suerte.

- Pidiéndole salir.- Respondió con sarcasmo al Padre tras incorporarse con dolores.- Los hombres raros tienen un rito de apareamiento muy raro pero follan como perros.- Un chiste involuntario mientras buscaba una de las sillas tiradas por el suelo, levantándola para dejar caer ahí su cuerpo. Sí, su compañero de equipo estaba librándose en un “duelo a muerte” pero ya que estaba ahí, prefería hacerlo sentado.

- Siéntese Padre, esto va para largo.- No había escuchado el trato, pero entendía que no servía de nada esperar de pie. Si no le atacaban era porque ahora mismo no era una amenaza, parecía ser una pelea “justa” donde ninguno se podía meter y, además, en caso de huir dudaba que le dejaran marchar. Si elijo como morir, que sea sentado y con un cigarrillo.

No había mejor momento para fumar el último, como si fuera una señal divina.- ¿Cree en Dios, Padre? – Pregunta estúpida teniendo en cuenta con quién hablaba, pero dado su estado físico y emocional bastante era que lograra articular palabras.

Mientras hablaba sacó la cajetilla arrugada del bolsillo y tomó con los labios el preciado cigarro, buscando después el mechero. Necesitó varios intentos para encenderlo, acercándolo después para encenderlo, dejando una pequeña estela de humo.- Reza entonces. Nos hará falta que alguien nos ayude.

El olor a muerte rodeaba al padre y a Aaron, y se entremezclaba con el de la nicotina de aquel último cigarro. ¿Sería de verdad el último?

— ¿Quien pregunta a un sacerdote si cree en Dios? — Dijo McCall dejándose caer en el suelo directamente. Sentado, apoyando los brazos en el suelo y contemplando la batalla.

— Más nos vale que ese cabronazo esté ahí arriba. Si no... estamos jodidos. —

Había tosido un par de veces, y había escupido sangre en las dos. Tanto el padre como Aaron pudieron ver como los vampiros cercanos se fijaban en aquello, aunque rápidamente regresaban a la pelea que se estaba volviendo cada vez más salvaje...

Dolió... joder que si dolió... Antes incluso de senirlo, había podido oir el chasquido de los huesos de la cara... bueno, del hocico, rompiéndose; al menos, alguno de ellos. Lo de escupir algún colmillo, eso ya fue después de sentir el dolor.

Trastabilló y dio unos pasos hacia atrás, confuso, mientras obsservaba como el otro tipo alardeaba ante los suyos...

-Estás jodido- pensó para sí mismo.

No tenía tiempo para regodearse recordando su mierda de vida hasta esos momentos, no pensó siquiera que una de esas bocanadas de aire con sabor a sangre sería quizá -cojones, seguramente, seamos realistas- la última; simplemente, se lanzó de nuevo en un torpe ataque frontal...

... torpe, torpe de cojones...

Las manos de Mastret agarraron la mandíbula de Stephen, deteniendo el flojo ataque había lanzado contra el vampiro. 

— Cumpliré mi parte del trato. Has luchado con valor, pero no tenías nada que hacer. — Fueron las últimas palabras que Thibaut susurró al hombre lobo antes de abrirle la mandíbula en dos. 

Un chorro de sangre emergió del hueco que había quedado al aire que impregnó a Mastret por completo. Un coro de vampiros gritaban el nombre de su lore al ver que había salido victorioso y poco a poco comenzaban a volver sus miradas hacia los tres invitados no deseados.

— A este os lo podéis comer. — Dijo acallando a sus congéneres señalando a Stephen.

— Tu y tu. — Dijo señalando a Aaron y Naomi. — Podéis iros. Pero recordad que os estaremos vigilando. Mastret puede perdonar una vez la vida de alguien. Pero yo no tentaría a la suerte. —

Se volvió entonces hacia el padre McCall.

— Tu te quedas conmigo. Tenemos que hablar de un libro que me han recomendado... —

Había sido rápido, casi... indoloro. Apenas se había dado cuenta de que había errado el ataque, y de la respuesta del vampiro.

Mientras la vista se le nublaba y todo giraba hacia una espiral de oscuridad, no pidía dejar de penar en ....

... nada

Con o sin Dios, la pelea había terminado y por desgracia no para bien.

Retiró la mirada y bajó la cabeza cuando Stephen cayó sabiendo lo que iba a pasar, dejando que el sonido de los huesos desencajándose y la sangre chorreando recrearan una escena que quería evitar, quedando en un extenso mutismo que se propagó incluso en su mente.

Apretó los dientes mientras miraba al suelo, viendo algunos puntitos de ceniza que estaban cayendo del cigarrillo que sostenía. Apenas le había dado una calada y por primera vez en mucho tiempo no quería seguir consumiéndolo, ni siquiera soltar algún comentario sarcástico para quien fue una especie de amigo, guardando respeto. Has hecho lo que has podido, Stephen. Se levantó con pesadez de la silla y se atrevió a mirar al cadáver. El rostro del ex detective no delataba ningún tipo de emoción, como si hubiera apagado ese mecanismo por defensa propia.

- Tu manada estará orgullosa.- Se acercó y, con cuidado, se agachó unos instantes para dejar el cigarro a su lado, una especie de “ofrenda” o muestra de respeto. Descansa. Se giró directamente hacia la maga, tomándola del brazo.

- Vámonos.- No quería que armara una escena, tampoco sabía si tenía intención de vengarse, pero al menos él sabía que no tenían nada que hacer. No estoy huyendo. La estoy salvando.

Naomi sintió la necesidad de apartar la mirada, sabiendo lo que pasaría unos segundos después, pero no lo hizo. Abrió bien sus ojos y contempló esa aterradora ejecución, casi saboreando la sangre en su boca y viendo como Stephen caía como un muñeco de trapo. Así terminaban lo que luchan batallas imposibles, se dijo con la mandíbula rígida, incapaz de apartar la mirada ahora, atrapada en ese charco sangriento que no dejaba de crecer.

Tu y tu. Podéis iros.

Esas palabras quedaron flotando en su mente. ¿Podían irse? ¿Así como así? Sintió que estaba al borde de un precipicio y alguien le decía: “Adelante, da un paso al frente que podrás volar.” Pero antes de poder reaccionar, alguien le tomó del brazo. Era Aron, quien con una corta palabra le indicó lo que debían hacer. Esos malnacidos se comerían a Stephen… esperaba que uno tocara el guante y volara en pedazos. Al costal de pulgas le gustaría ello.

-Si, vamos…- se desprendió del brazo del ex policía, sin ser muy brusca, pero no queriendo que le llevara. Todos se terminan yendo de alguna manera, no valía la pena apoyarse en nadie. No apartó la vista de los vampiros, como si no terminara de confiar o simplemente quisiera corroborar que alguno se llevaba un acto de venganza final del licántropo-. Bloody hell…

Tal cual se marchaba, Aaron y Naomi pudieron ver como las miradas de todos los vampiros los seguían con ansia. Sin embargo ninguno movió un solo dedo. En el exterior había comenzado a llover. La fila fuera del recinto se había disuelto casi por completo, y solo quedaban algunos curiosos y turistas que fotografiaban el lugar. Tenía una especie de encanto a la luz de la luna con la fachada y el tejado cubierto del agua de lluvia.Parecía que el día se había tornado triste, que el cielo, al igual que ellos, lloraba la muerte de su amigo Stephen.

El no recuperar el libro no supuso más que una pseudo reprimenda de vuestro contacto y quizá algunas palabras indicando que sabía que no podía contratar aficionados.

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Pasaron los días primero. Las semanas después. Poco a poco todo volvía a la normalidad. Aaron se había recuperado de sus heridas casi por completo. Naomi todavía no había decidido que hacer con el contenido de su teléfono; y aunque algo le decía que conservarlo no era una buena idea... no había llegado a darle al botón de borrar.

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En un lugar sin identificar, en una fecha indeterminada:

Mastret arrojó el cuerpo sin vida de McCall al suelo. La sangre salía por su garganta y todavía podía escucharse un extraño sonido saliendo de ella. El vampiro sonreía. Se encontraba en una habitación con paredes de piedra. En un lateral, sobre una gran mesa de madera, varias velas alumbraban un libro abierto por la mitad. Mastret se colocó detrás de la mesa y comenzó a recitar.

Sanguis adhuc calidus. Pigrum pascit corpus.
Oblitus corporis. Oblatum accipe sanguinem.

Del cuerpo de McCall comenzó a emanar una especie de líquido denso rojo oscuro que poco a poco tornaba en negro. De varios cuerpos situados por la habitación comenzó a salir lo mismo. Todos aquellos fluídos confluían en una gran mesa de piedra en el medio de la habitación. Un cuerpo inerte los recibía sin hacer un solo amago de movimiento.

Mastret se acercó al cuerpo. Mordió su muñeca y comenzó a verter su propia sangre sobre el cuerpo.

Bibe sanguinem meum, quia vivificabit te et ligabit te ad voluntatem meam.

Noctis creatura. Surge sicut servus meus, quia vivificavi te et idcirco nunc tuum est mei.

Los cuerpos, ahora secos, casi en los huesos, dejaron de emanar aquel líquido. Pasaron unos segundos y el cuerpo inerte se levantó emitiendo un aullido que resonó por toda la ciudad...

FIN