Partida Rol por web

Esta noche se espera un buen espectáculo.
Davide De'Eustachio vendría como cada jueves junto con sus mas allegados secretários, tal y como le gustaba a él llamar a sus sicarios, y con Franky, su hijo. Apesar de su fama de capo indiscutible de la mayor parte de negocios de la Pequeña Italia, Davide era un hombre tranquilo en apariéncia y muy diestro en lo que a negocios con la hampa se refiere. Nada que ver con Franco De'Eustachio. Según Davide, Franky no tiene las formas finas y sutiles que debe tener un miembro de la hampa neoyorkina. Y tal era así que se comportaba como un bruto maton de tres al cuarto, apalizando por gusto a cualquiera que le llevase la contraria. Violento y nervioso, así era Franky, muy apesar de su padre.

Elisabeth sabía que sitio era el predilecto de Davide. Algo alejado del escenario, pero sin perder angulo para poder observar el espectáculo. A De'Eustachio le gustaba la musica que cuidadosamente seleccionaba Elisabeth. Y sabia que le apasionaba oirla cantar. Y con ello mantenía un negocio como el Blue Note hasta la copa de clientela. Su buena mano para el negocio le fué reconocida en mas de una ocasión.
Apesar de todo, Davide siempre fué un escrupuloso de la seguridad para con sus allegados. Y tratándose del Blue Note cabía esperar el trato preferencial.
Dylan solía frecuentar el local por orden de Davide ya que, apesar de ser uno de sus sicarios, le caracterizaban unas mejores formas que la mayoría de holgazanes que reservaba para los cobros con madera, curiosa forma de llamar a esos bates de beisball, no tenian.

Al llegar Davide De'Eustachio tocaba una conocida banda de hot jazz. Una rapida canción de dixieland alegraba a los presentes y Davide sonrió ante la presencia de Elisabeth.

Davide se aproxima hasta vuestra posición con paso tranquilo y distendido sin sacar ojo a los músicos mientras sus acompañantes se reparten por el local en busca de bebidas. Al parecer no le acompañaba Franky.

-Hola, Elisabeth...- Dice con educacion mientras hace un ademán hacia uno de los asientos invitando a que se sentara junto a él. -...veamos que tienes preparado para hoy.- Sonríe afablemente.
-Espero que Dylan no te haya traido problemas.- Dice observando al chico que aun estaba de pié al otro lado de la mesa. Su voz sonaba profunda y entrecortada.

Disfrutaba de la música desde la larga barra del local mientras esperaba las dos copas que había encargado. En pocos minutos estaría allí el señor D´Eustachio y quería tenerlo todo preparado. Pasee la mirada por la sala, las tenues luces que decoraban las paredes lucían tranquilas al son de la música, la mesa reservada continuaba vacía esperando a sus ocupantes y las camareras se paseaban entre las mesas repartiendo cajetillas de cigarrillos o bonitas copas con coloridos cócteles.

En un parpadeo el local se llenó de los característicos hombres trajeados y elegantes que ocupaban sus posiciones habituales a la espera de un suceso que nadie quería que ocurriera. Me volví hacia el interior de la barra para que el barman me diese lo que había pedido. Alisé el vestido con los dedos antes de girarme con las copas en la mano y una medio sonrisa para el hombre que me invitaba a sentarme con él. Buenas noches señor D´Eustachio... que placer tenerle en mi local esta noche.

Caminé contoneando mi silueta enfundada en un vestido de seda negra con apliques de flecos rojos en el bajo que tintineaban a cada movimiento. En mi brazo derecho un brazalete se ajustaba a mi bíceps y cubría hasta por debajo del codo su silueta con largos flecos a juego con los del vestido. Al llegar a la mesa dejé las dos copas reposando en la misma, una era su cóctel favorito, y el otro el mio. Ocupé la silla vacía y busqué con la mirada el escenario. No te preocupes por tus chicos...suelen ser educados.

Al volverme hacia mi acompañante mi cascada de rizos rubios, que había colocado formando un medio recogido y dejaba mis hombros al aire, esparció mi perfume a mi al rededor creando una atmósfera coqueta y personal.

Suelen ser educados... claro...- pensó Dylan mientras respondía a la bella Elisabeth con un ligero movimiento de cabeza.

Miró a su alrededor, estaba lleno de gente. Ese lugar realmente lo asqueaba pero no tenía más remedio que estar allí. Davide había creado una espécie de enfermiza dependencia hacia esa chica. No lo culpaba. Una mujer así no se veía demasiado amenudo.

-Me disculpan?- Dijo mientras se agarraba la punta del sombrero.

Dylan paró a unas de las muchachas y se hizo con una copa. No le dió siquiera tiempo a saborearla, un solo trago bastó. Dejó la copa en otra bandeja y se dió la rutinaria vuelta de 'reconocimiento' para asegurarse de que el lugar era tan patético (como solía describirlo) como siempre.
Dylan estaba esta noche especialmente tenso. No es nada se decía, pero en el fondo estaba convencido de que algo estaba a punto de ocurrir. Hasta ahora esa sensación nunca lo habia traicionado.

Davide asintió con un gesto ante la petición de Dylan y se alegró de verlo alejarse con ese aire prudente que respiraba ese personaje.
-Es un buén tipo...- Dice con la tranquilidad que le caracterizaba. -...nadie más podría cubrir su puesto en el blue note, los demás no tienen la clase necesária.- Davide parecía absorto entre sus pensamientos. Sabía que Elisabeth desaprovaba la preséncia de sus sicarios, pero a su manera ofrecía la protección necesária en estos tiempos difíciles. Esperaba que Elisabeth lo comprendiera.

-Y dime, Elisabeth, ¿Que espectaculo tienes preparado para hoy?- Pregunta con una sonrisa afable.

Dylan se aleja de la mesa dejando a Davide y a Elisabeth a solas.
La música había cesado para dar paso un rumor continuo produido por el hablar de las personas que llenaban el local. En el ambiente se respiraba un clima calido y erudito ya que alli se congregaba la mayor parte de los peces gordos de los negocios extraoficiales neoyorkinos. Desde contrabando de licor hasta seguridad, pasando por loterias clandestinas y organizadores de timbas en las que se jugaban mas dinero de lo que Dylan pudiera imaginar. Incluso reconocía a algún maestro del timo entre los presentes.
De repente empezó otra pieza y el hilo de los pensamientos de dylan se vieron cortados por esa sinfonía surgida desde la fusión romantica de un piano junto con el suave susurro del metal de una trompeta. Jazz en estado puro.

Como bién decía el dicho; la musica no es de gente inteligente, sino de gente sensible. Y en ese momento, aquella pieza, había enamorado a todos los presentes que vieron sucumbir sus voluntades ante su hechizo ancestral.

Al principo solo fue una sombra a la que, en otras circunsatancias no hubiera reparado, pero en la quietud que se había creado al empezar la canción, el rabillo del ojo de Dylan captó un movimiento cerca de la entrada. Al parecer algo sucedía fuera en la calle.

Un puñado de sentimientos se mezclaban dentro de Dylan. Por una parte el miedo y la tensión que le disparaba la adrenalina cuando sabía que estaba a punto de meterse en un lío. Por otra la satisfacción y la emoción por hacerlo. No dudó un solo instante.

Empezó casi a nadar entre el gentío. Empujó sin quererlo (demasiado) a un tipo que soltó el puro y se le llenó de lo que seguramente era algun tipo de licor que se habría derramado en el suelo. Blasfemó algo, quizá fuera alguien importante pero no había tiempo, ya lo resolvería más tarde.

Al fin llegó a la entrada, Que demonios esta pasando por ahi...

Respondí cortesmente a la despedida de Dylan cuando se retiró de la mesa para dejarnos a solas al señor D´Eustachio y a mi, como solía ser las noches que venia a mi local. Una risa cristalina y sincera broto de mi ante el comentario de que Dylan, uno mas de los matones del Don tenia el estilo suficiente como para encargarse del local...Tienes razón...es de los que menos destrozos me ocasiona...eso es bueno para la contabilidad del negocio. Seguí con la mirada al caballero con sombrero que acababa de levantarse de nuestra mesa para ver como vaciaba de un trago uno de los cócteles sin pararse a degustar un instante la sutil mezcla o combinado que hubiese encargado uno de los clientes, que debía esperar ahora un poco mas para degustar su bebida.

Con una leve recriminación que no fue mas allá que una negación con la cabeza ante lo visto centré toda mi atención en mi acompañante. Esta noche tenemos algo muy femenino para que tus chicos se relajen...¿como era es de que la música amansa a las bestias?. Acerco mi copa dejando que se deslice suavemente por la superficie de la mesa mientras el pie continua apoyado en la servilleta que hace su función como posavasos. El color ámbar del contenido es perfecto, ni demasiado dorado, ni demasiado rojizo, simplemente esta en su punto. Jugueteo con la banderilla que atraviesa la guinda roja mientras no quito ojo a mi acompañante. Seremos de los primeros afortunados en escuchar a una joven con mucho talento, espero que sea de tu agrado.

En ese momento un pequeño alboroto, unas palabras fuera de tono y unos empujones hacen que mi ceño se frunza ante el hecho. ¿Pero que esta pasando ahí?...

Elisabeth confiaba en que la actuación de Sally, la artista puesta en nómina hacía escasos días, sería capaz de atrer muchas miradas. Su talento era innegable.
Sally llamó a la puerta del Blue Note Club en busca de trabajo. Junto con un hombre de color que se hacía llamar Joe Arizona formaban un dúo de calidad notable. Al principio Frances fué reacia a aceptar nuevos artistas, pero tras una puesta en escena pudo comprovar que su madera concordaba a la perfección con aquel sítio. No sabía porqué, pero algo le decía que aquella muchacha de rubios cabellos sabía moverse demasiado bién en aquellos ambientes.

Entre bastidores junto con Joe repasabas tu atuendo y perfilabas los detalles previos. No te gustaba dejar nada al azar... y menos tratandose de una actuación. El espectaculo había formado parte de ti desde bién pequeña y se había convertido en una filosofía de vida.
Joe, tu querido Joe. Ese siempre sonriente negro que conseguía sacar siempre tu positividad incluso ante los momentos mas dificiles y, por si fuera poco, uno de los mejores saxofonistas que hubieses conocido. Era un tipo que dominaba el metal y moldeaba consiguiendo notas embelesedoras y romanticas en un instante y locas y deprimidas al otro. Un arte más que peculiar, como un don divino otorgado por algo que superaba el entendimiento. Un filosofo que escribía sus tesis con el color de la música.
Elisabeth te dió la oportunidad y tu no estabas dispuesta a desecharla. Conocías el Blue Note y decidiste que sería un buén sitio.

-¿Vamos?- La grave voz de Joe cortó el hilo de tus pensamientos. -La gente espera...-

De repente empezó otra pieza y el hilo de los pensamientos de Elisabth se vieron cortados por esa sinfonía surgida desde la fusión romantica de un piano junto con el suave susurro del metal de una trompeta. Jazz en estado puro.

Como bién decía el dicho; la musica no es de gente inteligente, sino de gente sensible. Y en ese momento, aquella pieza, había enamorado a todos los presentes que vieron sucumbir sus voluntades ante su hechizo ancestral.
El rostro de Davide quedó impasible ante el espectaculo, junto con los demás hasta que no terminó la última nota no se atrevió a hablar.

-Verdaderamente... espectacular...- Dijo el hombre humedeciendo los labios que tenia secos. En su expresión se leía una profunda admiración. -¿Quién es esa muchacha?-

Mi preocupación ante el pequeño barullo se difunde con las primeras notas de la trompeta que suena pausada pero certera. Cada sonido que produce es una saeta adecuada para los oídos que gozan de un ritmo y una cadencia especial y sentimental, como el jazz. Las reverberaciones metálicas que producía la trompeta rebotaban suavemente contra mi piel y mi cabeza relajando mi cuerpo y mi mente, dejándome en un estado de trance absoluto. Una vez mas me alegré de haber elegido unas lamparas con un ligero tono ambarino, eran sutiles y ayudaban a crear una atmósfera cautivadora que invitaba al espectador a la introversión de la pieza musical.

Mis manos reposaron tranquilas en mi regazo mientras el espectáculo continuaba y cuando terminó una mezcla entre abandono y frustración por dejar de disfrutar de algo como aquello y una alegría desbordante por homenajear a los causantes de esa sensación me llevaron a emitir unos aplausos sinceros y entusiastas por lo visto. Sin dejar de mirar al escenario las palabras del señor D´Eustachio me llenaron de dudas...¿A caso esa joven le había causado mas sensación de lo que yo pretendía?... Alejando mis temores de niña sentimental con una risa calmada decidí responder a mi anfitrión. Al final ha resultado magnifica como pretendía... me alegro de que te haya gustado tanto... La pausa quizás se hizo algo forzosa cuando insinué sin quererlo el sentimiento de placer que había despertado esa joven rubia en el Don. Se llama Sally, vino hace algunos días pidiendo una prueba..y creo que se ha ganado un día mínimo.

Una sonrisa se dibujaba en el rostro de Sally cuando ésta salió a saludar tras la actuación. Las miradas de los espectadores siempre le habían parecido un gran regalo, una fuerte ovación, y hoy no podía esperar menos.
La actuación había sido perfecta. Como las de antes... pensaba la joven.
Un gran debut allí, en el magnífico Blue Note.

Sally entró en su camerino junto con Joe el saxofonista. Ya podía relajarse.

-¡Oh Joe -dice una vez dentro del camerino y dándole un fuerte abrazo a su amigo-, ha sido magnífico! ¿Viste sus caras? -exclama casi sin dar crédito.

-Has estado perfecto, bueno, tú siempre estás perfecto. Pero hoy, hoy ha sido especial. Gracias, Joe -dice y acto seguido empieza a cambiarse.

Sally se quita la peluca y se peina su bonita melena rubia. Después se pone su batín y empieza a quitarse parte del maquillaje, demasiado acusado para su estilo habitual, y deja su cara limpia. Tan sólo algo de colorete y máscara de pestañas para realzar.

Al llegar a la entrada del local puedes ver a tres de los matones de D'Eustachio pateando a alguien que se encontraba hechado sobre el pavimento. No sabías muy bién de que iba el asunto, pero lo que si sabias es que a Davide no le gustaría que tres de sus hombres apalizaran a alguien frente del local de Elisabeth, y menos estando él presente, y temes la reprimenda por ello si pudiera enterarse.

-¡Vamos pequeña! No te quites el mérito...- Te dice Joe desdel pasillo junto a la puerta entreabierta del camerino. -...ha sido tu voz la que les ha enamorado. Y tu lo sabes.- Dice con una ámplia sonrisa.