Partida Rol por web

6

Acompañado del soldado Trimis, no te alejas mucho cuando oyes el fragor de una batalla hacia el oeste. Es el ruido metálico que oías con anterioridad. Del otro lado llegan los caballos de la Guardia Real al galope. Como ya te imaginaste, llevan los uniformes blancos del ejército de Su Majestad y se dirigen a aquella batalla del oeste a la que Trimis quiere ir.

—¡Deteneos! —ordena el oficial a sus hombres y se acerca a vosotros—. Soldado de Pelathar, ¿por qué no está en la batalla? —Luego mira tu capa verde con curiosidad—. Usted debe ser un señor del Kai, ¿en qué podemos servirle? Nuestra misión es socorrer al Príncipe Pelathar y proteger al monasterio del Kai de su caída —posiblemente no sepa aún lo que ha sucedido.

Rodeando el ejército aparecen dos caballos sin jinete, que se ofrecen a ser montados. Trimis no duda en subirse a uno de ellos y el resto espera por ti.

—Acompáñenos, señor del Kai. Se lo suplico. Debemos proteger al príncipe, hijo del Rey Ulnar III. Debemos evitar que la oscuridad alcance Holmgrand.

Si aceptas, te llevarán hacia la batalla, en donde se supone que protegerás al hijo del Rey. Si decides declinar su ofrecimiento, continuarás con tu misión principal.

Oficial, en defensa del soldado he de decirle que esa sangre es suya, y que estaba seriamente herido cuando le he encontrado. Estaba a punto de perder el conocimiento. Le he realizado una curación, tal y como nos enseñaron en el Monasterio.

Trimis, les ha oido y me ha pedido que le acompañara hasta ustedes para reintegrarse a la batalla. Fué alcanzado por una de esas criaturas voladoras de la Oscuridad... Yo mismo me tope con una, pero tuve más suerte y pude evitarla.

En cuanto al Monasterio... olviden esas ordenes. Avise a todos los hombres de que allí ya no hay nada que defender. Lo que queda del Monasterio, lo tenéis justo delante vuestro. Mi nombre es Lobo Solitario, y me he propuesto advertir al Rey del peligro que se cierne sobre Sommerlund.

Decís que el Príncipe se halla en peligro... Pues reunid a todos los hombres y vayamos en su ayuda.

Gracias por el caballo, intentaré seguiros el ritmo, aunque no soy un experto jinete. Es importante de que informe al Príncipe (97).

También es posible que encontréis gente huyendo hacia Holmgard. Yo me encontré a un grupo que llevaba a varios críos con ellos...

Adelante, no perdamos más tiempo... Cada minuto es importante... Os aconsejo poner oteadores con cuernos rodeando al grueso de la columna, para advertir de posibles emboscadas o ataques... Y que se turnen en esa tarea cada media hora.

Todos debemos ser los ojos del resto en estos momentos, si queremos adelantarnos a los movimientos de nuestros enemigos

El oficial asiente y te agradece con un gesto fraternal tu bondadoso acto.

—No quedan muchos hombres como usted, señor del Kai —en realidad, eres el único que queda—. Adelante, monta en éste corcel, juntos conseguiremos derrotar a esos monstruos.

Tus comentarios sobre la criatura alada sorprenden al oficial.

—Dios santo, ¿también vuelan? Esto es una pesadilla —te responde, era la primera vez que oía hablar de algo así. Ninguno de aquellos vio jamás criaturas semejantes—. Los de tierra son mortíferos, quedan muchos de ellos. No te recomiendo enfrentarte a ellos en solitario.

El silencio inunda a los caballeros cuando mencionas al Monasterio. Cuando te montas, os dirigís al encuentro. Estás preparado para la lucha con tu afilada hacha y tu punzante estaca. El objetivo es único: salvar al hijo del Rey, el príncipe Pelathar. 

—Lobo Solitario, la batalla será dura y le ayudaremos a entregar el mensaje al Rey. Es un honor tener al último señor del Kai en nuestras filas. —El oficial hace un gesto con las manos y cuatro jinetes, incluyendo a Trimis, galopan adelante, situándose a tu misma altura—. Proteged a Lobo Solitario, eviten su caída. Con su ayuda salvaremos al príncipe Pelathar de la muerte.

Pasa poco tiempo hasta que el encuentro con el ruido de batalla interrumpe la conversación y descubres lo inimaginable.

97

Ante tus ojos una feroz batalla tiene lugar sobre un puente de piedra. El choque metálico de las armas y los alaridos de hombres y bestias resuenan a través del bosque. En medio del combate ves al Príncipe Pelathar, el hijo del Rey. Lucha hábilmente contra un gigantesco Gourgaz gris que blande un hacha negra sobre su escamosa cabeza. Un reptil de sangre fría que habita en las profundidades de las traidoras marismas de Maakenmire.

Su alimento preferido es la carne humana.

La caballeriza se adelanta como puede, cortando cabezas de horrorosos giaks agrisados y reptiles escurridizos. Junto a Trimis y los dos hombres hacéis camino entre los cadáveres y conseguís alcanzar al príncipe.

—Son muy poderosos, señor del Kai. No hay vuelta atrás; si nos quedamos, debemos luchar —desespera Trimis. Parece que no quiere volver a sufrir heridas como las de antes—. Si huimos por allí, hacia el bosque, encontraremos las bestias que me atacaron antes. Esos fuertes drakkarim escondidos en los árboles.

De repente, el Príncipe cae herido por una flecha negra que le atraviesa el costado. Su espada yace a tus pies. Puedes tomar y utilizar este arma si quieres. El Gourgaz se dispone a atacarte y, si permaneces, deberás librar contra él una lucha a muerte.

Gourgaz: DESTREZA EN EL COMBATE 20   RESISTENCIA 30

Esta criatura es inmune al Ataque psíquico.

• +4 puntos DES y RES por los 4 hombres que te acompañan, incluyendo Trimis (pueden morir).

• +2 puntos DES si usas la espada del príncipe, que entiendo que sí lo usarás.

Tiras D10 y aplicas la columna [-4/-3] hasta que uno de los dos muera. Si no te aclaras, dime por Off y lanzo yo.

La situación era bastante espeluznante y no parecía que la suerte nos sonriera. El Príncipe estaba en serios apuros y sería un golpe muy duro si el mismo día caía el Monasterio del Kai y el Heredero. Había que luchar o morir... No quedaba otra...

Para mayor dificultad una flecha negra alcanzó al Príncipe por su costado dejándolo mal herido...

Trimis, no puede haber tregua, tu Señor a caído herido. O los vencemos o controlaran una cuarta  parte de Sommerlund en un solo día y no se podrán organizar las defensas adecuadas para rechazarlos.

Tu conmigo - le digo a un soldado - cuando me enfrente a esa bestia, tu trabajo es sacar al Príncipe y llevarlo a retaguardia. No debe morir!!!. Trimis y el resto de hombres flanquear al Gourgaz. Seguro que cuando vea mi Capa se centrará en mi...

Me lanzo a la carrera para interponerme entre el reptil y el Heredero. Recojo la espada que yace en el suelo y me dispongo a parar el envite del enemigo y mirar de asestarle un golpe que le haga dudar...

Vamos hombres de Sommerlund... que la sangre de nuestros caídos nos den la fuerza para aniquilar al enemigo!!! Expulsadlos una vez más. Estas son NUESTRAS TIERRAS.

Espero que la arenga surta el efecto necesario para que no huyan despavoridos antes de que podamos controlar la situación...

Asalto 1: Consigo llegar a la altura del Príncipe, pero el tiempo que preciso para hacerme con su espada lo aprovecha el enemigo para alcanzarme, pero a su vez, no mantiene su guardia y yo le devuelvo el golpe. RES 25 / 25

Asalto 2: Con la posición ganada y el apoyo de los soldados flanqueando al enorme enemigo, consigo zafarme de su terrible hachazo, mientras esta vez la espada le atraviesa entero. RES 16 / 25

Asalto 3: herido de seriedad y rodeado, el terrible ser, se mira de proteger. Aun así varios golpes más le dañan, pero yo me avanzo y me expongo un poco, para que los hombres se envalentonen. RES 9 / 23

Asalto 4: El ser de sangre fría está exhausto, lo tenemos contra las cuerdas!!! La victoria está cerca!!! RES 2 / 21

Asalto 5: El reptil a caído al suelo, también varios hombres de los nuestros. Su sacrificio no ha de ser en vano. Con un grito triunfal - POR SOMMERLUND!!! - Asesto el golpe final que cercena la cabeza del Gourgaz, la cual muestro victorioso al ejército enemigo bajo los vítores de los hombres de la Guardia Real y del Príncipe. Aun herido, no siento el dolor, pues ahora mismo el fervor de la venganza por mis hermanos caídos a traición me hacen inmune a esa sensación. RES -7 / 21

FIN

El gourgaz se adelantó hacia ti cuando te vio, olvidando al príncipe que estaba bajo sus pies a un solo golpe de morir. Llevabas la capa verde del Kai, distintivo de la orden que juró proteger a Sommerlund de aquellas criaturas. Entendías que su prioridad no era otra que destruir a todos y cada uno de los monjes que todavía siguiesen en pie. Fuiste valiente al enfrentarte a uno de ellos, sabiendo que todavía eras todo un novato en el noble arte de la guerra. Por lo menos, contabas con la ayuda de cuatro soldados que juraron lealtad al Rey hace mucho tiempo.

—Lo haremos, por el rey y por el príncipe —responde Trimis—. Daré mi vida por ellos y juro estar a tu lado hasta el final. Estoy en deuda contigo hasta el resto de mis días.

Tu plan fue como la seda. Mientras tú te enfrentabas al Gourgaz con los otros tres, el soldado a quien diste la orden tuvo el camino libre para sacar al príncipe del peligro. Miles de dardos sobrevolaron vuestras cabezas como una lluvia de meteoros, con la intención de evitar la escapada y otros guerreros que estaban por la zona asestaron su golpe definitivo a otras bestias para rodear al príncipe.

Sonidos seseantes alborotan tus oídos.

Entonces, solo quedaron los golpes metálicos de vuestras hachas chispeantes. Aquel gourgaz era capaz de mantener una lucha ágil con vosotros cuatro con suma facilidad. El inicio fue muy complicado, escuchábais el sonido del hacha negra que por poco os rebanaba la cabeza. No duró mucho más tiempo desde que la ligera espada del príncipe que ahora manejabas tú se atrincheró en su costado. El moribundo reptil agonizó de dolor, pero siguió en pie dándolo todo para acabar con todos los señores del Kai, hasta que finalmente asestaste el golpe final, por Sommerlund. La criatura quedó inmovilizada sobre el césped ensangrentado y muy pronto acabaría en la pila de cadáveres a los que soterrar con fuego.

—Lo hicimos, Lobo Solitario —te sonríe—. Fue arduo difícil, pero lo hicimos y ninguno de nosotros cayó con él.

Ojalá Trimis no se hubiera adelantado a los acontecimientos, porque cuando os reunisteis con el Príncipe Pelathar, descubristeis que aquél soldado a quien ordenaste su protección, acabó desollado con tantos dardos venenosos en su espalda.

82

El gigante Gourgaz yace muerto a tus pies. Sus malvados seguidores disparan sus dardos contra ti y después se repliegan detrás del puente. Los soldados del Príncipe forman con sus escudos una barrera protectora alrededor de ti y del jefe muerto de los Gourgaz. Negras flechas pasan silbando por tu cabeza.

El Príncipe moribundo te mira a los ojos.

—Señor del Kai, debes llevar un mensaje a mi padre —carraspea en un pañuelo mojado—. El enemigo es demasiado poderoso para que podamos detener su avance. El Rey —vuelve a toser— debe daros permiso para ir a Durenor o todo estará perdido. —Entonces señala su montura—. Toma mi caballo y cabalga hacia la capital. Que los dioses y la buena suerte te acompañen.

Te despides del Príncipe y montas en su blanco corcel. Antes de que galopes con fuerza, una mano impide al caballo moverse.

—Espere, señor. —Es Trimis, todavía con manchas de sangre en su rostro—. Iré con usted. Le serviré de ayuda en vuestra travesía hacia Durenor. —Aunque lo rechaces, Trimis tenía su propio corcel y estaba dispuesto a perseguirte.

Juntos os dirigís hacia el sur por el sendero del bosque. La batalla aún prosigue a tus espaldas, pues los soldados del Príncipe rechazan otro asalto en el puente. El caballo del Príncipe es realmente un magnífico animal, rápido y seguro. Galopa por el tortuoso sendero como si fuera una calzada recta. Al fin, el ruido de la batalla se extingue a lo lejos.

—Lobo Solitario, o, señor. Disculpa si le pregunto esto —Al girarte, ves que rebusca en un bolsillo—. ¿No tendrías algo de comer? Hace mucho que no pruebo bocado.

Desafortunadamente no tenías nada de comer, tu última comida ya la consumiste con anterioridad. Tus tripas también rugían del hambre que tenías. Te gustaría tomar un delicioso manjar ahora mismo y posiblemente así sea dentro de poco. Por ahora solo puedes esperar y resistir con tu habilidad de curación. Al cabo de varias millas el sendero termina bruscamente en una bifurcación. Hay en ella un poste de señales, pero alguien lo ha derribado.

—Vinimos por este sendero, el de la izquierda. Por allí se va a Holmgard. El de la derecha es hacia las montañas de Durncrag. Nunca fui en esa dirección.

Trimis miraba a uno de los dos lados sin darse cuenta de lo que tú te dabas gracias a tu habilidad de Rastreo. Varios rastros arrancan del sendero de la derecha en dirección hacia el de la izquierda. Las huellas pertenecen a lobos fatídicos. Los Señores de la Oscuridad utilizan a semejantes bestias como exploradores de sus ejércitos. Son criaturas malvadas y a menudo montan en ellas giaks.

Soldado, no puedo prohibir que me acompañes, pero has de saber que mi misión es muy peligrosa. Soy un objetivo principal de nuestros enemigos y caerán sobre mi tal y como me descubran. Mi intención es evitar todos los combates que pueda, ya que es más importante avisar al Rey, que la cantidad de enemigos que pueda derrotar. Para ello cuento con cierto entrenamiento que espero me sirva bien... Tu amistad de todos modos me acompañará hasta el resto de mis días.

Por otro lado siento no poder compartir comida, pues nada me queda y poco tiempo he tenido para aventurarme por el bosque a por algunos frutos, raíces o incluso alguna liebre... Yo también estoy hambriento. Hemos de proseguir...No hay más.

Mira... un cruce aunque el indicador está por los suelos, puedo deducir que por allí estan las montañas de Durncrag; nunca fui en esa dirección, pero allí seguro que no estará el Rey y posiblemente las Huestes malignas vengan del otro lado de la cordillera...

A la izquierda creo que es el mejor camino a seguir, aunque viendo la cantidad de enemigos que hay, es muy posible que tengamos batidores suyos por delante. Cuídate de que no te vean...

Dos posibles caminos, la habilidad de Rastreo le indicaba que lo mejor era ir a la izquierda (32).

El camino está demasiado despejado y seremos un blanco bastante visible, pero herido y sin comida, no puedo perder mucho tiempo... he de arriesgarme.

No canso al caballo del Príncipe, es un muy buen caballo, como no podía ser de otra manera, pero además no quiero dejar atrás a Trimis... No por ahora.

Vamos Trimis, tenemos un largo camino.

32

Después de cabalgar unas tres millas, ves a lo lejos las inconfundibles siluetas de cinco grandes lobos fatídicos. A lomos de ellos van los giaks, criaturas grises y pequeñajas con una odiosa sonrisa.

—Allí, señor, ¿lo ves? —te murmura Trimis y frenáis el paso.

Parecen dirigirse hacia adelante, donde el sendero desciende hasta una pradera abierta. De repente, uno de los giaks se separa de los otros y retrocede por el camino en dirección hacia ti. Os escondéis detrás de unos espesos arbustos de manera que el lobo fatídico y su jinete no vean vuestros caballos blancos. Conseguís camuflaros de sus ojos; sin embargo, podría ser mejor descubriros para conseguir algo escondido en el cinturón del giak.

—Tiene algo, es un pergamino. Sigue el camino de Durncrag, probablemente sean órdenes de guerra —Trimis estaba muy seguro de lo que decía y estaría decidido a atacarle—. Si se lo quitamos, bloquearemos el avance enemigo al interior de Holmgard.

Trimis enarboló su arma dispuesta para el ataque y esperó a que tú le dieras la orden de ataque. Pelearías contra el jinete y su montura a la vez. Aunque pudiera parecer demasiado, Trimis está preparado y no teme que sean tan poderosos como el Gourgaz de antes. Por otro lado, los lobos fatídicos que están en la lejanía regresan lentamente. Enfrentarse a esos cuatro sería mucho más complicado que uno solo, los números están en vuestra contra.

Tienes tiempo, podrías pelear con el giak para conseguir el pergamino, antes de que el grupo de lobos detecten vuestra presencia. También podrías permanecer escondido para atacar a aquellos. Y serías un gran héroe si consigues acabar con todos los enemigos de este sendero.

Tras tu escondite está el interior del bosque, un lugar más seguro que el camino directo a Holmgard plagado de giaks.

Trimis, es muy peligroso, nos superan en número y aquí lo más importante es cumplir la orden del Príncipe. Avisar al Rey... Ciertamente conseguir interceptar ordenes sería un buen golpe que nos ayudaría a posicionarnos para detener el avance enemigo... Pero si nos detectan el resto de lobos, deberás huir mientras yo combato. Uno de los dos ha de poder llegar al Rey...

Si conseguimos eliminar a este giak y obtener su pergamino, podríamos camuflarnos por medio del bosque hasta perder de vista al resto...

Prepárate soldado, vamos a emboscar a este solitario y a hacernos con ese pergamino (340). Luego nos metemos en el bosque para rehuir al resto... Dejemos que se acerque un poco a nuestra posición... Tu a por el jinete, yo a por su montura... 

Que la Luz nos asista!!!

Entiendo que gano +2 a resistencia y otro +2 que me da Trimis, más los 20 que me quedaban son 24 ok?

Además +2 a mi destreza, que subiría a 13... Todo en el caso de atacar al jinete que va solo con su lobo...

El combate se daría con 24 RES y 13 DES vs lo que hay en 340.
Si no elegiste primero 340, sino que pasas para ir a 253 sería con 23 RES y 12 DES.
Si primero vas a 340 y luego a 253, tu RES se recuperará 2 por tu poder de curación. Lucharías con la RES que te toque del primer combate y 12 DES.

Después, como has elegido 340, decidirás si luchar en 253 o escapar por 126.

Preparado para combatir, Trimis y tú galopáis al encuentro del lobo fatídico y de su jinete. El joven guerrero grita con fuerza, emocionado por acabar con esas bestias. El giak os detecta y desenvaina su cimitarra, en su cinturón sigue teniendo el pergamino que protege con una mano. El lobo con el que galopa muestra sus dientes y desea morderos.

A lo lejos los cuatro jinetes aceleran el paso. En cuanto acabes con el que tienes en frente deberías enfrentarte a todos ellos de la misma manera que con este, si quieres limpiar el camino de enemigos y avanzar más rápido a Holmgrand. De lo contrario, puedes esconderte por el bosque.

Giak + Lobo Fatídico: DESTREZA EN EL COMBATE 14   RESISTENCIA 24

• +2 puntos DES y RES por Trimis. Muere si te quitan la mitad de RES.

• +2 puntos DES por la disciplina ataque psíquico.

Tiras D10 y aplicas la columna [1/2] hasta que uno de los dos muera. Si no te aclaras, dime por Off y lanzo yo.

Tras comentar con el soldado, decidimos ir a por ese Giak. ese pergamino puede ser importante. La idea es evitar ser detectados por los demás...

Nos lanzamos al ataque al galope, a por el lobo y su montura, por desgracia a Trimis no se le ocurre otra cosa mejor que dar un alarido de guerra, lo cual pone en guardia al objetivo.

Noooo, por la luz del Sol y la Luna, ahora no era el momento de gritar Trimis...

Por desgracia lo hecho hecho estaba... Solo quedaba luchar y vencer... y luego mirar de esconderse del resto...

Voy a mandar a tu montura al abismo de donde no deberíais haber salido nunca!!! Y luego jugaré contigo mientras intentas huir...

Trimis por su lado derecho... Y no grites, solo mata!!!

ASALTO 1: El lobo fatídico era una bestia peligrosa que intentaba morder las piernas de los caballos para derribarnos, y estos lanzaban coces que podían abrirle la cabeza de un golpe. De mientras las armas de los jinetes entrechocaban. La ventaja de la altura jugaba a nuestro favor y conseguimos dar un primer buen golpe a nuestro enemigo (-7/-3), aunque el consiguió alcanzarnos levemente.

ASALTO 2: Una vez sin la ventaja de la carga, el combate se recrudeció. dentelladas y golpes con las distintas armas hacían su trabajo. Mi habilidad de Ataque psíquico empezó a darle problemas al enemigo, que no obstante seguí luchando con ganas (-6/-3).

ASALTO 3: Confusos por mi ataque Psíquico, el Giak y el Lobo descuidaron su defensa y erraron sus golpes. Trimis consiguió dar un buen golpe por uno de los lados, mientras yo me concentraba en martillear sus mentes (-12/-0).

En pocos lances conseguimos acabar con el enemigo... Nos habían hecho alguna leve herida a ambos, pero intentaría restañarla más adelante cuando pudiéramos escondernos.

Trimis, rápido, coge ese pergamino y salgamos de aquí... Es mejor ver que pone y decidir que hacemos después. Ahora mismo enfrentarse a esos 4 jinetes de delante, sería más bien un suicidio... Nosotros heridos y ellos no... Les llegará su hora, ten fe "hermano". Vamos hacia el bosque a leer que pone este pergamino (paso al 126)

Trimis estaba emocionado, pero te hizo caso. Galopó con su corcel por la derecha del lobo fatídico y luchó con su espada como si fuese parte de su cuerpo. A pesar de que esos lobos podían ser fatales para más de un adversario, ese jinete estaba en muy mala desventaja con la ayuda de tu nuevo compañero. Clavó su hoja en el musculoso lomo de la bestia y de ella salía un humo negro y verdoso.

—¡Ah! —bramó. Su piel ardió al contacto con el gas fatídico—. ¡Bestia inmunda, acabaremos contigo!

El lobo tenía sangre ácida que reaccionaba incluso con el aire que respirabas. No se le podía matar sin salpicarse de dolor. Por delante sus colmillos suponían la mayor amenaza. Tan solo bastaba una mordida que arrancase tu cabeza, pero vosotros teníais la suficiente destreza que evitase un final fatídico.

Gracias a tu ataque psíquico, Trimis consiguió dar un gran golpe, a pesar de mancharse con más sangre. Estaba dispuesto a darlo todo por este combate y no le importaba acabar gravemente herido. La bestia de cuatro patas cayó al suelo acabada y el giak quedó atrapado con su cuerpo. No duró mucho más tiempo antes de que Trimis atravesase su frente.

Entonces, recogió el pergamino y salisteis corriendo de allí. Una vez escondidos, visteis que los otros cuatro jinetes acudieron al campo de batalla y os buscaron. Los lobos olisqueaban los rastros, pero ya era tarde, estabais perdidos en el bosque y vuestra marcha era ligera.

—Señor, no puedo leer nada de lo que pone aquí. Está escrito en un pergamino negro. No sé si alguien podrá hacerlo.

Trimis guardó el pergamino. En cualquier caso, había sido buen plan arrebatarlo de las manos enemigas.

126

Cabalgas internándote con rapidez en el bosque. En silencio das las gracias al Príncipe por tan buen caballo, pues aunque el terreno es una maraña de zarzas y raíces, no ha tropezado una sola vez. Pronto dejas atrás a los lobos fatídicos y concedes un descanso al caballo. Has recorrido unas dos millas y los árboles empiezan a estar más espaciados.

—Ha oscurecido rápidamente y es casi de noche —dice Trimis, sujetando el pergamino que empezaba a confundirse con la oscuridad nocturna—. Señor, creo que podemos regresar ya al sendero anterior si torcemos a la izquierda. Por lo menos no encontraremos a los lobos de antes. Es el camino a Holmgard.

Trimis queda en silencio y retrocede. A la derecha ves una pequeña choza de madera a la orilla de un lago y un hombre vestido con capa se acerca a ti, manteniendo una distancia prudente que impedía ver lo que escondía bajo la capucha.

—Buenos hombres, ¿viajan a la capital? Os ofrezco mi balsa. Caben humanos y caballos. —El hombre oculto de voz misteriosa extiende su mano ahuesada—. Serán solo 2 Coronas de Oro.

El hombre no se acercó más a ti, de modo que si querías utilizar su balsa deberías acercarte hacia él. Podría ser interesante atravesar ese lago y ver lo que hay detrás, aunque también puedes tardar más tiempo en bordear el lago.

Tramis, es muy peligroso meternos en la balsa, allí tendríamos pocas posibilidades de huir o escondernos en caso de ser atacados, y no me extrañaría nada que existan criaturas de la Oscuridad que les guste vivir bajo el agua... Cierto es que ganaríamos algo de tiempo si cruzáramos el lago, pero nuestro camino es ir a la capital... Creo que te haré caso y regresaremos al camino principal... Además de noche los caballos lo van a agradecer, pues sin luz no podemos hacerles andar entre maleza y raíces; podrían partirse una pata.

Os agradecemos el detalle, pero no tenemos ese oro que decís, balsero.  

Sin perder de vista al hombre huesudo y encapuchado, le indica a Tramis que giren hacia la izquierda y se alejen al trote hacía el camino de antes (143).

Unos pies detrás de ti, Trimis esperaba a que remontaras camino hacia Holmgard. Se notaba que no quería usar las ventajas de un balsero desconocido, sino acceder por un camino seguro que ya conocía. Si hubieses accedido, te acompañaría de todas maneras. Tu decisión fue caminar seguro y él lo agradeció.

—Por aquí llegaremos al camino de antes. No creo que haya más enemigos, estaremos cerca de la capital.

Al empezar a caminar en aquella dirección, un presentimiento oscuro erizó los pelos de su nuca. Se giró hacia aquel balsero, pero ya no estaba. Había desaparecido. Fue extraño: el lugar estaba desértico y no pudo haberse movido lejos. Bostezó sin darle importancia.

No sentiste mayor peligro, ibais por el buen camino.

Pronto emerges del bosque y encuentras un importante camino real. Como puedes reconocer, es la calzada principal que une el puerto de Toran al norte con la capital al sur.

—Calculo que, espoleando al caballo, llegaremos a la capital al día siguiente por la mañana —expresa Trimis, seguro de lo que decía, mientras cabalgáis por el camino real cada vez más oscurecido—. Pronto se hará completamente de noche y será imposible ver los peligros que nos acechen. Debemos ocultarnos y descansar, señor. 

Unido al camino, decides ocultarte y descansar a orillas del bosque hasta que amanezca. Cuando te convences de que nadie puede descubrirte, te arropas con la verde capa y al poco tiempo te duermes con un sueño intranquilo. Haríais turnos de vigilancia, empezaría Trimis y te llamaría cuando te toque.