Partida Rol por web

Despiertas en mitad del alcantarillado, sucio y maloliente como nunca.

Otra noche. Contra todo pronóstico sigo vivo. Hambriento; es la segunda jornada consecutiva que no puedo comer; la segunda que pernocto en las trincheras, como en la guerra. La Bestia ruge en mi interior pero este no es el sitio ni el momento de salir de caza. Otras cuestiones turban mi conciencia: Averiguar qué misterios esconde Southwark que puedan interesar al Amo; conseguir información con la que aspirar a controlar la situación; una posible Salvación. Para mi... y para Mark.

Me oriento en la Oscuridad y me dirijo, a través de mi aliado alcantarillado, hacia los cimientos de la catedral. Trato de explorarla desde sus entrañas. Me muevo bien en el inframundo así que, por poco que pueda, trataré de escrutarla desde abajo hacia arriba, intentando colarme al interior del edificio por sus conducciones.

Renqueante, inicio mi deambular hacia las tripas de Southwark; quizás logré sobrevivir a esta noche!

No hay alcantarillado que pase por los subterráneos de la catedral, está completamente aislada, y es como si el pilar que sostiene la estructura se hundiera formando una parcela cuadrada subterránea que sabe Dios hasta que profundidad llegaría. Tampoco hace falta ser un genio para imaginar que esa zona debe estar reservada para algún tipo de construcción subterránea. Criptas, con gran probabilidad, criptas que se extendían abajo y abajo, hundiendo sus dedos en la fría tierra de Londres.

...algún tipo de construcción subterránea. Criptas, con gran probabilidad, criptas que se extendían abajo y abajo, hundiendo sus dedos en la fría tierra de Londres

En tal caso, y después de mis infructuosos intentos por acceder por debajo, salgo de nuevo al exterior y, oculto entre las sombras, busco algún posible acceso a la Catedral.

La puerta de la Catedral está abierta, siempre lo está. Es un refugio para miles de feligreses acuciados por la necesidad y el hambre de la postguerra.

Siendo así, avanzando tanto como puedo por las sombras y cubriendo mi rostro con las solapas de la gabardina y el sombrero, accedo al interior.

Una vez dentro, intento camuflarme entre la multitud, detectar qué ocurre allá dentro, a la vez que busco algún acceso a los niveles inferiores: Sospecho que, sea lo que sea lo que Southwark oculta, lo hará en sus fortificadas criptas subterráneas (demasiadas precauciones en resultar infranqueables des del alcantarillado).

Al acercarte a las puertas, envuelto en tu velo de ofuscación, comienzas a notar algo que no va bien en ese lugar. Hay algo que te incomoda, algo que te repele, entre esos muros. Cada paso se hace más pesado que el anterior, hasta llegar a las puertas. Estas permanecen abiertas, entornadas, pero con espacio suficiente para que puedas deslizarte entre ellas sin tener que moverlas. Al traspasarlas, con el roce de tu cuerpo contra la madera de esas puertas gruesas, lo notas del todo. Un latigazo de dolor te recorre, casi abrasador, al tiempo que sutil. No sabes que ha sido eso, pero no te ha gustado nada en absoluto.

La Catedral, en su interior, permanece tranquila. Varios feligreses rezan en altares mientras algunos monaguillos se afanan en limpiar y ordenar la basta superficie del lugar. Al entrar, el contraste de temperaturas te estremece. Dentro, el ambiente es bastante cálido, y cargado de olor a incienso por todas partes. E igualmente inquietante para ti. Comenzabas a entender por qué te había mandado a ti en lugar de ir él mismo.

La pesadez en mi inerte corazón me advierte acerca del poder oculto en la catedral. Junto al dolor, un escalofrío recorre mi espinazo cuando accedo al edificio. El calor, sofocante, parece que vaya a fundirme el cerebro... todo, en este lugar, emana una misteriosa energía, imposible de pasar por alto.

Como buenamente puedo, oculto en mi manto de sombras, recorro la catedral, buscando indicios acerca del origen de la indescriptible sensación que me embarga; algo que llame mi atención. Un acceso a las criptas subterráneas!

Aguardas, paciente. El sitio te asfixia, te incomoda, incluso te hace sentir dolor. Sensaciones que hacía mucho que no sentías, desde tus días de mortal. Observas el tránsito de la gente, y te fijas que unos de los confesionarios parece más concurrido de lo normal, y lo que es más, la gente entra, pero no necesariamente sale de él.

Extenuado. Merodeando en los límites de mi desgastada conciencia. Espero. Como siempre agazapado. En un rincón. Un respiro en el trasiego de gente que accede al misterioso confesionario.

¿Un acceso a la gruta subterránea quizás? Parece que se tratara de la mismísima puerta al averno materializada en un devoto templo cristiano. Nada bueno me espera tras sus puertas: Resulta obvio que aquellos de los que me ando escondiendo y que, como si de hormigas se tratara, acceden por tan siniestro acceso, no van a recibir con los brazos abiertos a un Nosferatu; uno de los caídos hijos de Caín.

Sea como fuere, me dispongo a meterme en la boca del lobo, y no lo hago en mis mejores condiciones: Agotado, hambriento... quizás presto a enfrentar mi inevitable extinción...

Una pausa en el intermitente goteo de gente que accede a la cripta, Leroy se cuela en su interior... "Que sea lo que Dios quiera!".

Te deslizas detrás de uno de los monaguillos, y a punto estas de tropezar cuando la puerta se cerró tras de él. Se trata de una caja amplia de madera, y tras sentarse unos minutos a rezar, el muchacho desliza su mano por debajo de un pliegue de madera, despegando un falso muro de forma silenciosa, que descubre unas escaleras de mármol que descienden. El muchacho, del que has observado ser más corpulento de lo que parecía bajo las ropas de monaguillo, desciende con paso decidido, flanqueado por antorchas que iluminan el camino en el descenso.

Un terrible pavor te inunda: ya no es solo la sensación de incomodidad de la catedral, es que hay algo ahí abajo que literalmente, te quema. No es algo aún que pudiera hacer que tu bestia se despertara, pero podría llegar a suceder.

Estoy en el límite de una fortaleza mágicamente protegida. Algo o alguien me impiden internarme en las entrañas de Southwark.

Algo importante, decisivo, se oculta tras los impenetrables muros que protegen al místico emplazamiento, también encantadamente escudado.

Quizás sea el único en saber como se accede a la fortaleza. Quizás El Amo se dé por satisfecho con ello... me sabe a poco: Debo averiguar qué se esconde en la catedral...

Asciendo el tramo de la escalera de mármol que tan dolorosamente había conseguido bajar; deshago el camino hecho y regreso al confesionario en el que memorizo el mecanismo que abre el descenso al infierno. Cuidadosamente oculto, salgo a la nave de la catedral y, siempre con el confesionario a la vista, me escondo en un rincón, aguardando la salida de alguno de los misteriosos monaguillos: "Ya que yo no puedo entrar, alguien de su interior me contará qué ocurre ahí dentro!"   

Esperas un rato, largo. Finalmente, el mismo joven vuelve a salir del confesionario, vestido de la misma manera de la que entró.

Sigo al monaguillo, necesito saber qué esconde bajo sus hábitos; qué misterio se oculta en las entrañas de la catedral!

El muchacho se interna en la sacristía, y comienza a ordenar cosas dentro. Parece estar solo en la sala.

La Sacristía no está especialmente alejada del acceso Sur-Oeste de la catedral (http://cathedral.southwark.anglican.org/downloads/...); quizás sea una locura pero debo intentarlo:

Sumido entre las sombras me acerco por la retaguardia del monaguillo, quiero tratar de agarrarlo por su espalda y raptarlo, llevármelo al alcantarillado, donde pueda interrogarle con tranquilidad.