Partida Rol por web

Leroy se marchó de allí, una vista tan agradable como podían permitírsela en aquel momento, y entonces fue cuando el conde de Worthington volvió a participar como un adecuado contrapunto pesimista. -Probablemente -comentó en el mismo estilo de conversación de té- Pero no creo que llegue a ello Hizo una invitación muda a que continuaran el paso: si todo salía moderadamente bien el Nosferatu trataría de ponerse en contacto con ellos para buscar un arreglado exprés a su candidato al más puro estilo Mi Querida Señorita. Si no lo hacía posiblemente se quedase en las cloacas para siempre o durante unos años huyendo del jaleo, lo que tampoco dejaba de tener su cierto encanto tenía que añadir. -O es tan simple como realmente lo han dicho, o es absurdamente peliagudo y la condena para varios de nosotros... incluso de ser el segundo caso, Leroy lo tiene más sencillo que nosotros, él puede volver a sus queridas fetideces a esconderse con su maestro; ninguno de los dos seríamos huéspedes bienvenidos. ¿No querría tener que involucrarse personalmente de ninguna forma con esto, cierto?

   - Ciertamente no.- Confirmó el Conde con voz circunspecta.

Volviéndose hacia Morgan le hizo un leve gesto con la cabeza.

   - Deberíamos ir a informar a la Reina de todo lo que ha ocurrido.- Dijo en un tono de apremio.

Morgan dudaba seriamente que la Reina no lo supiera a aquellas alturas, y dudaba mucho más de ello que no hubiera sido perfectamente consciente de que esto ocurría desde hace días. Pero tenía razón: tenían que comunicarlo. Lo que se debe hacer es lo que se debe hacer.

-Nada que discutir.

Los dos vástagos montaron en uno de los automóviles y se pusieron en marcha hacia el Tribunal de Justicia. La búsqueda allí fue infructuosa. Lady Bowesley llevaba sin aparecer por su despacho desde que un intruso allanó el lugar, según podéis obtener de algunos asistentes de la propia Reina, y de ayudantes del Vara Negra.

Uno de ellos os pone en dirección sin quererlo, mencionando algo del traslado de un fichero a la Torre de Londres. No poder visitar su despacho no significa que no pueda trabajar, y Lady Bowesley siempre fue conocida por su voluntad de trabajadora incansable.

Así pues, dirigís el automóvil hacia la Torre de Londres, con una cierta sensación que no alcanzáis a describir en vuestro interior. La Torre fue, es y probablemente será, el lugar con mayor seguridad de todo Londres, reforzadas durante la guerra para contener en ella a prisioneros de alto rango.

Lo que sabéis de ella no es mucho: Un centro de mando fue establecido en esa localización, al amparo de la protección ofrecida por los prisioneros en sus niveles inferiores, que garantizaban cierta inmunidad contra los bombardeos del Blitz. Después, con el pretexto de la salvaguardia de las joyas de la corona entre sus muros, se continuó con la inversión en seguridad

Sin embargo la Torre no es para vosotros los vampiros un mero símbolo militar. La leyenda negra se extiende mucho más atrás, y los rumores sobre cosas encerradas dentro por siglos no son extraños a vuestros oídos.

A vuestra llegada, un militar os inspecciona, antes de daros la entrada. Dos hombres fuertemente armados os esperan en el parking, dispuestos a escoltaros durante el trayecto. Un poco de observación os da cuenta de que principalmente atienden a Ernest, mientras que Morgan es considerado como un visitante bajo auspicio del Alguacil. Sin él, probablemente no hubiera tenido acceso a aquel lugar.

- ¿Motivo de la visita? - preguntó uno de los guardias a Ernest, aunque perfectamente esperaba que cualquiera de los dos respondiera.

Las noticias de que el despacho de la Reina había sido violentado por un intruso preocuparon al Conde, pues sin duda supondría un problema añadido a los que ya acosaban la ciudad cuyos cimientos parecían estar cayéndose a pedazos en una sola noche.

¿Quien podría estar tan loco como para allanar los aposentos de Lady Anne? Aquello sin duda suponía un suicidio para el perpetrador... ¿Formaría aquello parte del insidioso complot que empezaba a vislumbrarse entre las sombras?

Algo le decía que no tardarían en descubrirlo...

Así pues partieron hacia la Torre a la que por supuesto gracias a su posición les concedieron acceso y una vez dentro unos guardias les preguntaron por el motivo de su visita.

- Venimos a reunirnos con Lady Anne Bowesley.- Respondió el Conde sin dar mas explicaciones de los motivos.

Un asentimiento de corte militar.

- Entendido. Síganme por favor. - contestó de forma seca, para girarse hacia una de las puertas del patio.

El trayecto fue más largo de lo esperado. Las salas y pasillos se sucedían uno tras otro. A veces, habitaciones que simplemente cruzabais de lado a lado, pobladas con poco más que algunos sacos de suministros y cajas de madera. Otras, eran pasillos, a veces con ventanas a los patios, a veces sin ella. Subisteis un nivel en aquel intrincado laberinto antes de comenzar un descenso brutal a las profundidades de la Torre.

Allí, con unas lámparas eléctricas con cobertura de cono como única iluminación, perdisteis completamente el sentido de la orientación. Ya no cruzabais habitaciones, sino que os movíais por un eterno corredor cada vez más angosto. Las puertas blindadas se sucedían a los lados, pero ninguna de ellas parecía ser vuestro destino final. El sitio, a pesar de la profundidad, estaba seco, pero resultaba imposible de caldear, por lo que toda la piedra y ladrillo a vuestro alrededor estaba frío al tacto, y el vapor emergía de la respiración de vuestros dos guías.

Finalmente, llegasteis a vuestro destino. Una habitación con puerta blindada, como las anteriores. No habría habido manera de que hubierais podido distinguir esa sala de las otras, así que dais gracias por tener guía.

- Esperen aquí. - dijo, para deslizarse por la puerta al poco, dejándoos en compañía del otro guardia. Al poco volvió a emerger de la habitación - Lady Bowesley les está esperando. - y con un movimiento de mano, os abrió la puerta. Apenas habíais entrado cuando se cerró detrás de vosotros.

En la habitación, una lámpara eléctrica iluminaba la estancia, en la que una pequeña mujer trabajaba sobre una pila de papeles. La mujer habló, sin levantar la vista de los papeles.

- No suelo tener mucha compañía en mis temporadas de reclusión en la Torre. ¿A qué debo tan agradable visita? - preguntó con voz agradable al oído y al tacto. Sin duda, era la Reina.

Morgan se ajustó la corbata, el cuello y las puñetas antes de entrar.

Toda imagen allí era importante. Por supuesto, a diferencia de en el exterior, allí llevar un sombrero estaba prohibidísimo: no sólo era de pésimo gusto bajo techo y propio de matones sino que estaban en la presencia de la REINA. Sólo los Primogénitos en general podrían recibir semejante dispensa. El ventrue hincó rodilla en tierra levemente para erguirse de nuevo; no importaba dónde estuviera o lo que sucediera, las normas eran las normas. Y era mucho más cómodo saber que se vivía en un mundo donde respetar las normas conllevaba ser menos susceptible de ser brutalmente humillado o mutilado. Ponía la vida en agradable perspectiva lineal.

-Su Gracia -dijo, cortés- Nos honra con su atención. Mi estimado compañero y Alguacil por la gracia de S.M.Q.D.G desea informarle de ciertos asuntos.

Introdujo a Ernest para que hablase. Después de todo, seguía siendo alguien de mayor Posición que él (aunque dadas las declaraciones en la corte de supervisión era un asunto increíblemente confuso formularmente hablando), por tanto lo que correspondía era dejar que él hablase tras introducirle y, si lo deseaba, verter palabras de adecuación sobre su comportamiento o actuación. Algo que por cierto, consideraba Morgan, más le valía hacer.

Dichas las palabras, seguidas de un gentil asentimiento de la Reina hacia tu persona, das un paso atrás para dar espacio al Alguacil. Al mismo tiempo, una sensación familiar te invade por completo. Sientes la imperiosa necesidad de ir a ver a tu sire, William Pitt, y dejar que el Conde para que se entienda con la Reina. Un segundo de reflexión revela la urgencia de tu sensación: estabas siendo invocado, y de forma muy eficiente, cabía añadir.

La Reina asintió complacida, y dirigió su mirada hacia Ernest. Al parecer, no la debían haber avisado aún de lo sucedido, el Vara Negra aún debía estar en el Eliseo.

- ¿Y bien? ¿Qué nuevas trae para mi la Ley? - preguntó.

Inclinándose respetuosamente ante la Reina el Conde inició su informe con voz templada y firme, sin mostrar ningún tipo de sentimiento que pudiese revelar cuales eran sus sentimientos al respecto de las terribles nuevas que traía.

   - Mucho me temo que las noticias que traemos son funestas su Majestad.- Comenzó con cierto dramatismo.- Es posible que ya os hayan informado, pero una comitiva de cazadores de la Inquisición encabezados por Peter Harker y un mago que responde al apodo de "Ojo de Muerto" se han presentado esta noche en el elisio y han vertido terribles acusaciones. Según las mismas, el acuerdo de paz a sido violado por uno o varios vástagos de la ciudad al dar muerte a un mortal y un archimago de la Orden Hermética del Amanecer Dorado. El mago es el causante del ataque a la tienda de Te y a acusado directamente a todo el clan Tremere de haber matado al archimago de su orden. Ha amenazado con hacer arder la ciudad si no le entregamos a todos los vástagos del clan estacados en un plazo de tres días. Según el mago sugiere que una veintena de humanos fueron asesinados la pasada noche, lo cual no puede mas que precipitar los acontecimientos a una confrontación con la inquisición y los magos si no se soluciona la situación y se encuentra a los culpables de los crímenes. Harker dejó una misiva donde creemos que hay información vital para resolver la situación, pero la Arpía Ana Bolena se ha apoderado de la misma y se ha negado a entregarla realizando una desagradable diatriba sobre ciertas partes de su cuerpo que podían ser comidas por su... ejem, majestad...-

La Reina se quedó mirando a Ernest pensativa, con los ojos perdidos en la línea de horizonte. Permaneció así durante un instante, antes de volver a hablar. No había en su voz ni rastro de rencor, solo fría analítica.

- De Bolena me encargaré yo personalmente. - comentó, mientras su mano movía de nuevo su pluma en un papel que no alcanzáis a leer - Sin embargo, lo que dices del Amanecer Dorado y el Clan Tremere si es preocupante. Bainbridge ya me está dando demasiados problemas, pero aún hay una salida antes de soltarle los perros. Mellon. Esa carcasa estuvo el último medio siglo vinculado al Amanecer Dorado, o al menos a la parte visible de la Orden, jugando el papel de su líder, Aleister Crowley a sus espaldas, y en última instancia, difamándole hasta que no fue más que el hazmerreír del mundo. Lo último que escuché fue que Timothy lo había sacado de su agujero y metido en el Eliseo. Si sabe algo al respecto, quiero saberlo. Si a pesar de todo, necesitáis irrumpir en la Capilla, habla con la Sheriff Norte. Ella arreglará el asunto para no convertirlo en una masacre. - hizo otra pausa - El otro humano asesinado, ¿quién presentó el caso?

La necesidad era imparable.

Aun así, consiguió, en una hazaña que nadie allí podía ver ni compartir, mantener a raya por unos segundos la necesidad mientras Ernest seguía exponiendo el caso. No podía salir de allí sin quedar como un patán si no le daba pie para excusarse correctamente, y se encontró deseando silenciosamente con todas sus fuerzas que el Gangrel lo hiciera, como si su pensamiento fuera mágico y pudiera penetrar aquella cabeza simplemente por insistir.

La mirada curiosa de la Reina se había depositado en Ernest durante unos momentos. Después, como si se tratara de un libro abierto, se percató de unos leves movimientos inquietos por parte de Morgan.

- ¿Ocurre algo, Mr. Collingwood? - preguntó con sencillez.