Partida Rol por web

Vas por el camino a la ciudad de Rubiyard, donde has escuchado que se han visto monstruos merodeando desde hace tiempo. Hace calor, pero no tienes más remedio que ir a pie, ya que unos bandidos huyeron con tu caballo y el resto de tus escasas pertenencias, dejándote tan solo con lo que no lograron arrebatarte, tus espadas de brujo, las ropas que llevas puestas y el medallón de plata.

Al bordear el lago próximo a la ciudad, tu medallón comienza a vibrar levemente. Te detienes y observas con más atención cuanto te rodea, llevando la mano derecha a una de las espadas situadas a tu espalda.

Pero no ves amenaza alguna en el cielo o en la tierra, lo que solo deja…

Si. Puedes verlos en el agua. Siluetas de los sumergidos. Bribones que se ahogaron o cuyos cuerpos fueron arrojados al agua luego de morir, y que han regresado para atormentar a los vivos.

Las criaturas no te atacaran, a menos que te acerques al lago. Pero ¿vale la pena combatir si nadie va a pagarte por sus muertes? Aunque quizá si muestras sus cabezas en la ciudad recibas una recompensa.

Vas por el camino a la ciudad de Rubiyard, donde has escuchado que se han visto monstruos merodeando desde hace tiempo. Hace calor, pero no tienes más remedio que ir a pie, ya que unos bandidos huyeron con tu caballo y el resto de tus escasas pertenencias, dejándote tan solo con lo que no lograron arrebatarte, tus espadas de bruja, las ropas que llevas puestas y el medallón de plata.

Al bordear el lago próximo a la ciudad, tu medallón comienza a vibrar levemente. Te detienes y observas con más atención cuanto te rodea, llevando la mano derecha a una de las espadas situadas a tu espalda.

Pero no ves amenaza alguna en el cielo o en la tierra, lo que solo deja…

Si. Puedes verlos en el agua. Siluetas de los sumergidos. Bribones que se ahogaron o cuyos cuerpos fueron arrojados al agua luego de morir, y que han regresado para atormentar a los vivos.

Las criaturas no te atacaran, a menos que te acerques al lago. Pero ¿vale la pena combatir si nadie va a pagarte por sus muertes? Aunque quizá si muestras sus cabezas en la ciudad recibas una recompensa.

Vas por el camino a la ciudad de Rubiyard, donde has escuchado que se han visto monstruos merodeando desde hace tiempo. Hace calor, pero no tienes más remedio que ir a pie, ya que unos bandidos huyeron con tu caballo y el resto de tus escasas pertenencias, dejándote tan solo con lo que no lograron arrebatarte, tus espadas de brujo, las ropas que llevas puestas y el medallón de plata.

Al bordear el lago próximo a la ciudad, tu medallón comienza a vibrar levemente. Te detienes y observas con más atención cuanto te rodea, llevando la mano derecha a una de las espadas situadas a tu espalda.

Pero no ves amenaza alguna en el cielo o en la tierra, lo que solo deja…

Si. Puedes verlos en el agua. Siluetas de los sumergidos. Bribones que se ahogaron o cuyos cuerpos fueron arrojados al agua luego de morir, y que han regresado para atormentar a los vivos.

Las criaturas no te atacaran, a menos que te acerques al lago. Pero ¿vale la pena combatir si nadie va a pagarte por sus muertes? Aunque quizá si muestras sus cabezas en la ciudad recibas una recompensa.

Vas por el camino a la ciudad de Rubiyard, donde has escuchado que se han visto monstruos merodeando desde hace tiempo. Hace calor, pero no tienes más remedio que ir a pie, ya que unos bandidos huyeron con tu caballo y el resto de tus escasas pertenencias, dejándote tan solo con lo que no lograron arrebatarte, tus espadas de bruja, las ropas que llevas puestas y el medallón de plata.

Al bordear el lago próximo a la ciudad, tu medallón comienza a vibrar levemente. Te detienes y observas con más atención cuanto te rodea, llevando la mano derecha a una de las espadas situadas a tu espalda.

Pero no ves amenaza alguna en el cielo o en la tierra, lo que solo deja…

Si. Puedes verlos en el agua. Siluetas de los sumergidos. Bribones que se ahogaron o cuyos cuerpos fueron arrojados al agua luego de morir, y que han regresado para atormentar a los vivos.

Las criaturas no te atacaran, a menos que te acerques al lago. Pero ¿vale la pena combatir si nadie va a pagarte por sus muertes? Aunque quizá si muestras sus cabezas en la ciudad recibas una recompensa.

 - Hijos de la grandisima puta... - Murmuraba el joven brujo que, aun a pesar de su apariencia risueña, sus ojos brillanes y su tez aniñada, era extremadamente irascible y rencoroso. Aunque, la verdad sea dicha, muy pocos llegaban a conseguir que éste les tuviera rencor. Esos bandidos lo lograron. Atacaron una decena, y solo cuatro lograron huir. Los cuatro lumbreras que prefirieron desvalijarle mientras el resto le atacaba.

 Ensimismado en sus pensamientos, pero atento a cualquier cambio que se produjera en el ambiente, el joven caminaba por la riviera de un lago. De no ser por su chaleco de cuero con tachones, sus guantes del mismo material con tachuelas de plata en los nudillos, y sus dos espadas al hombro, podría pasar por un joven y risueño lugareño. Su medallón vibró. LA efigie del ave rapaz que representaba comenzó a moverse, inquietante. Pronto los vio.

 Sumergidos. En un lago cercano a una ciudad. ¿Por qué será que no le extraña? Claro que, no ha visto ningún cartel de "Se busca: Hombre dispuesto a acabar con los monstruos del lago". Aún con todo, el joven los contó, sopesando sus posibilidades. La verdad era que de algo habría de comer, pero habría más monstruos que esos endebles sumergidos, los restos de violadores y ladrones, truhanes que de una forma u otra terminaron ahogados en el lago.

 - Vamos a ver de lo que sois capaces. - Su naturalez malvada, infesta e insana era la razón por la que el joven echo mano de su espada de brujo. Si fuera a la ciudad, dejando a estos sumergidos indemnes, cualquiera podría caer en sus garras. Además, los sumergidos eran una de tantas criaturas que no debían estar en este Mundo y que alteraban el buen funcionar de la Madre Natura.

 Así, el jovense acerca a la orilla del lago, en guardia, esperando como siempre que los sumergidos se acerquen y se pongan en desventaja.

Mirando a los seres que emergen del agua, enfundo de nuevo mi espada y miro con arrogancia hacia el lago. "No son mi problema por ahora. Me encargaré de ellos cuando halla recompensa." Mirando aún el lago, sigo por el camino hacia Rubiyard. "Alli recibiré mi recompensa por aniquilar a esos mounstruos."

Antes de continuar mi ruta, reviso el inventario que me queda tras haver sido asaltada por unos bandidos. Hecho esto, afusto las correas de las fundas de las espadas y continuo mi viaje. "Estoy segura de que con el dinero que consiga podré recuperar lo robado... y algo más, estoy segura.

Malhumorada aún por el encuentro con los ladrones, voy de camino de lo que es mi siguiente destino: Rubiyard. Pero, al pasar por el lago veo algo que perturba su tranquilidad. ¿Qué sucede ahora? Me pregunto mientras avanzo con cuidado al posar mi mano en una de mis espadas.

De momento, me acerco a observar mejor cuántos individuos están en las inmediaciones del lugar intentando no ser vista y, de ser posible, ver si puedo enfrentarme a ellos. Estoy algo alterada aún... necesito, en parte, saciar mis instintos... espero que el pueblo me lo sepa agradecer si les llevo sus cabezas ensartadas en mis espadas... sería una preciosa llegada...

Desentendiéndote de los sumergidos continúas tu viaje hacia la ciudad, decidiendo que matarlos sin una buena recompensa no es de tu interés. Sin embargo, aprovechas la pausa para revisar lo que aun conservas contigo, aunque lo cierto es que es muy poco.

Aparte de tu chaleco de cuero con tachones, tus guantes del mismo material con tachuelas de plata en los nudillos, y tus dos espadas al hombro, solo tienes tu ropa y tu medallón de plata como toda posesión en este mundo. Es un equipaje bastante escaso, pero los brujos nunca se han distinguido por viajar con lujos o pesadamente cargados.

Eso no es practico cuando se lleva un estilo de vida errante. Asi que con una maldición dedicada tanto al calor como a los monstruos que yacen bajo las aguas y a los ladrones que te privaron de un corcel, sigues caminando.

Varias horas más tarde, sedienta y cubierta por el polvo del camino, llegas a Rubiyard. Nada más cruzar las puertas de la muralla, te recibe el hedor y el ruido de toda concentración humana. Olores de heces, gente sucia, basura en las calles, excrementos de animales en la calle, vagabundos apestosos, gritos, traqueteo de carros, alaridos de chiquillos piojosos y sobre todo, el olor a descomposición de varias cabezas clavadas en picas en lo alto de la muralla.

Las cabezas pertenecen tanto a monstruos como a hombres, pero los cuervos no hacen distinciones entre unos y otros. Al andar por la calle principal, puedes ver a 2 esqueletos humanos colgando en sus jaulas, a la vista de todos. Seguramente se trataba de algún tipo de delincuentes o de gente molesta para el gobernante de la ciudad, Lord Revis.

Más de una docena... cláramente estoy en desventaja... puede que no sea muy prudente el atacarles aquí. Aunque, si les hiciese salir del lodo, en tierra, fuera de lo que parece ser su terreno, podrían perder movilidad. Pero... ¿cómo? Da la impresión de que no quieren ir más allá de unos límites establecidos...

Un lago está lleno de espiritus sedientos de almas de los vivos...no me interesa por el momento.

Aldricht era un brujo, pero no es que lo fuera por vocación. Podía haber sido panadero, agricultor o quizás soldado, pero su entrenamiento habia sido de brujo, cazador de monstruos, y en mundo en el que estos empezaban a escasear no es que fuera una opción profesional demasiado atractiva.

Cada trabajo ponía en riesgo la vida y en la mayoria de ellos la recompensa no daba para más de un mes. Tal vez un cantante viajero tuviera un plato caliente en la casa de unos aldeanos con ganas de escucharle contar sus historias, pero el palido brujo con la cara tatuada ni siquiera gozaba de ese favor aunque él fuera el protagonista de las historias del juglar.

Una vida dura la de brujo...

Aún así, la vision de esos espectros era una buena señal. Tal vez consiga un trabajo en la ciudad si me ofrezco para librarles de ellos.

Aldricht, Al para los pocos con quienes tenia un trato fluido, siguió su camino en busca de una aldea cercana en donde podeer ofrecer sus servicios.

Desentendiéndote de los sumergidos continúas tu viaje hacia la ciudad, decidiendo que matarlos sin una buena recompensa no es de tu interés. Sin embargo, aprovechas la pausa para revisar lo que aun conservas contigo, aunque lo cierto es que es muy poco.

Aparte de tu chaleco de cuero con tachones, los guantes del mismo material con tachuelas de plata en los nudillos, y tus dos espadas al hombro, solo tienes tu ropa y tu medallón de plata como toda posesión en este mundo. Es un equipaje bastante escaso, pero los brujos nunca se han distinguido por viajar con lujos o pesadamente cargados. Eso no es practico cuando se lleva un estilo de vida errante. Asi que con una maldición dedicada tanto al calor como a los monstruos que yacen bajo las aguas y a los ladrones que te privaron de un corcel, sigues caminando.

Varias horas más tarde, sediento y cubierto por el polvo del camino, llegas a Rubiyard. Nada más cruzar las puertas de la muralla, te recibe el hedor y el ruido de toda concentración humana. Olores de heces, gente sucia, basura en las calles, excrementos de animales en la calle, vagabundos apestosos, gritos, traqueteo de carros, alaridos de chiquillos piojosos y sobre todo, el olor a descomposición de varias cabezas clavadas en picas en lo alto de la muralla.

Las cabezas pertenecen tanto a monstruos como a hombres, pero los cuervos no hacen distinciones entre unos y otros. Al andar por la calle principal, puedes ver a 2 esqueletos humanos colgando en sus jaulas, a la vista de todos. Seguramente se trataba de algún tipo de delincuentes o de gente molesta para el gobernante de la ciudad, Lord Revis.

No parecía un lugar muy acogedor, pero la experiencia me decía que mientras peor se veían las calles de una ciudad, mejor solían los palacios de quienes las presidian.

Siguió caminando, indiferente ante lo que veia, hacia el palacio de Lord Revis, el dirigente de Rubiyard, con la intención de ofrecerse a una necesaria limpieza en el lago cercano, aunque no se negaria si habia algun otro tipo de monstruo que matar en los alrededores.

Son bastantes... aunque el lodo puede dificultarles la movilidad... al menos creo que acabaré con unos pocos para tranquilizarme y luego me iré a la ciudad.

Pruebo suerte a atacar (con la espada de plata) a los más cercanos intentando evadirme de los que vengan hacia mí. Siempre con cierta cautela y sin introducirme demasiado en la zona de barro para no hundirme ni que me puedan atacar muchos a la vez, tan sólo que esté disponible, a ser posible, al ataque de uno de ellos.