Partida Rol por web

Yukino te miró de hito en hito, atenta, asintiendo con la cabeza. Su expresión no te convence si te ha entendido del todo, pero la chica es espabilada, observa la entrecortada luz, los movimientos. Asiente con vehemencia.

-I see. I see. Close the door, ok. Yours is not a good idea. Dont go.

Ahora Yuki negaba- If we separate we are more vulnerable. There is little light, it rains, it gets dark. Are you crazy, Javi..er? Don't go, please!

Yukino te aferró de la muñeca en un intento de impedir que te marchases.

El zombie no estaba muerto, pero al menos habían podido meterle un par de golpes. Parecía que su puntería estaba mejorando, aunque en realidad, hubiese preferido mantenerse completamente ignorante sobre como matar a un zombie y que estos nunca hubiesen aparecido. Con lo bien que se la estaría pasando ahora si hubiesen podido irse de fiesta a Málaga como habían planeado.

Se lleva un susto cuando el zombie le agarra el antebrazo a Oli, pero por suerte el chico se libra rápido. Aprovechando ese momento, aleja la pistola de la dependienta, porque entre lo histérica que era y que ya no tenía nada que perder, no se fiaba de que la chica la tuviera en su poder sin matarlos a todos. Y, sinceramente, no parecía tampoco del tipo que tenía la temple para suicidarse por saber lo que venía.

El zarpazo del zombie la sobresalta, pero teniéndolo cerca aprovecha de intentar golpearlo un par de veces más con la llave inglesa antes de darle un empujón a su escudo improvisado, intentando que el zombie trastabille hacia atrás y se aleje de ellos. Si le cae encima a Yoli, sinceramente, le da igual. La chica ya estaba muerta, y era ella o ellos. Para Lex, no había ningún cuestionamiento moral ahí.

Si lo lograba, hacer que el zombie retrocediera, eso le daría tiempo a Oli para apartarse también... y a ella a correr a tomar la pistola y disparar.

Javier temblaba, no sabía si por el frío o por el miedo. Yuki quería que se quedara, él quería quedarse pero no podía arriesgar a que los zombies los alcanzaran. La japonesa había sido muy clara, se lo había entendido casi del todo, y ella parecía haberle entendido lo suficiente porque le agarraba la muñeca. Javier le cogió de la muñeca y se la apartó con ternura pero con firmeza. Sonrió, una sonrisa de despedida mientras le decía

"Me risk, bad. You, me, Lexie, Lucia risk? very very very bad. I run, fast, Usain Bolt, 15 seconds, run here, fast, 15 seconds. 1 minute...go and here. Close the door.... put stair out. Take care, Lucía...e Go, hurry....put a stair out for me"

Tell que? que le diga que quieres a Lexie? Déjala tranquila, ella tiene su novio. Y tu nada más que eres un desgraciado que no ha hecho nada bueno en su vida, pero tal vez, aunque sea por una vez puedes hacer algo bueno, algo que valga la pena...

Y Javier esprintó, como un Usain Bolt pasado por agua, con el gato preparado para balancearlo y el corazón palpitando en las sienes. No sabía si lo iba a conseguir, no sabía si volvería a ver la sonrisa de Lexie pero si no conseguía apagar esa luz a las buenas o a las malas todos iban a morir.

Tenéis éxito esquivando zarpazos y mordidas, el zombie lanza sus garras sin temor ni perdón, con esa mirada glauca, enfermiza y asquerosa. No tanto con los golpes, que no le alcanzan en la cabeza, pero lo mantienen a distancia, tras el escudo de Lex. La pequeña empuja con el escudo, a saber de dónde saca las fuerzas. Una energía que en todos se va apagando debido a tantas luchas, a las heridas, al estrés de los increíbles y brutales acontecimientos durante toda la tarde desde el accidente.

Es la adrenalina generada en cada pelea, al peligro y riesgo de ser mordido en cualquier instante. Nunca antes los jóvenes han enfrentado y visto la muerte tan de cerca.

El caminante no cesa en su empeño. Oliver sigue con sus patadas y puñetazos ciegos, de forma que el atacante no avanza; tampoco recula. Persistente en su hambre ciega e insaciable.

-¡Ya! ¡Ya! ¡Apartaos! -Es Yoli quien grita así. Ella ha recuperado la pistola, adelantándose a Lexie, más ocupada debatiéndose por su vida. Apenas sois conscientes de su aviso que la chica herida dispara. Con tanto acierto que le abre un boquete en la frente al guardia jurado. Se desploma el muerto viviente y la dependienta, para asegurarse, acuciada por el terror y la ira, le descerraja dos tiros más en la cara. Uno de ellos falla, atraviesa el cuello.

Yolanda tiene de nuevo la pistola. Sigue apuntando al zombie despatarrado. Luego, temblando de pies a cabeza, os mira sin comprender. Después repara en su pierna ensangrentada- ¡Oh, mierda, duele un montón! Necesito una cura y un vendaje, joder, joder. ¡Hijo de puta, cabrón de mierda!

Echas a correr. Empapándote con el interminable aguacero. Dejas atrás a Yuki, apesadumbrada. Más atrás, dentro de la tienda, a Lexie. A Oliver. A Lucía. A Yolanda. Crees que haces lo mejor, que es para salvarlas.

Corres medio cegado por el torrente de agua que te cae encima, resbalas y caes, das un par de vueltas por el suelo mojado, pero no es nada. Te pones en pie, impulsado por el deber. La lluvia y la luz apagada del día te envuelven en una semioscuridad, solo te guía esa pequeña luz de la linterna. Y tu voluntad feroz de bandolero de las Alpujarras.

El borrón sigue siéndolo. Pero te parece distinguir formas humanas camino hacia la gasolinera. En tu dirección. Tienes claro que la danesa los ha desviado hacia vosotros para tener ella el paso libre. Si ese es su plan, funciona. Entonces, la luz se apaga. Pierdes la referencia.

Y justo en ese segundo, oyes una detonación apagada procedente de la tienda. No estás seguro. Se escuchan al poco otras dos más. Disparos. Tres.

Si tú los has escuchado. Ellos seguramente también.

El chapoteo y la lluvia le daba una sensación de velocidad totalmente irreal. Se alejaba de lo que más le importaba para parar a una loca, una que les iba a costar la vida. Podría haberla ayudado y evitar aquello, escuchar a sus instintos, pero no lo había hecho, se había dejado convencer y lo pagarían. Todo era culpa suya, era el mismo cazurro de siempre por muchos zombies que se hubiera cargado, todo era su culpa.

El pensamiento de Javier se vio interrumpido por una caída. Dio un par de vueltas en el suelo y el gato se le cayó pero rápidamente gateó en su dirección para recuperarlo, como si ese pedazo de acero fuera lo más importante de su vida. El borrón empezaba a tener una forma difusa, personas, zombies, e iban hacia la gasolinera. Debía solucionarlo, ya, apagar esa luz, enfocarla hacia otro sitio y rezar, rezar de que sirviera de algo. Entonces escuchó los disparos y el corazón se le heló. Lexie....

Corrió de nuevo hacia la gasolinera con el corazón en la boca sin saber que se iba a encontrar. No sabía si Yolanda y Oliver habían decidido darse un segundo round, o la situación se había vuelto peligrosa en la gasolinea, igual los zombies les habían alcanzado mientras no estaba. No era el capitán América, solo era un cazurro, pero tenía que salvarlos, si es que quedaba alguno por salvar.

Cuando llegara intentaría colarse sigilosamente para averiguar que había pasado. Aunque era probable que si había usado la pistola para cargarse al tal Juan, la bala de Oliver, dos o tres más... seguramente no tendría más, aunque tal vez le quedara una  o dos y no quería que esa tuviera su nombre. Solo esperaba que Lucía estuviera viva.... y Lexie...

Jamás había imaginado que aquellas cosas eran tan duras, ni por asomo. Pero ahora es cuando siento que lo real supera lo ficticio y que nada es tan fácil como se cree. La situación en si, estás conversiones, el saber que tu vida está en peligro constante es una mierda. No solo porque interiormente te haces añicos para convertirte en un superviviente de tu propia historia, sino porque la vida del otro ya es una cuenta corriente a usar. Lamentable, triste, pero es lo que hay. 

Lex es admirable como saca lo mejor de ella, como lucha sin parar y descubro una faceta de la rubia que seguro termino admirando en silencio. Aún así, somos dos personas, o tres si contamos a la loca de la pistola y apenas podemos con eso. ¿Que pasará cuando tengamos más? Es triste de pensarlo, es triste el saberlo, porque al fin de cuentas no se puede escapar de esto. 

La cuestión es que solo un disparo termina con ello, pero como todo la realidad nos golpea. Nos liberamos del guardia, pero tendremos a esta mujer pronto convertida. Así que simplemente cojo de la mano a Lex y me voy alejando, claramente con la excusa de coger vendas y gasas. ¿Podremos salvarla? ¿Quiero salvarla? Son preguntas que me hago, y ahí es donde tira el lado humano que tiene cada uno. 

Así que nada, me alejo y pienso. Miro a la rubia preguntando que hacer... Ahora es peligrosa, ya lo sabemos. 

Al grito de la chica, o al menos tan pronto como puede reaccionar, se aparta para que le dispare. Por dentro maldice, porque había intentado alejar la pistola justamente de ella para quitársela de una vez, pero entre medio de luchar contra el zombie no había podido estar pendiente de mantenerla alejada del arma a ella también. Y quizás, por ahora, eso era bueno. Uno menos.

Tomando una camiseta de la estantería de ropa, se la tira a Yolanda - Hazte presión con esto en la pierna. Vamos por gasas. - dijo, dejándose tirar por Oliver. Esta vez, no solo se dejó guiar por él de la mano, sino que entrelazó sus dedos, apretando fuerte. Tenía miedo, claro que lo tenía, pero ahora mismo estaba tan feliz de tenerlo a su lado y de que ninguno de los dos estuviese herido... Tenían que seguir así. Manteniéndose a salvo. Tarde o temprano, alguien vendría. Y si no, irían matando zombies, poco a poco. Limpiando la zona. Lex se negaba a aceptar cualquier destino que no fuera mantenerse viva a cualquier costo.

Sin embargo, estaba la niña ahí. No podían matar a Yolanda frente a ella, y tampoco podían hacerlo mientras la mujer tuviera la pistola. Había que comprar tiempo.

Mirando a Oliver, le sonríe suavemente, pidiéndole sin palabras que confíe en ella. Iban a estar bien. O al menos, haría lo imposible porque así fuera. En esta vida, no se ganaba nada sin esfuerzo y algo de dolor. Eso lo había aprendido desde muy pequeña, gracias a matarse entrenando desde que tenía memoria.

Tomando algo de alcohol, gasas y una venda, volvió hacia Yoli - Esto va a doler, muerde la camiseta o algo - le advirtió, poniéndose en cuclillas a su lado, para disponerse a echarle alcohol para desinfectar, ponerle la gasa encima y luego atar bien la venda.

-Gracias -un murmullo doloso de agradecimiento por parte de Yolanda después de quitarse de la boca una camiseta llena de sus babas. Se le saltaban las lágrimas, esta vez de dolor y escozor. Conservaba la pistola, en su cinturón, sentada, mientras Lex le realizó la cura.

-¡No me miréis así! Ya se lo que pensáis. Que me voy a convertir…en eso…-señaló a los cadáveres de los zombies.- Puede que no. Que solo sea si te muerden en el cuello. Puede que no -repitió- ¡Y si me voy a morir me queda por dar mucha guerra! ¡Joder! No estoy muerta, a saber cuanto tarda la reacción. Quizá en un hospital me curen. Eso es, ¡un hospital!

Luego de eso se echó a llorar desconsolada, tapándose la cara con las manos, en medio de la penumbra de las luces de emergencia.

A todo esto, Lucía se mantenía en su rinconcito, atónita, con ojos enormemente abiertos, una esponja que no dejaba detalle sin archivar. Se acercó a Oliver y le cogió de la mano con su manita, apretándosela. Luego se fue a Lexie y Yoli y le ofreció su conejito de peluche a la dependienta.

Las puertas automáticas se abren. Un respingo por parte de todos. Un alivio luego. Se trata de Yuki y Javier, este empapado del todo, se confunde el sudor de su frente con el agua de lluvia, que entran en la tienda con cierta cautela.

Regresas corriendo, más parecido a un boomerang que a un hombre. Te topas con Yuki, que todavía no se había movido del sitio, mirándote como te lanzabas en esa loca persecución. Juntos, corréis hacia la entrada de la tienda. A través del hueco que deja la heladera junto a las puertas automáticas, entráis  en plan ninja, con sigilo y cautela. Os movéis , y acabáis por ver a la dependienta sentada, con Lexie terminando de vendarle la pierna, en la pantorrilla.

Lucía le estaba ofreciendo su muñeco de peluche, el conejito, a Yolanda, que no cesaba de llorar, cubierta la cara con las manos. Oliver estaba más allá, reflexionando, preocupado, inquieto.

Cerca del mostrador yace el cadáver del guardia de seguridad, en otra posición, transformado, con un tiro en la frente, otro en la cara y un tercero en el cuello.

El grupito del interior se pone a la defensiva con los que entran. Y estos van en plan sigiloso, no saben qué se encontrarán. Por fortuna, son amigos. Lucía, cuando ve a la japonesa, abandona a Yoli y Lex y corre hacia ella. Se abraza a sus piernas, muy fuerte, tanto que casi hace tropezar y caer a la menuda nipona.

Oliver, algo alejado de la escena, es el primero verlos, allá afuera. Un borrón desigual, bajo la espesa cortina de lluvia. Las figuras van tomando forma. En la carretera. Están llegando a las proximidades de la gasolinera. No sabe el número. Muchos. Se acerca a uno de los dos ventanales. Da la voz de alarma.

Cuando escucha el grito de Oliver, la japonesa reacciona la primera, no solo que lo entiende, sino que ya sabía lo que se les viene encima. Aparta con no demasiada delicadeza a Lucía, y corre hacia las puertas automáticas, bloqueándolas. En medio, la enorme heladera. ¿Resultará suficiente para contenerlos?

No sabía como se decía "que coño haces aquí cuando te he dicho que les avises" en japonés. La miró enfadado, pero la preocupación por lo que podría haber pasado en el interior de la gasolinera le impidió manifestar su enfado, eso y la proximidad  de los zombies. Venían, ya venían antes de los disparos, pero ahora lo hacían con seguridad. Se puso un dedo en los labios y entró en la gasolinera en silencio antes de asomarse a ver que se encontraba. No había muertos. Suspiró mientras una expresión de enfado empezaba a aparecer en su rostro. Iba a gritarles que porque narices se ponían a disparar, a regañar a Oliver y a Yolanda por no haberlo dejado, por haber seguido su pelea ridícula solo por un trocito de dedo. Ese trocito de dedo les iba a costar la muerte.

Abrió la boca para meterles la bronca y entonces se fijó en Lexie que estaba ayudando a Yolanda, que Oliver no estaba herido y que Lucía estaba bien. No se habían matado entre ellos, pero entonces, por que habían disparado? No había tiempo, tenían que empezar a moverse si querían resistir a lo que venía, si es que era posible. Con voz apresurada y totalmente empapado por la lluvia les dijo

"Vienen tela de zombies para acá. La pelo pitufo le cogió la linterna a Yukino y dirigió a los zombies para aquí y los disparos lo han acabado de orientar. Hay que poner todo lo que podamos para que no nos vean, empujemos las estanterías cerca de las ventanas. " - miró de reojo a Yoli antes de decirle - "Esa puerta metálica donde lleva? Si entran no aguantaremos, hay algún almacén o algo?"

Mientras le contestaban empezó a ayudar a Yukino a atrancar la puerta con las neveras y empujar las estanterías contra las ventanas. Normalmente eran vidrios reforzados, pero no estaban blindados, y si toda la horda que venía intentaba entrar cederían, estaba seguro.

Miró en dirección a Yolanda y Lexie un segundo. La habrían mordido? Fuese como fuese nunca había visto a Lexie tan guapa. Que daba igual, pero puestos a morir mejor con algo que le alegrara los ojos, porque lo que venía por la carretera era feo, muy feo.

Al estar alejado de la escena dónde Yolanda y Lex están juntas, noto que una mano coge la mía y al ver que era Lucía le sonrió con dulzura. Creo que en ese momento, es lo único tierno que puedo ofrecer debido a las circunstancias. No obstante al desviar la mirada, cuando esa lluvia ofrece un escenario escalofriante, descubro lo que se viene y joder, te hiela la sangre. 

Rápidamente doy la voz de alarma, en ese ínterin aparece Javier dando indicaciones. Joder, haberse quedado quieto y esto no pasaba, pero el tío con su complejo de héroe ahora nos obliga a tener que trabajar rápido. No lo comprendo, en serio. 

Pero sin hacerle caso en si, porque eso ya lo había mencionado antes de que se fuera de la tienda, desenchufo las heladeras y compruebo a ver qué tan difícil son moverlas. La idea es cubrir la puerta para darle un obstáculo a los zombies mientras conseguimos algún otro sitio allí dentro con más protección. 

Por esa razón, sin hablar, me pongo a mover las heladeras. 

La pistola estaba tan cerca. No podía quitarse de la cabeza la idea de cogerla, pero si por lo que fuera salía mal, el precio a pagar sería muy alto. Tenía que conseguir que se la pasara, o que la soltara en algún momento. Más moscas se atraían con miel que con vinagre. Así que cuando la chica le agradeció, Lex sonrió con la comisura de los labios, continuando con las curaciones.

Puede que no, tienes razón. Pero intenta mantener la calma, vas a asustar a Lucía - le pidió con tono amable. ¿Le importaba realmente que la niña se asustara? No, quizás era mejor para ella estar muerta de miedo, así se cuidaría. Lo que tenía claro era que ella no podría cuidar de la niña, así que más le valía a Lucía aprender a cuidarse sola rápido. , ¿hospital? No, ni loca. Si esto era como Oli decía, ahí debía estar ya repleto de zombies. No te iban a atender ni aunque fueras con medio cerebro en la mano. A menos, claro, que por atender se entienda comerte. Ahí seguro que te atendían.

Gracias, nena - le sonrió a la niña, recibiendo el peluche para pasárselo a Yoli y que lo abrazara mientras lloraba. Si es que al final la niña sería la más centrada de todos.

Entonces llega Yuki y Javier, y aunque al principio se tensa por no distinguirlos, preparándose para tener que saltarle encima a otra criatura, cuando los identifica Lex respira aliviada. Por un lado, estaban de vuelta. Había temido que no volvieran, especialmente por Javier luego de que la peliazul fuera a buscarlo. Por otro, Yuki se encargaría de la niña ahora, como quedó comprobado por la nena corriendo a sus piernas, y eso era un resultado perfecto para la británica.

Iba a contarles lo que había pasado, pero no hubo tiempo. Ya les contaría luego. De todas formas, aprovechó un segundo para correr a ponerse alguna sudadera de la estantería de ropa, aunque le quedara encima de la que ya llevaba, porque si volvía a enfrentarse con zombies le iría bien no llevar el torso descubierto. Ahora mismo se alegraba de haber cogido todas las provisiones necesarias hacía un rato, porque había una sola prioridad en este momento: tapiar todo.

Con eso, se apresuró a ayudar a los chicos a mover cosas para cubrir toda la zona del cristal. Neveras, heladeras, lo que hiciera falta. Tampoco era que tuviera mucha fuerza, pero con lo que pudiera ayudar al menos. Eso sí, no se quitó el morral con la mayoría de las cosas, y dejó las bolsas que había preparado con lo que no le cabía dentro, y su escudo de precios de los helados, camino a la puerta de metal.

Yoli, bloquea las puertas automáticas - le pidió, intentando echar un ojo a como lo hacía por si luego debían abrirlas.

Nadie se quedó ocioso. Bloqueando las ventanas con estanterías, las puertas con la heladera, que fue un gran esfuerzo para todos. Con prisas, sacando fuerzas de flaqueza, casi sin tiempo todavía de haberse medio lavado o tratado sus propias heridas.  Oliver y, sobre todo Javier, no solo por su mayor fuerza física sino impulsados por una energía nacida de la urgencia y del peligro que se les venía encima, fueron principalmente los que más empuje pusieron al traslado y movimiento de objetos y mobiliario, con la ayuda de la pequeña Lex que se las apañó para que la ejecución de las maniobras de ambos hombres fueran más eficaces.

Sin quitar un ojo de Yolanda.

-Así no. Te las pueden abrir desde fuera –le dijo Yoli a la japonesa por el tema del bloqueo de las puertas. –Mira.-Se trata de un cierre de seguridad a cierta altura en la hoja de la puerta, que con una llave las bloqueaba.-Ya-  Lex se fijó y vio que Yoli se guardaba la llave en el bolsillo del pantalón.

La dependienta cojeaba- Hay un almacén aquí detrás, en esta zona. Y esa puerta metálica da al exterior, es por donde entramos. Está cerrada. Tengo la llave, claro.

Yuki colaboró en lo que pudo pero sobre todo también imitó a Lex guardando comida y bebida en las pocas mochilas de las que estaban a la venta. Se ocupó de la niña, que recuperó su conejito de una agradecida y tristemente sonriente Yolanda.

La pequeña horda se fue acercando más allá del refugio de la tienda. Bajo el aguacero avanzaban con un único objetivo de satisfacer su ansia de hambre desmedida e incomprensible para ellos mismos. Eran un buen puñado, una docena, tal vez más si otros quedaban ocultos, con la lluvia y la poca luz resultaba difícil de discernir.

Llegaron a las ventanas y a las puertas correderas. Golpearon con puños y pies, gruñendo y gruñendo. Sus fauces horrendas y sangrantes chasqueando, abiertas como pozos al infierno. Sus ojos blanquecinos, o vidriosos, o inyectados en sangre.

Presionaban sobre el cristal de las puertas automáticas, estas resistían.

Hasta que de pronto…se abrieron. Un poco. Lo suficiente para que pudieran colarse a trompicones, rugiendo, estirando sus brazos y sus dedos sarmentosos, tratando de empujar la heladera en medio. Seguramente lo conseguirían antes o después…alguno ya era capaz de arrastrarse por encima y llegar al otro lado.

Esa puerta podría ser su única oportunidad de escapar y si Yoli caía sería irrecuperable. La llave tendría que estar en la cerradura, para que cualquiera pudiera escapar pero para ello habría que llamar la atención en la parte delantera. Eso si no eran lo suficientemente inteligentes como para dar la vuelta, si lo eran estaban jodidos, por delante, por detrás, por arriba y por abajo. El mundo se quedaría sin conocer las capacidades de Javier Jiménez, el bandolero de los corazones, a no ser que hiciera algo, por salvar a Lucía, sobre todo a Lucía, que era la única inocente. Miró hacia la puerta y le dijo

- "Yoli, por favor, dame la llave para que la pueda poner en la puerta. Es posible que no tengamos tiempo de mirar en los bolsillos. La dejamos cerrada y si hay que escapar abrimos y corremos. Vienen muchos y no creo que los pueda contener a todos. Si nos quedamos moriremos todos" - miró de reojo a Oliver pero suponía que no sería de mucha ayuda si la cosa se ponía fea. No podía esperar mucho, era un niño de papá acostumbrado a que todo le fuera fácil, acostumbrado a resolver todo con su sonrisa de hippie y un buen fajo de billetes, pero los zombies eran inmunes a esas armas, y sin ellas, solo era un tipo alto pero desgarbado, no especialmente fuerte y ahora manco. Bufó y se pegó en la cara para centrarse. Por qué solo se le ocurrían cosas que tenían que ver con el fuego y las explosiones? Había visto demasiadas películas, demasiadas, si pudieran llegar al almacén tal vez podrían escapar. Ya llegaban, tenía que hacer algo, eran demasiados, incontenibles, iba a morir, tenía ganas de beber vodka para que la muerte le doliera menos cuando entonces algo muy desesperado le llegó a la cabeza.

"Van a entrar, así que, tiremos alcohol a la entrada, cosas que ardan y cuando estén dentro salimos por la puerta metálica y le pegamos fuego a todo. Creo que he visto alguna bombona de butano * y si explota podría encargarse de unos cuantos de ellos. Habrá humo y no nos verán..... y si la parte de atrás está llena de ellos.... moriremos igual. No quiero morir, pero si me tienen que comer prefiero quemarme hasta los huesos y no hacer daño a nadie. Estáis conmigo? Ya vienen.... si no estáis de acuerdo los intentaré contener, pero caeremos todos.... estoy seguro"

Ya tenemos la horda encima y estoy puteando en silencio a medio mundo. Es un tiempo que ahora tenemos en descuento por un error de mi colega. Es algo que sin duda pagaremos caro, pero bueno compensa con las salvadas de vida y que es duro el tío, sino estamos perdidos. Así que bajo el influjo de la desesperación, comienzo a mover las heladeras, pero es jodidamente tarde porque ya están ahí con su roer perturbador y esa fuerza descomunal que no sé de dónde diantres la sacan. 

Javier sugiere algo, pero no veo las bombonas y no sé si tenemos. También pienso en llenar el suelo de líquido así se resbalan y les cuesta el avance. Sería un plan B en caso de no encontrar algo que nos permita sumar tiempo para ir hacia el otro lugar de la tienda y guarecernos. 

- Yukino llévate a Lucía, Yolanda indícale en donde está el almacén. Así ellas están protegidas, nosotros buscamos la forma de sumar tiempo en esto. Que los tenemos encima... - digo pensativo. - Buscaré alcohol y voy a rociar todo esto así tiramos cerillas siguiendo tu plan Javier... Si no encontramos, la que nos queda es bañar el suelo de gaseosas o cualquier líquido para que se caigan y nosotros salir pitando. No hay más alternativas. 

Ya había tirado un segundo plan, no obstante el resto de las personas tienen que ir al otro sector porque de nada sirve si somos mucho y hay que contenerlos para que escapen. La verdad es esa, cuanto más se agilice, mejor.