Partida Rol por web

Acércate y te la daré, pero luego no permanezcamos cerca unos de otros o nos aniquilará con su aliento.

En algún momento habrá que substiruir a Sutu para que se tome su poción, así que date prisa.

Dijo el hechicero, que se daba cuenta de lo difícil que era el combate si no se curaba Sutu.

Rhaz tras las palbras de Habib corre en su busca y coge la pocima sin perder tiempo se la bebe de un trago. Tras tomarla nota como las fuerzas vuelven de nuevo a su cuerpo y como sus heridas se curan por arte de magía, quedando en pleno estado de forma.

El vómito del demonio mengua cual cascada, y él mismo es vomitado por su boca, su cuerpo entero es retraído y el cuerpo partido en dos, crugiendo como madera vieja cae en un montón de brasas que despiden gran calor, y que en cuestión de unos pocos minutos, se terminarán apagando para convertirse en ceniza que se dispersará con el viento, y de nuevo reunireis a los animales y temblareis cansados y sangrantes mientras dedicais unos minutos a vuestras heridas, y a escudriñar vuestro escabroso y nada prometedor futuro.... este ha sido solo un enviado de Milaszor, pero Alaszor, el auténtico Rey Brujo, aún está aquí, y sin duda alguna, os está esperando

La batalla llegó a su fin cuando el infernal ser volvió a su plano de pesadilla con el último golpe de hacha del bábaro, y de una forma espectacular para los sentidos, a la vez que horrible.

Sutu jadeaba, con el bronceado cuerpo sudado y repleto de ampollas y quemaduras de diversos grados a causa de las ígneas heridas propinadas por su enemigo. Clavó el haca en el suelo con un fuerte golpe y se apoyó en su mango.

-Se acabó... dijo con esfuerzo. Esa cosa... venida de quien sabe qué infierno... ha sido devuelta al mismo... arf... arf... así se pudra allí con sus señores demoniacos.

El hechicero dejó caer su peso sobre el suelo, quedando de rodillas y jadeante. Sentía dolores por toda la piel. Las quemaduras eran importantes.

Bien hecho compañeros. Sutu, eres un gran guerrero. Estaríamos muertos sin tu hacha. Guardemos los animales a buen recaudo. Dentro de uno de los edificios y dejémoslos encerrados. No podemos prescindir de uno de nosotros en un nuevo combate.

Tomó aire...

Otra cosa, cuantas pociones nos quedan? Es lo único que tenemos para curarnos.

Luego se acercó al camello y sacó una de las antorchas que guardaba y una cuerda. Bebió un buen trago. Revisó dos edificios y se dispuso a tapar las aberturas de uno de los ellos con una de las monturas dentro. Buscó piedras, tablas y cualquier escombro que sirviera para levantar una valla que contuviera el animal. Para acabar, se dispuso a hacer lo mismo con el restante en otro edificio.

Mejor que estén separados o el camello se verá reducido a unos huesos cuando regresemos. Me ayudáis? Sutu, la cuerda nos puede servir. Me harías el favor de portarla?

Justo cuando Rhaz iba de nuevo a la ayuda de Sutu, ve como la criatura es partida en dos por el brutal golpe del barbaro y esta es reducida a cenizas. - Sutu, que tal te encuentras? De nuevo ha vuelto a hacer como siempre un gran trabajo, gracias a ti estamos vivo - dice el picaro asintiendo con la cabeza en modo de agradecimiento.

Guardais las monturas entre las murallas de las casas derruídas a modo de corral, las estructuras son fantásticas para dicho cometido ¿Porqué no habrá más gente que las aprovecha para dicho fin? Rhaz os señala la calle más ancha que encontró antes cuando se adelantó a explorar, en cuyo final se levanta un edificio de enormes murallas y precedido de un pasillo de columnas colosales, aunque Alaszor no estuviera ahí serviria para ver bien toda la ciudad y encontrar otros buenos refugios.

El jaleo del combate ha despertado el vecindario, y gemidos quejumbrosos se arrastran por las calles desde algun rincón de este lugar, las sombras empiezan a alargarse en la tarde incipiente y os tomais un respiro para hacer inventario mientras os partís la comida antes de continuar y echais un trago para refrescar vuestro cuerpo

Los animales parecen más tranquilos tras la desaparición del demonio, pero visto esto, no os volveis a fiar, y rellenais vuestras cantimploras al máximo no fuera a ser que os vierais de nuevo ante la posibilidad de quedaros sin vuestras provisiones, el reloj de piedra se encuentra a veinte leguas al norte, y Zalas a otras veinte de este, aún con vuestras cantimploras llenas, no llegaríais con vida al otro lado del desierto y quien sabría entonces si todo este esfuerzo ha valido la pena..

Mientras el resto del grupo hablaba cogí en silencio al lagarto y busque un lugar donde poder dejarlo sin que se escapara esta vez. Pese a la victoria sobre la criatura salida de los infiernos seguía con un humor sombrío. No estábamos más que a la entrada de la ciudadela de la muerte y ya nos habían asaltado muertos vivientes y demonios de fuego. ¿Qué horribles seres nos esperan en el interior?

Al terminar con el lagarto volví con el resto del grupo. A partir de aquí debíamos de mantenernos unidos, ya que era la única manera de mantener alguna esperanza de supervivencia. A mí aun me queda una poción. Si es lo único que queda para curarnos debemos de racionarlas con mucho cuidado. No sabemos que clase de criaturas nos esperan en el interior.

-Cansado... y herido... Respondió el bárbaro con cierta dificultad a Rhaztamel, antes de dejar caer su mochila y buscar en el fondo de la misma uno de los viales de la preciada poción que les habían dado. Cuando la encontró, se la bebió de un solo trago, sin paladear su sabor y sintió como la arcana magia hacía efecto en su cuerpo, restableciéndolo. Las heridas seguían estando allí, pero dejaron de doler y de sangrar, y Sutu ya no sentía el cuerpo tan maltrecho como antes.

El bárbaro recogió la mochila, se la recolocó, y luego alzó su enorme hacha para apoyarla sobre su hombro como acostumbraba a hacer, antes de encaminarse hacia un punto en el que el grupo se reorganizaría.

-Muy bien compañeros. Dijo. ¿Cual será nuestro siguiente movimiento?

Una vez alguno se tomó la poción de la reina de Zalas, estában los valientes aventureros listos para buscar al hechicero muerto.

Camaradas, no podemos luchar con cada uno de los zombis que pueda haber en la necrópolis. Será mejor que busquemos nuestro objetivo directamente. Por ahí fuera parece haber movimiento. Así que será mejor que no hagamos ruidos ni emitamos luces que nos delaten. Rhaz y Willem pueden ir delante y los demás les seguiremos de cerca. Si vemos zombis, podemos lanzar piedras lejos para despistarles con el ruido. O incluso prender fuego en alguna parte, lo que los atraerá. Pero tomemos antorchas para cuando lleguemos a nuestro destino. No me quiero meter en ninguna parte sin luz.

Rhaz hasiente ante las palabras del hechicero - Esta bien, vayamos pues, Willem vamos? - dice este mirando al explorador, - acabemos con esto cuanto antes -

Bien, iremos de avanzadilla. Esperad a nuestra señal para avanzar. Solo espero que esas criaturas estén más sordas que muertas… Vamos Rhaz digo manteniendo el tono sombrío mientras comienzo a avanzar lentamente y tratando de hacer el menor ruido posible.

Los compañeros avanzaban mientras Sutu y Habib aguardaban. El hechicero estaba inquieto y miraba continuamente alrededor. No quería que ningún zombi les sorprendiera por la espalda.

Atrás dejais a los animales, en casas que actuarán perfectamente de corral, casi en el linde de Ok'Ragna con el desierto, os cargais lo que podeis y lo que no lo dejais atrás, allá quedan los valiosos barriles de agua goteando para que el camello pueda relamer la madera húmeda y el lagarto desde el corral contiguo sisee envidioso.

Avanzais por la calle que os señala Rhaztamel hacia el enorme edificio conforme el sol se vuelve más rojizo y las sombras más se alargan, justo cuando se invierte el amanecer es justo cuando amanece en Ok'Ragna, hay movimiento entre los escombros aunque sin estar a la vista ninguno se atreve a adentrarse para descubrir al profanador del silencio, al avance de Rhaztamel y Willem escurridizas criaturas de pequeño tamaño se apartan del camino, criaturas cuya apariencia es dificil de describir más allá de un cuerpo abotargado con diminutas patitas

En la retaguardia Sutu y Habib ven ojos brillantes entre las más oscuras sombras, criaturas evanescentes cuyos deformes cuerpos miran con avidez a los aventureros esperando que caiga la noche para poder salir de los rincones oscuros que conforman su prisión y su sombría guarida.

Finalmente llegais, un pasillo de enormes columnas, Ok'Ragna debió ser una ciudad enorme y perdido en cualquier libro de historia ha quedado el secreto de qué sucedió en ella, de como Ok'Ragna se convirtió en sinónimo de muerte y suicidio para los más desesperados en este mundo en el que la vida es un privilegio al alcance de pocos. Una enorme fachada os da la bienvenida, tan gruesa como ningún otro muro que hayais visto, el interior de lo que ya parece ser un templo está desierto, desolado y ahora en la penumbra, el cielo está al descubierto aunque los muros aguantan altos proporcionando al lugar la sombra que tanto temereis al final de todo esto.

Unas escaleras en la parte posterior descienden a las profundidades del edificio, y ahora sí, de manera audible, se oye a Ok'ragna y a sus gimientes habitantes saliendo al exterior a deambular para ver qué nuevos visitantes ha recibido su ciudad en las últimas horas.

Como de costumbre, una seria mirada fué la única respuesta del bárbaro a la conversacion con la que se decidió el próximo movimiento, y tampoco es que tuviera algo que decir, la opción de la retirada estaba completamente descartada y solo quedaba continuar adelante, cómo era otro cantar, y al final salvo por la curación que supuso beber los brebajes que llevaban con ellos, no tuvieron ningún tipo de descanso.

Haciendo caso a la estrategia aconsejada por el hechicero, los dos exploradores se adelantaron al mismo y al bárbaro, mientras ellos dos los seguían de cerca, preparados para saltar sobre cualquier monstruo que se les abalanzase desde la oscuridad.

Habib, junto a Sutu, avanzaban vigilantes. Los ojos del hechicero divisaban los peligros acechantes. habían esquivado una buena cantidad de muertos vivientes. Era una ciudad de la muerte, su reino. Pero milagrosamente llegaron hasta donde querían. Se iban a adentrar en la tumba de Ok'Ragna, el difunto padre de Milaszor y fuente de su poder. Si acababan con él, terminaría el reinado de terror del rey hechicero. La reina podría descansar y el mundo cambiaría ante la carencia de sus dos mayores poderes. Sin embargo, todo dependía de cuatro aventureros humildes. Hombres de talento, pero poca experiencia. Aunque quizá sus corazones suplirían su falta de recursos. Esa era la esperanza.

Habib portaba una antorcha, la cual había esperado a encender en el momento de entrar en el mausoleo. En la otra mano su lanza parecía más un cayado con filo que un arma de verdad, pero él sabía manejarla. Sin embargo no sólo portaba la lanza: un par de dagas, una de ellas escondida; la ballesta le colgaba del hombro, y guardaba unos frascos que podían servir en el combate.

Decidió preparar unos abrojos.

Camaradas, si van a salir ellos, será mejor preparar un buen recibimiento. No entremos al cuerpo a cuerpo hasta que no sea demasiado tarde, mejor atacar con fuego y flechas y mermar sus fuerzas. Ni tampoco nos agrupemos mucho. Si Ok´Ragna mantiene algo de su poder, será mejor que no nos pueda fundir con un sólo conjuro.

Miró alrededor para empaparse de todos los detalles del lugar. Era un sitio abierto? Qué teníamos en la retaguardia? Había cobertura? Se jugaban mucho y no podía perderse un detalle.

Si el ambiente a la entrada de la ciudadela de los muertos era opresivo, donde nos encontrábamos ahora el aire parecía más pesado que el acero. Sentía una gran presión en el pecho y por momentos me costaba respirar. La muerte rondaba en el ambiente. Incluso se podía sentir mientras avanzábamos lentamente por las calles, mirando cada esquina, cada sombra con el temor de que una criatura de pesadilla saliera de ella.

Pero nada paso y finalmente llegamos a nuestro destino. Frente a nosotros se encontraba la tumba del antiguo rey brujo… y puede que nuestra muerte. Buena idea. Sea lo que sea lo que hay ahí abajo no lo quiero a menos de diez metros de mi le comento a Habib sobre la idea de atacar a distancia mientras echo mano de mi arco.

Avanzamos con sigilo y con lo sentidos agudizados, por las calles frias, Rhaz y Willem van guiando a Sutu y Habib, hasta llegar a lo que son una ruinas, grandes columnas se alzan a nuestra vista y una gran fachada nos da la bienvenida al lo que puede ser nuestro infierno. Al final llegamos a unas escaleras que parece ser la entrada la parte inferior del edificio. - Ssshuuuu!!!!  - Rhaz levana la plama de la mano indicando a sus compañeros que no hagan ruido y se detengan. Parece ser que alguien biene a su encuentro. - Compañeros creo que tenemos compañia, quizas deberiamos intentar esconcondernos y tender una emboscada - Añade el picaro. Mientras lleva su ballesta cargada y lista para dispara.

Rhaztamel os hace deteneros en el interior del edificio, se levanta y resuena el eco del graznido de un buitre que alza el vuelo de la ciudad temiendo a la noche que se apodera de manera lenta pero inexorable de las calles, nada ni nadie aparece, tan solo una exhalación desde el interior del sótano, allá donde las sombras os engullirán, allá donde seguramente encontreis la tumba de Alaszor, el Rey Brujo Muerto.

Las escaleras tienen mucha inclinación y el pasillo se adivina muy estrecho, apenas cabreis de dos en dos casi rozandoos los hombros con entre vosotros, asomar la antorcha revelará que desde el inicio de las escaleras hasta donde llegue el pasillo hay un sinfín de jeroglíficos mundanos sin ningún sentido relevante aparentemente.