Partida Rol por web

—¿Effendi? ¿Effendi? ¿Pero tú cuántos círculos me has visto en la cara, tonto'laba? ¡Uno! ¡Los mismos que tú! —dijo con aquella irritante voz nasal, y abanó las manos en tu dirección, como espantando moscas—. Si buscas enfermedad solo tienes que retozar con los mendigos del Cenagal. ¡Y ahora largo, Amador como-te-llames, tengo importante trabajo que hacer!

Por el momento nadie se había dirigido a Kéfera, y ésta se mantenía detrás. Se sorprendió cuando Shem hizo referencia a Nathifa, pero más aún cuando dio un paso adelante e intervino.

Kéfera se ruborizó en el momento en el que intervenía Nathifa. No se lo creía y se estaba empezando a alterar. Era una falta de respeto dirigirte directamente al escriba sin que éste te hubiera dado paso antes... pero parecía que no se lo había tomado demasiado mal, pues había salido airosa.

El escriba seguía dirigiéndose a Shem y lo único que podía seguir haciendo era esperar hasta que se dirigiesen a ella.

Shem se rascó la mejilla al escuchar la contestación de Karranis.

Sólo cuatro personas en Majoor, en teoría, sabían del viaje del caliz. Todas ellas eran personas respetables y de confianza. Por supuesto, la información del viaje no sólo podría haber partido de aquellos cuatro, sino en origen o por alguno de los que lo transportara y luego fuese traicionado.

No había razones, por el momento, para sospechar de que hubiera un traidor en el templo... al menos eso quería pensar el sacerdote de Toth. Si finalmente uno de los cuatro estaba implicado, lo que menos debían hacer era seguir preguntando a Karranis a ese respecto.

No le pasó desapercibido que Kéfera parecía algo inquieta, por lo que se giró hacia sus dos compañeras y comentó.

-A mi no se me ocurre ninguna otra pregunta para molestar al Adivino de los Misterios, pero igual si queréis vosotras trasladar alguna duda o pregunta que tengáis. -comentó con gesto respetuoso hacia su anfitrión y dando pie para que hablaran.

Madsul siguió sonriendo mientras el rufián se desmoronaba, sobrepasado por el temor que le causaba el imponente paladín de Horus-Re. El nómada no comprendía del todo la importancia de aquellos hechos, pues él era un hombre sencillo, nacido en el desierto y criado en la vida dura pero carente de complejidades de su tribu. Sin embargo, el espíritu que le habitaba seguía conminándole a hacer aquellas preguntas, mientras sus ojos brillaban con un leve fulgor anaranjado.

- Así que la Madre de las Serpientes no sabía nada sobre vuestro golpe antes de que lo dieseis. - mantenía su sonrisa extraña, y su voz cálida pero a la vez extraña - Y cuando os reclamó ese botín, ¿pidió específicamente el cáliz, o solo le importaba recibir su parte del dinero?

Aquello tal vez aclarase alguna cuestión. Madsul seguía sin comprender, pero pronunciaba aquellas palabras, y sintió un frío interior que le hizo pensar que su huesped quizá sí había comprendido de qué hablaba Nathifa.

Por supuesto que todos eran gente íntegra y de absoluta confianza. O, al menos, por supuesto que eso era lo que iba a decir Karranis. Nadie reconocería, después de algo como la desaparición de la reliquia, que la gente que habían puesto al cargo había sido inadecuada. Preguntar más en ese sentido probablemente fuera inútil, pero al menos tenía los nombres.

-Espero no importunar al Adivino de los Misterios más de lo necesario, pero no me gustaría que se dijese que hice mi trabajo de forma inadecuada-dijo, en tono deferente, sin alzar la vista-. Imagino que hubo intercambio de mensajes relativos al cáliz y su transporte, entre las personas que lo conocían y los miembros de la Hermandad. ¿Ha habido visitas de personas externas al templo que entrasen cerca de donde estaban esos documentos? ¿O quizás alguien en el templo ha mencionado si algo estaba fuera de sitio en sus lugares de trabajo o sus habitaciones? Espero no pecar de osada, pero quizás si se le permitiese a Kéfera examinar las salas donde se guardaron los mensajes y sus puertas y ventanas, podría decir si encuentra algún rastro de alguien que violentase el recinto.

Xanjahar agradecía la ayuda de Madsul, pero puso una mano levantada, hasta la altura de la cintura, en señal de calma o de parada. 

- Ese mercader no tiene nada que ver con el cáliz. - dijo el paladín erguido - ¿Loto Negro hace alguna labor aparte de los asesinatos por encargo? ¿Quién se encarga de las operaciones más importantes?

No sentía pena por aquel rufián. Aunque seguramente no pasaría de los 20 años de edad. Como era de esperar, no usarían a gente sin importancia para un trabajo relevante, pero quizás sí que hubiera alguien encargado de esas tareas. Alguien a quien todos temieran y respetaran, pues al final, todos desearían poder acabar en su puesto. 

Amuir levantó las manos ante el exabrupto del gnomo. Cuánto más pequeños, más mal caracter tenían.

-No vengo buscando enfermedad, busco una solución y pensé que aquí podría encontrar respuestas -se encogió de hombros y luego se colocó en una postura más neutral, con los pies separados, las manos cruzadas sobra el regazo y los hombros rectos. Tenía el rostro descubierto y aunque no escondía las dagas del cinturón, tampoco las mostraba de forma agresiva. No se acercó al gnomo, se mantuvo a una distancia que al tipo no le fuera a resultar una amenaza y habló como hablaba siempre con la gente, despacio y con calma-. Mi hermano murió por culpa de ella y quiero saber por qué, todo seguidor de Osiris necesita la verdad para llegar hasta su juicio. Quizá nos podamos ayudar mutuamente. Antes de entrar he visto salir a un tipo de aquí y has dicho ¿algo sobre la Madre de los ofidios? -aventuró, fingiendo no conocer el nombre, restándole después importancia mientras sacudía la cabeza para olvidarse de ello-. A lo mejor te puedo ayudar, si tienes problemas con ese hombre. Pero si no, pues te dejo con ese trabajo importante que tienes que hacer y preguntaré a otro. En la Iglesia de Thot no me han dicho nada que ya no sepa.

—Revisar las dependencias de los involucrados sería sumamente inapropiado debido a su elevado rango —se escandalizó Karranis— y algo sobre lo que no tengo autoridad, de todas formas. También creo que sería completamente innecesario. Este asunto se trató entre los miembros de este templo en entrevistas privadas en estos mismos salones, mientras trazamos el plan de adquisición. La negociación con la Casa Hatharia se llevó a cabo también en entrevistas físicas no mediante correspondencia. El único documento escrito es el contrato de arrendamiento, que debería obrar en manos de la casa Hatharia. Podría haber sido interceptado o comprometido de alguna manera, pero preferiría recuperar el cáliz de esos ladrones antes de pedir una investigación por su parte al respecto.

Tragó saliva y pareció empequeñecerse.

—He oído decir que la Casa Hatharia tiene una nueva Madre Favorecida, y que es una mujer de carácter. No me gustaría disgustarla. Y a nuestro precepto tampoco.

—No, exacto, no había ningún cáliz en el botín. Que yo sepa —abundó el rufián—. Los golpes importantes los suelen dar quienes llevan más tiempo en la organización, claro. Suele haber más dinero en juego, pero ser también más peligroso. El jefe envía a esas misiones a su gente de confianza.

Miró a uno y a otro antes de volver a adoptar una actitud plañidera.

—Yo no soy nadie, de verdad, tenéis que creerme.

El gnomo chistó enérgicamente en cuanto mencionaste a la Madre.

—¡Chitón! ¿Es que quieres que te oigan?

Recorrió la tienda de lona a enérgicas zancadas, se asomó al exterior para asegurarse de que no había nadie cerca y prácticamente te empujó al interior.

—¿Cómo dices que me puedes ayudar? —te preguntó, observando tus dagas mientras ponderaba sus posibilidades—. ¿Y qué sabes de la Madre y de mi relación con ella?

-Gracias por su valioso tiempo y su ayuda, y espero que disculpe las molestias que le hemos causado.-Dijo Nathifa, con una inclinación más-Será mejor, entonces, que volvamos con los demás. Pero le aseguro al Adivino de los Misterios que no debe preocuparse por la Madre Favorecida de la Casa Hatharia. Aunque sea estricta; en los meses que he sido su acompañante en sus viajes desde su nombramiento, antes de que me mandase a observar la situación aquí, nunca la he visto actuar con otra cosa que no sea justicia. Aunque el cáliz se haya perdido temporalmente, estoy segura de que apreciará cuando le comunique que el Adivino de los Misterios nos ha proporcionado todos los esfuerzos y la ayuda que ha podido para recuperarlo.

Retrocedió unos pasos hacia atrás, sin darle la espalda al Adivino, esperando al momento en que Shem-su-namun saliera para acompañarlo. Si tan preocupado estaba con lo que pudiera hacer Nephtis, eperaba que para la próxima visita, el Adivino recordara que su presencia allí era en su nombre, y que le mostrase a Nathifa un poco más de consideración, para no tener que invocar a otros de mayor rango para recibir respuestas. Cierto era que la razón de su viaje se limitaba a la profecía en el mercado. Pero dudaba que los dioses hubieran hecho que viajara hasta allí sólo por ese incidente y que no se implicase en las consecuencias. Y si se equivocaba respecto a sus intenciones, bien, los dioses tendrían que resignarse y hacer la próxima vez sus mensajes más claros. Y hasta el momento no la había fulminado ningún rayo, ni siquiera dentro del templo, lo que parecía buena señal.

Shem tuvo que esforzarse por seguir con expresión neutra ante las palabras de la cortesana. Desde luego, la mujer era muy aguda tanto en sus apreciaciones, como en la forma sutil en la que ponía ciertos asuntos sobre la mesa.

No le pasó desapercibido el temor que Karranis mostró por la nueva Madre Favorecida... aunque, cómo había supuesto antes de su última intervención, poco más se podía extraer ya del lugar. 

Lanzó una mirada significativa hacia Kéfera y, viendo que la joven no parecía querer intervenir*, el sacerdote finalmente se giró hacia Karranis.

-Reitero el agradecimiento de la dama, Adivino de los misterios. -acompañó sus palabras por un cabeceo grave y respetuoso- Volveremos a contactar en cuanto tengamos más avances. Que la bendición del guardián del saber recaiga sobre todos nosotros y nos ilumine en este oscuro asunto. -comentó a modo de despedida.

Ya fuera del templo y de camino al punto de encuentro, Shem le dijo a Nathifa en tono discreto: 

-Es una suerte contar con vos en este asunto. -no hacía falta decir porqué- Cuando lleguemos a la posada, recordadme que os enseñe una cosa respecto al cáliz. Kéfera y yo sabemos exactamente como es, pero quizá conviene que vos también lo sepais, no vaya a ser que nos tengamos que volver a separar o algo nos ocurriera.

- Yo, desde luego, te creo - dijo Xanjahar estirando la espalda. - Espero poder zanjar este asunto rápidamente para poder ayudarte. Cumplirás tu pena de prisión, pero al menos no morirás de la forma más horrible que alguien puede imaginar - dijo sin mover un ápice su gesto serio. No tenía siquiera intención de intimidar, solo era sincero. 

- De todas maneras, si recuerdas algo, pide hablar con Xanjahar. - No le importaba dar su nombre. Ya eran muchos quienes le habían jurado venganza.

Madsul dio un paso atrás tras escuchar las palabras de Xanjahar, y el fulgor de sus ojos se apagó, retornando a estos el brillo oscuro y la expresión benevolente a su rostro. El nómada no dijo nada más, dejando que el paladín se ocupase de finalizar la conversación, aliviado de que el espíritu de su interior no hubiese hallado lo que buscaba antes de poder liberarse de él.

Shem se dirigió a Kéfera, pero ésta no mostró signo alguno de querer hablar.... pero la devota se sobresaltó al escuchar a Nathifa que al parecer quería meterla a inspeccionar las alcobas de los escribas y de los sacerdotes. Su mirada irradió enfado, pero no levantó la mirada del suelo a pesar de ello. El que uno de sus compañeros se dirigiera a ella no quería decir que Karranis lo hubiera hecho, y por tanto no tenía la potestad para hablar.

Cuando Karranis hubo acabado de hablar  y se denotaba que la conversación había acabado para ellos, entonces Kéfera levantó la mirada y de sus labios salieron unas leves palabras.

- Así sea. 

No esperó respuesta alguna y se dio directamente la vuelta en dirección a la salida. Notó que sus dos compañeros se ponían en marcha tras de ella. Estaba claro que ya se iban a dirigir a encontrarse con el resto.

Una vez estuvieron fuera Kéfera hablaba por primera vez.

- ¿Recordáis la sala de la yuan-tir? - se dirigió a Nathifa - Allí vi algo extrano. No os lo dije antes... pero me pareció ver un agujero cerca del diván... era redondo, y parecía que iba a una sala contigua... Me fije en la distribución de las habitaciones, y no parecía que ahí hubiera una habitación, o que tuviera acceso alguno. Por lo menos visible.

Mientras continuaban la marcha Kéfera iba explicando lo que la pareció ver, haber que podía opinar la bardo ya que también había estado en la habitación.

Cuando Shem habló del cáliz a la exploradora se la erizaron los vellos y miró al sacerdote.

- No lo nombres aquí. Hay ojos y oídos en todas partes.

Amuir se dejó arrastrar por el gnomo y volvió a adoptar la postura neutral de antes.

-El cómo depende de ti, del problema que tengas y de la solución que precises. ¿Le debes dinero? -aventuró-. De la madre solo sé que es una perista, es lo que me han dicho; pero ¿qué relación tienes tú con ella para que te preocupe tanto que nos puedan oir?

El gnomo meditó sobre lo que acababas de decir.

—Así que no tienes ni idea. Mejor. Así debe seguir siendo. El caso es que no quiero que me relacionen más con esa perista ni con su banda de criminales. ¿Podrías ponerte en esa puerta, parecer fiero y ahuyentar a cualquiera de sus hombres que venga a molestarme?

-¿Durante cuanto tiempo, exactamente? -preguntó despacio, porque Amuir tenia la costumbre de hablar despacio. Se movió un paso hacia la puerta, pero no salió-. ¿Qué tal si me dices el problema? Son criminales, pero ¿de qué clase? ¿En qué lios te has metido, amigo? Aún no me has dicho como te llamas. Ya que tengo que hacer de portero, al menos me gustaría saber a quién voy a ayudar.

El gnomo se ahuecó el enorme turbante para rascarse la cabeza, haciendo que basculara peligrosamente. Tuviste el reflejo de cogerlo antes de que cayera al suelo, moviendo las manos hacia delante, pero parecía tener su equilibrio perfectamente controlado.

—Mi nombre es Harles. Harles Hamweather. Soy el líder del equipo de ingenieros de la ciudad. Estábamos trabajando en la excavación de la subciudad immaskari y... —dijo, y volvió a hacer aquel gesto como espantando moscas—. Todos esos detalles de ingeniería civil y arqueología a ti no te importan. El caso es que durante una visita a la obra, me encontré con un tipo allí abajo. Un tipo peligroso, que me chantajea. A cambio de conservar mi vida me pidió que actuara como intermediario en un negocio con esa Madre de las Serpientes.

»¡Pero ya he cumplido mi parte del trato! ¡No quiero saber nada más de esos ladronzuelos y estafadores! Quiero que te pongas ahí y les espantes de ahora hasta que me vaya a mi casa. Que es cuando cae el sol. Puedo pagarte unas monedas, por las molestias. Y habrá más si vuelves mañana por la mañana para ponerte en el mismo sitio y seguir pareciendo fiero.

Nathifa respondió con una sonrisa a la alabanza de Shen-su-namun, inclinando la cabeza en agradecimiento y asintiendo ante su oferta de compartir la información que tenía sobre el cáliz cuando estuvieran reunidos en la posada.

Si tenían suerte, en pocas horas podrían comprarlo, o recuperarlo por la fuerza si quien lo retenía ahora se mostraba poco razonable en devolver un tesoro robado a otros.

Las palabras de Kéfera, sin embargo, abrían otra posibilidad, si la Madre de las Serpientes les había mentido y no lo habían vendido.

-Puede que no sea una habitación. ¿Quizás un armario? O una pared falsa antes de la verdadera pared, y usan el huevo entre ellas para almacenar cosas. En algún lugar tienen que guardar las cosas que roban, antes de venderlas o repartirlas. Y quizás a la Madre de las Serpientes les gusta tenerlas cerca. Veremos los que ocurre, pero estoy segura de que a Xanjahar le gustará saberlo. Probablemente quiera visitar el lugar con los suyos, incluso cuando nuestra misión aquí haya terminado.