Partida Rol por web

Las criaturas de ultratumba habían regresado a sus posiciones mientras recuperabais vuestros pertrechos. Sus ojos de cuencas vacías seguían clavados en la puerta que daba acceso al pozo. No reaccionaron, empero, a la llegada de Amuir. Si era porque el asesino era sigiloso como una sombra o porque sus órdenes eran otras, era difícil de discernir. Encogiéndose de hombros, el hermano de Osiris fue a explorar el tramo de escalera que subía. No percibió ningún peligro, de modo que subió por las escaleras hasta el descansillo. De pronto, con un súbito chasquido, el suelo desapareció bajo sus pies.

Rápido como el relámpago, Amuir se agarró al borde del pozo, evitando caer al fondo. Gimió y echó un vistazo, casi con vértigo, a una caída que le habría partido algún que otro hueso. Gruñendo, se izó y se arrastró y se arrastró por los escalones para ponerse fuera de peligro. Se levantó, y cuando logró calmar los desaforados latidos de su corazón, se quedó muy quieto y se detuvo a escuchar si el mecanismo de la trampa había alertado a alguien. Mas el único sonido que le llegaba, a través de unas puertas dobles cerradas era… ¿música?

La tirada de Buscar es un fallo y Amuir se come la trampa. La maldición de que Avhin no encuentra las trampas, aunque se tire todo el tiempo buscándolas, sigue efectiva xD. Afortunadamente, supera la TS de Reflejos (31 contra CD 20) y no se cae al pozo. He marcado la posición de la trampa en vuestro plano de exploración con un cuadrado rojo.

Amuir: 35/35 (Hijo de las sombras)
Nathifa: 13/13
Jotnar:  55/55
Kéfera: 32/32
Madsul: 20/20
Shem: 32/32

Jotnar cogió el anillo con curiosidad y lo levantó ligeramente mirando por el aro con un ojo guiñado cual tasador experto. Aquello seguro que servía para más de una broma en las fiestas de disfraces si lo hacía parecerse un poco a un vampiro perdiendo la sombra y el reflejo. Menos mal que no lo hacía a uno vulnerable a la luz del sol o si no de broma tendría poco. ¿También pondría colmillos de pega? ¡Su valor absurdo sería incalculable si ponía colmillos de pega!

Mientras pensaba en tan trascendentales asuntos, Amuir se fue a husmear y volvió a regresar más pálido que un chupasangres. Y sin necesidad de anillo. Cuando les contó lo sucedido con los zombis, con el foso, y con su sentido de la audición, el enano se rascó la barba.

—¿Tienen música ambiente?—comentó—. Qué modernos.

O igual estaban celebrando alguna suerte de ritual de coronación de señor del mal a lo bombástico. Con los villanos subterráneos nunca se sabía; hacían cosas muy raras.

—Bueno... pues el siguiente problema es evidente si ese agujero está en medio de la escalera—añadió con un resoplido—. ¿No has visto ningún oportuno botón oculto que desactive la trampa? Los carceleros tienen que hacerlo de alguna forma. Si no... ¿es muy ancho el foso? Igual podríamos usar la tapa del ataúd del vampiro a modo de puente o algo así. Yo es que lo de saltar lo llevo mal; soy de zancada corta.

Otra opción si la anchura lo permitía era la mesa. Pero la mesa estaba donde las celdas, y entre las celdas y ellos estaban los zombis.

Lo de la música atrajo la atención de Nathifa. Era su oficio, después de todo. Por un momento pensón en preguntar qué canción era, pero no estaba segura de cuanto interés por la música podía tener el asesino para haberla reconocido. Aunque viendo anteriormente el talento para cantar de Jotnar, nunca se sabía.

En todo caso, el que los zombis no hubieran reaccionado era buena señal. Significaba que podían pasar, no sabía si tranquilos, puesto que era difícil la tranquilidad mientras se paseaba al lado de muertos vivientes, pero al menos con una cierta seguridad de que no los iban a atacar.

Pero ahora quedaba la cuestión del foso en las escaleras.

-Si no, podemos intentar saltar sin más. Quizás atándonos antes con una cuerda, para asegurarnos de que si el salto no es suficiente, los otros no dejarán que caigámos al foso.

El sacerdote de Thoth se quedó extrañado al ver que Jotnar tomaba el anillo, pero como el resto de sus compañeros no dijo nada, simplemente elevó los hombros y no dijo nada más.

Más tarde, tras escuchar el resultado de las pesquisas de Amuir y la propuesta de Nathifa, Shem asintió añadiendo:

-Siendo en esa esquina donde está la trampa, lo primero será intentar vislumbrar dónde está el mecanismo que puede desactivarla, pero si no lo conseguímos, podríamos usar la cuerda, bien para salvaguardarnos o bien para usarla de pasarela. Por el lado más estrecho no debería ser tan difícil la cosa ¿no?

-No, estaba un poco ocupado intentando no caerme al foso -respondió a Jotnar-. Voy a comprobarlo. Por si podemos pasar sin necesidad de una cuerda, extrañas acrobacias o llenando el agujero de muertos vivientes para pasar por encima de ellos.

De modo que regresó a la trampa para buscar el botón que cerrase el suelo. Aquel sitio infernal estaba lleno de trampas mortales, a cada cual más sofisticada y más puñetera.

Regresó al cabo de un rato.

-No tiene ningún dispositivo que haya visto, hay que salvar el agujero. Hay unos hierros que nos permitirían bajar al foso por nuestro lado, pero tendríamos que subir el otro lado y son tres metros de alto. Podriamos saltarlo o subir por el muro.

Un puñetero 15 xD No desactivo la trampa.

Tras unos minutos de deliberación ante aquel inesperado obstáculo, el grupo estuvo de acuerdo al fin en un plan concreto. Haciendo uso de uno de sus pergaminos, el venerable Shem hizo crecer a Madsul en tamaño. El nómada, ya de por sí bastante alto, aumentó hasta convertirse en un gigantesco hombretón, cuya enorme lanza destacaba aún más si cabía. Después de aquello, siguiendo las indicaciones de sus compañeros, Madsul descendió hasta el interior del foso, plantando allí los pies y tendiendo a continuación las manos para facilitar que sus compañeros pasasen. La fuerza que le confería su tamaño se sumaba a la que poseía el nómada por su natural adiestramiento, y esto le hizo poder trasladar sin problemas equipo y compañeros, llevando en primer lugar al ligero Amuir, y luego a los demás, ayudados de una cuerda que el propio nómada les facilitó. De aquel modo, con paciencia, todos fueron transportados al otro lado. Finalmente Madsul se aferró al borde del foso, como había hecho muchas veces* de niño en las ruinas cercanas a los lugares de acampada de su tribu, y trepó hacia arriba con decisión, de un solo impulso, llegando hasta sus compañeros de nuevo.

- Lo conseguimos, amigos. - dijo sonriente el enorme Madsul - Sigamos nuestro camino.

- La musica me da mala espina, dijo Kefera mientras pasaba la trampa. Mas bien me inclinaria por algun tipo de ritual demoniaco, lo bueno es que ayudará a movernos sin ser detectados, asi que no perdamos el tiempo y avancemos con cuidado

Nathifa se sentía intrigada por la música que se escuchaba más que por algunos otros de los misterios y aberraciones que habían encontrado hasta el momento. Ese era su trabajo después de todo, interpretar música, y escoger melodías que armonizasen con los caracteres y humores de aquellos para quien tocaban. Y al revés, se podía aprender mucho de alguien por la música que escogía. No era de extrañar que prestase atención al escuchar música en un lugar tan inverosímil como la ciudad de una civilización muerta, plagada de monstruos y criminales, y quisiese averiguar que clase de canciones sonaban en aquellas profundidades.

Conoces la infame pieza que están los tocando los tres músicos de la habitación de al lado, aunque en realidad fue compuesta para muchos más instrumentos. Y también para ser cantada. La letra decía algo así:

Saciad el hambre de Set, id a lo profundo.
Allá donde la luz de Horus-Re no osa aventurarse,
Donde soplan los vientos inmisericordes sobre las arenas venenosas.
Hasta el corazón de Ankhwugaht.
Al hermoso desierto de Ankhwugaht.
A la gran pirámide negra.
Saciad su hambre, sufrid su mordedura, id a él.
A Set, a través de las dunas oscuras.
Hasta el corazón de Ankhwugaht.
En la pirámide negra.
A través del infierno profundo, servidores de la fatalidad.
A la condena profunda.
Saciad su hambre, sufrid, id a él, a Set.
A través de las arenas de Ankhwugaht.

Ankhwugaht, aquella palabra que se repetía tanto en la canción era dominio divino en el que habitaba Set, un infierno abrasador en el que siempre era de noche, infestado de cocodrilos, hienas, escorpiones y todo tipo de serpientes. La canción, empero, no tenía ninguna significancia religiosa y no pertenecía a la secretista liturgia de Set. Más al contrario, era una canción profana, más adecuada para una fiesta de fieles celebrantes que a un ritual religioso.

El plan trazado por el grupo para solventar la trampa de foso dio resultado. Atrás quedaban los no-muertos y aquel pozo con la enorme serpiente. Eso no significaba necesariamente que estuvieran a salvo, mucho más cuando aquella música y los cantos que lo acompañaban se hicieron audibles.

Aquello parecía el campo de conocimiento de Lady Nathifa, pero Shem también puso el oído para ver si Kéfera tenía razón en sus afirmaciones, pues, de ser así, el peligro para sus vidas continuaba.

Shem no reconoció la pieza que están tocando, pero le parecía una composición profana, no religiosa. Distinguió tres instrumentos.

Había memorizado infinidad de canciones durante su entrenamiento, y seguía aprendiendo algunas nuevas con frecuencia. Había aprendido las que tenían decenas o cientos de años y que se tocaban en los festivales religiosos o en las reuniones de gente más tradicional y  las que eran las composiciones recientes de algún bardo que se habían hecho populares, las que todo el mundo conocía y se solicitaban una y otra vez y las que eran la preferida de algún dignatario extranjero o de alguien que viajaba por lugares exóticos y que jamás nadie volvía a pedir que se tocaran. Esta no era ninguna de esas. Y si alguna vez la hubiese tocado en público, hubiese tenido que dar muchas explicaciones. Pero su archivo contenía toda clase de partituras y documentos, algunos tan antiguos que habían sido casi olvidados, y algunos de sus clientes les traían instrumentos o libros de música exóticos de sus viajes como rega. Y Nathifa siempre había sido curiosa.

Recordaba haber encontrado esta música en un tratado sobre música y religión. Escrito por alguien extremadamente erudito, pero en un tono tan árido que pocos habrían prestado atención más allá de los primeros capítulos. Una composición para ser tocada con multitud de instrumentos, aunque ella había hecho un arreglo para tocar la melodía principal en su lira. Se esforzó por recordar la letra, aunque como era frecuente en estos casos, las palabras acudían más fácilmente a la memoria acompañadas del ritmo con que las había aprendido. En tono quedo, casi un murmullo, empezó a cantar la letra que usualmente acompañaba a la música que llegaba por la puerta cerrada.

Saciad el hambre de Set, id a lo profundo.
Allá donde la luz de Horus-Re no osa aventurarse,
Donde soplan los vientos inmisericordes sobre las arenas venenosas.
Hasta el corazón de Ankhwugaht.
Al hermoso desierto de Ankhwugaht.
A la gran pirámide negra.
Saciad su hambre, sufrid su mordedura, id a él.
A Set, a través de las dunas oscuras.
Hasta el corazón de Ankhwugaht.
En la pirámide negra.
A través del infierno profundo, servidores de la fatalidad.
A la condena profunda.
Saciad su hambre, sufrid, id a él, a Set.
A través de las arenas de Ankhwugaht.

No era una interpretación extraordinaria, ella era sobre todo instrumentista, y las circunstancias no eran las más propicias, pero era suficientemente decente para que los demás la reconocieran como lo que debería acompañar a la música que oían.

- Ankhwugaht es el dominio divino en el que habita Set, un infierno abrasador en el que siempre era de noche, infestado de cocodrilos, hienas, escorpiones y todo tipo de serpientes. Aunque no es una canción religiosa; no pertenece a la secretista liturgia de Set. Es una canción profana, más adecuada para una fiesta de fieles celebrantes que a un ritual religioso.-Explicó a los demás, recordando lo que había leído en el viejo tratado.

—Set, Set, Set... ¡Otra vez Set! ¡Siempre tiene que ser Set! ¡¿Cómo no iba a ser Set?!—rezongó Jotnar haciendo un gesto apotropaico de hartazgo con los brazos—. Debí haberlo supuesto en el momento en que aparecieron los chacales parlantes ¡Uhg! Primero el portal chupa-almas a otro mundo con el ejército de pajarracos, luego el ritual de ascensión divina con el ejército de serpientes... ¿Qué será esta vez? ¡Es peor que una ex-novia tóxica!

Hizo una pausa anecdótica cuando un imaginario sonido de grillos se hizo presente.

—¿Qué?—se encogió de hombros como si los raros fueran los demás—. Tenemos historia, ¿Vale? Una muy larga.

Carraspeó y cambió diametralmente de tema para añadir:

—Normalmente diría que estando como estamos les dejásemos con sus fiestas de mierdas raras y siguiéramos buscando una hipotética salida. Pero es que la única forma de continuar es por esa puerta—suspiró—. Yo digo que vayamos con cuidado a ver si con la música y algo de suerte no nos oye nadie... pero que conste que si al abrirla resulta que da directamente a un salón de baile lleno de cultistas que nos miran raro porque no somos las concubinas que esperaban, va a ser un poco incómodo.

El sacerdote de Thoth escuchó la canción murmurada por Nathifa y luego asintió a las explicaciones, puesto que él mismo había detectado algunos detalles de la música.

-Es una suerte contar con tu experiencia maese Jotnar. A mi personalmente no me extraña que todo esto esté auspiciado por las serpientes enroscadas. Después de todo, Khaibet, el líder de todo esta conspiración, ha sido descrito como un yuan-ti. -por no hablar de aquellas amenazas que habían encontrado en los papeles del gnomo- Procedamos con cautela, pero también dispuestos a aprovechar las oportunidades.

Se mantuvo callado y pensativo ante la canción que reprodujo Natifha, aunque compartía los exhabruptos del enano porque cualquier cosa relacionada con Set era siempre algo peligroso y obsceno.

-Voy a echar un vistazo, no sea que nos estén esperando y no seamos las concubinas que esperan -comentó con una risa-. Estad atentos, de todas formas.

Amuir se acercó a la puerta y comprobó que no hubiese alguna trampa oculta que le quemase las cejas o algo por el estilo. Después abrió un poco para ver al otro lado con todo el sigilo que fue capaz.

No son las mejores tiradas del mundo. 18 buscar trampas (me la como fijo), percepcion 23 y sigilo 18.

Tras comprobar que no había ningún mecanismo oculto acechando, Amuir abrió despacio y con cautela una de las hojas de las puertas dobles. Le golpeó el rostro una repentina oleada de calor húmedo. El aire venía cargado de un agradable olor a hierba y a flores, aunque era demasiado dulzón e intenso, y se le subía a la cabeza. La música se hizo más audible para todos.

La penumbra imperaba en la habitación, que estaba apenas iluminada por un trío de grandes pebeteros de bronce. El suelo estaba cubierto por alfombras, pieles de animales exóticos y mullidos cojines. Sobre aquel suave manto se deslizaban lánguidamente una docena de personas, más mujeres que hombres, y entre ellos reptaban y siseaban pequeñas serpientes de coloridas escamas. Todos en aquella estancia lucían máscaras doradas, hasta los músicos. La mayoría estaban desnudos, con el pelo apelmazado y la piel reluciente por el sudor; otros pocos lucían aún túnicas ligeras de lino, empapadas.

Comían, bebían, se besaban a través de las máscaras, se tocaban sensualmente, gemían, y una pareja fornicaba en un rincón. Una de las mujeres tomó a una víbora y la invitó a que le mordiera en el brazo, y después se reclinó y miró al techo, extasiada, como si estuviera contemplando algo maravilloso. Un hombre yacía despatarrado en el suelo, con la cabeza enterrada en un cojín, demasiado borracho, o drogado, para moverse. Otra mujer se levantó y se puso a bailar en mitad de la habitación, en trance, simulando los sinuosos movimientos de una serpiente. Una de las intérpretes de la melodía dejó de tocar cuando un hombre se introdujo entre los pliegues de la túnica, a tocar un instrumento muy diferente.

Ni qué decir tenía que ninguno de los presentes se percató de la apertura de la puerta.

Amuir: 35/35 (Hijo de las sombras)
Nathifa: 13/13
Jotnar:  55/55
Kéfera: 32/32
Madsul: 20/20
Shem: 32/32

La descripción que Amuir daba de lo que estaba pasndo era tan extraña e intrigante que Nathifa se asomó su ojo al resquicio abierto de la puerta para confirmar por sí misma que no era una alucinación o alguna extraña ilusión demente creada con magia.

Pero ciertamente, aquellos cuerpos, y los placeres a los que se entregaban, parecían abundantemente reales.

Las palabras de Amuir llamaron la curiosidad de Shem ¿sería alguna especie de ritual o simplemente aquellos individuos se daban a los placeres más mundanos porque si? Cualquier cosa era posible con Set de por medio.

Al igual que Nathifa, el sacerdote asomó vista para comprobarlo todo por si mismo.

Madsul escuchó aquel sonido rítmico, la musicalidad que salía de la estancia, la oscura canción, todo... no pudo resistirlo más. Sus ojos se tornaron candentes, su cuerpo comenzó a bailar al son de la música, sus dedos empujaron suave e inconscientemente la puerta, y sus piernas le llevaron hacia la sala. De su mochila salió su negra vívora, que se movió sinuosa por su brazo derecho, mientras Madsul se agachaba a recoger un djembé del suelo, y empezaba a tocar rítmicamente.

Entonces empezó el frenesí. Su cuerpo se movía a la par que sus manos, mientras el sonido retumbante del djembé invadía la atmósfera de la sala. Madsul comenzó a cantar con voz aguda, entonando palabras en la lengua de su pueblo, mientras movía de forma hiptnótica su cuerpo, sacudiendo las caderas, el torso, cantando, lanzando miradas a las mujeres que observaban su impresionante físico con ojos golosos. Pero el bailarín era intocable, en ese momento era el amante de la música, y no tenía cuerpo para nadie más, pese al bamboleo evidente de su cuarta lanza bajo las escasas ropas nómadas que portaba.

- ¡Yalawe! - gritó extático, en medio de su cántico.

Las serpientes eran víboras, y eran venenosas. Podían trepar y nadar con facilidad.

Con respecto a las hierbas, no sabías qué planta era, pero reconocías el olor de cuando estuviste viajando con Nepthis. Dado que la Encarnación de Hathor había sido durante toda su vida una sanadora, era de esperar que se tratara de algún tipo de planta medicinal.