Partida Rol por web

Mentir no miente, pero está en un estado mental alterado. Intenta negar algo que ha visto o vivido.
Te das cuenta que tiene una herida en la mano, pero es imposible que tanta sangre salga de una herida pequeña.

- Yrac, mi amigo... O sea, el de la cuadrilla... ¿Donde está Yrac? ¿Qué.. Qué le ha pasado?...- Empieza a temblar violentamente y os da la espalda.

Mientras más lo observaba y escuchaba, sus dudas eran cada vez menos... Tal era la voz del monstruo que cada vez le costaba más trabajo tolerar. No obstante, había algo de lo era consciente, y es que la maldición de la licantropía es una que se transmitía...

Soltó con su mano izquierda la empuñadora de su enorme espada, para dejar caer su filo y clavarse con fuerza en el suelo mientras la sostenía aún con la otra. Fue entonces que de un rápido manotazo tomó al cobarde que le había dado la espalda, para que pueda mirarlo de frente. Y de cerca.

- Lo asesinaste. Y si planeas vengar su muerte, me dirás quién fue el que te convirtió en esto. - Le dijo en un susurro sombrío y amenazante. No necesitaba indagar demasiado para deducir el destino de quién provocó su transformación. A esa cercanía podía sentirse la fuerza de su aliento, y la oscuridad de sus ojos tras el frío yelmo metálico. A diferencia de Rebas, él no podía prometer no hacerle daño a una abominación como ésta. Quizás sí, una muerte rápida.

Rebás se fue acercando, y estaba por agacharse junto a él, cuando Blarc lo tomó con fuerza. Se había olvidado de las bruscas maneras del cazador, y justo en ese momento lo veía inoportuno... aunque precavido.

-Blarc, engrillétalo, lo necesitamos vivo- le dijo poniéndole la mano libre en el hombro.

El joven mulano no era bajo, apenas unos dedos de diferencia con el guerrero, pero la contextura de éste era muy superior a la de él. Sólo esperaba que atendiera a sus palabras, porque había muchas preguntas para hacerle a ese hombre. Era el único eslabón vivo que tenían a mano, literalmente.

-¿Yrac es rechoncho, con ojos marrones y llevaba una camisa de tela basta? ¿O tiene barba de apenas unos días, ojos azules y nariz levemente torcida? ¿O así era el que querían detener?- preguntó, describiendo primero a quien yacía en el suelo cuando se encontraron con Blarc y Zook, y luego al hombre que se había puesto violento en la taberna, cuyos rostros tenía grabados en su mente, como si los tuviera frente a él, gracias a la bendición de Toth que Todo lo Sabe.

El tipo se pone muy nervioso cuando se le acerca Barc, con sus duras palabras y su aspecto amenazante:

- ¡No fue culpa mía! ¡Fue ese tipo, el de la corona roja! ¡Enseguida vi que era un criminal! - se echa atrás de un brinco cuando Rebas habla de atarlo.- ¡Me vais a cargar el muerto!¡Yo no maté a Yrac fue él, le abrió las tripas, le desgarró la garganta, me hizo comer su carne! Yo... no... he...

Zook sigue el rastro de sus compañeros, no es que fueran silenciosos los malditos truanes, y podia ver a alguno moverse por todos lados

Manteniendose a la espalda de sus compañeros Wymar trató de poner paños fríos.

-Creo que nos vendría bien calmarnos a todos-Advirtió el investigador-¿No queremos que nadie se altere y salga de sus cavales cierto?-En realidad quien no quería que se alterara, es el supuesto licántropo. Wymar no era un vasto conocedor de maldiciones, para esas cosas contaba con Rebas, y no sabía como se desencadenaba la transformación. Pero parecía prudente pensar que alguien calmado es mas difícil que se transforme.
-Señor tranquilo, si coopera no hay necesidad de engrilletarlo. Blarc, calmate, deja qué no nos da su nombre y nos explique que pasó.

Rebás se dio cuenta allí, justo mientras hablaba que le alumbraba más el rostro al hombre que tenía Blarc, que era el mismo que se había puesto violento en la taberna, y que todos pudieron ver que tenía la misma descripción: justamente tenía nariz levemente torcida, ojos azules pero muy inyectados en sangre, y una barba de apenas unos días manchada de sangre.

-Te he visto, amigo, en el Descanso del Contramaestre. No soy de olvidar rostros- le dijo con una sonrisa, sin dejar siquiera que respondiese a las preguntas que le había hecho y que se había respondido a sí mismo al iluminarle el rostro -Discutiste con un tal Delton, ¿es así? El del priakos... ¿qué sucedió?-

Le dio una palmada a Blarc en el hombro.

Destro sorprendido por la repentina aparición, más deleitado por el son; el tocar en compañía, siempre le reporta gran alegría; le responde aún sin posar la mirada en la joven desabrigada.

-Molestia alguna no es, pues diría de hecho que al revés. No hay canción más solitaria, que el triste aria de un paria, que ingrimo entona su plegaria, a la sombra del ciprés- Justo en ése momento Destro se gira para ver a la muchacha mientras continua su canto improvisado y se sobresalta por un segundo, pero se reincorpora rápido. -Le agradezco el completar, ésta melodía inacabada, ahora me he de presentar, a son de cuerda vibrada. Yo soy Destro, el bardo cantor, no muy diestro, con el tambor, ni un maestro, en el amor, soy un cabestro, pero no un farol. De mi no hay mucho que contar, pero si se historias que cantar, grandes hazañas del triunfar, o infaustas desdichas del azar. Más antes de que ello ocurra, con temor a que usted se aburra, permitame preguntarle sobre la suya, sobre su historia por favor dicurra. Mientras lo hace, excúseme si paro mi son, más dentro del zurrón tengo un camisón, que hará que el calor remplace, el frío de ésta habitación. 

La chica se ríe ante tu tirada, hasta el punto que casi muestra lo que esconde tras el laúd.

- Qué picaro destino, envuelto en lunar resplandor, me hace escapar de chusco desatino, para hallar tan rimante trovador!

"si sois tan generoso como ingenioso, quizá me prestéis capa o chaleco, para escapar de la cornada de un morueco.

"Así una vez abrigada, y mi desnudez oculta, os contaré mi jornada, a ver si divertida os resulta.

-El azar ha decidido, que se topase con un servidor, pues en mi mochila hay escondidos, diversos ropajes y un cosedor.- Saca el camisón largo y las calzas bombardas que conforman el set de ropajes nobles. -No ha de temer su merced, pues el abrazo del destino, rehuye a ésta camisa de lino. -Mientras le entrego el camisón.- Y ante todo vos sabed, que ya fuere hambre o sed, cualquier visicitud del camino, coraje indómito de un ser divino, ha quedado en el pasado, y refugio al fin has encontrado, con el bardo cantor y cetrino, y el joven Myles el denodado.- Tras todo ello hago una reverencia y me doy la vuelta para que se vista en paz.

- ¡No! ¡No me llevaréis! - pese a las palabras de Wymar, el sujeto parece en pleno ataque de histeria... Hasta que una horrible transformación sucede ante vuestros ojos. Su rostro se contrae y se deforma hasta que la testa de una fiera sustituye su rostro, sus miembros se alargan hasta terminar en gardas y un hirsuto pelo marrón cubre todo su cuerpo. Con un rugido animal, el licántropo os ataca...

Al notar las crecientes constracciones en el cuerpo del sujeto, el caballero comienza a soltarlo hasta empezar a retroceder unos pasos lentamente. Sabía que se acercaba lo inevitable, pese a los vanos intentos de sus compañeros.

- No, detective... Éste ya no es un hombre con el cuál razonar, ni un animal qué calmar... - Suspira sombríamente dejando que el espectáculo de su transformación hablase por sí mismo, mientras Blarc lentamente desenvainaba su enorme espada, para terminar de sostenerla firmemente con ambas manos. La hoja plateada era casi tan enorme como él.

- El mayor acto de piedad sería acabar con su vida ahora mismo. - Remata con fuerte convicción, firme y preparado para recibir la feroz embestida del monstruo, que por más que su apariencia los engañase, había dejado de ser un humano hace mucho tiempo. Su maldición sólo le conllevaría a más sufrimiento y muerte, de él y todos sus seres queridos, cuanto más tiempo respire. Debía impartir justicia, no sólo por ellos, sino por la maestra de Myles y por quién alguna vez fue el verdadero hombre tras esa bestial cáscara.

-Bien hecho- Dijo Wymar mientras desenvainaba su ropera. Habían perdido su fuente mas importante de información.

-Mierda- dijo retrocediendo a la vez que lo hacía el guerrero, mientras descolgaba el escudo...

El monstruo se lanza sobre vosotros como un torbellino de garras y dientes, vuestra sangre pronto mancha su pelaje!

La dama baja del tejado con una elegante pirueta que hace bailar la cola de su pelo, hace una reverencia y coge las ropas.

- Os lo agradezco, gentil caballero, que me saquéis de este atolladero. Ahora voy a esconderme tras cual gato, y espero que guardéis mi anonimato.- Y rápidamente se sitúa tras un barril que recoge agua de lluvia, mientras se oye unos pasos acercándose. Muchos pasos.

Acaba de esconderse la chica cuando llegan media docena de hombres con antorchas y porras, dirigidas por un individuo con ropas de viaje de buena calidad, tripa incipiente, gran barba y una pistola en la mano, que parece muy agitado. Mira en todas direcciones antes de preguntarte:

- Disculpen, ¿han visto alguna mujer desnuda por aquí?

- Qué más quisiera yo.- murmura Myles que acaba de salir a la calle.