Partida Rol por web

Y empieza a llover, genial, lo que faltaba para ponerlo todo más fácil.

- Yo voy contigo. Tengo curiosidad.

Me adentro en el avión, con cuidado al principio, y con más seguridad al comprobar que está asentado. Lo primero que me llama la atención es la cantimplora.

Será útil si no está rota.

-Yo mismo.. Parece más estable la estructura de lo que creí en un momento.. El cubo nos será útil para futuros casos. Y también había una bolsa de tela gris.. ¿estaba ese revólver en ella? La radio.. Podría intentar arreglarla. Saquémosla si es posible. ¡Yo le ayudo!

No quería perder mucho más tiempo, el profesor. La lluvia dificultaba todo, y necesitaban encontrar refugio en poco tiempo.

Felix entra en el avión con el resto y al ver a Leroy guardarse el revolver no puede contenerse y le dice -Espero que sepas utilizarlo...-, pero enseguida se dice a sí mismo... ¿Para qué lo quieres? Recuerda que estás de vacaciones.
Voy observando todo minuciosamente para ver bien que ha pasado, pues desde la ventana de la cabina no vio restos del cuerpo de la piloto y estaba algo extrañado.

Tras recoger la cantimplora, me fijo en los paracaídas. Me resulta curioso que haya cuatro, cuando se suponía que Amelia iba sola. Dudo entre si nos serán útiles o no.

Me fijo en que todo está semienterrado en el barro, y decido mancharme las manos un poco, y rebuscar a ver si hay algo que no se vea a simple vista, debajo de los asientos, en algún compartimento, etc.

Tras tu minucioso examen a todos los rincones del avión, no encuentras nada nuevo, a excepción de un pequeño libro pegado con cinta adhesiva al asiento del piloto. El libro está lleno con entradas de diario. Empiezan en la fase preparatoria del viaje, a principios de 1937. Su lectura te llevará un par de horas.

Tras tu extrañeza, caes en la cuenta que el avión está preparado para cuatro pasajeros. ¿Podría Amelia viajar acompañada? Es posible. Los grandes descubridores siempre llevan gente de apoyo... Un momento, tu atención de dirige a algo que habíais pasado por alto. Cerca de la puerta por la que habéis entrado, a unos metros en el exterior, hay pequeños fragmentos de tela azul que no superan los cinco centímetros de largo. Parece una tela resistente, y una de ellas, un poco más grande, lleva bordado el nombre de Amelia Earhart...

Cerca, y tan oscuros que los habéis confundido con piedras, hay trozos de carne seca y podrida, del tamaño de pequeñas piedras. Y esos trozos blanquecinos de al lado... parecen trozos de huesos...

- ¿Que es esto? Aquí pone el nombre de Amelia.

Pregunto mientras observo con detenimiento un trozo de tela azul que no parece pertenecer a una bolsa o a nada parecido. Decido ponerle más atención en aquella semi oscuridad, y cojo entre mis manos lo que parece ser una piedra...

- ¡Agh!

Tiro la "piedra" de repente y me aparto, rápidamente y con un gesto de asco en la cara, mientras me sacudo las manos en la ropa.

- Es un cuerpo...

A pesar de la lluvia y las circunstancias, al escuchar lo del cadáver que ha encontrado la señorita Krilov me acerco para observar, sin dejar de tener en cuenta la falsa seguridad de la estructura.

-¿Un cuerpo? Déjeme verlo, por favor. Entiendo que se haya llevado una sorpresa harto desagradable, pero en mi caso no es el primero que analizo.. Quizás sea el de la supuesta piloto del avión, quizás no.. Se supone que viajaba sola.. Miraré ese cadáver.

Descubres gracias a tus conocimientos de Medicina Forense que no son más que trozos del tamaño de pequeñas piedras. Trozos de carne y hueso arrancados salvajemente de cuerpos humanos. Como sí la carne se hubiese retorcido de alguna manera... Apenas hay uno o dos kilos de material orgánico. ¿Qué ha pasado con los cuerpos?
Por otro lado, con Recogida de Pruebas te percatas de que Felix Strode acaba de encontrar algo en la cabina del piloto. Algo que sostiene en las manos.
En el cielo, un relámpago produce un destello, a la vez que vuestros estómagos rugen. Empieza a llover algo más fuerte y sentís que pronto empezaréis a perder fuerzas, si no coméis algo. También notáis secas las gargantas.

- Pero... en el avión hay cuatro paracaídas, y cuatro asientos. Si este es de verdad el avión de Amelia, no viajaba sola.

Le digo mientras me apartaba de aquellos restos.

-Buff.. quienquiera que fuese.. tuvo una muerte horrible y sirvió como alimento a alguna bestia, sin duda. Estos restos así lo indican -sentencié. Me fijé en Strode, que parece haber encontrado alguna cosa más -. Félix, ¿qué has encontrado? No conviene quedanos mucho más tiempo aquí. La reflexión sobre el número de paracaídas de Irina es muy acertada, también, pero podemos encontrarle una explicación en otro lugar, mientras buscamos comida. 

Realmente ya habían pasado horas desde el naufragio, y la debilidad nos rondaba. Busco entre la maleza bayas o frutos que podamos comer fácilmente, en otro momento menos apurado probaríamos con la caza.

-¿Buscar comida? Ya la hemos encontrado. dice haciendo un gesto con la cabeza señalando los trozos de carne encontrados por Irina. Luego mira al profesor con una media sonrisa por su ¿broma? y continúa. Parece el Diario de a bordo, veamos si hay algo interesante.

Felix se acerca a algún sitio dentro del avión por donde entre suficiente luz para leer y abre el libro por el final y va pasando hojas rápidamente hacia atrás para encontrar la última entrada escrita en el diario y leerla.

Sonrío ante la oportuna y zafia broma de mi acompañante..

-Gracias, Félix, pero.. Me temo que la carne descompuesta y mutilada no consta en mi menú habitual, jaja.. -me centré en el diario de a bordo-. Veamos qué dice, sí. Quizás arroje algo de luz a este misterio. Pero mejor leerlo en otro lugar con más calma. Hay que buscar comida y refugio. Este avión estrellado no es seguro, y la presencia de un cadáver no lo mejora. Léalo rápido o llevémonoslo.

El Profesor Ezekiel Brush emplea sus conocimientos científicos para identificar pequeños frutos que os sirvan de alimento, siguiendo las indicaciones que suelen aparecer en los libros de fauna y flora de la biblioteca universitaria. Mientras, Felix Strode se acomoda en el asiento que probablemente ocupó Amelia Earhart, que es la parte más iluminada, aunque con precaución para que el agua de la lluvia que entra por la ventanilla delantera rota no moje el libro.

A pesar de que el cielo está completamente nublado y la lluvia, estimáis que debe ser mediodía, o quizá un poco más. El exterior de El Electra, al encontrarse en un claro, se está llenando poco a poco de fango.

El sonido del viento llega hasta vosotros en forma de un agudo siseo, y el sonido de las cañas de bambú repartidas por doquier y mecidas por el aire parece un repique de tambores de una obra de teatro cuando anuncian que va a ocurrir algo inminente.

Comienzas el diario por el final y descubres un pasaje un tanto extraño. Te lleva algo de tiempo darte cuenta que la mayoría de pasajes corresponden a datos técnicos de pilotaje y geografía, que no llegas a comprender del todo, pero hay otros que, demonios, ¡son tan extraños como el de antes! Tras hojear el diario por completo, consigues identificar aquéllos que te llaman la atención:

12 de marzo. Clive Lewinston me ha dirigido una curiosa petición. Quiere que deje caer un paquete en el océano inexplorado. Dice que es muy urgente, que no le creería si me lo explicara, pero suplica que lo haga.

14 de marzo. Lewinston se pasa con el paquete; se me había olvidado su petición entre todos los preparativos. Es un maletín de cuero que contiene un libro antiguo, encuadernado en un metal extraño. Siento curiosidad por la aleación; me avisa de que no lo toque. Me río de eso, pero lo dice en serio. Tiene una mirada salvaje en los ojos. Lo llama "El Tomo Firenze". Dice que es desagradable y que la humanidad debe ser protegida de él. Qué raro que destruyas un objeto de anticuario, le digo. Debe ser enterrado en el mar, exige. Muy raro, pero es tan insistente, tiene los ojos tan enloquecidos, que me encojo de hombros y acepto. Cojo el paquete.

15 de marzo. Pesadillas. Debe ser el miedo previo al vuelo, aunque nunca antes había temblado así.

16 de marzo. Otra llamada de Lewinston. Me recuerda que lleve el libro, dice que me asegure de dejarlo caer lejos de cualquier extensión de tierra. Le pregunto porqué no puede simplemente arrancarle las hojas o quemarlo. La pregunta parece desconcertarle. Dice que sabe demasiado sobre algo llamado el Culto de Cthulhu; si tocara el libro de nuevo, se vería tentado a usarlo. Me repite que no debo permitir que se apodere de mí, y que debería dejarlo siempre en su maletín. Ken me llama en ese momento, por lo que la conversación se queda a mitad.

1 de julio. Los sueños son aún más raros. Muestran ese tonto libro de Lewinston, que casi había olvidado. Decido tirarlo en la siguiente etapa. Despegamos mañana.