Partida Rol por web

Mi silencio se convierte en una afirmación más contundente que cualquier palabra.

Dudando entre si estaba soñando de nuevo o no, miro hipnotizada y con la boca abierta aquella oscura torre.

¿Pero qué demonios es ésto?

Busco en mi memoria, como en otras ocasiones, algún dato conocido sobre aquello que estaba viendo, aunque la visión de aquel rostro me hace temblar de pies a cabeza.

Exploras tus recuerdos pero no encuentras ninguna referencia a algo tan horrible como lo que estás contemplando en estos momentos, Irina.

- Yo te diré lo que es eso, Irina. Es el maldito hijo de perra que quiere acabar con nosotros - dijo Leroy arremangándose las mangas de camisa - . Debería coger el revólver y...

- ¡No! ¡No! Esto es una locura. Todo está lleno de Devoradores. ¡Todos sois Devoradores - grita Felix presa del pánico - !

Leroy mira a sus tres compañeros con la cabeza gacha, examinando los gestos, y dice con cuidado: - Chicos, yo voy a ir. Sólo hay una manera de acabar con esto.

- Joder, joder, joder... Es una locura. ¡Una puta locura, Leroy! Nos quieres arrastrar a la muerte. Probablemente seas un Devorador como los que nos han atacado - dice Felix dando unos pasos atrás - .

- Está bien, Felix - dice condescendientemente - . Vosotros veréis qué hacer - dice dirigiendo ahora su mirada a Irina y Ezekiel - .

Mientras tanto, la torre oscura vigila desde los cielos en silencio.

- Tal y como usted dice, hay que llegar al fondo de este asunto.

Estoy atemorizada pero Leroy tiene razón.

- Le sigo, señor Currie.

Iniciáis el camino en dirección al centro de la isla. Al origen de la inmensa torre que domina los cielos. El camino se hace ligero, en el que el silencio y la ausencia de vida animal os crea un estado de alerta permanente. La vegetación se ha vuelto accesoria, como atrezzo de una pesadilla en la que no sois más que simples marionetas manejadas por una extraña consciencia.

Leroy avanza con paso firme, a pesar de todo. Se nota en su porte qque ha cruzado varias junglas en su carrera profesional. Detrás, el Profesor Ezekiel e Irina aprovechan la senda que va dejando el arqueólogo a su paso. Felix decidió quedarse en la zona donde pasasteis la noche. Fue imposible convencerle en medio de su locura. Para él, todo el mundo es un potencial Devorador oculto. Incluso vosotros tres. Su convicción es tal que poco podéis hacer más allá de apiadaros por su alma.

Al cabo de un rato, llegáis a la base de la torre. Es de un color negro, y los reflejos de sol le dan un aspecto correoso. Su diámetro debe ser de unos veinticinco metro... Quizá cincuenta... Os cuesta mucho percibirlo. A un lado de la pared rocosa hay una enorme y vaginal entrada a una caverna. Un par de metros en su interior, tirada en el suelo, hay unas ropas putrefactas, ensangrentadas y rasgadas en las que aún se distingue el bordado: Amelia Earhart.

Unos metros más alante, donde aún llega la luz que entra en la caverna, en el suelo, impoluto y desafiante, se encuentra un grueso tomo de tapas metálicas.

El camino fue arduo, caminando tras el decidido Leroy. Dejar a Felix fue un acto de fe. No estaba de acuerdo*, y me dolía abandonar a un amigo que fue tan crucial en esta isla, pero.. no hubo más remedio. Él no quería seguir. Su locura se había agudizado demasiado, y de aliado pasó a ser una amenaza.

Caminando, deseaba que si había realmente un Dios, se apiadase de su alma o nos diese la oportunidad de reencontrarnos con vida.

La torre aumentaba su tamaño a medida que estábamos más cerca, y ya a sus pies, los jirones de ropa de Earhart parecían indicar que su fin estuvo en ese lugar.. cerca de su libro. 

Las páginas del libro me atraían irremediablemente, quería abrirlas y contemplar qué era lo que transtornaba a todos en la isla.. Aunque mi razón me decía que ese sería mi fin.

-Tened cuidado con el libro.. Si lo abrimos, posiblemente nos posea, o algo así. -digo a mis amigos.

Asiento a las palabras del profesor. La visión tan cercana del libro me hace revivir mis pesadillas, las que tengo desde que llegamos a la isla. Por sí sólo, aquel objeto que debería parecer inofensivo y cotidiano me inspira un temor sin precedentes.

- Creo que... Deberíamos destruirlo.

- Vale, sí. El puto libro ése... - Dice, señalando el tomo. - Dices que destruyendo ese libro saldremos de este infierno, ¿es así?

Camina unos pasos hacia el brillante tomo, que reposa en el suelo de la caverna ajeno al paso del tiempo. Los pasos resuenan varias veces en las paredes de piedra oscura. El sonido de las pisadas de Leroy hacia el tomo se convierte en una suerte de cuenta atrás, para cuyo final espera una horrible sorpresa.

Una masa amorfa apenas substancial de zarcillos con puntas metálicas, ondeantes velas de arrugado tejido cerebral, y pulsantes ojos insectoides, aparece de la negrura del interior de la caverna.

La criatura es abominable, y por unos momentos perdéis la noción de la isla, el tomo, la caverna... Incluso vuestra propia existencia.

Los apéndices de esa monstruosidad oscilan sobre el tomo, otorgándole algún tipo de protección clara.

Leroy mueve su atención de la criatura al tomo, y del tomo a la criatura. Empuña con fuerza la lanza de bambú.

- ¿Pero qué coj...? - Dice el arqueólogo.

Los ojos se me abren como platos, viendo al nuevo y montruoso engendro de la cueva. Es gigantesco, y parece.. terrible.

-¡Rápido! ¡Las armas! -advertí a mis amigos, poniéndome en guardia. Sin duda necesitaríamos cuantas más, mejor. La pistola, el cuchillo, las lanzas de bambú.. lo que fuese. 

¡Ese ser venía a por nosotros!

Quisiera haber podido responder que lo de destruir el libro sólo era una corazonada, no sabía si saldríamos de allí o no con ese acto... pero soy incapaz de hablar al ver a la monstruosa criatura que se nos viene encima.

De nuevo, como en una de mis pesadillas, no estoy segura de si aquello es real o no. Sólo estoy segura de algo: hay que acabar con ese engendro.

La sensación del arma en la mano me da algo de valor, aunque no sé si las balas harán algo a semejante mole de aspecto correoso.

Los tres investigadores, absortos por la criatura abismal e imposible, reaccionan como un autómata de feria cogiendo con sus manos las defensas de que disponen. Irina empuña el revólver, mientras que el Profesor Ezekiel y Leroy dirigen sus lanzas a la monstruosidad.

Ante la atenta mirada del tomo metálico, el Tomo Firenze, un zarcillo metálico cruza el espacio que la separa de los tres humanos y atraviesa el hombro izquierdo del arqueólogo, astillando sus huesos, y haciendo que emane de su gargante un grito desgarrador, que de alguna manera, parece satisfacer a Abholos.

Ante aquella muestra de defensa del libro, no puedo más que seguir mis instintos y reaccionar apretando el gatillo. Es extraño, pero por alguna razón en lugar de apuntar a la criatura, apunto al propio libro, pues tengo la sensación de que es lo verdaderamente peligroso en aquella estancia.

A raíz del disparo de Irina, una sucesión de sucesos se desencadenan. Un BANG de la bala que sale del revólver hasta el tomo, que ilumina la caverna y desvela más de la monstruosa criatura que agita sus tentaculares zarcillos unos metros más allá. Un CLINC al golpear la cubierta metálica del Tomo Firenze, que lo hace saltar, despidiendo partículas de metal y papel a su alrededor. Un MMMGGGSSSHHHAAAUUUGGG que proviene de la abominación, agitándose y contrayéndose con virulencia.

El impacto en el tomo parece haber hecho mella en lo más profundo del ser que lo protege.

¡Irina tiene razón al dispararle al libro! , pienso, y me dispongo a hacer lo mismo. El tomo maldito que Amelia Earhart pensaba destruir acabaremos destruyéndolo nosotros.

-¡Al libro!- indico a Leroy, e intento atravesarlo con mi afilada lanza casera. Reuno toda mis fuerza concentrándola en mis manos, con la esperanza de atravesar el libro y dañar así a ese ser repelente y maligno.

¡¡Venga, venga, venga!! mi cabeza ya no para, sólo quiero acabar con esta locura. Cojo impulso... ¡Allá va!