Partida Rol por web

Antes de que se preparasen para abrir los pergaminos, mientras dejaban sus cosas, Aswad se tomó la libertad de organizar el campamento. Como nómada que era, el samurai sabía como preparar el lugar, preparar un fuego y posicionar los lugares para dormir para que el humo del fuego no les molestase. Después el jinete organizó a los caballos. El samurai le quitó las sillas de montar a los corceles y los ató para que no escapasen durante la noche, pero también con suficiente cuerda como para que se pudieran alimentar. El Unicornio les acarició y consoló, sabía lo que podrían sufrir si iban a abrir los pergaminos, así que los había colocado a cierta distancia para evitar cualquier problema, y bien atados.

Para ojos de los demás no; pero tú que tienes experiencia, aunque estás atento a tus compañeros, percibes algo de miedo en los caballos cuando abren el pergamino y se ponen a leerlo.

Kyo asintió ante la petición del Oni Negro y se colocó tras Shiroi naginata en mano por si algún extraño suceso ocurriese al abrir el pergamino. En la otra agarraba con fuerza el jade que le había entregado el monje, mientras en voz baja pedía ayuda a las fortunas para que su voluntad no se torciese ante los posibles deseos malvados del poder que se encontraba en el interior de dicho pergamino.

Tras abrirlo, el fénix leyó con detenimiento las palabras escritas en el interior tratando de darle una interpretación coherente.

El León había abandonado la tienda de Toturi con el corazón en un puño. Sin pronunciar palabra alguna de despedida, pero dedicando una sentida reverencia a su antiguo Campeón que casi se había vuelto interminable, evidentemente más apropiada para presentar respetos al mismísimo Emperador que a un oscuro ronin descastado.

En verdad, Hidenaga hubiera preferido no tener que abandonar nunca aquel sencillo campamento. Pues había cientos de cosas que quería hablar con su viejo daimyo. Algunas concernientes al destino final de los Akodo, por supuesto. Y sobre su misión y los peligros que tendrían por delante. Pero también lo acuciaban otras dudas, más personales y egoístas, relacionadas con su propio papel en el gran enfrentamiento que se avecinaba.

Y es que, por sobre todas las cosas, el León no podía evitar sentir que, en momentos tan aciagos, su lugar solo podía estar junto a sus viejos camaradas. Hermanos con los que había luchado y sangrado en el pasado, pero que ahora no podía siquiera saludar.

De todos modos, Hidenaga era, antes que nada, un soldado. Y como tal, aceptaba su Deber con la estoica solemnidad que su Clan había cultivado durante un milenio. Y por eso se cuidó bien de exteriorizar tan funestos pensamientos, procurando eliminarlos de su mente.

Así, mientras recorría el campamento para continuar su camino, descubriendo aquí y allá rostros familiares entre los hombres reunidos juntos a los fuegos, su rostro era una máscara inescrutable. Aún cuando el León podía sentir en su pecho que su mismo espíritu se desgarraba de pena.

Quizás por todo ello, apenas si pronunció palabra durante el resto de la jornada, y se mantuvo durante todo el trayecto sumido en un sombrío y pensativo silencio, los dientes apretados y la mirada siempre perdida en algún punto insondable sobre el horizonte.

Solo cuando sus camaradas decidieron estudiar por fin el contenido del Primer Pergamino Negro que habían conseguido, pareció renacer el antiguo Akodo. Su penetrante mirada se encendió otra vez con un acerado destello de orgullo y determinación, a la vez que liberaba su katana de la saya...

Al abrir el pergamino maldito, se reveló en su interior una intrincada caligrafía, líneas retorcidas pero enérgicas, que transmitían una sensación de poder... Un poder deformado y terrible, pero aún así enorme.

Las letras brillaban con luz propia sobre la superficie, y por un instante Shiroi las vio de otra manera. Como si no fueran letras en absoluto, sino grietas. Grietas en el propio ningen-do, a través de las que se filtraba esa luz... El fuego verde que ardía más allá del Pozo Supurante. Y cuando se percató de ello, sintió también como esa luz tiraba de ella, intentando arrastrar su alma a las estigias profundidades de las que nació el kami oscuro. Apelando a toda su fuerza y orgullo como samurai, logró a dejar esa sensación, pero las marcas que esas garras habían dejado en su alma no se borraron, dejando unas cicatrices que parecían marcadas con hielo.

Aún estremecida, continúo leyendo la profecía hasta los últimos trozos del pergamino. Cuando hubo terminado se giró hacia el Oni Negro, y cuando comprobó que también el lo había leído volvió a cerrar el artefacto.

-De ahora en adelante, creo que no será sabio que todos leamos los pergaminos. -Dijo, con su semblante aún válido por lo que acababa de sentir, aunque de algún modo logró contener el temblor en su voz. -Pero os resumiremos lo qué acabamos de leer. Hay mucho en esta profecía, pero... por lo que he entendido... Es el Hantei actual, el que ha sido acogido por el Fénix la verdadera identidad de Fu-Leng. El tercero de los Emperadores de esta locura...

Leer todos los bergaminos? Pensó el Moto extrañado. Si los leemos todos, no nos corromberemos todos? El samurai estaba incómodo, estaba cerca de los animales, comprobando también su estado. Podrían cargar con ellos una vez que la corrupción formase parte de ellos? Serían corrompidos también? Aquellos pensamientos rondaban la cabeza del Moto mientras escuchaba con atención. 

Pero había algo más que había llamado la atención de Aswad. -"El tercero? No entiendo... Solo creí hubo un lucha contra el oscuro y ahora otro."

El cangrejo observó las letras gravadas en el pergamino con atención y sintió una punzada con cada respiración, un dolor más allá de ninguno que hubiera sentido con anterioridad y su rostro de incredulidad se quedó ofuscado detrás de su máscara de demonio.

Las palabras formulaban varias hipótesis posibles e incluso daban crédito a las ofrecidas por Toturi o Naka en la tienda. El Campeón Bayushi leyó el pergamino y actuó en consecuencia a sabiendas de que se enemistaría con todo el Imperio. No era un traidor, sino un héroe que merecía ser recordado por el cumplimiento de su deber por encima de todas las cosas. El Cangrejo entendió que ese sería su sino y el de todos los Truenos, morir como unos desconocidos deshonrados y con sus almas profanadas.

-“Creo que Shiroi tiene razón, no deberíamos leer todos los pergaminos, sino cada uno el pergamino que le sea asignado, puesto que el jade no protege del mal que propagan los pergaminos. Queda saber si leer en varias ocasiones un mismo pergamino corrompe por igual o no. Sin embargo, ese precio sólo deberíamos pagarlo si fuera estrictamente necesario”.

El samurái esperó unos segundos antes de continuar. –“De lo ocurrido con la lectura e interpretación del texto podemos sacar que todo aquel que lo lea estará inevitablemente expuesto a su maldad y solamente dependerá de su resistencia a ese mal, que siga siendo nuestro posible aliado o un enemigo potencial. Por lo que no debemos fiarnos de nadie que individualmente posea un pergamino o más y lo haya abierto, fuera de los integrantes de nuestra comitiva. Debemos estar alerta”.

-“El Hijo del Sol y la Luna, es la encarnación del Innombrable, como viene siendo desde hace dos generaciones más. Bayushi-uesama, leyó el pergamino que poseemos y actuó en consecuencia, para evitar esta situación. Sin embargo la profecía se cumplió con la llegada al poder del nuevo hijo de la dinastía Hantei apoyado por los ejércitos del Fénix. Desconozco si saben algo de la situación actual, pero lo que sí creo es que no nos podemos fiar de nadie”.

-“El León Negro conoce el contenido de este pergamino, al igual que sus comandantes, por lo que debemos alejarnos de su campamento cuanto podamos, pues todas las paredes tienen ojos y oídos. Y no sabemos si son de aliados o de enemigos”.

No perdió de vista a Hidenaga mientras Shiroi y Kaiu hablaban. Le pareció extraño aquella propuesta de no leer los pergaminos conjuntamente, pero, a decir verdad, Tameiki no tenía intención ni necesidad de leer ninguno: pretendía salvaguardar al grupo y hacer el trabajo sucio, aquel trabajo que los otros no estuvieran dispuestos a hacer.

-Hidenaga-san -dijo quedamente, mirando al león, al tiempo que su mano rodeaba firmemente la empuñadura de su propia katana- Envaina, por favor -sostuvo, separando levemente sus pies para iniciar una carrera o mantener un combate estático; una de las aperturas de combate habituales en Tameiki.

Mientras no perdía ojo de Hidenaga, echó un rápido vistazo al resto de integrantes del grupo.

-¿Alguien siente algo perturbador? ¿Algún... impulso? -inquirió.

Aswad envainó su propia cimitarra. No parecía que fuera a haber peligro inmediato, así que no era necesario. El Moto aun se sentía incómodo al no saber el contenido de aquella profecía, pero no tenía sentido que todos fueran corrompidos por todos los pergaminos. Parecía que la novedad del primero si que había hecho caer a varios en las tentaciones de la corrupción. -"Cada uno que haya leído un bergamino debería guardar el que leyó, bara que los demás no hagamos la estupidez de leerlo también y ser corrombidos adicionalmente. Además creo que deberíamos guardar en algún lugar desconocido bara los demás. Ahora estamos bien, bero la corrubión nos llegará y bodría hacernos buscar otro bergamino, más boder."-

El Unicornio se giró hacia el Cangrejo, pues había algo raro en las palabras que había dicho, aun no quedaba claro que fuese el Hantei quien estaba dominado por el kami oscuro. -"Hijo de Sol y Luna? Acaso no tuvieron siete hijos? Como bodemos estar seguros de que habla del que se encuentra en el trono sentado?"-

Mientras los demás hablaban y debatían, Shiroi se mantuvo sumida en un profundo silencio. Podría haber aparecido que meditaba, pero para un observador atento había suficiente señales que delataban que la ronin no estaba en paz. La tensión en sus hombros, sus manos ligeramente crispadas, y las finas arrugas que de marcaban en su ceño indicaban que una tormenta se agitaba en el alma de la bushi.

Finalmente, la pregunta que Tameiki formuló al aire la saco de sus reflexiones e hizo que sus ojos negros se abrieran de nuevo para observarla.

-Creo que por esta vez, no hay peligro, Tameiki-san. -Respondió tras unos instantes. Su voz, habitualmente serena, se escuchaba en esa ocasión tensa y dolida. -Guardad las armas... Habrá tiempo para utilizarlas en el futuro.

-Y con respecto a la profecía, Moto-san, no nos referimos al primer Hantei, sino al actual. En el pergamino habla de tres Emperadores... Bayushi, Toturi y Hantei. Y el último es la encarnación del Oscuro. Esas palabras son nuestra pista y nuestra sentencia, pues si son ciertas nos enfrentarán a todo el Imperio. No hay mucho más en el pergamino.

Aún con el cuerpo en tensión, la bushi se levantó y observó al resto de su compañía.

-Al amanecer deberíamos retomar el camino hacia el lago. Deberíais aprovechar para descansar. Yo... me retiro por ahora, debo meditar.

Y tras esas últimas palabras, Shiroi dio la espalda al grupo y se alejó hasta que su delgada silueta se perdió en la oscuridad de la noche.

El Cangrejo no emitió palabra alguna tras la intervención de Shiroi. -"Shiroi-san necesita descansar, igual que todos nosotros. Yo haré la primera guardia esta noche ¿A quien debo despertar para que haga la segunda guardia?"

El Oni Negro esperó la voluntad de otro Trueno antes de buscarse un buen puesto y desenfundar su tetsubo perlado.

Separando lentamente la mano de la empuñadura, Tameiki se dirigió a Oni, aún sin mirarle directamente.

-Yo haré la última guardia, y Shiroi-sama y Kaori-san no parecen poder hacer guardia... así pues, podremos hacer cinco guardias productivas que nos permitan descansar -expuso, antes de comenzar a preparar su tienda junto a las del resto y acondicionar su espacio.

A decir verdad, aquella sería su segunda noche lejos de aquellas personas a las que más valoraba, y no sabía si por fin se empezaría a acostumbrar a ello o si, por el contrario, la noche se le hacía más difícil que la anterior.

¿Por qué creía la antigua Escorpión que no podía hacer guardia?
Se preguntó si la subestimaba, pues su arma era su propio espíritu, pero en cualquier caso no la sacó de su error. El tiempo era valioso, y también ella debía meditar sobre todo lo sucedido antes de desvanecerse en sus sueños. No sabía si esa noche se le aparecería de nuevo en sueños. Si había algo que, tras abrir el primer Pergamino Negro, debiera saber

Pero eso no la restaría horas de descanso ni la alteraría. Sí sabía, de sobra, cuál era el cometido de aquel grupo y el suyo propio, y simplemente debía dejar que el destino tejiera sus hilos -envolviéndolos a todos- para que al final encontraran su camino. Se sentó en la proximidad del campamento, con la espalda apoyada sobre la fría piedra y el bastón cruzado en sus rodillas

El Cangrejo buscó un sitio al cobijo de la noche desde donde, oculto entre las sombras, pudiera contemplar y vigilar el campamento.

La noche transcurre sin incidentes, así que decidís ir al sur en dirección al lago que os comentó Shiroi, al finalizar el día estáis cerca del antiguo Castillo Akodo, ahora gobernado por los Matsu. Es por la tarde, casi de noche, y por algún motivo que desconocéis veis ajetreo dentro y fuera del Castillo, casi todos os dais cuenta de lo que eso puede significar. Guerra, se están preparando para una batalla. Aunque no sabéis, de momento, quién es el enemigo.