Partida Rol por web

-Hoturi nii-sama… -Murmuró en voz baja Shiroi, pero su tono recuperó su intensidad habitual cuando continuó hablando. –No es de los que renuncian o se esconden, los dos lo sabemos. Si no ha aparecido todavía, es porque algo lo retiene. Lo último que he escuchado es que estaba en Otosan Uchi.

En la capital… junto al Emperador… junto a la forma humana de Fu-Leng. ¿Podría ser que el Kami Oscuro hubiera retenido a su hermano para privar de su liderazgo al clan de la Grulla? Resultaba difícil de creer… pero eran tiempos donde lo imposible se estaba volviendo cotidiano. Debía advertirle, incluso si no se lo revelaba todo.

-Hermano… Debes saber algo más. Sé que parecerá una locura, y yo misma he tardado mucho en creerlo pero… no debes confiar en el Emperador. Si debes confiar en alguien, hazlo en su esposa. A pesar de todo lo que pueda parecer, podría ser nuestra aliada. Tal vez ella pueda ayudar a que Matsu Tsuko frene esta guerra. Pero no debes revelar a nadie esto que te he contado. Ni siquiera descarto… que la desaparición de nuestro hermano mayor no haya sido orquestada por Hantei.

-En cuanto a tu oferta… -Shiroi tragó saliva. De todo lo que había tenido que hacer desde que su destino se unió al de Hiroaki y los Truenos, quizás lo que estaba a punto de decir era lo más difícil. En su alma, ella seguiría siempre siendo una Grulla, y su espada ardía en deseos de luchar con sus hermanos. Pero no podía ceder a sus deseos si pretendía salvar Rokugán. -Sabes bien que regresar al clan siempre ha sido el deseo de mi corazón… desde el momento en que renuncié al nombre de Doji. Pero aunque lo deseara, no puedo quedarme aquí para comandar ejércitos en una guerra sin final.

-No se trata de cobardía… -Aclaró con voz apagada, aunque no era necesario. En cada una de sus palabras se traslucía la resignada amargura que suscitaba su destino final. –Pues la senda que he elegido me llevará a la muerte… contra un enemigo mucho peor que Matsu Tsuko. Uno que amenazará todo Rokugán. Es por eso… que no puedo quedarme hoy a tu lado Podría librar una batalla, pero no puedo luchar una guerra. Pero te prometo que, si algo te sucediera… si el clan me necesitara… regresaré, aunque tenga que hacerlo desde el propio Jigoku.

-Pero si… a pesar de que debo partir… es tu deseo que vuelva a llevar el nombre de nuestra familia, lo aceptaré con orgullo, y viviré y moriré como Doji Shiroi hasta que llegue mi hora. Si no… nada habrá cambiado.

En cuanto terminas de hablar Doji Kuwanan echa la mano a la empuñadura de su katana, a la vez que los samurais que están alejados se ponen en tensión, al echar la mano a la empuñadura te dice con una cólera interna en que momento Shiroi abandonaste la razón por la locura, como te atreves a insultar de tal modo al emperador, aunque seas mi hermana no dudaré en hacer lo correcto. Deja tus armas en el suelo, no hagas ninguna otra locura y seré benévolo contigo. Si decides luchar contra mi ahora, no tendré miramiento y en caso de que venzas mis hombres se echarán sobre ti. Ríndete, claudica o mi katana partirá en dos lo que queda de mi familia en este mundo.

Los ojos de Shiroi se abrieron de par en par al escuchar la reacción de su hermano, pero luego los cerró y bajó la cabeza, ocultando su mirada. Transcurrieron unos largos segundos, en los que el mundo pareció detenerse. Inmóvil por completo, la figura de la ronin podría haberse confundido con una estatua de no ser por el suave movimiento de sus ropas.

A la luz de los faroles del jardín, una lágrima brilló, solitaria, mientras atravesaba la pálida mejilla de Shiroi y cayó al suelo cubierto de flores.

-No voy a luchar contigo, hermano. –Dijo finalmente en un susurro, sin levantar la mirada. Un susurro que, sin embargo, parecía ocultar una desconocida fuerza. –No quiero ver cómo muere otro de mis hermanos por mi culpa. Pero tampoco voy a quedarme aquí… tengo una misión que cumplir. De modo que si quieres tomar mi vida por mis palabras, desenvaina ahora. No esquivaré el golpe. Pero si no vas a hacerlo, déjame partir.

Hubo otra pausa, en la que Shiroi acarició con ternura el pomo de su espada. En ella, incluso al tacto, se apreciaba claramente el grabado de la grulla sujetando un copo de nieve con el pico. El símbolo de los Doji. Una nueva lágrima cayó sobre el suelo. Por un momento, había creído que podría recuperarla, pero el espejismo se había roto en mil pedazos. Sólo quedaban para ella la vergüenza… y la muerte.

Levantó la mirada de golpe hacia Kuwanan. En sus mejillas aún brillaban las líneas que habían dejado las lágrimas, pero sus ojos brillaban con determinación.

-He acudido aquí para tratar de ayudaros… Incluso aunque sabía que era posible que no creyeras ni una palabra de lo que iba a decirte. Porque aún creía ser Doji Shiroi. Pero veo que ha sido un error. –Dijo usted sin molestarse en disimular la amargura en su voz. –Puede que llegues a comprenderlo cuando sea demasiado tarde.

-Supongo que ha sido una estupidez intentarlo siquiera. –Susurró.

-"Somos tres samurai de clan, así que solo nosotros llevamos mon, pero son clanes muy disbares. Cangrejo, Dragón y Unicornio... exblicar que estemos juntos es difícil, y más en tierra de ninguno de los tres. Los ronin bodrían ser exblicados como guardias de Kaori-san, nadie creería que Oni-san ni yo necesitemos guardias."- Explicó con orgullo y pecho hincado al mostrar como alguien tan bien construido para el combate no necesitaría protección. -"Siembre bodríamos entrar bor sebarado, los ronin con Kaori-san, y Oni y yo bor otro lado y encontrarnos en alguna bosada determinada. Así bodríamos evitar sosbechas."-

Sin dejar de tener la empuñadura en la katana dice si el problema para luchar conmigo es que soy tu hermano, yo tampoco lo haré contigo pero ellos sí dice dirigiéndose a los samurais de alrededor APRESARLE en ese momento cinco samurais que estaban en los alrededores atentos a lo que pudiera ocurrir se dirigen hacia ti y te rodean tienen las armas envainadas pero con la mano en la empuñadura y uno de ellos se dirige a ti suelta las armas y ríndete

Ignorando por completo al bushi que acababa de dirigirse a ella, Shiroi se giró de nuevo hacia la cercana figura de su hermano. Las lágrimas en sus ojos comenzaban a secarse a medida que la rabia se mezclaba con la tristeza.

-¿Y qué pretendes conseguir con apresarme, hermano? –Dijo con su suave voz vibrando por las emociones que trataba de contener. –Si son mis actos los que me condenan, deberás decidir un castigo. Con Hoturi nii-sama ya me despojé de mi nombre… como ronin, ¿con qué quieres que pague?

Hizo una pausa, en la que tomó aliento para seguir hablando. Con esfuerzo, vació su mente de emociones. Apenas podía creer que su propio hermano tratara de arrestarla como si fuera una criminal. Había contado con la posibilidad de que no la creyera, pero no que actuara contra ella de ese modo. Tenía que hacer algo para salir de esa situación, pero dejar a su paso un reguero de sangre no parecía una alternativa.

-Yo… me disculpo. –Añadió finalmente, tratando de apelar a la piedad de sus antiguos compañeros. –Retiro todas mis infundadas palabras, y apelo a vuestra benevolencia para solucionarlo. Kuwanan-sama…. Os pido que me dejéis marchar, y os prometo no volver a importunaros. Como bushi, y como hermana. Tenéis una guerra que librar, y yo tengo la mía propia. No convirtamos este reencuentro en algo amargo para todos, os lo ruego.

Sin quitarte la vista de encima tu hermano te dice de acuerdo, marcha antes de que esto acabe mal, no quiero volver a verte por tierras grulla. Aunque seas mi hermana no puedo obviar lo que has dicho, ese será mi castigo.

-¿Y Shiba-san? -recordó Tameiki- Eso hace un total de cuatro samurai de clan entre nosotros... y no creo que un monje suela estar escoltado por dos ronin... -argumentó, rascándose la cabeza- Es más simple y eficaz entrar todos juntos con nuestros salvoconductos; la verdad es nuestra mejor herramienta -dijo únicamente, aunque en su fuero interno dudaba de que aquello fuera cierto. Posiblemente Aswad tuviera razón, pero no había demasiado tiempo para elaborar un plan que encajara bien, y samurai de tan dispares clanes llegando a la ciudad (aunque fuera por separado) podría resultar demasiado extraño.

-Deberíamos movernos cuanto antes para tener margen para averiguar dónde está Shiroi-sama, de tal manera que podamos ponernos en contacto con ella y no entorpecer la misión... en cualquier otro caso Hidenaga-san tendrá razón y deberíamos quedarnos aquí -expuso finalmente, montando y mirando a los demás- Por otro lado tanto Shiba-san como Aswad-san han demostrado ser grandes conocedores del terreno y estoy seguro de que podrían encontrar un buen refugio en las proximidades...

-Os agradezco la piedad que mostráis, Kuwanan-sama. –Dijo Shiroi, mientras suspiraba y relajaba la posición de su cuerpo. Había logrado evitar el conflicto, aunque su espíritu seguía enfriándose por momentos. Cada vez más, el hombre frente a ella era más un poderoso daimio, y menos su hermano pequeño. Pero al menos, ella podría abandonar por segunda vez su hogar.- Y os garantizo que haré honor a mi promesa. En la medida en la que esté en mi mano, mi senda se alejará de vuestros dominios. Que las Fortunas os sean propicias, y que vuestra espada sea tan firme en la batalla que se avecina como ha sido esta noche vuestro espíritu.

Y tras una pequeña reverencia, se encaminó hacia la salida del jardín, tratando de mantener a raya el dolor que sentía en su espíritu. Incluso en los peores momentos, el nombre de Doji seguía dándole fuerzas. Ahora, con su destierro, se alejaba más que nunca. Justo antes de abandonar el jardín, se detuvo. Había una última cosa que podría decir.

-Antes de irme… -Añadió, sin girarse siquiera. –Déjame que te diga algo más. Antes de llegar aquí tuve ocasión de hablar con otro ronin, tan deshonrado como yo misma. Uno que no posee nombre alguno, pero tengo entendido que una vez lo llamaste maestro. Si sobrevives a la batalla, tal vez podrías hablar con él, si aún sientes respeto hacia su persona. Podría ayudarte.

-Y hasta nunca… hermano.

Y con porte orgulloso, abandonó el Palacio que había sido su hogar para no volver.

Después de un rato debatiendo qué hacer, aparece de nuevo Shiroi.

Tameiki se giró hacia Shiroi con una ceja arqueada levemente, como preguntándose si compartiría con ellos la información recibida.

-¿Shiroi-sama? -preguntó únicamente, sin saber bien como seguir la conversación- Estábamos pensando, a propuesta de Aswad-san, ir a pasarla noche a Kyuden Doji... -agregó.

Claro, de hecho te lo propuso si lo ayudabas en la guerra. Y no solo eso, te iba a dar samuráis a tus órdenes.

El sonido de los cascos del poni sirvió como advertencia de que alguien se acercaba de nuevo al campamento. Pocos instantes después, la silueta montada de Shiroi se dibujó a la luz del fuego del campamento, surgiendo de entre las sombras de la noche como si nunca se hubiera marchado. Sin prisa, descabalgó y observó a los allí reunidos con sus hermosos ojos oscuros. A la luz del fuego, éstos brillaban más de lo habitual, como si tras ellos estuviera teniendo lugar alguna tormenta.

-He terminado con mis asuntos. –Dijo con voz neutra… tal vez, excesivamente neutra. –Podemos partir al alba, como acostumbramos. E incluso antes, si os sentís con fuerzas. No creo que acercarse a Kyuuden Doji sea una buena idea... Por muchas razones.

-La guerra es inminente ya. –Añadió tras unos segundos, compartiendo lo que había tenido ocasión de escuchar con los demás. –Los ejércitos Matsu llegarán no dentro de mucho, y lo más probable es que rompan las defensas de los Grulla. Van a perderse miles de vidas... Y si no nos alejamos del Palacio, también las nuestras.

Alargó esa última palabra con tristeza mientras negaba ligeramente con la cabeza.

-Pero tal vez sea mejor así. Que se asesinen mutuamente. –Añadió con una voz tan sombría como la muerte. –Al fin y al cabo, el honor hará que Leones y Grullas luchen a favor del Emperador… a favor del Enemigo.

-"Si la guerra esta al venir, será mejor bartir ya mismo. Bodremos descansar cuando estemos alejados de batalla. Un día no buede ser algo tan comblicado de basar sin dormir"- El Moto observa el Kyuden, tantas vidas perdidas, tantas inútiles muertes por una cuestión estúpida. Según entendía Aswad, Tsuko estaba enfadada que su prometido había muerto en una batalla, en justa batalla. Su amargura podría causar la desaparición del clan del León. Esa estúpida Leona no es capaz de ver donde esta la verdadera batalla, ni aunque la tuviese delante de sí. Durante un instante Aswad observó a Oni, como el Cangrejo, la familia Moto también realizaba incursiones en las Tierras Sombrías, donde sus hermanos oscuros se encontraban. -"No tenemos tiembo que berder, mucho menos en algo que no nos incumbe."-

La Dragón continuó sin variar su actitud. No hablaba (porque nada tenía que decir), permanecía en segundo plano y se dedicaba sólo a observar, cuando no se sentaba y entraba en meditación. Dejarse arrastrar al limbo de su propia mente era un ejercicio clarificador y reconfortante, aunque demasiadas cosas estaban pasando y ninguna especialmente alentadora

En cualquier caso ignoraba los vericuetos de la guerra, así que el hecho de acampar allí o no, dormir aquella noche o simplemente elegir la ruta quedaría en manos de sus compañeros

Un leve y casi imperceptible suspiro de alivio escapó de los labios del antiguo León cuando su camarada retornó al campamento. No importaba lo que dijeran los demás, Hidenaga tenía la firme convicción de no abandonar la posición hasta que la joven ronin volviera de sus pesquisas. Y pensaba aguardar allí en completa soledad si era necesario.

Sin embargo, quizás por obra y gracia de las Fortunas, finalmente la demora no había traído mayores consecuencias. Y ello sirvió para relajar un poco los ánimos. Aunque, por supuesto, todavía quedaban asuntos muy urgentes que atender.

- Deberíamos continuar nuestro viaje de inmediato. Las fuerzas del León aún están a buena distancia de aquí. Pero de seguro habrán enviado batidores a preparar el terreno. Y supongo que la Grulla contará también con los suyos.

Su tono era sombrío, pero a la vez sereno, y poseía la naturalidad propia de aquel que habla sobre una tormenta que se avecina. Para los presentes resultaba evidente que Hidenaga tenía la plena certeza de todo ello.

- O mucho me equivoco, o pronto estas tierras se volverán intransitables. Con trampas y emboscadas a cada paso. Y eso antes de que lleguen los ejércitos, claro.

No solo eso, pensó el Moto tras las palabras del otrora León, sino que posiblemente la familia entera, puede que el clan, sería destruida por los Matsu si no conseguimos detener al dios oscuro. 

"Seguidme", indicó el Moto asumiendo el camino que debían seguir, abriendo paso hacia el sur, hacia el lago soñado, dejando atrás los caminos principales para evitar controles de paso, así como refugiados y tropas que van y vienen para proteger el Kyuden. 

Shiroi asintió a las palabras del bushi Unicornio mientras volvía a alzarse sobre la grupa de su montura. Aún no habían comenzado a clarear las primeras luces del alba, y puede que en otra situación no hubiera accedido a ponerse en marcha en mitad de la oscuridad hacia las montañas, pero las circunstancias eran excepcionales. No sólo porque, tal y como habían dicho, los primeros embates de la guerra estaban próximos a alcanzarlos, sino por su propio deseo de alejarse de esas tierras tan pronto pudiera.

De modo que siguió a Aswad sumida en un profundo silencio, sin molestarse siquiera en girar la mirada una sola vez hacia las tierras de la Grulla. Su destino, el destino de los siete, estaba frente a ellos y no a sus espaldas. Y se adivinaba sombrío.