Partida Rol por web

Gordi estaba todavía recuperándose del golpe, mirando a su alrededor, cuando de repente surgieron del cuadro que estaba colgado, el resto del grupo, cayendo sobre él y unos encima de otros en tropel: Paul, Billy, Alex, Hailee, Rebecca, el profesor y finalmente, Sadie.

El suelo estaba bastante duro que Gordi amortiguó la caída, para su desgracia.

Sin tiempo para recuperarse, a través de una maraña de pies y manos, visteis colgado el cuadro que os había traído hasta allí.

Nuevos golpes... contra el suelo, entre nosotros... pero para mi sorpresa, al mirar a mi alrededor parece que nos encontramos nuevamente en el museo, con el cuadro del faro colgado en la pared detrás de nosotros.

- ¿Estáis todos bien? - pregunto al resto del grupo mientras reviso que estemos todos... Paul... el profesor... los niños... Sadie... y afortunadamente, parece que ni rastro de Willy y sus piratas.

- ¿Ves? Te dije que te sacaría de allí... - le digo a Sadie mientras la ayudo a levantarse con una sonrisa...

Qué tortazo. Pero cayeron en blando. En músculo. Era Gordi -Ay, Bernie, lo siento, qué lío. Uys. -Se fue desenredando, como si jugasen al twister. 

-Bien...creo que sí...¿Y tú, enana? -Becca alzó la vista, vio el cuadro del faro, y se apartó tirando de su hermana.

-¡Rápido, rápido, salid de ahí, pueden venir los piratas, Willy es muy capaz!

Su tesoro se había fugado, su hija, y corrían el peligro de que su padre no se diera por vencido. 

Al aproximarnos a la luz, cerré los ojos por puro instinto, pensando que en realidad nos íbamos a estampar contra una lámpara y que los cristales nos saltarían a la cara tras romperla. Pero, al abrirlos de nuevo, la sensación fue bien distinta. Aterrizamos en algo blando (en alguien, más bien. Lo siento, Bernie) y a nuestro alrededor se podía contemplar la sala del museo donde estaban el timón, el cuadro y otros objetos que pudimos apreciar durante la visita. Desenmarañándome como podía del lío de piernas y brazos que éramos, me permití el lujo de soltar un suspiro de alivio. Al final era cierto que el lienzo era un portal de regreso a casa. 

—¿Estamos todos? —pregunté comprobando con un rápido vistazo que nadie se había quedado atrás. De repente, caí en la cuenta de que el peligro no había terminado, tal y como demostró la expresión de pavor que se dibujó en mi rostro—. Chicos, ¡hay que deshacerse del cuadro! ¡Tenemos que descolgarlo y encerrarlo en algún sitio o quemarlo antes de que lleguen los piratas! —me erguí de un salto, buscando cualquier utensilio que me sirviese para rajarlo. 

¡¡Uau!!

Exclamé, mientras recogía mi pierna enredada en el cuello de Gordi, me liberaba de un brazo de Rebecca enganchado en mi omoplato izquierdo, la cabeza de Alex encajada (literalmente) en mi cuello, hasta el señor Pebbles tenía alguna extremidad lioteada con mis pies descalzos...

En definitiva, raudo y veloz volví a ser dueño de toda mi anatomía y me puse en pie, mirando el cuadro y lo que decían mis amigos... tenía todo el sentido del mundo. Y vaya si lo tenía.

No hay tiempo de escondeglo... quemaglo no cleo que esté bien... ¿y si gompemos alguna especie de nexo espacio-tiempo? ¿Y si...? ¡¡¡Ya lo tengo!!!

Y frenético me puse a mirar en algunos cajones de una mesa cercana...

¡¡Bingo!! Apagtaos, pog favog...

Y mostrando a mis amigos el material que había cogido todos entendieron la idea... un bote de pintura azul y un pincel...

Iba a incorporarme para mirar la sala y ver si la criatura rondaba por los alrededores, cuando todos los demás cayeron encima mía, uno por uno, aplastándome y dejándome sin respiración. Poco a poco se fueron quitando de encima, pero me habían dejado hecho un guiñapo. Con mucho esfuerzo me incorporé, me sacudí la ropa y miré si me había hecho sangre o algo. Nada, todo estaba bien y en su sitio.

-"Me habéis aplastado, pero tranquilos, estoy bien. Espera Paul, una de esas criaturas sigue aquí, en el museo. Si pintas el cuadro cómo la llevaremos a su dimensión o donde quiera que esté ese sitio de Willy. Quizá, simplemente descolgándolo y poniéndolo boca abajo, ya no funcione."

Hailee no fue capaz de ponerse en pie hasta que todos no os hubisteis quitado de encima, o de alrededor, pero finalmente, os encontrasteis contemplando aquel cuadro que tantos quebraderos de cabeza os había dado.

-¿Estáis bien, chicos? Ha sido toda una aventura, ¿verdad? -dijo el profesor mientras se levantaba y os ayudaba a algunos de vosotros también a hacerlo.

A su lado, Sadie contemplaba, no solo el cuadro, sino todo el lugar, puesto que para ella resultaba muy extraño y diferente respecto a lo que conocía.

-¿Dónde estamos? Qué es este lugar? -preguntó.

En ese momento, empezasteis a pensar sobre cómo impedir que Willy entrase allí y cuando Paul se acercó a pintarlo, una figura más salió de él, cayendo exactamente sobre su cabeza y tirándolo al suelo.

Tal y como habíais temido, era Willy en persona.

¡QUITAROS! ¡DEJADME! ¡SADIE, SADIE! ¡VUELVE CONMIGO, HIJA! -Los gritos de Willy eran desesperados. De repente, ya no sonaba como un pirata despiadado, sino como un padre obsesionado con su hija, que deseaba tenerla a su lado todo el tiempo que pudiera.

Pero en su obsesión estaba el peligro, porque desenvainó su sable rápidamente, amenazando a todos los que estabais allí.

-¡OS MATARÉ! ¡MATARÉ AL QUE SE LLEVE A MI HIJA!

El profesor se colocó delante de Sadie. Desde luego, iba a tener que atravesarle con el sable si quería llevársela.

-Capitán -empezó a decirle el profesor -. Por favor, debe usted dejarla. Su hija no merece estar encerrada. Aquí estará bien, tendrá amigos y podrá convertirse en una mujer.

En ese momento todos escucharon unos pasos sordos que se acercaban tranquilamente. La oscuridad del pasillo no permitió ver de quien se trataba hasta que no vieron aparecer la figura de alguien conocido y, seguramente, la última persona a quien esperaban.

-¿Qué es esto? ¿Qué hacéis todos aquí? ¿Qué ocurre?

El Dr. Kingston tenía un arma en su mano y apuntaba a todo el grupo. Parecía no entender muy bien lo que hacíais allí y desde luego, quién era aquel individuo que llevaba un parche en el ojo.

Era un asco decir eso de "lo sabía, lo sabía".

-¡Os lo dije, os lo dije! -que no era tan terrible y demostraba sus poderes de premonición brujeriles. Ahí estaba Willy el Tuerto, horrible y sanguinario.

-Ya os podíais haber movido más rápido -increpó a Bernie y Paul. De todas formas ya se había apartado un poco protegiendo como siempre a Hailee. Miró a unos y otros, expectante, cuando apareció el...el…¡Ah, sí! El director ese con cara de malvado. Y tan armado como el propio capitán pirata.

-Ven, Hailee...shh shh…-pasito a pasito hacia atrás, hasta que acabó ocultándose tras algún armario o mueble similar junto a la enana.

Al ver que Willy saltaba a través del cuadro aterrizando al lado del profesor, tragué saliva, barajando nuestras opciones. Enfrentarnos a él sería una locura, sabiendo que portaba un sable que no dudaría en utilizar contra nosotros. ¿Debíamos entregarle a Sadie y dejar que se marchara por donde había venido? Indeciso, sin saber muy cómo reaccionar en ese instante de incertidumbre, la aparición de una nueva figura provocó que el corazón me diera un vuelco. El Dr. Kingston surgió de entre las sombras como el típico villano de una película de mafiosos. Y la pregunta era, ¿por qué llevaba un arma? Sin espacio ni tiempo para pensarlo, me dirigí a él.

—¡Dr. Kingston, no se lo va a creer! —exclamé exaltado haciendo aspavientos—. Ese hombre del parche es Willy "el Tuerto", tenía capturado al profesor Armitage en su barco y ha salido a través del cuadro para recuperar a su hija cautiva. ¡Ayúdenos!

- Vamos a tranquilizarnos todos - dije con voz conciliadora mientras me colocaba entre Willy y Sadie, aunque de pronto todo se vio interrumpido por la aparición del Dr. Kingston

No me dio tiempo a hacer uso de mi idea. Me encontraba ya justo sobre el cuadro, extendiendo un buen pegote de pintura azul sobre un sucio pincel cuando noté un empellón... y no era otra cosa que Willy "el tuerto" en persona, todo lo en persona que podía ser alguien que saliera de un cuadro.

Me quedé sin habla.

Más si cabe cuando, a nuestra espalda, apareció el señor Kingston ¡armado!

No daba crédito. Era... inaudito.

Los hermanos Walsh fueron los únicos que dijeron algo, Billy de manera un tanto atropellada, y Alex pidiendo calma. Pero al menos hicieron algo. Cuando el propio Alex se puso entre Willy y Sadie yo tomé una resolución. Agarré a Rebecca y a Hailee y "las coloqué" junto a Sadie, poniéndome yo junto a Alex, en una triste barricada que nada tenía que hacer frente al sable de Willy el tuerto.

Lo primero que hice fue levantar los brazos en alto y andar hacia atrás, intentando salir del radio de visión de los hombres armados. No quería morir nada más salir de la otra dimensión.

-"Profesor Ermitaño, dígale a su amigo que es todo cierto, que Billy no miente. A ver si nos va a disparar por error."

Miré a los lados, para ver si podía esconderme detrás de alguna cosa sólida.

La aparición de Kingston hizo que todos se volviesen hacia él, salvo Willy, que solo tenía ojos para su querida Sadie. No existía nada más para él que no fuese su hija.

-Joven Walsh, ya sé que ese hombre es Will y que tenía al profesor en su barco, porque fui yo quien lo empujó dentro del cuadro para que no descubriese el secreto, y ahora que está Willy aquí, y su hija también -y al decir esto, sonrió satisfecho -, podrá decirme en dónde tiene escondido ese tesoro tan valioso, a no ser que quiera que la primera bala sea para la joven.

El doctor amartilló el arma y os apuntó a todos en general y a nadie en particular.

-Dime, Willy. ¿Dónde está el tesoro? Consíguemelo y así no mataré... a tu hija.

El profesor lo había sospechado durante mucho tiempo. Después de entrar en el mundo de Willy, dispuso de mucho tiempo para pensar en lo que había sucedido y sabía en su fuero interno que solo existía una posibilidad: que George le hubiese empujado, lo cual implicaba que andaba detrás del famoso tesoro. Pues iba a llevarse una desilusión.

-Sabía que eras capaz de venderte por un vaso etrusco, George. pero esto... te supera incluso a ti. 

El rostro de Willy se contorsionó en una mueca de odio.

-Maldita sea tu alma -exclamó Willy, escupiendo al suelo y deteniendo su avance al oír la amenaza y comprobar que su hija estaba en la línea de tiro -. Te juro que escucharás tu propio cuello rompiéndose cuando te cuelgue de mástil más alto de mi barco y que después te lanzaré al agua para que sirvas de comida.

Becca escuchó medio oculta por el lateral de un armario isabelino. Ya intuyo ella que el director del museo no era trigo limpio. Maldito canalla.
-Shhhh...no te muevas, Hailee -susurró a la pequeña.

Escuchó con el corazón agitado, las piernas le temblaban. La réplica de Willy le gustó y se puso de su parte. El capitán tuerto era un malvado pirata y actuaba como tal. El doctor Kingston era una rata.

Entonces se le ocurrió algo. Cogió una canica que le quedaba y el improvisado tirachinas y la disparó contra el director.