Partida Rol por web

Los Hijos del Acero.

Thiaras. Hermana de la noche.

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29/01/2017, 13:27

Corrían por los pasillos engalanados con oros y bronces. Regias estatuas de mármol los contemplaban con ojos ciegos. Un pasillo tras otro; tapices, armaduras, alfombras, cuberterías, jarrones. Mercenarios, cruzándose con ellos, intercambiaban miradas o frases breves. “¡El enemigo ha entrado”. El can de Nork iba delante, como si supiera cual era el camino. Había varias puertas traseras, la más cercana a través de las dependencias de los criados.
La noche fría se filtraba a través de las lujosas paredes del palacio. Era una noche de sangre, no de lujos ni placeres. Lira se mantenía cerca de Abysis. Empezaba a jadear. De vez en cuando musitaba “Él vendrá”, temblaba, igual que si estuviera aterida por fiebres. No era presa de la enfermedad, sino del miedo. O la locura, quizás. Geki iba detrás, cerraba el paso mirando de cuando en cuando atrás, a la distancia, como si toda su sangre del norte le indicase que un gran peligro se encontraba allí. Nork iba delante, siguiendo a su peludo compañero. Mediante silbidos le indicaba por donde tenía que seguir. Ya casi habían llegado.
El animal giró en una esquina. Nork se detuvo cuando le escuchó ladrar. A pesar de que su animal estaba entrenado, su ladrido sonó nervioso. Nork había cazado con Luma; fieros tigres de portentosa musculatura, veloces jaguares, gruesos jabalíes. No era un animal que conociera el miedo. Le escuchó gemir, sollozar. El animal se había detenido.
Giraron la esquina. El hedor a muerte les golpeó las fosas nasales. El pasillo estaba a oscuras, habían apagado todas las antorchas. Había cuerpos en el suelo asesinados de forma metódica; hombres de Knebb, con el cuello abierto o roto. Todos tenían sus armas enfundadas salvo dos de ellos, y eran lo menos diez. Si es que las sombras no confundían algún cuerpo más. Había sangre derramada aquí y allá. En medio de la carnicería un único hombre.
Atlético y fornido, de aspecto ágil, tenía algo de pantera, de lobo que acecha en la espesura, también de halcón. Sin armadura, el torso desnudo cubierto de tatuajes. Eran sucios, retorcidos, sombras reptantes que formaban símbolos antiguos. El pelo largo, oscuro como la brea, recogida en una cola de caballo. Sus facciones indicaban que no pertenecía a ningún lugar en el que ellos hubieran estado antes. En su diestra, una espada, labrada con maestría, bien forjada, con filigrana en la empuñadura. Parecía antigua, mucho. Igual que sus ojos. Había calma en él. Y silencio. Un escalofrío recorrió la espalda de los mercenarios. Luma, en el suelo, volvió a gemir.
Había algo raro en aquel hombre, algo diferente. El tiempo parecía haberse detenido a su alrededor. La muerte que rondaba el pasillo se fundía perfectamente con él igual que si fueran uno. No les habló. Se limitó a contemplarle con aquellos ojos impasibles y dures y avanzó. Sus pisadas no se oían.
Lira explotó. La visión era demasiado espeluznante. Empujó a Abysis y empezó a correr en dirección contraria, lejos de la aparición.

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29/01/2017, 19:57
Geki

Geki cerró el paso de Lira, rodeando el cuerpo de la chica con la mano izquierda, con la que aún portaba el escudo, e impidiéndole seguir corriendo.*

-No chica, no puedo dejarte correr sola por ahí. Te harían daño, y tu padre nos ha pedido que te protejamos. Tu padre, no el Lord de la ciudad, ni el señor de la guerra. Un hombre que te quiere como a una hija. No nos hagas incumplir esa promesa.-

Podían luchar. De hecho Geki ya tenía el arma en las manos. El problema era que tal vez perderían más tiempo de la cuenta. No podían permitírselo, no con Lira allí. Proteger a alguien era muy complicado en mitad de una trifulca.

-Atrás, buscaremos otra salida. Este no es momento de destripar a ese mamarracho.-

Además, Geki no estaba tan seguro que ese tipo actuase solo. Demasiados guerreros derribados para hacerlo uno solo. El pasillo estaba oscuro, podía haber más. Incluso si no los había, podían llegar más. El hombre del norte no se amedrentaba por un solo combatiente, ni por una veintena, pero tenía una misión que peligraba cuanto más tiempo perdiesen tontamente.

Notas de juego

*Si Geki cierra la marcha y Lira corre en dirección contraria al… “tipo”, ella debería ir en dirección a Geki. Si no es así, corrígeme.

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30/01/2017, 12:26
Cuervo

- Tal vez me crea inmortal -comenzó a contestar Cuervo ante la pregunta de Oggo, pero luego de unos segundos lo miró como si el hecho de que fueran a morir fuera inevitable. Había algo flotando en el aire, una sensación de ahogo. Mi hija -agregó en voz baja, como una confidencia. ¿Qué clase de historia le contaría si su padre sale corriendo como un perro con el rabo entre las patas? 

Asannis seguía deslumbrante. Cuervo hubiera intentado tomarla allí mismo, con todos aquellos hombres dispuestos a cortarle el cuello. Apenas reparó en los guardianes en un principio, aunque luego cuando fueron hablando los analizó a todos. 

- Deseo -la saludó con una sonrisa y una sutil reverencia, ajeno a la situación de tensión.

No hubo tiempo para mucho mas. Los tres disparos del pigmeo y la risa burlona. A Cuervo le heló la sangre, pero se animó a asomarse. 

Rehuyó de su mirada, y escuchó los planes de Oggo. También las palabras de Asannis. Pero reaccionó rápido, casi sin pensar. Tomó una lámpara de aceite, fue hasta el pasillo y la arrojó al recién llegado. No esperó a ver el resultado, ya que no creía que alguien capaz de hacer rebotar las fechas y una multitud de cuerpos marchitos fueran dos hechos que pudieran no estar relacionados. 

Luego de tirar la lámpara cerró la puerta, en lo posible con Oggo y el resto de los guardias dentro.

- Detened la puerta, no salgais a vuestra muerte -dijo al capitán de la guardia mientras rebuscaba en su bolso. No es cobardía no enfrentarse a alguien a quien le rebotan las flechas, gran Oggo, es sentido común -siguió hablando mientras se asomaba a la ventana y lanzaba la cuerda con ganchos hacia el piso de arriba, o el techo. Cuando lo hubo logrado miró hacia abajo y hacia arriba. La segunda parecía mejor opción. Salvo que los enemigos además de piel de acero tuvieran alas, era la apuesta menos rápida, pero la mas segura.

- Princesa -la invitó con un tono casi burlón, mientras sostenía la cuerda con su mano derecha y le ofrecía la zurda. 

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31/01/2017, 20:46
Abisys

Tiraba de Lira; la arrastraba del brazo; la animaba con palabras cálidas o insistía en que se moviese rápido. La chica estaba asustada, no más que la propia Abisys; acostumbrada a disimular y actuar, ella lo ocultaba mejor.

Ahora les creían. Al infierno con el Lord y con Oggo. Oggo. Se fijó en como miraba a Lira; esos ojos, aquella expresión, revelaban la turbulencia de sus emociones calladas. Silenciadas. Tanto valor en la arena y un cobarde en la vida.

Sus ojos expertos identificaban pequeñas estatuillas de oro, jade, amatista incrustada con diminutos rubíes y zafiros, y sus bonitas manos de hábiles y largos dedos las hacían desaparecer. Se cruzaron con unas jóvenes espantadas, de bellas facciones pálidas por el terror y arrancó un precioso collar del delicado y terso cuello de una de ellas. Siguieron a media carrera mientras pensaba en las palabras confusas de Lira. Temía que el pretendiente de su hermana buscase a las dos. Amaría a una y destruiría a la otra.

Se quedó paralizada, sin habla, sin respiración, en la esquina. Apoyada en la pared, intentó serenarse. Ya era mala suerte encontrárselo de frente. Maldito chucho. Algo más terrible se le pasó por la cabeza alimentando con fuego sus sospechas: esa bestia buscaba a Lira. Olía su sangre, la presentía, la necesitaba.

Estás loca, Abisys, loca, te imaginas cosas. Corre y salva el culo.

Por eso se le escapó la chica *. Afortunadamente Geki estuvo atento y rápido. Asintió varias veces con la cabeza, no podía estar más de acuerdo con el norteño. Si Geki era capaz de matar a semejante cosa no negaría con la cabeza la próxima vez que le pidiera acostarse con él.

Cogió a Lira y corrieron en la otra dirección. No miró atrás hacia Nork. Ojalá que a Cuervo le fuese mejor con la otra criaja mimada.

-Tienes que ayudarnos, Lira. Necesitamos otra salida del palacio.Confía en Mitra, vela y protege a sus hijos.

Notas de juego

* Si Geki no detiene a Lira, Abisys la perseguirá, a pesar de dudar de si deberían tomar un camino distinto al de la chica.

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01/02/2017, 09:21
Nork

– Ahora nos cree. Tarde – Pero tampoco era algo que pudiera reprocharles. Si él no hubiese estado en el oasis tampoco lo hubiera creído. Las nuevas órdenes eran igual de desastrosas en la mente de Nork. No iba a sobrevivir nadie tal y como había pasado en el oasis.

Se puso en marcha tras sus compañeros, con un poco de suerte saldrían de la ciudad – ¿y después qué? – tendrían el problema de que hacer con Lira.

– Deberíamos escuchar a la sacerdotisa – a él mismo le sorprendían sus palabras – ese príncipe va a por las dos hermanas, tal vez lo mejor sea que estén juntas.

Escuchó el lamento de Luma y supo que algo iba realmente mal, Giraron y su mente volvió al oasis. Por lo que veía la mayoría tampoco había tenido posibilidad de defenderse. Adelantó la punta de la lanza en dirección a aquel hombre – ¿Si aquel era el estratega donde estaban sus ayudantes? – Geki parecía que se había hecho cargo de la chica y lanzaba bravatas a aquel ser, no estaba muy seguro que fuera una buena idea más bien estaba de acuerdo con Abisys 

– ¡Retroceded! – grito. Ahora que estaba frente a aquel hombre no estaba tan seguro que enfrentarlo fue una buena idea – busquemos otro camino.

Mantendría la posición mientras los demás retrocedían para luego seguirlos, paso a paso, tratando de no perder de vista a aquel rival.

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05/02/2017, 01:00

XI.

Geki detuvo a Lira antes de que sus asustados pasos la llevasen más allá. Intentó revolverse en su duro abrazo. Las palabras del Aesir, más fuertes que sus músculos esta vez, lograron convencer a la muchacha, quien esbozó una trémula sonrisa al recordar a su padre adoptivo.
Geki no veía motivo para luchar. Abysis menos aún. Para ella, había sido una locura regresar. Se había ido llenando los bolsillos, y los dobleces de su ropa, y su bolsa, con pequeños pero valiosos objetos; collares, anillos, piedras preciosas que había sacado de las paredes, de los adornos de las estatuas, de toda la magnificencia que lord Knebb había vomitado sobre el palacio. Nork cerró el paso, junto con su compañero peludo. Había algo en sus sentimientos que señalaban que aquel hombre era la misma esencia que la muerte.
Así, lo perdió de vista. ¿Cómo? Sombras, una fugaz carrera fuera de su ángulo de visión, pasos que no escuchaban, una respiración que no podía sentir.
Oteó el pasillo. Luma, a su ladró, ladró, nervioso, inquieto, el animal tenía el vello erizado, los cuartos traseros tensos, dispuesto a saltar. Nork deslizó uno de sus cuchillos a su mano. Buscaba algo. Entre los pliegues de la noche, entre la sangre derramada. Una silueta, una forma. No podía haber desaparecido.
Descendió sobre él, implacable, por su espalda. No le escuchó, tampoco le sintió. Le golpeó, desde atrás adelante, el puño cerrado como un martillo, sobre su costado. Nork rodó por el suelo, aturdido, varias costillas partidas. Lo derribó de un solo golpe. Un parpadeó, el chillido agónico de su animal. Sombras.
Geki tuvo tiempo de mirar atrás. Trató de captar algo. Pero allí no había nada. Solo Nork, en el suelo, y un charco de sangre reluciente brotando de su animal.
El asesino descendió sobre el aesir con la brutalidad de un ariete. Geki logró colocar el escudo en medio de la trayectoria del golpe. Era un norteño, un bárbaro criado en el norte acostumbrado a resistir los envites de las tormentas heladas y las cargas de caballería. Un hombre a caballo no hubiera logrado arrancarle el escudo de las manos. En esta ocasión voló igual que si una piedra arrojada por una catapulta lo hubiera alcanzado. El mismo Geki dio dos vueltas de campana y rodó por el suelo hasta impactar contra una hermosa columna de radiantes otros y preciosas gemas.
Y todo, en silencio. Aquel hombre no producía ruido alguno. Abysis recibió su muda patada en el estómago aún antes de darse cuenta de que Geki había sido derribado. Era experta ladrona, captaba detalles, movimientos, sus ojos eran dos comadrejas busconas que encontraban oportunidades, recovecos, secretos. Falló, escupió saliva y dolor cuando el golpe, que tenía la misma fuerza que un martillo de guerra, la dobló por la mitad y la alejó de Lira.
El filo de la espada de aquel asesino se posó con gracia debajo del mentón de la sacerdotisa de Mitra quien, temblando, se rindió a su captor cuando este, sin decir ni una sola palabra, confesó sus intenciones al tenderla una mano.
Era ella quien le interesaba, no ellos.

- Tiradas (3)

Notas de juego

Tiro yo por vosotros, muchachos. Seguimos adelante.

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05/02/2017, 01:17

XI.

Asannis, o Deseo, no reconoció a Cuervo. O fingió no hacerlo. No era el momento de escarceos. E incluso alguien con una moral tan liviana y un un sentido de la responsabilidad tan volátil se daba cuenta de lo apurada que parecía la situación. Aquel hombre, cuya risa había helado hasta la última gota de sangre de todos los presentes, no podía ser alcanzado por las flechas. Cuervo sumó dos hechos; lo ocurrido en el desierto y aquel suceso, aparentemente excepcional. No podía ser una coincidencia.
Se asomó, arrojó la lámpara a los pies del hombre, o criatura, la cual retrocedió ante el fuego con la rapidez de un animal salvaje. Desde las llamas, las cuales se elevaron con prontitud, pudo verle con claridad. Un hombre que era en verdad un demonio. El fuego apenas le retrasaría.
Cerraron la puerta. Los escoltas atrancaron al puerta con sus lanzas y usaron varios ornamentos decorativos para reforzar el cierre. Algo pesado chocó contra ella, desde el otro lado. Oggo se disponía a salir. Para él el combate era la única solución que poseía para solucionar un problema. Cuervo le explicó que no serviría. No allí. La mano derecha de Knebb pensó en contestar pero quedó satisfecho con el plan de escape de Cuervo.
A Cuervo solo le costó dos intentos colocar la cuerda allí donde quería. Había credo una ruta de escape. Mientras, la puerta seguía siendo golpeada. No resistiría mucho.
Asannis en seguida puso pegas.
—Yo no puedo trepar. ¡No soy un mono! ¿Qué os pensáis? Soy la hija del señor de este palacio. No huiré por una ventana. Si salgo de aquí, será por la puerta principal.
Siguió su verborrea, cansina y mimada. Oggo actuó, nuevamente.
—¡Swili, abre camino! —el pequeño pigmeo saltó hacia la cuerda con gracilidad, debía pesar lo mismo que un niño. Empezó a subir. Otro de los negros le siguió.
—Karl, llévala sobre tus hombros —pidió Oggo.
—¿¡Qué¡? ¿Os pensáis que soy un saco de patatas? —se quejó la muchacha.
Karl no fue elegante, la cargó sobre sus hombros, sonrió a Oggo y a Cuervo, divertido, y con la torpeza que su cuerpo fornido pero hinchado demostraban, empezó a trepar por la cuerda muy lentamente. El segundo de los negros de más allá del Kush le siguió. Quedaba otro, Cuervo y Oggo. Entonces, el mercenario entendió una gran verdad. Oggo no iba a salir de allí. Al mirar su mano cercenada supo que, por mucho que lo deseara, trepar por una cuerda era algo que Oggo no podía hacer.
Oggo y Cuervo intercambiaron una mirada de comprensión. El negro se colocó delante de la puerta, sin mirar atrás, espada en mano, dispuesto a pelear. Para él, no había escapatoria. La muerte o el vacío. Elegía pelear.
—Sácala de aquí. Haz que lord Knebb se sienta orgulloso.

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05/02/2017, 22:58
Abisys

Había tenido razón. Desde el principio. Su instinto, le hablaba, quedo, al oído; la voz del mundo susurraba verdades ocultas a los demás. Tenía ese don ; leía las sagradas cartas, comprendía el destino en los caminos grabados en las palmas de las manos.

Ella lo supo. Nork también. Tarde. Muy tarde.

De rodillas, boqueando, se sostenía el estómago con ambas manos doblada sobre sí misma. Alzó la cabeza, buscó a Geki, su mirada encontró a Lira indefensa en manos del demonio. Abisys se arrastró hasta la pared y se recostó en ella. El dolor era intenso, pero, aliviada, al menos no escupía sangre. Viviría, si no cometía ninguna estupidez, mantenía la cabeza fría y la sensatez en sus próximas acciones.

Tambaleándose, se acercó a Nork.

-Vamos, apóyate en mí. Nos largamos.

Se giró hacia Geki. El norteño era fuerte, recio, una montaña de músculos. Seguro que estaba bien. De lo que dudaba es que se diera por vencido.

-Geki. No lo pienses. No está en juego tu honor. Aquí no tenemos nada más que hacer. Tan solo irnos lejos y deprisa.

Abisys tenía su decisión tomada. Su vida era primero que el destino de Lira.

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06/02/2017, 09:49
Nork

Estaba preparado para recibir el ataque de aquel hombre y aún asi le sorprendió. No fue un movimiento que le sorprendiera o un descuido por su oarte, simplemente no lo vio. Si le quedaba alguna duda de que aquello no era humano desapareció de su mente.

El golpe lo dejó tumbado sobre su propia sangre – Llegó mi hora – fue lo único que pudo pensar, hacer frente a aquel ser se le antojó imposible. Pero era Abi quien se había acercado. Sin dudas debieron hacerle caso desde el principo. Intentó incorporarse con su ayuda y asintió.

Dedicó una mirada a Lira tratando de pensar como ayudarla. Pensar no era lo suyo, además aunque quisiera luchar con aquello no estaba en condiciones. 

– Tienes razón, vamonos – buscó con la mirada a Geki y a su perro – habrá otras batallas Geki, morir con honor es una cosa; pero morir como los del oasis no tiene nada de honorable.

Esperaba que Geki entrara en razón; pero si no era de ese modo, en fin... tampoco pensaba vivir eternamente y no iba a dejarle llevarse toda la gloria.

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06/02/2017, 12:22
Cuervo

A Cuervo le importaba dos cominos lo orgulloso que pudiera o no estar Lord Knebb acerca de nada. Pero no estaba exento de motivación. Principalmente, odiaba perder. Era un bastardo orgulloso y cosas como esa no lo dejaban dormir. Por otro lado, en el poco tiempo que habían compartido, había llegado a respetar a Oggo. No su lealtad, pero si su autoridad y su coraje. Y detrás, o delante, de todo aquello, estaba la promesa del oro, de saldar su deuda con el hijo de perra desalmado que tenía a su hija. No, Cuervo no iba a dejar aquello así como así.

Estaba en el marco de la ventana cuando comprendió la situación del negro. Estaba convencido de que quien se quedara allí tenía su destino sellado. No estaban preparados para hacer frente a un enemigo como ese. 

- Huyó del fuego -reflexionó en voz alta, un poco para él, otro para Oggo. Y tal vez las flechas no lo alcanzaron por alguna coraza, hay que apuntar a la piel -agregó, tomando uno de sus cuchillos arrojadizos.

Cuando entrara arrojaría uno al cuello, o a la frente. Debía saber a quien se enfrentaba. Luego huiría. Cuervo sabía trepar bien, y rápido. Aquel hombre-demonio había acabado con grupos enteros de guerreros bien entrenados, no era cobardía usar la cabeza, no era rendirse. Era elegir el terreno.

Iría hacia arriba, hacia Asannis y el resto de los guardaespaldas. Pero se quedaría allí, oculto y atento a la cuerda, cuchillo en mano. Si alguien subía por ahí le daría un par de segundos y se asomaría. Si era aquella bestia cortaría la cuerda y comprobaría si podía sobrevivir a una caída como esa.

Luego ya vería, pero su intención era reunirse con sus compañeros. Esperaba que no volvieran por él, porque se encontrarían con un gran, gran problema.

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13/02/2017, 00:22
Geki

A Geki no le gustaba la idea de rendirse, ni le gustaba dejar a la chica sola con semejante monstruo. Podía ser un simple mercenario, pero no uno que dejaba abandonada a una muchacha en mitad de la nada. Por otro lado, ese tipo era demasiado fuerte, demasiado rápido. Ninguna de las dos cosas le importaba demasiado, la verdad. Se había enfrentado a guerreros mejores que él mismo antes. Uno no empuña la espada sin saber que pueden derrotarle. Sin embargo también tenía ojos. Aquel tipo no había matado a Lira, y podía haberlo hecho en cualquier momento. ¿Por qué no? Ya se había quitado de encima a la escolta, es decir, a ellos. Se la iba a llevar con él en lugar de matarla. Mal asunto, si, pero mientras no la matase tendrían ocasión de recuperarla.

Geki asintió con la cabeza. Avanzó hasta la posición de Abisys y Nork, y la ayudó a levantarle, cogiéndolo por el hombro.

-Tu abre el camino, Abi, yo le llevo-

No dejó de mirar al asesino en ningún momento. Luego miró a Lira. Aquello no iba a quedar así, pero si les mataban a todos tampoco conseguiría cambiarlo. Por desgracia, si cargaba directamente contra aquel bastardo, lo único que podría conseguir es que matase a la chica. Podía resultar extraño, pero si quería tener alguna oportunidad de salvarla, debía retirarse. Odiaba retirarse, sin embargo odiaría más el hecho de fracasar estúpidamente.

-Ya nos veremos, alfeñique, y entonces no tendrás a una chiquilla para escudarte-