Partida Rol por web

Que no está muerto lo que duerme eternamente; y en el paso de los eones, aún la misma Muerte puede morir.

Necronomicón, Abdul Alhazred.

Cualquier día del 1934, en varios lugares del globo terrestre.

Todos habéis recibido una extraña carta a nombre del Dr. Armitage, un profesor con muy buena reputación de una universidad en los EEUU. En ella, él parece mostrar bastante conocimiento de vuestra situación, vuestros intereses académicos y sobre todo esa experiencia terrible y extraña que parecéis haber tenido en los últimos meses. No sabéis explicar lo que pasó o habéis encontrado una respuesta lógica, pero que no calma vuestro espíritu y os atormenta en vuestros sueños. Parece que él os ofrece una forma de entender lo que denomina misterios que se ocultan en los rincones más oscuros de la Tierra. Promete que será una oferta tanto laboral como educativa que solo se os ofrecerá una vez, pero que asegura que será satisfactoria e iluminadora. También menciona que habéis sido elegidos gracias a la mediación de un conocido vuestro en dicha universidad, que le ha hablado maravillas de vuestras habilidades y conocimientos. Si decidís aceptar su oferta, Miskatonic se ofrece a facilitar el viaje, el alojamiento y a compensar económicamente todos los problemas que puedan surgir en vuestros respectivos oficios. Firma con un escueto atte. Dr. Henry Armitage.

Lunes 7 de enero de 1935, Universidad de Miskatonic, Arkham, Massachusetts.

Habéis recibido la confirmación a la cita con el Dr. Armitage, será un lunes por la noche. Es una extraña forma poco profesional de recibiros, con tanta nocturnidad, pero por lo que os han comentado vuestros contactos, se trata de un proyecto secreto. Hace un frío sobrenatural, y aunque llevéis varias capas de ropa, no podéis entrar en calor. La luna se esconde entre las nubes como un ojo siniestro que os observa y guía vuestros pasos con la luz. El viento sopla entre los arboles con un cántico nocturno mientras arrastra alguna hoja que queda en el suelo y restos de papeles y basura. El campus se yergue majestuoso ante vuestros ojos, como una oscura fortaleza llena de misterio, en lo que esperáis a que alguien os reciba. Poco a poco van llegando otros como tú, que se preguntan el por qué de esta llamada mientras esperan en una dura noche de invierno.

La verdad que no era la primera vez que lo llamaban para ir a la Universidad,  al llegar a Miskatonic, y ver que no era él solo, entendió mejor la carta, al parecer el profesor había llamado a varias personas, cada cual con sus dotes y habilidades.

Si bien su trabajo no era tan notorio como muchos de sus colegas, si recalcaba el tema de psicología, algunos tratamientos y algún que otro libro que había escrito.

Siempre había sido junto con su hermano pequeño, una especie de ovejas negras de su propia familia, intentando labrarse una reputación y vida propias, sin la sombra importante de sus padres, lo habían logrado.

Aunque no repudiaba a sus padres, todo lo contrario, aun mantenía contacto con ellos, casi siempre, sobretodo escribiendo a sus hermanos, los padres siempre ocupados, ya le transmitían los mensajes sus propios hermanos. 

Mirando a su lado cuando llega a la Universidad

Buenas y frías noches,..estaba claro que íbamos a ser varios , reconozco alguna que otra cara de periódicos o haber leído algún libro  - enuncia mientras pasa la vista entre el resto de invitados -, esta claro que la cosa es algo seria .., mejor que no tardemos en  entrar o sufriremos una hipotermia entre el frío que hace aquí fuera, que parece crezca su intensidad por momentos.. - dice serio,con una voz tranquila.

Una esquiva sonrisa parece mostrarse en su cara, la verdad que la situación y la curiosidad, es lo que le habían llamado la atención y quería salir de dudas, que trato quería el Dr. Armitage con ellos?

De pronto Jayden se sentía algo desconcertado. Quizá no comprendió que quería de él el Dr. Armitage, pero pensó que estaría solo. Por lo visto contaba con más gente para formar un grupo, y tras ver el resto de personas esperando en las puertas de Miskatonic se sintió insignificante.
Pensó: ¿Qué podría necesitar alguien como el Dr de Jayden de mí que pudiera aportar tanto como el resto de esta gente que parecían ser grandes celebridades en sus campos?
Para ser justos, Jayden tendía a menospreciar sus talentos.

Buenas tardes. Saludó mientras se arcaba al resto del grupo. Soy Jayden Garrett. Doctor en matemáticas por la universidad de Cambrige, aunque en realidad actualmente resido en Leeds. Quizá por la forma en la que le educaron sus padres menospreciando las ciencias sociales, Garrett decidió obviar su trabajo como psicólogo.

Willien estaba sentado frente a su máquina de escribir. Tecleaba un par de veces, arrancaba el papel para arrojarlo lejos, ponía otro papel y empezaba de nuevo. Quería escribir una nota sobre lo vivido hace unos meses en el corazón de Louisiana y sin embargo, cada vez que lo intentaba... las imágenes volvían a su mente, pesadillas estando despierto. Su editor estaba presionándolo y lanzando amenazas hace al menos dos semanas, pero no había forma de que pudiera avanzar, simplemente no podía.

Se sorprendió al recibir correspondencia de la Universidad de Miskatonic, no podía creer que fuera cierto. Unas noches atrás, había estado en un encuentro social con un viejo amigo. Generalmente los encuentros con el Dr. Tyler M. Freeborn siempre trataban de discusiones políticas y sociológicas, ambos con visiones muy diferentes de cuál era el mejor camino a seguir para las comunidades. Tyler, un comunista de médula y Willen, criado en una familia de clase media alta y empresarios. Sin embargo esa noche, Willen solo se la pasó haciendo catarsis con su amigo, le contó de las pesadillas que lo acosaban y de su bloqueo a la hora de escribir.

Sonrió al recordar las palabras de Tyler aquella noche - No te preocupes, se justo lo que necesitas. Solo espera la correspondencia... -. Leyó la carta y ese mismo día se dirigió a las oficinas del New Yorker, avisó que estaría tomándose licencia y no preguntó si podía hacerlo o no, simplemente avisó. La realidad es que el trabajo era su pasatiempo, con los ingresos familiares vivía cómodamente y ser periodista no era lo que le daba de comer.

Llegó al lugar de encuentro, con un saco abrigado por encima de sus ropas, sombrero y guantes.  Toda su ropa impecáble y de alto valor. Sacó su reloj del bolsillo y se presentó ante las personas que allí estaban, por lo que escuchaba había grandes académicos entre ellos. Sonrió y pasó la mano a todos, y puso la mano a disposición de las damas para saludarlas con un beso en la mano. - Saludos! Yo soy Willen Brown, sin títulos. Permitanme decirles que es un placer conocerlos y encontrarnos todos aquí para... lo que sea que estemos reunidos. - nuevamente sonrió.

Aquel día Víctor se levantó temprano, como cada mañana. Fue andando hasta el kiosco y a por el pan hasta la panadería de Taranowski, la mejor de la ciudad. Vivía en lo alto de la calle Derby, en una vieja mansión georgiana, así que tenía un pequeño paseo hasta allí. Pero el paseo y la cola merecía la pena. Volvió para casa hojeando el Arkham Gazette. No había nada especialmente importante.

Saludó de camino a algunos de sus vecinos con una sonrisa y una frase amable. Era una persona conocida en el pueblo. Había sido senador por Masachussetts y concejal de la ciudad y gozaba de buena reputación. Se enorgullecía de haber sido capaz de mantener una muy buena relación tanto con sus compañeros de partido-es demócrata-como con la oposición, incluido ese hueso de Saltonstall. 

Recogió la leche y el correo y entró en casa. Apartó instintivamente dos cartas sin siquiera leer remitente y se detuvo en una en concreto. ¿Henry Armitadge?

Se acercó a su despacho y cogió un abrecartas de su secreter, luego se sentó en su sillón de lectura dispuesto a leer la carta con su mayor atención. ¿Una reunión a altas horas de la noche?¿Para hablar de algo que llamaba misterios que se ocultan en los rincones más oscuros de la Tierra? Arqueó las cejas con escepticismo. Decía que le había recomendado el profesor Francis Morgan; profesor en arqueología de la ciudad quien sabía, era amigo común de ambos, a pesar de ser mucho más joven. 

Cualquier persona sensata habría desechado la carta y habría seguido con su vida. Y Victor era sensato, pero no era cualquier persona. Así que decidió que acudiría a la cita. 

Aquella noche hacía un frío glaciar. A pesar de ir envuelto en su abrigo y llevar su bufanda de lana y su gorra, el viento frío que corría por la calle Pickman le calaba hasta los huesos.  Cuando por fin llegó al lugar de la cita, intentó guarecerse como pudo observando que había más personas presentes. Probablemente, también convocadas a la reunión. Sonrió afablemente. 

-¿Señores?-dijo a modo de saludo-Soy Victor Lafayette, encantado. Supongo que en efecto, estamos todos aquí por el mismo motivo. 

Aceptó de buen grado el apretón de manos del señor Brown y lo hizo extensible al resto de los congregados. 

-Bueno, espero que Henry no nos haga esperar mucho. A no ser que quiera que despertemos a los estudiantes del campus con el castañear de nuestros dientes. 
 

Ferdinand terminó de corregir el último examen, levantó la mirada del papel, consultó su reloj, se retiró las gafas y se frotó los ojos, enrojecidos por las horas de trabajo. Se levantó, se puso su chaqueta y su sombrero y se dirigió hacia la puerta.

- ¿Vas a esa misteriosa cita? - preguntó el doctor Schumann, con quien compartía el despacho en la oficina.

- Sí, estoy de verdad intrigado por ver de qué se trata. Supongo que Graves está muy ocupado, porque en serio te digo, y que esto no salga de aquí - dijo guiñando un ojo - que es el mejor especialista en lenguas antiguas de esta universidad. Algunas de las traducciones que me ha enviado últimamente son realmente brillantes. Ha sido muy amable recomendándome a Armitage. Además, si te digo la verdad, estoy un poco cansado de corregir todos estos exámenes y toda la burocracia del departamento. Un poco de aire fresco no me va a venir mal y a lo mejor me ayuda con mis pesadillas.

- Faulkner - a pesar de ser amigos desde su juventud siempre se llamaban por el apellido-  sigo pensando que esos sueños que tienes se deben a dedicarte a traducir oscuros textos hasta tarde antes de dormir. Déjate de tonterías, no traduzcas más esas cosas, descansa, ve al psicólogo y ya verás cómo se te pasa. No seas loco, no te metas en asuntos extraños, que ya tenemos una edad. 

- Sí, papá tendré cuidado - Respondió burlón Ferdinand sacando la lengua y salió del despacho. Caminó por un largo pasillo con infinidad de puertas a los lados apenas iluminado. Sólo sus pasos resonaban en el silencio de la facultad. Llegó al gran hall, admiró como siempre la majestuosa sala, sus esbeltas columnas de mármol y salió por la puerta principal para dirigirse al lugar de la cita. Se había pasado literalmente la vida dentro de aquellas paredes y nunca dejaba de impresionarle la elegancia neoclásica del campus. 

En el exterior, una brisa gélida le envolvió y sintió que un escalofrío le recorría la espalda - Brrrrrr, a ver si Schumman va a tener razón y con mis años debería estar en casa tomando un caldito - pensó en un momento de debilidad. Pero no, continuó su camino en dirección al grupo de extraños.

- Buenas noches, caballeros. - Dijo cortés dándoles la mano - Soy el profesor Ferdinand Faulkner. Enseño historia en esta universidad desde hace treinta años. Un placer conocerles.

- ¡Ah! Pero yo a usted la conozco, señorita... ¿ha sido usted alumna mía, quizá?  

- La última expedición a Praga fue toda una experiencia: esas calles empedradas, la difusa proyección de luz de esos faroles y los rumores de algo escondido en el barrio judío. No, solo rumores que los locales atribuían al famoso golem, creación en piedra y barro, místicamente infusa de vida. Nada más cierto pues, tras consultar bibliotecas y contactos entre la comunidad judía solo llevaba a una leyenda donde los hijos de David atemorizaban al resto de los cristianos al ser los primeros recluídos en un pequeño barrio. Decidí regresar a mi hogar, no del todo convencida, pero con la seguridad de que algo de verdad estas leyendas esconden.
Solo la misiva que leí al llegar me distrajo de ese pensamiento - 'Vaya, hace tiempo que no tengo noticias suyas, y esas palabras suenan a algo interesante, pues no pierde el tiempo sin motivo aparente...' - Pienso para mi mientras dejo la misiva en el escritorio para dejar mis maletas en la habitación, ducharme y cenar algo antes de retomar dicha lectura.

Una vez llegada a la dirección indicada, mi mente se enmaraña en pensamientos de aventuras, de misterios por desvelar, los cuales dan paso al posar de mis pies en la tierra cuando algún criado de la casa me lleva a una enorme sala, una sala llena de varones. Mi mirada comienza a observar al primero de ellos, pero la súbita llamada de mi nombre me hace girar hacia dicha dirección - ¿Profesor Faulkner? ¿Qué hace usted aquí? - Digo en tono de sorpresa y alegría - No esperaba verle tan lejos de su despacho en la facultad! - Una sonrisa se dibuja en mi rostro y mis pasos se dirigen hacia él para pararme enfrente suya - ¿Cómo está?

- ¡Encantado de volver a verla, señorita Scott! - respondió el profesor Faulkner - ¡Qué suerte que nuestros caminos vuelvan a cruzarse!

Faulkner recordaba perfectamente a Lorraine Scott como una de sus alumnas de historia de Roma. Lorraine había estado entre los mejores de su clase, a pesar de que su especialidad no era la historia sino la arqueología y tenía mucho mayor interés por el trabajo de campo que por la investigación teórica. El profesor encontraba difícil de entender estas preferencias profesionales, pero bueno, esas eran las preferencias de la señorita Scott. En cualquier caso, se alegró enormemente del reencuentro pues tenía la mejor de las impresiones sobre su antigua estudiante.

- Desde luego profesor - Le respondí y me giré al resto tras componerme - Buenas tardes caballeros - Dije con una sonrisa - Me llamo Lorraine Scott y soy arqueóloga, encantada - Mirando a todos y a cada uno de ellos con una sonrisa

El grupo se había reunido y todos sus miembros, tras presentarse debidamente, se encontraban ansiosos por encontrar respuesta a sus preguntas. No les tocó esperar mucho a la intemperie en una noche tan fría, pues no sería propio de un educado caballero tener a sus invitados en la calle. Una de las hojas de la enorme puerta de roble de la entrada se abrió con su peculiar chirrido. Muchos años dejando pasar a ávidos estudiantes e impidiéndosela a codiciosos ladrones de libros.

Un caballero delgado, de calva pronunciada, con gafas de estudioso y ya entrado en años les recibió. Llevaba ropas de estilo formal, con la clara intención de imitar la vestimenta de Oxbridge*, pero en corte americano. Había algo en él que os incitaba a pensar que se trataba de un ratón de biblioteca, no sabíais si era por su postura encorvada, sus manos temblorosas o porque parecía mirar hacia abajo. Algunos lo podríais conocer de antes, otros no, así que os saludó con un apretón de manos mientras se presentaba:

- Sean todos bienvenidos. Soy el Dr. Cyrus Llanfer, asistente de la Biblioteca Orne. El Dr. Armitage y nuestros colegas aguardan su llegada en la biblioteca. Si tienen la bondad de seguirme, les revelaremos al fin el objetivo de esta reunión nocturna. Por aquí, acompáñenme.

Os indica con la mano que entréis delante de él con la firme intención de guiaros hacia el lugar de la reunión.

Gordon siguió al Dr. Llanfer en silencio, no era la primera vez que veía al Doctor, alguna que otra vez, tuvo alguna que otra visita a la biblioteca, para leer tratados de psicología o medicina forense.

De normal su trabajo era variado, de normal ejercía de psicólogo , aunque también podía ejercer la medicina o incluso hacer alguna autopsia a un cadáver.

Según para que le llamaban, alguna que otra vez había sido llamado para alguna conferencia o hacer diagnósticos, para alguna persona que estaba pasando por alguna depresión, sufriendo insomnio o cualquier otra cosa a algún profesor, o estudiante nobel.

Siempre le gustó compartir conocimientos con su querido amigo, sobre la conducta humana o animal, sus reacciones, muchas veces también había ayudado con cosas así.

Muchos recuerdos me llenan estos pasillos.. - dice mirando con cierto aire de nostalgia.

-Detrás de usted-dijo Víctor contestando al señor Llanfer con una sonrisa-.

Las palabras de Peaks, le hicieron asentir. 

-En efecto ¿usted estudió aquí entonces? Yo también, aunque de eso hace una eternidad. Al menos, eso es lo que me parece.

Tras escuchar al grupo de personas que le rodeaban, Jayden no pudo evitar sentirse en cierta manera desplazado. Todos parecían conocerse, o como mínimo haber tenido previamente algún encuentro. -¿Habrán reconocido mi acento inglés?- Se preguntó. -Tampoco he realizado ningún trabajo esencial que pudiera reconocerse al nivel de haber llegado hasta aquí.-
-Así que usted señor Ferdinand es profesor de historia- señaló. -Señorita Scott es usted arqueóloga-
Jayden se acercó a la puerta donde se encontraba Victor esperando a que entrara el señor Peaks, del cual aun desconocía cuál sería su profesión. -¿Debería de saberlo? ¿Este señor es famoso? Ante la duda, y a riesgo de parecer ignorante, mejor no preguntaré.-
La verdad es que el doctor Armitage parece haber organizado un grupo bastante variopinto. Sonrío esperando a que entrara el resto del grupo adentro.

Mientras vais entrando y charlando entre vosotros, el Dr. Llanfer se dirige a Jayden con aire simpático:

- No se menosprecie, Sr. Garrett. El Dr. Armitage ha recibido muy buenas referencias de todos ustedes. Piense que el punto de vista de alguien joven como usted puede ser tan valioso como el de un anciano que ha leído mucho.

Veis que se acerca a un empleado, un conserje o similar, que andaba por allí y le pide que lo ayude a cerrar la puerta. Entre los dos consiguen mover la mole de madera y colocarla en su sitio. El tipo, un señor cuarentón que bien podría llamarse Joe o Steve, hace correr los cerrojos metálicos que cierran la entrada a cal y canto, acompañados de chirridos metálicos y golpes secos. Está visto que sería difícil robar en dicha biblioteca, aunque alguno quizá recuerda un incidente que hubo hace unos años... Vuestro guía le agradece su ayuda y le da unas instrucciones que el trabajador acepta con desgana.

- Si me acompañan -pide Llanfer amablemente-, les guiaré a la reunión.

Al cerrarse la puerta detrás de ellos, no puede evitar mirar hacia atrás.

Posiblemente, seamos solo nosotros..- luego mira con curiosidad y un aire de disculpa -.., disculpen, no me presente, serán mis hábitos americanos que aun perduran en mi, aun después de haber vivido tanto tiempo por esta zona.Gordon Peaks, nunca me pongo lo de Doctor, ya que suelo hacer varios trabajos, desde médico, médico forense, o en lo que mas trabajo que es el campo de la psicología humana como animal, aunque también tengo mis estudios sobre anatomía, tanto de animales como de personas, me fascina como la naturaleza se ha abierto camino durante millones de años, dotando a animales o personas, de otras zonas del planeta, de habilidades únicas , para sobrevivir.. - dice con cierto tono de emoción y curiosidad en su voz.

Intento también entender el cuerpo humano, para conseguir un objetivo que tengo en mente, buscar una solución o cura,o al menos que tenga una vida normal, alguien que estimo mucho.. - su voz se nota triste..-.. pero en fin, cada cosa en su lugar y con el tiempo espero tener algún resultado, no es tiempo de pensar en eso, además que me muero de curiosidad, por saber el origen de llamarnos a todos y la razón.- su voz es mas decidida y segura.

- Lorraine saluda educadamente a todos y cada uno de los presentes - Segura estoy de que no nos han llamado en vano pero, ¿Qué tienen en común especialistas de tan diversa índole? - Pregunta en general - Imagino que pronto nos solventarán esa duda - Y se dispone a seguir al dr. Llanfer tras dirigirse a Faulkner y hacerle el además de que vaya primero, al ser el más experimentado - Profesor...

Faulkner miró los pesados cerrojos de la puerta señaló con el índice y respondió a Lorraine en voz baja:

- Desde luego, por ahí no se les va a escapar el gato.

   A continuación siguió al doctor Llanfer, admirando a su paso el extraordinario interior del edificio. 

Camináis por los vetustos pasillos de Miskatonic. A muchos de vosotros os vienen a la mente momentos buenos que habéis vivido allí, el olor a la rica comida de la cafetería, el ruido de los pasos de la marea de estudiantes que acuden semanalmente a empapar su mente de vastos conocimientos, las noches de estudio o investigación; en fin, muchos os sentís como en casa, como si volver allí o trabajar todos los días os reconfortara y diera seguridad. A esto se suma su estilo colonial, que a los americanos os da la sensación de estar pisando parte de la historia de vuestra noble nación, a los británicos les puede resultar curioso que intenta imitar la gloria de las grandes universidades y colegios ingleses, pero se quede en eso, en una imitación.

No tardáis mucho en llegar a la Biblioteca Orne: el hogar de muchos tomos repletos de conocimiento y sabiduría. La fama que tiene os parece merecida, pues se dice que está al nivel de Harvard. Lo primero que notáis es que, pese a que ventilen todos los días, huele a papel viejo y a cerrado, a saber largo tiempo guardado. Las paredes están repletas de estanterías y el edificio tiene tres plantas por las que se accede a través de escaleras de madera. El techo está abovedado y se puede ver gracias a la iluminación eléctrica. Hay largas mesas con paneles divisores donde los alumnos pueden tomar apuntes, repasar para los exámenes y consultar tomos. Alguno de vosotros tiene que esquivar algún carrito abandonado repleto de libros por reponer. Oís gente charlando animosamente al fondo, aunque la biblioteca está vacía.

El Dr. Llanfer os guía con paso diligente, se conoce el lugar como la palma de su mano, y de vez en cuando os comenta en qué sección os hayáis y da una breve explicación de los mejores tomos y manuales que hay en cada una. Se le nota entusiasmado y en un salsa. Llegáis a una sala de estudio relativamente grande, cabrían unas 20 personas cómodamente, y donde unos caballeros charlan tranquilamente.

Un señor de pelo cano y alborotado fuma en el alféizar de una ventana, y notáis el fresco. Lleva un traje marrón bastante soso y en su mano sostiene un bastón. Al ver entrar a Faulkner, lo mira y con una sonrisa pícara de dientes amarillentos por el tabaco -se ve que es un fumador empedernido- le profiere la siguiente oración:

- Faulkner, annosum vinum, socius vetus et vetus aurum, haec sunt in cunctis tria probata locis*.

Apaga el cigarrillo en un cenicero y cierra la ventana. Luego se acerca a estrecharle la mano con firmeza y confianza. Al ver a Lorraine, se dirige a ella:

- Srta. Scott, ¡qué bueno verla por aquí! Y perdone mi falta de modales, a una dama hay que saludarla primero, el viejo podría haber esperado a que fuera cortés -añade riéndose, refiriéndose a Faulkner-. Espero que no haya olvidado a su profesor, el viejo Graves. 

Le ofrece la mano a ella y a todos los demás mientras les pregunta su nombre y se presenta como Adam Graves. Otro anciano le mira extrañado y divertido mientras se coloca los anteojos y revisa unas carpetas. Deducís, porque preside la mesa, que se trata de Henry Armitage. Otro hombre, de mediana edad, increpa a Graves y le dice:

- Deje de incordiar a los invitados, Graves, ¡el centro de la atención debería ser Armitage!

Adam gruñe y le increpa que siempre está de mal humor. Se dirige a ese caballero por el nombre de Dyer. Armitage os indica que os sentéis y pongáis cómodos, y que perdonéis a estos hombres que son como niños.

Willien observa divertido toda la situación, jamás había pisado la universidad, era un extraño a todo lo que lo rodeaba. Sus inquietudes le hacían estar maravillado con todo lo que veía, tanto la arquitectura como el contenido eran exquisitos.

El horario y el lugar de reunión, todo era extraño y el no podía sino buscar aunque sea... una cara conocida.  Por lo que buscaba entre los presentes a su revolucionario amigo.