Partida Rol por web

Mientras el aguacero lo calaba hasta los huesos, Deron observó la difusa figura que se cimbreaba entre los pliegues de la cortina de agua como un sauce en el viento nocturno. A esa velocidad con barro en el camino, una mala pisada y el jinete daría con sus dientes en el sucio suelo del camino. Posiblemente podría alcanzarle antes de que llegara al pueblo, si comenzaba ahora el descenso. Se conocía la zona, los pasos, el terreno duro y los caprichos de las trombas de montaña. Podría atajar sin mucho inconveniente, pero otros lobos acechaban en su cabeza...

¿Un jinete solitario? El pueblo estaba en un estado lamentable tras los corrimientos de la noche pasada, pero no tan endeble como para no poder terminar con un solo maleante.- sopesó el bastardo de la luna caprichosa, mientras observaba la cabalgada -En cambio, si desciendo de aquí, los presuntos bandidos del campamento podrían avanzar y cogernos por sorpresa... no, no era un movimiento inteligente por su parte.- decidió por fin -Si había algo de importancia, Meliant mandaría a por él, y si no, mejor haría en no preocuparse por viajeros solitarios e inoportunos. Podría hacer algunas señales, pero entonces revelaría su posición. No, era mejor seguir vigilando.- concluyó.

Apesar de ello, el experimentado soldado no se resignaba a una solución tan sencilla. Sin perder de vista el acercamiento del individuo, tratando de advertir cualquier variación en su comportamiento o en su ruta, o vislumbrar un brillo metálico entre la llovizna, Deron distrajo algo de su atención para mirar en derredor de este y tratar de distinguir ninguna otra figura en movimiento. El pueblo de él y de su vigilancia dependía, y no les iba a fallar; a ellos no, otra vez no...

Deron continuó estudiando el terreno, vigilando el bosque y la espesura, sin perder de vista al jinete, pero atento a cualquier otro movimiento que su aguda vista pudiera captar.

Su intuición le decía que allí había algo más, y de nuevo esta vez no le falló. Unos instantes después de divisar al jinete pudo observar que bajo la covertura de una arboleda bastante densa un grupo de hombres avanzaban en dirección a Conira. Su camino les llevaría en primer lugar a cruzarse en la carretera del sur con el desconocido que se aproximaba a gran velocidad.

Éste se encontraba ya bastante más cerca del protector de Conira y pudo distinguir ciertos detalles del mismo. Sus ropajes, así como la explendida calidad de su corcel, definían al recien llegado como un caballero, seguramente un caballero del rey. Tanto hombre como animal estaban cubiertos al completo de barro y tierra, por lo que Deron vio confirmados sus temores de que un jinete a esta velocidad con las condiciones en las que se encontraban los caminos podía dar con suma facilidad con sus huesos en el suelo. Y a fe que por el aspecto que presentaba éste había caído más de una vez. No obstante, seguía avanzando con gran temeridad y valor a mayor velocidad de la recomendada. Algo le apremiaba sin duda.

Su ruta le llevaría en breves instantes a cruzarse con la partida de hombres que pronto saldrían al camino de entre los árboles. Deron pudo observar en ellos armas improvisadas de diverso tipo: picos, rastrillos, alguna espada... El número le era aún incierto, podía ver quizás seis... puede que diez.

Sin tiempo que perder y temiéndose lo peor para con el magullado caballero, Deron sacó su silbato de señales, efectuando una larga serie de cortos pitidos in crescendo, como había convenido antes de subir al observatorio con los soldados de abajo. Eso los mantendría alerta y en posición y les daría el tiempo de organizar a los más débiles.

Acto seguido, perturbado ante la idea de que el caballero fuera algún heraldo de importancia, montó en Nocturna casi mientras ésta ya galopaba sendero abajo, comprendiendo las necesidades de su amo. Confiaba en que sus nuevas herraduras valieran su peso en oro, mientras trataba de buscar los terrenos más firmes en la desatada cuesta.

Utilizando las vías más directas, si bien de difícil equitación, era posible que llegara al jinete antes de que se cruzara con los presuntos bandidos, o casi al tiempo. Tenía que intentarlo, después de todo. La labor de aquel hombre parecía consumir todo instinto de conservación: no podían ser nimiedades...

En el mismo instante en que la señal sonora fue recibida en Conira una gran agitación se adueñó de cuantos allí se encontraban. Aquellos que trabajaban en el exterior de la empalizada regresaron corriendo al abrazo de la relativa seguridad de la misma. Las puertas se cerraron y se atrancaron.

Mas Deron no tenía tiempo de quedarse a observar los preparativos, su camino estaba marcado y en él se interponía un peligroso descenso a lomos de Nocturna. Esperaba llegar a tiempo para ayudar al solitario jinete que luchaba contra la tormenta, el barro y el agua.

No obstante, una vez iniciada la cabalgada sobre rocas y árboles caídos, el vigía observó algo que le hizo detenerse en seco. La tormenta se había intensificado en los últimos momentos y un rayo cegador iluminó por unos instantes la escena que se presentaba ante él. Bajo su luz, Deron pudo reconocer a uno de los hombres que acechaban al jinete: era Mahelis el cazador de Conira que había desaparecido tiempo antes. Lo reconoció por sus ropajes y su pelo largo y encanecido. No había error. En su mano derecha enarbolaba su cuchillo de caza de forma amenazadora. Estaba a punto de alcanzar el camino.

Sin dar crédito a lo que ve, los pensamientos pasan como una exhalación por la mente de Deron:

-Pero ¿que hace con ellos? Estaba desaparecido... ¿nos habrá abandonado? Tal vez fueran prisioneros y hayan escapado. Eso explicaría las armas rudimentarias.- entonces tuerce el gesto y decide -Pero si son bandoleros el mensajero no pasará un buen rato.- y decide continuar hacia ellos.

El haber visto a su antiguo compañero de caza descarta el arco como opción, y además no podría acertar ni a un tocón de árbol en medio de esta tormenta. Más le valdría apresurarse. Con estos pensamientos en la cabeza, Deron continuó colina abajo, decidido a rescatar al caballero a cualquier precio... al menos hasta escuchar lo que tuviera que decir.

Deron descendía la pendiente lanzado a la carrera sobre lomos de Nocturna. Era un magnífico animal, confiaba en él tanto como en sí mismo.

¿Qué estaría ocurriendo en el camino? Había perdido de vista tanto a los hombres como al jinete debido a la espesura que en la que se había adentrado.

Unos sonidos, inconfundibles en su origen, llegaron hasta él y le indicaron lo que ocurría. Pelea. Entrechocar del metal. Gritos.

Tras un vertiginoso descenso que a Deron se le hizo interminable, al fin Nocturna enfiló un estrecho sendero despejado que iba a morir a un lateral del camino principal. Desde ese punto el soldado tuvo la primera visión directa de lo que sucedía allí abajo. El jinete había caído del caballo, seguramente arrojado de él por el ataque del grupo de hombres que ahora lo acechaban. Con dos espadas en sus manos había retrocedido hasta situar su espalda contra un gran roble y en estos momentos era acosado por cuatro atacantes. El resto de los hombres que le acechaban estaban rodeando el terreno para cortar su huida y golpearle por la espalda.

Eran hombres modestos, de ropajes humildes, con armas improvisadas: palos, azadas, un hacha, una hoz...

Mahelis estaba entre los cuatro hombres que atacaban al jinete.

-¡MAHELIS! ¡¿Qué creéis que estáis haciendo?! ¡Detente!- grita Deron mientras se acerca, por el flanco del ataque contrario al cazador.

En su avance trata de avasallar a los desorganizados atacantes de dicho flanco, interponiéndose entre el hombre y ellos, con su arma en posición defensiva, listo para arremeter si lo atacan también a él:

-Incorporaos y recuperad vuestra montura, caballero; pero cuidado, vienen más por atrás.- incomia el soldado veterano al luchador caído, tras haberle abierto un pasillo.

El acoso al que sometían al caballero era sofocante. El hombre que se defendía con su espalda contra el grueso roble, volvió su mirada al frente justo a tiempo para detener el hacha que se precipitaba sobre él en una trayectoria descendente. A continuación se inclinó y pasó bajo otros dos ataques dirigidos contra su cabeza, reservando tiempo incluso para dirigir un golpe con la parte plana de su espada hacia el brazo de uno de sus enemigos.

El jinete recién llegado irrumpió entre el grupo que intentaba rodear al caballero y los desperdigó a su paso como briznas de hierba en el viento. No obstante los hombres no huyeron aterrados ante la llegad de un hombre a caballo, ni tan siquiera se apartaron temerosos. Le abrieron paso para evitar ser arrollados y luego volvieron a cerrar filas en torno a él.

Deron Nisha no llegó a alcanzar al caballero que se defendía poco más allá. Detuvo su avance sorprendido cuando pudo ver de cerca la mirada de aquellos que se interponían entre ambos. Había algo en esos ojos, algo más allá de lo humano. Podía percibirlo con toda claridad. Irradiaban odio. Odio irracional. Odio eterno. Una furia incontrolada que exigía sangre y muerte. Unos ojos negros cargados con una promesa de dolor.

Deron comprendió que de nada iban a servir sus palabras. Podía verlo en sus ojos. Incluso Mhaelis tenía aquella mirada, que estaba más allá de la voluntad humana.

Sin cejar un sólo instante en su acoso los hombres se lanzaron de nuevo sobre el caballero.

El hombre que había recibido el golpe en el antebrazo soltó la hoz que empuñaba. En lugar de acobardarse o retroceder, se lanzó sobre Ayron tratando de agredirlo con sus puños.

Curtido en cien batallas y y superviviente de las mismas, Deron al instante comprendió que la turba no actuaba como individuos, sino como un animal desbocado y movido por sus instintos más básicos. Podían ser conocidos, pero no por ello iba a permitirse morir en sus manos. Se giró hacia el caballero, advirtiendo su golpe con el plano y espetó:

-Defiende tu vida como es debido, guerrero. Los vapores del volcán los habrán vuelto locos; no razonan: te destriparán antes que cejar en su empeño.- explicando experto, mientras se mantenía a raya de los embites de los campesinos.

Como buen guerrero sabía que solo había un modo de hacer que un animal parara un ataque; que el miedo lo hiciese parar. Comprendiendo la penosa situación, el jinete embistió contra el flanco que trataba de rodearlo, con precisión letal. Una vida en el suelo podía hacer replantearse la situación a los atacantes, y salvar dos. Entre tanto, mantendría un camino abierto para el mensajero, si este conseguía llegar hasta él.

Un aliado, al menos uno temporal, surgió de la nada para intentar abrirse camino hasta el lugar donde defendía mi vida, bajo una lluvia de golpes poco ordenados pero mortales de necesidad si conseguían alcanzarme.

En un primer instante consideré que el hombre del caballo podía suponer un nuevo peligro, más cuando al parecer conocía a alguno de los atacantes....sin embargo, volviendo el rostro en su dirección cuando sus palabras cruzaron el espacio que nos separaba, pude comprobar que él se encontraría dentro de poco en una situación similar a la mía.

Su consejo acerca de cómo utilizar mis armas llegó en el justo instante en que la decisión ya había sido tomada por mi parte....no caería en aquel camino transformado prácticamente en lodazal....o al menos me llevaría unos cuantos conmigo en mi caída.

Apreté los dientes y me lancé en dirección al jinete, intentado abrirme camino hasta donde se encontraba con las espadas preparadas para segar las vidas que buscaban acabar con las nuestras - Allá voy, señor.

El caballero Ayron se movió con una precisión que rozaba lo imposible. Con un primer golpe de su espada seccionó limpiamente uno de los antebrazos del enemigo que enarbolaba el hacha, la cual cayó al suelo de forma inofensiva. El hombre retrocedió sujetándose la herida con su brazo sano, allí donde antes se encontraba su otra extremidad, mas de forma arto incomprensible no emitió grito o lamento alguno, limitándose lanzar una mirada cargada de odio al caballero.

Éste mientras golpeó con la segunda espada al hombre que le acosaba con una azada, abriéndole una fea herida en el vientre pero que tampoco en este caso logró un gesto de dolor por parte del herido.

En ese momento sus enemigos se abalanzaron sobre él. Volaron los puños, los golpes, las armas cayeron… y ninguna rozó piel ni mordió carne. Con una pirueta magistral, el caballero giró sobre sí mismo y se separó de sus atacantes, quedando en mitad del camino, a poca distancia de su montura.

Los hombres que pretendían rodear al caballero Ayron se volvieron inmediatamente hacia Deron y se lanzaron sobre él. Al encontrarse sobre su montura, en una posición elevada respecto a ellos, el guardián tenía una gran ventaja, mas el número de sus atacantes no presagiaba un buen final.

Tres de ellos lograron llegar hasta el jinete. El primero blandía una horca de grandes dimensiones, de las que se utilizan para rastrillar el heno; el segundo manejaba un simple pico de cantero y el tercero un cuchillo.

Los años de entrenamientos y combates a muerte hablaron por sí mismos....los músculos ejecutaban una danza aprendida tiempo atrás, moviéndome incluso antes de que el cerebro decidiera lo que tenía que hacer...eso es lo que hacía siempre que mi vida estaba en juego...actuar por impulsos, y esta vez había salido a la perfección.

Los enemigos que había dejado atrás se volvían ahora hacia aquel hombre que se había aproximado en mi ayuda....y no pensaba dejarle solo en aquel combate desigualado....me preparé para saltar hacia delante cuando un relincho resonó a mi espalda, haciendome volver la cabeza...allí estaba mi montura.

Dudé durante un instante si perder un tiempo precioso en montar a la bestia o avalanzarme contra los enemigos que arremetían contra aquel hombre....sin duda era mejor luchar a caballo, así que la decisión estaba tomada....tan sólo esperaba que pudiera llegar a tiempo.

Con una breve carrera llegué hasta el caballo y me subí a la silla.
Apreté las rodillas para hacerle girar sin utilizar las riendas y clavé los talones en su cuerpo, provocando que ambos, caballo y caballero, se lanzaran de nuevo a la lucha.

Los hombres cayeron sobre él como la marea se precipita contra las rocas, imparable, inexorable, inmisericorde. Sus cuerpos golpearon contra los costados de Nocturna sin intentar siquiera detener el impulso de su avance mientras levantaban las armas, un anuncio de muerte para el guardián.

El primer golpe lo asestó el jinete. Su espada cayó con fuerza contra el hombro del hombre que sostenía el cuchillo, penetrando con facilidad desde su hombro y provocándole una herida descendente de enorme gravedad. El agresor ni se inmutó. Lanzó una fugaz mirada a su herida y como si nada hubiese ocurrido se unió al ataque junto al resto de la turba.

Deron Nisha interpuso su escudo en la trayectoria malintencionada del pico que se cernía sobre él, deteniéndolo sin mayores complicaciones. De igual forma, su espada logró desviar el cuchillo que se cernía sobre su pierna y luego efectuó un giro para interceptar la horca que avanzaba contra su cuerpo… tan sólo un instante después que ésta atravesara sus defensas. La espada de Deron cortó el mango de la horca dejando a su atacante tan sólo con una porción de él entre sus manos. De las tres largas uñas que formaban la herramienta agrícola, una rasgó el aire bajo el brazo del hombre sin hacer daño, otra se retorció sobre sí misma incapaz de atravesar su cota de mallas, mas la tercera encontró un hueco por debajo de su axila y se hundió en la carne de su costado, atravesando músculos y tendones para volver a salir al exterior por la espalda.

El dolor golpeó a Deron como un rayo y le hizo inclinarse peligrosamente sobre un lado, estaba a punto de caer de lomos de Nocturna.

Tarde...llegaría tarde...había tardado demasiado en subir al caballo y volver grupas para ayudar a aquel desconocido que ahora se encontraba en serio peligro por su culpa.

Desde su posición elevada, consiguió ver cómo uno de los golpes atravesaba las férreas defensas de aquel jinete...y con su experiencia sabía que era grave...realmente grave y que le dejaría prácticamente indefenso contra la siguiente andanada de golpes.

No, no lo permitiría, y si tenía que caer él para salvar a ese hombre...lo haría sin dudarlo.

Mientras cabalgaba hacia el lugar donde se desarrollaba el combate, abrió los brazos, cada uno de ellos armados con una espada...y un grito comenzó a nacer desde el fondo de su gargante....furia...arrojo...miedo...sí, el conjunto de todos esos sentimientos se agolparon durante un instante....y con un bramido atronador cargó contra todo aquel que rodeaba a su salvador....ahora ya no pararía hasta que todos estuviesen muertos o él mismo cayese.