Partida Rol por web

Entonces Malayedrá tomó unos instrumentos y comenzó a realizar mediciones sobre el mapa...

Capitán.. La latitud es norte, sí... ¿Pero la Longitud...? -entonces os miró-. ¿No mostraba esa brujería algo más sobre la vela? -vosotros negásteis; habíais visto bien la proyección y no es que diera muchos detalles: el más significativo era el evidente "XIX" (19) en lo alto del mapa estelar... Aquí no hay nada... no hay más tierra hasta llegar a mi antigua patria..., cruzando antes todo el océano -y la de Hernando-.

19 Latitud norte... Y luego al este... sin latitud alguna... -respondió Barbeau-. Ese Chiczahuila no dijo nada, y el medallón, de momento, tampoco... Viajaremos en ese rumo 19 Latitud norte y rumbo indefinido al este, al menos hasta que encontremos la longitud...

¡Pero capitán...! -protestó Malayedra-.

¡Está decidido! -le interrumpió Barbeau-. Contramaestre, dígale al timonel el rumbo y aguantad la longitud que ya llevamos, así no tentaremos a la suerte... ¡Marineros! -ahora a vosotros-. Subid ahí arriba y deshaced la celebración... Toca descansar para cualquier envite temporal o de otra índiole... ¡Las riquezas de esa tumba nos espera! -el capitán Barbeau parecía estar más pendiente de lo que pudiera rapiñar en esa supuesta tumba que en encontrar los "ojos" del dios Tlaloc. Sin embargo ¿Qué buen pirata no pensaría así?-.

Malayedra no se atrevió a replicar, y una vez "fijado" el rumbo, la Liebre Parda navegó durante toda la noche.

* * *

Justo antes del amanecer, cuando los marineros ni vosotros aún no os habíais levantado para comenzar a realizar las tareas de a bordo, la tripulación será despertada al grito de “¡barco a babor!”

Cualquier desdichado que se enrolara por primera vez en La Liebre Parda, durante la noche escucharía con pavor lo que parecían rugidos de un gigantesco oso tricéfalo invocado desde el inframundo. Hasta descubrir que simplemente eran los ronquidos de Mark.

El holandés no sabía si la tripulación se había acostumbrado o es que dormían con tapones, pero ya casi nunca se despertaban por su culpa. Pues a las mañanas todos parecían haber descansado.

En medio de esa grotesca sinfonía, un grito del vigía despertó abruptamente a Mark, que se levantó como un resorte golpeandose la cabeza.

 - ¡Venga, feas durmientes! Levantad que el desayuno nos espera, ¡hay carne en el menú! -rugió con su grave y sonora voz- Manolito, espabila a estos carcamales!

Se calzó las inmensas botas, sin vestirse se puso la larga y gruesa chaqueta confeccionada con lo que obtuvo en la caza de ballenas, agarró el yelmo (siempre duerme abrazado a él) y subió a cubierta con grandes zancadas. 

No parecía haber nada en aquel rumbo, o algo habían pasado por alto, o se trataba de algún pequeño islote que no aparecía en las cartas de navegación. Aquello no dejo nada tranquilo a Hernando, y no es que tuviese prisas por llegar al maldito sitio que pudiese indicar el medallón. Pero tampoco le gustaba la enorme incertidumbre en la que se encontraban estos últimos días. Aquel chamán del demonio, tenía algo más con el capitán, y quien sabe como podría terminar la increíble aventura en la que se habían embarcado.

Estos pensamientos, no le dejaron dormir muchas horas aquella noche, a pesar del sedante efecto del ron. Así que pudo escuchar el grito de barco a babor, y raudo salió hacia cubierta.-Veamos con que nos encontramos ahora. Estemos preparados por si sean los malditos franceses.-

No lo esperaba, pero mejor no estar desprevenidos, cualquier barco podría suponer un peligro o una oportunidad. Pero siempre que estuviesen bien preparados.

Fink estaba acostumbrado a los rugidos de Mark, que le sonaban como un rebaño de jabalís agónicos, pero no a que se pusiera a gritar tan de mañana. Sin embargo, en lugar de quejarse como solía, se pertrechó y subió a cubierta para asomarse, precisamente, a babor y ver con sus ojos de qué se trataba.

— ¡Vaya, pues asaltar un barco de carne en salazón nos vendría bien para variar el menú! — exclamó entusiasmado sin entender la expresión de Mark, pero su humor se tornó sombrío enseguida — Ah, pero de buen seguro serán esos condenados de Marigot...

Pensábais antes de subir los tres a cubierta qué barco podría ser aquel que algún compañero marinero divisaba ya en el horizonte de babor. Los marinos se levantaron raudos (unos más que otros) y también subieron a cubierta lo más rápido que pudieron, casi a medio vestir.

Una vez arriba, el cielo oceánico era limpio, con sol a pesar de haber amanecido hacía poco y tras apoyaros en la barandilla de babor vísteis un barco de pequeñas dimensiones que se aproximaba a una velocidad considerable, aprovechando el viento. También apreciásteis que sus velas son negras, y además uno de sus palos enarbola una bandera del
mismo color y dos rosas rojas invertidas.

Por mucho que lo intentásteis, no supísteis discernir esas enseñas, ni saber a quien podrían pertenecer. Tan sólo supísteis que no enarbolaban ninguna bandera de reinado, sino que serían piratas.

¡Apartad! ¡¡APARTADD!! -el capitán Barbeau apareció en cubierta, y detrás de él Malayedra, e iban apartando a empujones a los marineros para hacerse un hueco en la barandilla de la Liebre. Entonces Barbeau sacó un catalejo de su abrigo y miró a través de él. Se quedó unos instantes expectante, mirando a través de la lupa retráctil. Luego se la retiró del rostro despacio, con cierta... angustia.

¡MARINEROS! -gritó entonces-. ¡Todos a sus puestos! ¡Tensad velas! ¡Contramaestre! ¡Ordena al timonel virar en rodondo para aprovechar el viento! ¡Aprisa!

¡Capitán! ¿Vamos a enfrentarnos? ¡Dígamelo y será realidad! ¡Ya son muchos días los que lleva el sable sin probar la sangre!

¿¡Luchar!? ¡Estáis loco! ¡¡Hay que virar en redondo... PARA HUIR! Si ese chamán de piel de plumas os asustó, éste os escantará... ¡es "El Portugués"! -entonces, al oir ese nombre, Malayedra lo comprendió todo, su rostro palideció, y echó a correr a buscar al timonel...-. Barbosa os miró entonces... ¡Marineros! ¡Moveos! ¡Esas velas no se extenderán solas!

El contramaestre Malayerba gritó entonces, alejado ya de vosotros, lo suficiente a los perros de mar como para que ninguno rechistara el mandato del capitán, generando así un vaivén de carreras en cubierta.

Hernando fue consciente de la urgencia por tratar de poner distancia con aquel barco, evitar un combate era importante si querían tener alguna oportunidad de lograr el éxito de la difícil empresa en la que se habían embarcado. Y a la hora de elegir donde podría resultar más útil, tras ciertas dudas entre quedarse en cubierta o ponerse a los cañones, opto por lo segundo. Aunque su puntería no era algo digno de admiración, con un poco de suerte podría hacerles alguna avería a aquellos cabrones que venían a joderles el día.

-Manolito y yo iremos a los cañones, a ver si les damos un buen disgusto a esos desgraciados que vienen a jodernos.-Y se dispuso a preparar un cañón para disparar en cuanto fuese posible. 

Fink parpadeó varias viendo el barco que se les acercaba a toda vela. ¡Oh no, piratas! ¡Sanguinarios bandoleros de alta mar que saqueaban sin piedad los barcos que se encontraban! Y lo peor de todo era que estaban solos, porque, ¿quién iba a ayudar a unos piratas?

Oh, wait...

Dándose cuenta de que ellos también eran piratas, aunque aparentemente menos sanguinarios que los del "Portugués" a juzgar por el miedo repentino del capitán, Fink corrió escaleras arriba y empujó con esfuerzo y malas formas al menguado timonel que había en ese momento.

— ¡Aparta, pazguato, que yo me encargo de sacar a la Liebre del peligro! ¡En mi mocedad fui timonel en la más increíble huida que se recuerda, burlando cuatro galeras berberiscas que nos perseguían! — aseguró dándose fuertes golpes el el pecho escuchimizado.

¡Todos a sus puestos!

La llegada de aquel bricbarca pirata era inminente, pero la Liebre Parda no era una corbeta cualquiera (ni tampoco sus marineros pirata), por lo que ésta comenzó a virar en redondo ante el nuevo acontecimiento. Mark corrió hacia la cubierta, Fink hacia el timón (aquella podría ser su oportunidad de maniobrar el barco) y Hernando y Manolito marcharon hacia la sala de cañones, dispuestos a bombardear a aquel que se atreviese a acercarse. Malayedra se ubicó en el puente de mando (dispuesto a apoyar y dirigir el ataque), y otro oficial bajó detrás de Hernando para dirigir la ofensiva.

Fink, como el buen y fiel marinero que era, por supuesto haría caso a la orden del capitán, su capitán. Con sus enclenques brazos y sus dedos torcidos por la atrosis se agarró al enorme timón. Resoplando por el esfuerzo lo hizo girar para enfilarlo a favor del viento. La proa resultó apuntando en dirección totalmente opuesta al bricbarca que les perseguía, y Fink, con su pequeña estatura de vejete, casi colgado del timón.

A pesar del esfuerzo y del miedo que le transmitió Barbeau, estaba exultante. ¡Siempre había tenido ganas de agarrarse al timón y conducir aquella hermosa corbeta! Le recordaba, salvando las distancias, a la carreta y la mula que tenía cuando viajaba por tierra.

Mark recibió con sorpresa que su capitán optara por la huida. No conocía al ''Portugués'', pero si Barbeau reaccionaba de esa manera solo podía significar una cosa... Ese portugués sería una buena presa.

 - ¡Vamos lagartijas de río! Encargaros de poner el barco a salvo -rugió dando un pisotón con su enorme bota.

Se acercó al barril de arpones y lo abrió para tenerlo a mano. Con un gesto solemne y recitando unas palabras en holandés se colocó el viejo yelmo sobre la cabeza.

Un tipo enorme con la densa barba apareciendo bajo el yelmo, la gabardina de piel larga hasta las rodillas, el torso peludo al aire, con las gigantescas botas y un arpón en cada mano; era una estampa sobrecogedora. Bajo el yelmo bufaba con impaciencia, haciendo que Mark pareciera aterrador.

 - ¡Kapitein! Quién mierda es ese ''Portugués'' -preguntó Mark alzando la voz para hacerse escuchar entre el ajetreo.

Pronto llegaron Hernando y Manolito a los cañones, un poco más tarde llego Peaks el segundo oficial, que habitualmente se encargaba de controlar los cañones. Una vez distribuidos entre las diferentes piezas, nos ordeno que preparásemos los cañones, pero que de momento permaneciésemos a la espera. El otro barco aun estaba muy lejos, y no era de gran tamaño. Hernando comprendió muy pronto que darle desde esta distancia sería algo muy afortunado, un golpe de suerte. Como de momento, tan solo serviría para gastar pólvora y proyectiles, quedaron a la espera. Las cosas en el mar podían cambiar en un momento, esperaba que no fuese necesario, pero si el Portugués les comenzaba a acortar distancias, tendrían que comenzar a disparar.

-Vaya Manolito, me parece que de momento no vamos a tener que disparar. Y con lo que a ti te gustan el olor a pólvora y el estruendo de estos viejos cañones. Pero no desesperes, esto aun no ha terminado.-Comento a su querido loro, una vez que tenían la pieza lista para abrir fuego, si fuese necesario.

Fink se encaramó al timón, puesto que fue el primero en llegar a él, y estando junto a Malayedra viró todo a babor con el fin de poner el rumbo contrario al enemigo, tal y como ordenó el capitán. Los marineros estaban en cubierta, incluido Mark, quien se había pertrechado de un viejo yelmo junto al barril de arpones, por lo que pudiera pasar... Por su parte, Hernando acurdió a la sala de cañones, pero al ver que la corbeta viraba en redondo, no parecía menester lanzar cañonazos sin un ángulo de tiro mínimamente preciso. Durante el viraje sonaron algunos disparos de cañón... ¡¡BOOM!! Los cañones se retraían en la sala, y a punto estuvieron de acertar en el casco del pequeño bricbarca pirata mientras la Liebre giraba a babor.

Acto seguido, una vez que vuestro barco le mostró la popa al invasor marítimo, comenzó una persecución con el viento a favor de ambos. Entonces estuvo claro: la Liebre Parda ganaba más nudos en tal situación que el enemigo (sólo algunos más, pero los suficientes como para comenzar a abrir distancia frente a él).

¡Agh! ¡Piratas de agua dulce! ¡Agh! ¡Piratas de agua dulce! -Manolito comenzó a repetir, animado, ante la situación de tensión naval-.