Partida Rol por web

¡Pobre Gunther! Al menos las dos piedras preciosas que había encontrado le habían hecho sentirse mejor del mal trago que acababa de vivir. 

Y así, añadiendo el pequeño tesoro a su colección, siguió a sus compañeros atrás del todo, mosquete preparado en una mano y antorcha en la otra, y tras 'armario' Mark. Se asomaba de tanto en tanto por el lateral del oso para ver si veía algo.

— Eh, psst. ¿Veis algo por ahí delante? No piséis la baldosa extraña. ¡Podría ser otra trampa terrible, como os avisé tan verazmente! O si no preguntad al pobre Gunther...

 - Nunca hemos sido tan ''inseparables'', eh viejos, jojojo -añadió con sorna dando un tirón de la cuerda cuando el español fue a atarles por la cintura.

Bien sujetos y con las alarmas a flor de piel, recorrieron el camino hasta el foso circular.

 - Es ahí, Hernando -dijo señalando- si no puedes evitar pisar suelo extraño, apoya primero el sable como si fuese un bastón, no vayamos a tener sorpresas -miró el suelo y parecía que no iba a haber una trampilla como la anterior- atento al techo, si estos malnacidos hicieron agujeros en el suelo también pueden haberlos hecho arriba y nos caiga algo.

Le tendió una antorcha encendida a Hernando, que iba primero.

 - Toma, lanza esta unos metros por delante de ti, para poder ver lo que haya al final del pasillo. Y reza para que La Parca no quiera reclamar tus castellanos calzones...

Una vez atados y dispuestos para continuar, vísteis Manolito estaba allí, posado sobre la pared y mientras Fink se resarcía de la muerte de Gunther con las dos gemas encontradas. Acto seguido, Hernando hizo caso de Mark*, y cerca del acceso por donde continuaba aquel santuario, golpeó levemente la baldosa extraña con la hoja del sable. Entonces algo silbó desde el techo... ¡BBBZZZZ! ¡Crash! Varios virotes se dispararon desde las alturas hacia abajo, hacia esa losa, y eran como virotes toscamente tallados, que con alguna especie de resorte en las oscuras alturas, había disparado hacia abajo cuatro puntas bien afiladas.

Manolito aleteó, presa del rápido crujido, pero enseguida se recompuso. Ahora la antorcha estaba en la otra sala, la de más allá de la nueva trampa, y se dibujaba una amplia sala (que poco más se podía ver de momento...). De nuevo Hernando, ante la mirada de sus compañeros, golpeó la baldosa otra vez, por si hubiera algún tipo de parte secundaria, pero nada sucedió. Parecía que aquella baldosa de suelo de roca falso activaba aquel mal por la presión, pero ya había sido "desactivado".

Por tanto, uno por uno, avanzásteis hacia la siguiente sala, donde descansaba en el suelo. Entonces volvísteis a tomarla entre las manos y apuntásteis a uno y otro lado para ver qué había allí dentro.

Manolito, entonces saltó en el aire y planeó por la puerta, detrás de vosotros tres y se posé de nuevo en el hombro de su dueño. El fuego de la antorcha os dibujó una sala con los mismos petroglifos nativos, irreconocibles e ilegibles, en una sala diáfana, sin ninguna columna ni mobiliario. Eso sí, algo os revolvió las tripas, pues el suelo estaba cubierto por un montón de gusanos que se movían y retorcían allí, acumulados en esa habitación. Casi no podíais pisar sin tocar con la punta de las botas a algunos de ellos.

Hombre, mejor eso que no sucumbir ante un agujero o unas flechas disparadas por un resorte antiguo, por supuesto. El loro del Hernando miraba al suelo, algo asustado. Por otro lado, vísteis que había dos accesos en muros enfrentados.

No lo sabes a ciencia cierta, pero tú pareces el marinero más aventurado a los libros y al saber de la Liebre Parda. Aquel templo estaba dedicado a Hernán Cortes y Malinalli, según creías, pero también a ese Dios... ¿Cómo mencionó el chamán? ¿Tlaloc? Sí, así se llamaba. Vuestra misión era encontrar los "ojos" de Tlaloc y, de momento, devolverlos con Barbeau... ¿Dónde estarían tales ojos? ¿Y sobre todo: cómo serían?

Manolito está inquieto en tu hombro, muy inquieto. Y no es por los gusanos. No sabes muy bien qué le ocurre, por que siempre es un "loro cabrón", pero ahora está algo agazapado en tu cuello. Mira con desdén al acceso de la sala de la derecha (B). ¿Qué le pasa a Manolito? Está algo nervioso.

Ni un maldito cajón de oro, de momento (al menos un par de cuentas verdes en vuestro poder), pero nada más; ¿acaso un mausoleo no guarda tesoros o riquezas? ¿Para qué sino un templo tan grande, y con tanta trampa? Pese a lo diáfano de las salas, algo te sobrevino a la mente, y era lo que antes habías visto en el interior del pozo junto a la trampa de virotes...: la luz de la antorcha, antes de apagarse tras la caída, te hizo ver un brillo abajo. ¿Qué habría allí abajo? Habría que estar loco para descender allí, por supuesto.

Trampas en las que el suelo se abre y eres tragado por la tierra, y trampas en las que el techo escupe una lluvia de proyectiles. Si aquel era un lugar muy interesante, y peligroso. Habían llegado a una amplia sala (4) con dos puertas (A y B). Y lo primero que hizo Hernando fue reconocer el terreno, suelo y techo, que a estas alturas ya sabía que podrían encontrar trampas en cualquier sitio. 

Tras examinar un buen rato la sala y sus dos puertas, se fijo en que Manolito se había puesto nervioso, por algo que procedía de la puerta B. Sin hablar, para tratar de no llamar la atención de posibles enemigos, les hizo un gesto a sus amigos, indicando con su dedo primero la puerta B, y luego llevándoselo a la boca, para indicarles que no hicieran ruido.

Y se acerca con cuidado hacia la puerta B, para indagar que es lo que ha podido alterar a Manolito. 

 - Condenados salvajes -rugió escupiendo al pasillo- ¡a quién se le ocurre colocar trampas en la tumba de sus ancestros! -abrió mucho los ojos al ver los gusanos- ¡Por los calzones de van der Decken!  AARRGGG y encima está lleno de bichos. ¡Vagar eternamente por el Averno sin descanso ni salvación, eso se merecen!

Antes de entrar a la sala, echó un vistazo atrás y dijo:

 - Por cierto, si no encontramos nada a mano, allí en ese agujero había algo brillante. No sé qué es, y con la cuerda podríamos bajar pero preferiría no jugar con la suerte de mom...

Se calló de golpe al ver que Hernando hacía un gesto de silencio con el dedo y enfilaba la puerta de la derecha. Se acercó un poco apoyando con asco los pies.

Cerca del acceso B, el cual da a otra sala que se dibuja un poco, pareces notar otras baldosas extrañanmente levantadas, como la que percibió Mark... Podría cruzarse, pero con cuidado, seguramente.

— ¡Sí, sí! — acompañaba Fink, también dando voces — ¡Qué poca vergüenza! ¡Y qué asco, leñe! Aquí hace que no limpian...

Se detuvo en seco cuando Mark hizo lo propio, y se asomó por un lateral.

— ¿Qué? ¿Qué hay ahí? ¿Hay algo? ¿Eh? ¿Eh? — preguntaba dándole toquecitos al holandés.

En esta ocasión Hernando y Manolito estaban los dos muy concentrados, y el esfuerzo rindió sus beneficios. Si bien es cierto, que nada sabían de lo que podía haber más allá de la puerta (B), o al menos no lo sabía Hernando, y nada le dijo el cabrón de Manolito, si que descubrió unas baldosas levantadas como las de la anterior trampa. Se acerco con cuidado mientras que en un susurro comentó a sus amigos. -Ahí hay otras baldosas algo levantadas, podría ser una trampa.-

Avanzó con cuidado y tras mirar que había más allá de la entrada, uso el sable para disparar la trampa, ya que anteriormente eso les había dado buen resultado. 

— Ah, pues a buen seguro que lo es. — respondió Fink mirando a ver cómo saltaba la trampa. De pronto le dio un miedo súbito y, mirando en todas direcciones, se agarró a la camisa de Mark con sus dedos artrósicos — ¡Cuidado, que una vez leí acerca de una trampa que consistía en una enorme roca rodante que bajaba por un pasillo aplastando a los pobres desgraciados y...! — el anciano se perdió en una sucesión de fantasiosos diseños trampiles imposibles.

Hernando se dio cuenta de aquello: una baldosa en mal estado, o al menos levantada, y en el momento en que lo hizo golpeó con la punta de su sable (aún atado a sus compañeros) dicha losa. Manolito aleteó y entonces notó un "clik", una especie de chasquido. Volvió a apretar, pero sólo volvió a notar ese restallido leve. Era como si alguna especie de nueva trampa estuviera tratando de ejecutarse sin éxito; o también como si antes hubiera una especie de mecanismo ya activado, o incluso obstruido. Sea como fuere, allí no se activaba nada, y no había consecuencia alguna, por lo que avanzásteis un poco a la sala y pudísteis entrar los tres (y Manolito) por ese acceso.

Tras iluminar la zona, encontráteis dos cosas que llamaron poderosamente vuestra atención. Por un lado, junto al a puerta, el cadáver de un hombre con virotes como los que antes pretendían ensartaros, clavados en el cuello del cuerpo. Aquel tipo era un hombre con aspecto marinero... ¡Era un pirata!, y estaba tendido allí en una esquina, cerca del acceso. Comprendísteis que él había activado tal mecanismo (seguramente pisando la baldosa), que había perecido al instante por el terrorífico disparo desde dos orificios laterales (en la pared opuesta). El caso es que ello os dio que pensar...: ¿alguien más había llegado a las costas de la isla y a ese mausoleo nativo? Al parecer sí, pues aquel sujeto bien podría haber trabajado en la Liebre Parda o cualquier otro rápido navío (pues no era un indígena de los del Nuevo Mundo).

Por otro lado, delante de vosotros, enfrente de la puerta, se elevaba una especie de monolito, de figura o escultura tosca pero a la vez bien labrada, sobre la piedra de la  misma pared (como en la sala de la entrada). No era sólo un rostro, como antes, sino una figura de pies a cabeza, (con una gran cabeza, por cierto..., desproporcionada con respecto a su cuerpo). Tenía unos cinco metros de altura, y se parecía mucho a las columnas sobre la que estaba la trampilla que tragó a Gunther: un ídolo de una especie de dios, con dos ojos con cuencas bien grandes y amplias. Tales cuencas no eran sino huecos donde bien se podría colocar una esfera de gran tamaño... Y lo que es más... ¡HABÍA UNA ESFERA DE GRAN TAMAÑO EN UNO DE ELLOS!

Al acercaros un poco más, dicha esfera (una especie de orbe oscuro), comenzó a brillar delante de vosotros. Manolito agachó su cabeza, ahora estaba más nervioso que antes (tal vez Hernando comprendiera que el animal había sentido desde fuera dicha "energía"). El brillo emitido a destiempo cada vez fue haciéndose más intenso. Eso sí: donde al parecer debiera haber algo en la otra cuenca (tal vez otro orbe), no había nada. ¿Dónde podría estar?

Lo primero que vio fue el cadáver, ante el cual inclinó la cabeza levemente en señal de respeto. Para acto seguido escupir con bastante poco respeto, se les habían adelantado. Malditos piratas. Pero su atención se centró rápidamente en la estatua.

 - Virgen Santa... -resopló al ver el brillo azulado de aquel orbe- ¿será eso lo que decía el emplumado? Los ojos de Tlaloc.

Se acercó con cuidado a la figura, nada les aseguraba que la trampa de la entrada fuese la única de la habitación.

 - Señal de mal agüero, viejos. Falta uno, y espero que no sea el brillo que vi al fondo del pozo. Deberíamos coger este y seguir buscando por este condenado mausoleo.

Mark era alto, pero esa figura más. Alzó su manaza. Sabía perfectamente que no iba a llegar, pero aún así se frustró al comprobarlo.

 - Manolito, ¿nos lo lanzas?

AL parecer la trampa no funcionaba, así que entraron, y vieron el porque. Ya había sido activada, allí yacía un europeo muerto por aquellas flechas. Un pirata, con cuidado registro su cuerpo, tal vez llevaba encima algo del templo que podría ayudarles a desvelar el misterio de aquel lugar.

La estatua de cinco metros con una esfera en uno de los ojos, mientras que la otra cuenca estaba vacía, le hizo pensar, hasta dolerle la cabeza.-Espera Mark, tal vez debamos de hacer lo contrario. Es como si esto estuviese incompleto, como que algo faltará, esa esfera tiene energía, pero no la suficiente, para hacer algo. Tal vez si encontramos la otra esfera y la colocamos en su sitio, podamos saber algo más.-

Busco por el lugar, por si allí estaba la esfera o alguna otra cosa de interés. 

Fink siguió a los demás, y comprobó con sus ojos que allí había un muerto. Miró extrañado a sus compañeros, contándolos con los dedos. Uno, dos, tres... ah, cuatro no, porque Gunther ya no estaba, que Dios lo tuviera en su gloria, amén.

— Eh, eh, un momento. Aquí hay algo que no me cuadra. Este tipo no puede ser ni Mark ni Hernando porque los dos estáis aquí. Tampoco puede ser Gunther porque se cayó por el agujero. Y tampoco puedo ser yo, porque yo soy el que está hablando. — fue señalando sucesivamente conforme hablaba.— Entonces, ¿quién demonios es? No me suena de la Liebre Parda. — se acercó un poco con ojo cirujano para ver si el cadáver llevaba mucho tiempo allí, y también para ver quién carajos era.

Tras ello, levantó la mirada y vio maravillado el tema de la esfera luminosa. Era fascinante. ¡Y seguro que valía una fortuna! Se levantó con expresión solemne y se acercó unos pasos.

— Esa estatua es ni más ni menos que el portentoso dios Tlaloc. — aventuró, pero intentando dar mucha seguridad porque no tenía ni idea de nada sobre Tlaloc. — Sin duda, ese debe tratarse de uno de los ojos que ese indio nos dijo, pero... —se rascó la cabeza, intentando hacer memoria — ¿Debíamos ponerlos en su sitio o llevárnoslos a otro sitio?

Manolito no hizo ningún aspaviento mientras Mark le hablaba. Tan sólo permanecía quieto en el hombro de Hernando. Mark le daba vueltas al pozo de la sala anterior (3) pensando que ahí debía estar el otro orbe que faltaba, si es que había guardada algún tipo de simetría. Mientras alargaba la mano para sopesar una posible escalada*, Hernando apuntaba a encontrar la otra mitad y colocarlo ahí... ¿se resolverían así los problemas?

Mientras ambos estaban dándole vueltas, Fink parecía indagar sobre el cadaver, cavilar y deducir cosas. Después de que Hernando lo registrara **, el erudito se agachó y observó aquel cuerpo.

Entonces Fink determinó que debía llevar muerto... no más de una semana: su pálida piel y la sangre reseca pero aún relativamente fresca indicaba que había perecido hacía, como mínimo, cinco días y máximo diez. Quien fuera aquel tipo, o como viniera aquí, lo hizo a la par de vosotros, pero días antes.

— Sip. Pues está muerto. — determinó Fink, levantándose.. — Pero diré algo más. Lleva muerto no más de una semana, pero sí algo menos de siete días. Si me arriesgo, diría que lleva muerto más de cinco días, pero seguro que menos de una semana y media. Sí. Así es. Causa de la muerte... hum, a ver...

El "cirujano" se agachó de nuevo con expresión de gran concentración. Al poco se incorporó de nuevo, asintiendo.

— En efecto, lo que pensaba. Este pobre diablo murió por comerse un pescado en mal estado que... —entonces reparó en los virotes y se quedó mirándolos con expresión estúpida — oh, uhm, y los virotes lo remataron, claro.

Se giró hacia los otros, satisfecho.

—​​​ Bueno, pues habrá que sacar ese ojo, ¿no? ¿No dijo el hombre aguilucho que había que llevarlos a no sé dónde...?

Mientras Fink y Hernando ahondaban en aquel cadáver, Mark se apoyó un poco en la pared pensativo, mesándose la barba con la mirada perdida.

 - Tal vez sea la ausencia de ese ojo lo que ha hecho que aparezcan esos engendros patizambos, y devolverlo a su sitio sea la solución... -hizo una pausa- Pero Fink tiene razón, nos encomendaron llevarlos a esa condenada isla de Cozumel.

El holandés sacudió la cabeza como un lobo recién salido del río. Estaba seguro que si seguía pensando tanto le saldría humo por las orejas.

 - Emite una energía rara, me da escalofríos -rugió- ¿lo dejamos aquí escondido y vamos en busca del otro? ¿o lo llevamos con nosotros?

Empezó a subir por la pierna de la enorme figura. Lo agarró con la mano y se dispuso a bajar con cuidado.

Era posible que tuviesen que llevarse aquella esfera, pero también que tenían que buscar la otra, tal vez en el pozo que había indicado Mark.

-Pienso que lo mejor sería terminar de explorar este templo. Luego tendremos que buscar el otro ojo, que tal vez este en ese agujero que había ahí atrás, como ha dicho Mark. Pero mejor no cargar con eso, parece algo extraño, me dan escalofríos solo de pensar en llevarlo cerca.-Pero como Mark se lanzó a por aquella esfera, nada más que esperar a que bajase, podía hacer de momento. Además de continuar vigilando que no les pillasen por sorpresa.

¿En qué embarcación habría llegado aquel pirata? ¿Para que? Eran otras cuestiones que rondaban por su cabeza.