Partida Rol por web

 - Verdad, compañero.- Sonrió tras sus palabras, y tras unos minutos de silencio pensando en ideas para el hacha de su compañero preguntó- ¿Y qué uso le vas a  dar principalmente?-

Esperó la respuesta, pero antes de que esta se produjera pensó que era mejor aclarar a que se refería pues ya había pasado un tiempo desde la conversación con respecto al tema.- Me refiero al hacha. La vas a utilizar para el combate cuerpo a cuerpo, o como arrojadiza, o paraaaa...- Fue alargando la palabra mientras iba bajando el tono de su voz, esperando que Dwarin le respondiera finalizando su frase inacabada.

 - Pues me gustaría contar con un buen arma con la que mantener las distancias, jaja. Ya me entiendes. Para el cuerpo a cuerpo no me ha ido nada mal con mi martillo por el momento -. Dijo continuando la frase de su compañero.

El enano no era un gran experto en el combate a distancia, pero el primer paso era, sin duda, hacerse con un nuevo hacha para practicar. Sabía que en ocasiones un ataque por sorpresa a distancia puede ser muy útil en combate.

- Tienes razón que a veces no viene mal debilitar al enemigo desde la distancia.- Dijo mientras pensaba en la ballesta que llevaba a la espalda Y luego centro sus pensamientos en la forma que daría a la hoja del hacha y al mango para que fuera más eficaz en su vuelo.

Tiempo después vio como el Sol ya empezaba a ponerse por el horizonte.- Creo que deberíamos ir pensando en acampar antes de que la noche se nos eché encima...Será mejor si nos alejamos algo del camino.-

- Bien amigo, busquemos un sitio seguro en el que acampar -. En ese momento saltó a la mente el visitante nocturno parecía rondarles cada noche en los caminos de su última salida.

Hicieron una pequeña hoguera. Calentaron algo de comer y dispusieron todo para pasar la noche.

La noche se había despejado y en el cielo se podían contemplar todas las estrellas que el firmamento podía ofrecer, la primavera ganaba algo de terreno cada día y se dejaba notar. A pesar de que a la noche refrescaba ligeramente, el día había sido lo suficientemente caluroso para que aquel frescor nocturno resultara agradable.

Las hojas de los arbustos que los rodeaban contribuían a dar esa sensación de confor y tranquilidad. Se encontraban cerca de casa, camino de una ciudad que no estaba muy lejos. No tenían nada que temer, aunque eso no quería decir que no fueran a ser precavidos.

Tras cenar, mientras con un palo grueso removía las brasas que se habían formado el enano pregunto.- ¿Cómo hacemos para pasar la noche?, ¿seguimos como hasta ahora?-

Mientras esperaba a la respuesta de su compañero elevó su cabeza y miró el inmenso firmamento. Aquello lo relajaba, y no solo porque era una imagen digna de admirar, sino porque la ausencia de nubes haría que la luz de la luna llegará con más fuerza permitiendo mejorar las tareas de vigilancia.

 - Si te parece seré yo quien vele esta noche. No te preocupes que yo recojo los tratos -. Ninguno de los enanos se sentía cansado apreciablemente pues aún estaba cerca el familiar aroma de sus hogares. Dwarin observó el paraje mientras recogía los cacharros de la cena. Parecía un lugar acogedor a cubierto de ojos indiscretos y ante el frío de la noche.

- Bien, como quieras.- Durante un rato siguió con su tarea con la hoguera, y cuando creyó oportuno echó unas ramas secas para avivar el pequeño foco que aun quedaba.- Hastamañana.- Después se recostó cerca, pero no lo suficiente para quemarse, de las reconfortantes llamas para dormir plácidamente.

La noche pasó tranquila, sin ningún sobresalto. Dwarin mató el tiempo afilando palos, o avivando el fuego para no dormirse dada la gran tranquilidad y calma de la noche.

Al día siguiente, la mañana amaneció oscura, con el aire cargado y la sensación de que pronto rompería a llover. Las nubes que cubrían sus cabezas eran negras y el sol apenas lograba colarse entre ellas.

- Parece que hoy lloverá, compañero.- Dijo sobre el cúmulo de nubes negras y que parecía formar una capa grisácea en el cielo, un aspecto muy diferente al del día pasado.

Tras recoger sus cosas rápidamente, volvió a sacar el tema del tiempo con algo más de optimismo.- Quizás si nos damos prisa ya estemos a refugio cuando caiga la primera gota.-

Después se puso en camino hacia la ciudad de los dunledinos.

Apenas habían andado unos cuantos metros cuando notaron sobre sus pieles la primera de las gotas. Segundos más tarde pudieorn ver como muchas mas gotas caían a su alrededor, acribillando el suelo y llenandolo de puntitos oscuros sobre la tierra.

Se escuchó un trueno poderoso que hizo retumbar incluso el suelo y a continuación comenzó a llover intensamente.

- ¡Maldita sea!- Pensó hacia sus adentros cuando la primera gota de lluvia impactó contra su piel. El enano pensó en sacar algo sobre lo que refugiarse de las frías gotas de agua cuando la tormenta aumento en intensidad, pero no disponía de nada para ello.

Luego comenzaron a asomar los rayos y escucharse los truenos de entre las negruzcas nubes, lo que provoco que él enano rápidamente se empezará a quitar la armadura y dejará sus armas a un lado en unas rocas.

La previsión de qué hacer no era muy buena, pues si bien podían continuar, corrían el riesgo de que al transportar sus armas y armaduras en aquel desolado paraje les cayera un rayo, fulminándolos al instante. Pero tampoco podían refugiarse en ningún sitio, puesto que lo único que había a tal efecto eran un árboles, que como todo el mundo sabe podían actuar de para-rayos.

El enano busco a su alrededor algún sitio en el que pudiera haber alguna especie de cueva, o saliente rocoso que los protegiera de la lluvia. Si no, esperaba que a su compañero se le ocurriera algo.

Los ojos del enano no encontraron ningún refugio cercano en el cual poder cobijarse de aquella tormenta que tenía pinta de ser cruda y violenta como pocas. El viento comenzaba a levantarse y arrastrabaja hojas y arena que se les metía en los ojos molestamente.

Con las manos frente a la cara para que le sirvieran como escudo contra las molestas gotas de agua que caían del cielo contra ellos como escupidas de frente y la arena y las hojas que el viento arrastraba, Dwarin miró a su compañero y propusó algo para salir del apuro.

Hermano, ¿que te parece si nos cobijamos entre los árboles? No me refiero al linde, donde existe el peligro de que un rayo nos fulmine, si no al interior, donde ya no existe tal peligro. Miró de nuevo al frente con los ojos entrecerrados. O podríamos continuar el viaje...

Dordaggan que ya estaba empapado, por la tardía en su compañero en dar alguna solución, y que además ahora tenían que vérselas con los molestos granos de arena que amenazaban con meterse en sus ojos, respondió.- Continuemos el viaje.-

Se puso de nuevo su armadura, y esperó a que ningún rayo le fulminará. Y si así fuera, sería que Aulë había considerado que su vida ya había llegado a su fin, y por lo tanto estaría contento con reunirse con su Padre, y sus ancestros.

Pasaron el resto del día caminando con la fortuna de no ser alcanzados por ningún rayo, por mucho que los temieran, y la mala suerte de tener que mojarse y tragar la arena que el viento les arrojaba. Cuando anocheció, si esque podía calificarse de ese modo puesto que el día había sido intensamente oscuro y apenas se notaba diferencia, llegaron al cruce que según conocían llevaba a la ciudad de los dunlendinos.

El aire había amainado con la caida del sol y la lluvía dió una tregua temporal. Tenían la barba y el pelo enmarañados y llenos de arenilla y alguna pequeña rama u hojas que el viento había arrastrado contra ellos y se habían enredado entre sus pelos. Se sentían sucios e incomodos, y deseaban más que cualquier otra cosa darse un buen baño para quitarse toda esa incomodidad.

Además tenían los pies humedos de caminar sobre los continuos charcos, ya que el agua se colaba a través de los desgastes de sus botas, las cuales, por otra parte, estaban absolutamente cubiertas de barro.

Fue de esa guisa como llegaron a las puertas de Cillian-o-Cilstrem donde, como era constumbre por las noches, aguardaban dos centinelas para darles el alto.

Durante el camino mantuvo la cabeza gacha y se mantuvo en silencio con tal de que la arena que arrastraba el viento no le molestará, o incluso tragará parte. Cada paso era un suplicio, más que por el cansancio, por la incomodidad sufrida por el continuo salpicar del agua en el interior de sus botas y por el peso adicional de estas a consecuencia de la capa de barro. Sus ropas estaban caladas al igual que su pelo, en el cual había varias hojas secas enredadas, lo que le otorgaba un aspecto zarrapastroso.

Tras un viaje destacado por las inclemencias del tiempo, el enano por fin llegó a avistar las puertas de Cillian-o-Cilstrem, como no con sus correspondientes guardias. Era tarde, y por ello las explicaciones que deberían de dar para que les dejaran pasar deberían parecerles importantes, aun así asqueado porque aun seguían estando bajo la lluvia y tenía ganas de cobijarse en algún sitio donde poder secarse y descansar Dorndaggan se dirigió a los guardias de mala forma, pero ni mucho menos irrespetuosa.- Dejadnos pasar.- Se olvidó el saludo, quizás por ahorre de tiempo, aunque con ello se podría estar vetando así mismo la tan ansiada entrada a la ciudad.

¿Quienes sois y que quereis? Respondió el guardia, algo mosqueado por la imperativa frase de Dorndaggan. Os dejaremos pasar cuando os hayais identificado y sepamos que no sois ningún peligro.

- Venimos desde el asentamiento enano para comprar algunas cosas.- Respondió al guardia de forma escueta, no diciéndole su nombre pues a él que más le importaba como se llamará, ni identificando adrede tampoco lo que venían a comprar.-¿Nos dejaréis pasar ahora?-