Partida Rol por web

El pequeño Uzo caminó tras Guillermo, a paso firme, aunque se sentía cansado, y tenía hambre y sueño también. Pensaba en la Anjana, en Castillo, en el veneno que llevaban por dentro... y en algún momento no supo si debía creer o no en todo aquello; para él era un juego bastante más real, pues no llegaba a tener conciencia de la "gravedad" del tema: envenendados y perdidos. De esta guisa, lo más nimio era el hambre, sed y sueño que pudieran entrales (visto de ese modo).

Espero que nos encuentren... -decía resoplando Uzo-, aunque después de conseguir esos huevos...

El camino era agotador; tras un día andando los niños sentían como si les hubiesen puesto piedras en los bolsillos y, en cierto modo, el no tener los bocadillos encima era un gran alivio...aunque los sacos pesaban lo suyo. Pasito a pasito fueron caminando hasta acercarse a la cueva. A partir de allí tendrían que buscar a los animalilos que les había indicado la Anjana.

Creo que deberíamos de ir corriendo. Si se hace de día será demasiado tarde. Alicia dejo caer su mochila. Esto pesa demasiado y no llevo en ella nada útil. Yo dejo la mochila, si los monitores vuelven a pasar por aquí la verán. Alicia espero la contestación de resto de niños.

Considerando las palabras de Alicia y sobre todo teniendo en cuenta que en la mochila ya no quedaba nada de comida Guillermo se detuvo y soltó lastre.

- Tienes razón,  hay que ir lo más rápido posible.

Miró a los más pequeños del grupo y se preguntó si serían capaces de seguir el ritmo a través del bosque.

Panes no pensaba dejar su mochila para que alguien se la llevara como habían hecho con su comida, así que agarró fuertemente las correas y se puso a seguir el ritmo de sus compañeros.

En segundos quedó claro que el niño no podía seguir el ritmo de carrera marcado por Alicia y Guillermo.- Ir buscando  las garduñas.- Les dijo entre jadeos cuando decidió parar a descansar un poquito. Siempre que tocaba gimnasia en el cole acababa con flato y esa vez no fue diferente.- En seguida os alcanzo.

No le hacía ninguna gracia dejar su mochila allí tirada, sólo de pensar en la regañina de su madre cuando volviera del campamento y pidiera una mochila nueva le hacía echarse a temblar. Pero, por otra parte, si tenían que echar a correr o subir algún árbol o algo parecido sabía que no iba a poder aguantar mucho tiempo con ella encima. Así que, con cierta resignación, imitó a Alicia y a Guillermo y la dejó junto a las otras, un tanto resguardada para que nadie pudiera verla y llevársela. Lo que sí cogió fue el poncho, la chaqueta y la cantimplora la cual tenía un ganchito para poder sujetarla al pantalón.

Una vez preparada siguió al resto a buen paso, por lo menos al principio, pero entre que apenas se veía y que los niños mayores iban demasiado rápido, poco a poco se fue quedando un poco más retrasada, aunque la pobre Lucía hacía todo lo posible por mantener el paso y no quedarse allí sola en medio de la noche.

Alicia monstro una media sonrisa, por fin iba a librarse de la horrenda mochila de conejitos rosas que le había regalado su tía, pero por otro lado estaba la bronca que le echaría su madre por haberla dejado abandonada en mitad del bosque. Siempre puedo decir que todo ha sido culpa de Castillo por dejarnos abandonados en mitad de bosque por la noche.

La niña resoplaba al lado de Guillermo intentando mantener su paso, en un principio pensó que podría mantener el ritmo del rollizo chico pero se equivocó, las piernas del chico eran más larga y ella tenía que dar dos pasos por cada paso de Guillermo. Pero no se iba a rendir y mucho menos decir que no podía aguantar el ritmo.

Al caminar entre los altos arboles iluminados por la luz de la luna le vino a la cabeza una de las historias de miedo que le contaba su hermana sobre personas perdidas en el bosque y lobos, pero en ese momento no tenía resuello como para ponerse a hablar en alto y el solo pensar en la historia hizo que los pelos de la nuca se le erizaran. 

Vió cómo tres de los otros niños soltaban la mochila.... ¡la mochila! El pequeño Uzo, pese no tener provisiones, no quería dejar sus cosas allí, aunque fueran pocas, y la opción que tomó Panes le pareció la más congruente. De hecho, eso de andar rápido no era lo suyo: era más bien pequeño, y pese a que estaba más bien delgado, la actividad física no era lo suyo. Quizá una escapada a la montaña con monitores podría soportarla un día (con sus correspondientes descansos y juegos organizados entre horas), pero tan "a las bravas" le causaba al chavalín entre pavor y algo de agobio.

Yo me quedaré con Panes, iremos más despacio -y al tiempo Uzo alzó un poco la mochila sobre mis hombros, para llevarla mejor-. ¿Y vais a dejar la mochila entera ahí? Sacad alguna cosa, por si la necesitáis... nosé, alguna prenda o algo así... Una cosa -les recordó-. Si pasa algo importante, y si alguien sabe silba que lo haga: al menos sabremos que algo ocurre.

Dudaba el pequeño Uzo que alguien supiera (él desde luego no), pero nunca se sabía.

Los niños corrieron hasta llegar a la cueva abandonando las mochilas. Poco a poco consiguieron llegar, aunque ya estaban a oscuras y la leve luz de la linterna apenas alcanzaba a iluminar donde ponían los pies. Afortunadamente consiguieron llegar sin meter el pie en ninguna madriguera o agujero.  Cuando llegaron a la cueva de los gitanos (o mejor dicho, de la Anjana) se permitieron el lujo de soltar un profundo suspiro. Lucía era la que más "fresca" estaba, habiendose cansado muy poco, al contrario que Alicia, que estaba francamente agotada.

Los dos niños avanzaron con paso lento, pero seguro arrullados por los sonidos de la noche. Hubiese sido algo agradable de no ser por la mortal amenaza que había caído sobre ellos. Afortunadamente para Uzo, el olor de las plantas no era demasiado intenso y podía respirar sin problemas. El sonido de los buhos y de los grillos inundaba la noche.

Panes... -le dijo el pequeño Uzo aupándose sobre su espalda la mochila, que tiraba irremediablemente de sus hombros hacia abajo-, ¿qué crees que nos pasará si el veneno hace efecto? ¿nos dosmiremos... y nos moriremos?

Uzo estaba temblando de sólo pensarlo.

- Mierda ya es de noche...susurró un inquieto Guillermo al llegar a la cueva.

No sabía ni por donde empezar a buscar a las garduñas y el tiempo corría que se las pelaba. Miró a sus dos compañeras y supo que debía asumir el mando, para algo era el chico y el mayor de los tres. Comenzó a mirar por las zonas oscuras de la cueva antes de que la poca luz que aún había se extinguiera y les dijo:

- ¿Alguna sabe algo de las comadrejas o de las garduñas?

No pensaba que le iba a resultar tan fácil caminar a oscuras por aquel terreno, pero cuando llegaron a la cueva Lucía no se encontraba tan cansada como había pensado, ¡si hasta incluso había caminado más rápido que los mayores!. Pero una vez delante del lugar donde se suponía que tenían que buscar, el miedo volvió a atenazarla.

- No, nunca he visto ninguna.

Apenas se atrevía a hablar en voz alta. Lo que había dicho era cierto, ella era una niña de la capital y no conocía nada del campo, sólo lo que había leído en los libros, así que no tenía mucha idea sobre esos animales, ¿morderían? Esa era una preocupación que comenzó a rondarle, además... ¿cómo iban a encontrarlos si no tenían ninguna luz? Uzo se había quedado retrasado y era él el que tenía la linterna.

Lucía comenzó a respirar con fuerza al pensar en la cantidad de bichos asquerosos que podía haber por allí y que, si se ponían a buscar entre las hierbas y las piedras, podrían subírsele por los brazos y quedar enredados entre su pelo.

Alica resoplaba pesadamente mientras se sujetaba las rodillas que le temblaban por el esfuerzo. El camino por el bosque había sido duro y en un par de momento pensó pedir un rato para descansar, pero seguro que Guillermo se burlaba de ella por ser una blandengue de modo que continuo adelante.

Es como un zorro, pero del tamaño de un gato y con el color de pelo de un perro marrón. Además tiene el hocico afilado como un ratón No sabía si su descripción era acertada, más bien parecía que estaba describiendo a un ornitorrinco o a una quimera. Creo que come pájaros y peces como los gatos…. así que supongo que pueda morder y arañar como estos. La niña aun recordaba los mordiscos que le había metido “Gatusay” el gato de la abuela a quien le había puesto nombre su hermana. Es lo que recuerdo de un libro que había por casa sobre el bosque y sus animales.

Alicia paro de hablar para recuperar el aliento, hacía mucho tiempo que no caminaba tanto ni tan rápido. ¿Alguien tiene algo de comida? Si les ofrecemos algo de comida puede que salgan y nos ayuden.

Lucía no entendía muy bien la explicación que les había dado Alicia y no tenía muy claro si lo que tenían que buscar era un perrito marrón, algo parecido a un ratón o un gato, pero en su cabeza apareció una imagen un tanto extraña que era una mezcla de todo aquello. Seguro que no había muchos animales parecidos a lo que ella estaba pensando.

- Nos la robaron toda Alicia.

Hizo un puchero porque en ese momento, después de todas las horas pasadas y la caminata que se habían dado, se dio cuenta del hambre que tenía y pensó que, si en aquellos momentos tuviera algo de comer, desde luego no se lo daría a las garduñas esas tan raras.

A Guillermo le dolió en el alma la mera mención de la comida y por una vez subió la voz.

- Pues estamos apañados, no nos queda ni un mendrugo de pan, nos lo robó el duende ese malvado.

Por un momento la tripa le sonó desconsoladamente como si se lamentara junto a él, hasta pensó que le iban a escuchar sus compañeras.

Pu... Pues no sé.- respondió a Uzo.- pero el veneno no nos va ha hacer efecto. Sólo hay que conseguir el antídoto y tomárnoslo. Ya verás como no nos pasa nada.- intentaba mostrarse seguro y confiado, pero la verdad era que no las tenía todas consigo.

Poco a poco, al haber bajado el ritmo, el dolor de debajo de las costillas se le iba pasando. El niño continuó caminando hacia la cueva de los gitanos, esperando que para cuando ellos dos llegasen sus compañeros ya hubieran encontrado a las garduñas.

¡¡Comida!! 

Una chirriante voz se oyó entre los arbustos y de pronto, ante los niños apareció un animalillo que sin duda debía de ser una garduña, pues tenía un ligero parecido con lo que había descrito Alicia. Elpequeño mustélido se levantó sobre las patas traseras antes de añadir. "Mamá. Están hablando de un duende malo, ¿Podemos comerlo?" 

Los bigotitos de aquel ser se movían rapidamente mientras hablaba y se dedicaba a olfatear los pies de los niños, levantando de cuando en cuando la cabecita y mostrando los afilados dientes en una tétrica sonrisa. 

Guillermo no pudo evitar asombrarse a pesar de estar advertido, ¡era capaz de entender a las garduñas! La emoción hizo que se sobrepusiera a su miedo y comenzó a parlotear aturullándose, intentando explicar todo lo que les había sucedido en aquella excursión maldita, antes de que las garduñas se asustaran y se fueran.

- Había un duende malvado en el río que nos robó la comida y nos envenenó con los gusanos del Roblón pero luego vino la Anjana y nos medio curó, nos mandó a buscar los huevos del basilisco para curarnos del todo y nos lanzó un hechizo para poder entender vuestro lenguaje. Por eso estamos aquí, para pedir vuestra ayuda.

Casi se quedó sin resuello después de aquel discurso pero recordando algo finalizó:

- Ah y hola, soy Guillermo y ellas son Lucía y Alicia.

La aparición del animal parlante dejó sin habla a Lucía, la cual pegó un respingo colocándose detrás de Guillermo, con su tamaño seguro que la taparía y así estaría más segura. ¡Se había olvidado que podían entender a los animales! Escuchaba con atención lo que su amigo le decía a la garduña, explicando todo lo que les había sucedido y, poco a poco, asomó la cabeza para observar al animal detenidamente, hasta que la curiosidad venció al miedo inicial y, dando paso, se colocó al lado de Guillermo.

- Ho... Hola. ¿Nos ayudarás a encontrar los huevos?