Partida Rol por web

Resumen turno 2:

Gorka hizo lo mismo que antes, atacar sin piedad a quienes le hostigaban. Primero cargó contra A2, hiriéndole en un brazo severamente, y luego le hundió el hacha a A3 en el pecho:

Daño a A2: 7 (+6 de bonus) (sin protección): 13 puntos de daño. Secuelas: tendones rotos.

Daño a A3: 9 (+3 de bonus) (-2 por Vélmez):  10 puntos de daño. Secuelas: costillas rotas

Tras aquello fue cuando lo de la carreta, haciendo volar para luego caer de nuevo al suelo al tipo que estaba en el interior de la carreta. Sin duda que aquella caída no la aguantaría nadie. Juana se quedó pretificada, y ella misma observó como el cuerpo del tipo yacía crujido por varias partes, del tremendo golpe. Los bueyes se asustaron y recularon un poco del susto. Mientras tanto, otro de los bandidos (Asaltante4), agarró con fuerza a Pol, intentando crujirle el cuello... claro que quizá con el episodio de la carreta no le hizo tanto daño como quisiera...

Daño: 1 (+1 de bonus): 2 puntos de daño

Lo único que pudo hacer Aingeru fue maravillarse y sorprenderse al mismo tiempo con lo de la carreta ¿prodigio divino o truco diabólico? Sea como fuere, y mientras el asaltante 2 parecía inconsciente, el 3 tenía muy mala pinta. El tercero en discordia dejó de apretar a Pol, soltó la espada y levantó un poco sus manos. Parecía rendirse.

Argh... -gruñía el tipo mientras veía a dos de sus compañeros muertos, otro inconsciente y otro moribundo...-. Sucios cabrones... -musitaba para sí...-.

¡Debería matarte aquí mismo! -gritó Gorka mientras se acercaba con su hacha en alto-. Cuando llegó a su posición, se quedó con ella en alto, pensándoselo. Sin duda, aquello se había convertido en una carnicería, donde había habido alguna sopresa más.

Acercándoos los dos un poco al claro, con intenciones o no de volver a él, vísteis cómo Gorka se acercaba al único tipo de los que os asaltaron que había quedado en pie. Ya no tenía su espada en su mano, sino que la tenía en el suelo, y tenía las manos en alto, levantadas.

¡Debería matarte aquí mismo! -vísteis a Gorka gritar desde los árboles mientras sostenía su hacha en alto delante del rendido-. El resto estaba tumbado (muerto, herido, inconsciente, desistido, etc.).

Alex aún estaba maravillado y confuso por todo lo sucedido a su alrededor. Especialmente por lo que aquel muchacho había hecho con el carro. Había estado lo suficientemente cerca de Ekaitz como para saber que él habia tenido mucho que ver en el incidente, el cómo era algo que quedaba, con mucho, más allá de su entendimiento.

Se acercó a recoger la bolsa, aún avergonzado en parte por la inutilidad de la estratagema, pero satisfecho por haber salvado el pellejo, y se volvió hacia Ekaitz, acercándose para susurrarle aún con ojos como platos.

- ¿Quién eres tu muchacho?, ¿qué clase de bendición es esa? -Aún cuando desconociera la procedencia de sus poderes, no podía considerarlos obra del maligno cuando tan buenos frutos les había proporcionado, más aún cuando habían estado a su merced en tantas ocasiones. Pero la cuestión era demasiado importante para dejarla a un lado.

Después se volvió hacia quien aún quedaba en pie de aquellos bandidos.

- ¡Condenación! ¡Condenación para cada uno de vosotros! - escupió furioso sus palabras.- ¿Qué clase de beneficio esperábais encontra atacando a hombres de Dios en el camino, más que una audiencia con el Maligno esta misma noche? ¿Sois terriblemente necios, o tan amantes de demonios y diablos que no podíais esperar a bailar con ellos en sus fuegos?

En cuanto el desharrapado aflojó su presa, Pol le dio un codazo y se separó de él de una manera tan aparatosa que hasta pareció cómica, pues cayó rodando por el suelo. Se acercó instintivamente a sus compañeros buscando cobijo después de aquel mal trago. No estaba acostumbrado a situaciones como aquellas, y ahora había muchos heridos a los que tendría que atender, pues por más que les hubieran atacado él era cristiano y debía practicar la caridad para con el prójimo, incluso con aquellos hombres tan ruines como para atacar a hombres de Dios. Si no llega a ser por Gorka, quién sabe lo que habría pasado... Sus sospechas sobre él habían cambiado radicalmente; aquel hombre era una auténtica bestia combatiendo, y les había librado de una buena.

Justo después cayó en la cuenta de que había visto volar una carreta, y, al igual que Álex, había relacionado aquello con Ekaitz. Aún sin salir de su asombro, esperaba la respuesta del muchacho a las preguntas del párroco.

Justo se asusto, toda criatura de Dios, aunque sea malvada tiene derecho a la vida. Pensaba Justo. Justo se levanto y grito Gorka no! No tienes derecho a matar a esa persona, solo Dios juzgara si es inocente o no de tal barbarie. Si no te convertiras en su semejante y eso es peor, te atormentara como criatura satanica que te convertiras y lo que es peor... aquellos a que has justiciado sin el beneplacito de Cristo redentor se apareceran en tus peores pesadillas!

Esta vez Justo se acerco hasta Gorka tocandole la mano que empuñaba la mano y dijo Por las sandalias de cristo deja el arma hijo, basta de violencia y de barbarie...

Esta vez la reprimenda de Justo era distinta sus ojos brillaban como el agua...

- Mi corazón se llena de pena al ver cómo alguien es capaz de rendirse al infierno por simples ganancias materiales - digo con tristeza al bandido que se ha rendido.

Observo alrededor la matanza ocasionada por aquel hombre que tan poco hablaba, sin duda era un soldado de Dios salvando a los pastores del Señor.

Entonces escucho a Oleti, al parecer atribuía aquel milagro de la carreta a las acciones del joven. No entiendo muy bien por qué, el joven parecía tan asustado como nosotros y sin duda aquello había sido un milagro. Ayuda divina sin más explicación.

En esos momentos, el padre Justo apareció de entre los árboles con Yosef, y gritó: "¡Gorka no! No tienes derecho a matar a esa persona, solo Dios juzgara si es inocente o no de tal barbarie. Si no te convertiras en su semejante y eso es peor, te atormentara como criatura satanica que te convertiras y lo que es peor... aquellos a que has justiciado sin el beneplacito de Cristo redentor se apareceran en tus peores pesadillas!"

Luego se acercó a él y le dijo: Por las sandalias de cristo deja el arma hijo, basta de violencia y de barbarie...

Gorka miró a Justo de reojo, sin quitarle la vista de encima al último de los bandos que estab en pie. Su hacha en alto esperaba la órden de su amo para devorar la última presa.

¿Qué harías si este hombre tuviera tu cuello entre sus manos, viejo? -pensó mirando a Justo mientras dudaba en eso de que Dios le reportaría el castigo justo-. Grrr... -finalmente Gorka gruño y bajó su hacha, aunque se quedó unos instantes frente al asaltante-. Será mejor que cojáis y os guardéis su espadas, señores... -aconsejó finalmente-.

El monje Aingeru escuchaba pacientemente las peticiones de explicación de Alex de Oleti mientras aún pensaba, seguramente, si ese tal Gorka era tanta bestia como los que les habían saltado al camino, pues sólo había que ver al primero de ellos y su cráneo... bueno... ¡lo que quedaba de él! Pol, tras deshacerse de los brazos del tipejo, esuchó con la misma atención los requerimientos del de Oleti para con Ekaitz. En esos momentos, antes de de Ekaitz hablase, Gorka se giró también hacia él... Había oído muchas historias fantasiosas y sin duda de lenguas más que largas e imaginarias sobre seres que andaban de noche, que hablaban lenguas extrañas y que adoraban a... en fin... Pero el caso es que no había visto "caer hacia arriba", como si de un barranco colocado al revés se tratase, una carreta "con gran gana y tanta fuerza". Eso no lo hace ningún hombre...

Yo...Eh... -Ekaitz no sabía muy bien dónde meterse, qué decir...-. Le costaba hablar sobremanera y cuando miraba la carreta quitaba enseguida la vista, ruborizado. Se rascaba la cara, el pelo, las manos... parecía muy nervioso.

La incomodidad de Ekaitz ante las explicaciones exigidas era bien visible. Pero sin duda que aquello requeria de tales. Álex suspiró, y, aun con cierta intranquilidad, pusó sus manos sobre los hombros del muchacho, en un intento de expresar sin palabras su apoyo y cofianza hacia él, fueran cuales fueran sus palabras, al fin y al cabo, le debían la vida...

- Hablad en confianza Ekaitz, vuestra empresa es ahora la nuestra. Vuestro don nos ha socorrido en un momento de necesidad, pero es de rigor que sepamos toda su historia para nuestra mayor tranquilidad, ¿no lo creéis justo?

Aquel párroco, Álex, era muy elocuente. Pol esperaba con ansias la respuesta de Ekaitz, pues no sería capaz de concentrarse en la delicada tarea del auxilio médico hasta obtener las respuestas que su desmedida curiosidad le hacía anhelar. Sin embargo, miraba de reojo a los heridos, por si a alguno le daba por volver a empuñar sus armas. Sabía que lo primero que deberían hacer era arrebatárselas, como sugirió Gorka, pero él no podía moverse en aquel momento, sentía que se ahogaría sin la ansiada respuesta al prodigio que acababa de presenciar. Ironías del destino, había viajado al sur recorriendo toda la península, y era a la vuelta, en su propia tierra, donde se le estaban rompiendo todos los esquemas.

Ekaitz se mostraba nervioso y Pol intentaba tranquilizarle para que explicara lo que había sucedido. Me mantengo en silencio, escuchando sin lograr creer que aquel joven fuera quien obrara el milagro.

La sangre de mi herida del vientre manchaba mi fina chiflaba, que parecía había quedado inservible. Afortunadamente, la herida había empezado a cerrarse, aunque un par más de esas estocadas y no tendría necesidad de preocuparme nunca más por el estado de mis ropas.

Desde donde yo estaba solo vi como Yahweh nos había ayudado lanzando por los aires la carreta, pero al acercarme al grupo mis compañeros le pedían explicaciones a Ekaitz, como si un hombre fuese capaz de realizar tamaña proeza.

Juana estaba volviendo con el grupo, andando lentamente como si le pesasen las piernas. No estaba segura de poder controlar su llanto ni sus náuseas si trataba de darse prisa o intentaba hablar, aunque su respiración poco a poco iba frenándose y con ella el riesgo de un ataque de pánico... o de histeria. 

Feliz por tener algo que hacer, obedeció silenciosamente la orden y se puso a recoger todas las armas que había por la zona, desperdigadas o en posesión todavía de los asaltantes.

Mientras Juana púsose a tomar las armas enemigas, Ekaitz respondió:

Lo... lo de las hierbas que os dije... es verdad -Oleti no vio mentira en sus palabras-. Claro que... lo primero que recuerdo es lo de la caída, que también es tal y como lo conté, que no recuerdo nada. Cuando desperté, lo único que tenía en mi mano era ésto...

Y de debajo de sus ropas sacó un pequeño botón, que lo mostró extendiendo la palma de la mano. Os acercásteis para verlo, y vísteis que llevaba grabado un simbolito en forma de nube y un rayo.

Después de levantarme, todavía atontado por la caída -prosiguió-, recuerdo que deambulé sin rumbo fijo, sin acordarme de nada, llegando hasta Andóin. Alli, unos muchachos con ganas de juerga vinieron a acosarme; yo creo que andaban bebidos, y entonces... entonces... ¡levanté a otro por los aires! -la cara de Ekaitz se llenó de rabia con esta última frase-. Luego vi que había caído muerto, como ese de ahí -señaló al tipo que había caído desde las alturas-, y salí huyendo por el miedo, hasta llegar a Tolosa. Por el camino sentía que me perseguían, me perseguían estos hombres -y señaló finalmente a los asaltantes-.

El joven muchacho parecía abrumado, apesadumbrado. Guardó el botón y finalizó con la voz temblorosa y los ojos llorosos.

Mi padre no es el enfermo... en realidad es alguien que urge de las hierbas que llevo, aunque no conozco su identidad. Cada vez que miro este botón me recuerda un lugar: Jentilbartza. Y ese lugar si que lo tengo en mi mente... allí es donde vamos.

Por primera vez en en toda su confesión, logró miraros a los ojos. Eran profundos, vacíos, y estaban húmedos.

¿Me ayudaréis? -pidió a pesar de no haber contado toda la verdad-.

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Tirada voluntaria de Leyendas (CUL), con un bonus del +20%

-Amigo -dijo Pol, dándole una suave palmada en la espalda- te acompañaría aunque fuera lo último que hiciera. Te confesaré algo: yo volvía a Labastida a reconciliarme con los monjes que me han cuidado desde pequeño y para convertirme en el médico del pueblo y hacer allí mi vida, y si bien lo primero aún pienso cumplirlo, en verdad poco me importa ya lo segundo. Ahora mi única meta en la vida es descubrir qué hay detrás de todos estos prodigios que estoy viviendo en vuestra compaña, pues seguro estoy de que fue obra de Dios el que surgiera en mí el deseo de salir del monasterio, pues me tenía deparado el maravilloso misterio que tengo ante mis ojos y que en ti se encierra. No sé cuál es la naturaleza de tu don, pero no me parece que sea cosa del demonio, y en todo caso, si lo es, estoy aquí para descubrirlo.

Después de decir esto, Pol echó un vistazo a los bandidos.

-Quizás ellos tienen alguna respuesta -sentenció-. Y quizás uno de nuestros hombres de armas es capaz de sacársela. Yo tengo conocimientos para reanimar a los que desmayen por el tormento.

Pol se sorprendió a sí mismo pronunciando estas crueles palabras, y podían parecer incluso cómicas, por la cobardía que había demostrado en el enfrentamiento contra los bandidos, pero para él, el conocimiento estaba por encima de todo, incluso de su fe. Bien sabía Dios que ya no iba a parar hasta descubrir hasta el último detalle de aquella historia en la que se había visto involucrado, según creía, por voluntad divina.

-Pero antes debería ver esa herida -le dijo al hombre de la cicatriz-. Si alguien más está herido, que se siente ahí -dijo, señalando una roca, mientras corría para recuperar su mula, en cuyas alforjas tenía parte de su equipo médico.

Las palabras de Ekaitz sonaron muy extrañas. ¿Acaso se estaba jactando de realizar milagros cual Moisés en Egipto? Debía haber otra explicación a lo que había visto. Él era un hombre del Nazareno, ¿Podría obrar tales proezas? Cuando volviera a Irún lo primero que haría sería consultar con mi rabino.

No es nada- le dije al doctor mientras me arremangaba - de todas formas siempre es mejor una segunda opinión.

Miré de soslayo al hombre que me había hecho esta fea herida, pero yacía inconsciente y dudaba que llegara a despertar, aunque si lo hacía sería un buen momento para aplicar el ojo por ojo que pregonaba el Éxodo.