Partida Rol por web

Los últimos romanos (Privada)

Escena I: In taberna quando sumus

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12/02/2017, 13:20
Magister

A veces parece que todo el mundo está en Constantinopla. Visto desde la taberna, el puerto de Sofía (que no es el más grande de la ciudad) parece un bosque germano en invierno, una colección de troncos desnudos y ramas esqueléticas. De él salen mercaderes, soldados, sabios y aventureros. La actividad comercial no tiene tiempo de parar por la llegada de la noche, y muchas tabernas se convierten en lonjas improvisadas, o no tan improvisadas, en las que se cierran tratos con un brindís de cerveza o vino.

Griegos, latinos, persas, godos; cristianos, judíos, paganos, zoroastrianos. La amalgama de idiomas de aquel lugar podría ser una Babel intratable. Pero no lo es: el mercader persa y el tendero tracio, el mercenario vándalo y el putero romano, todos ellos hablan en griego. De vez en cuando, pinceladas de color suenan aquí y allá cuando dos paisanos se encuentran, porque nada es más grato al oído que escuchar la lengua en la que te criaron en medio de la diáspora. En Constantinopla hay un sitio para todo el mundo. Sobre todo en lugares como aquel.

La taberna es una habitación grande con un hogar en el centro y bancadas. A los lados, cerca de las paredes, hay mesas pesadas en las que sentarse en taburetes hechos de madera de pino. Allí se sienta la gente sin ton ni son, porque como dicen, cuando estamos en la taberna no nos interesa dónde sentarnos. Alguien alza la copa y propone un brindís, todos beben. Una vez, por el tabernero, los hombres libres beben ansiosamente; dos veces, beben por los cautivos; luego, tres veces, ¡por la vida!; cuatro, por todos los cristianos; cinco, por los mártires y seis, por los enfermos; siete, por los soldados en guerra. Ocho veces por los hermanos errantes; nueve por los monjes disgregados; diez veces beben por los navegantes; once, por los pobres; doce por los penitentes; trece por los viajeros. Tanto por el patriarca como por el emperador, todos beben sin pudor.

Un observador superficial podría quedarse con la primera impresión: al margen de la religión profesada, aquello era un pequeño templo a Dionisio. Sin embargo, vosotros sabíais la verdad. Aquel lugar no estaba consagrado a Dionisio; estaba consagrado a Hermes.

El viejo Procopio dijo una vez que, si se trazasen todas las rutas comerciales que llegaban o partían de las ciudades del mundo, sin ninguna otra indicación topográfica, sería posible reconocer la ciudad de Constantino, como el nodo más gordo de aquella red. Quizá por eso los griegos de la Tracia han empezado a referirse a Constantinopla como “eis tin Poli”, “en la Ciudad”.

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12/02/2017, 13:21
Magister

https://www.youtube.com/watch?v=RPtBnpd5gxc&t=786s

 

Sentado en el fondo de la taberna, Calístrato de Mileto apura una jarra de cerveza y piensa en el futuro. No es un habitual de lugares como aquel, pero conoce a todo el mundo. Es la misma taberna que ha visto en Alejandría, en Cirene, en Tesalónica, en Mileto. Y sabe que hay lugares similares en Damasco, Siracusa, Tarraco, Samarcanda, Roma. Los actores cambian, pero la obra es la misma. Cada uno lleva su máscara, imposta su voz de la manera adecuada, representa su papel.

Sentados en otra mesa, no demasiado lejos de allí, se encuentran Marco Valerio y su pupilo, Cayo Tertio. Se están impacientando. El persa no viene, el persa no ha llegado todavía. De repente, un rayo de esperanza: la puerta de la taberna se abre. Son los únicos que miran quién es, el resto está demasiado ocupado actuando. Pero es un pobre mendigo, y la desesperación continúa.

Jenócrates de Tenedos se sonríe, porque nadie ha reparado en él. Todo va sobre ruedas.

Notas de juego

Los comentarios en metajuego relacionados con el contenido del mensaje se harán en el apartado de notas.

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12/02/2017, 16:51
Jenócrates de Tenedos

Me cago en los muertos de Procopio, de Mateo el Sármata y en los de la mitad de la corte imperial. Uno espera que le digan que las cosechas de los capadocios se han arruinado por la sequía, o que me pueda jubilar y enviar a todos esos lameculos a tomar por saco; no que lo envíen de excursión a la puta Cólquida. Pero discutir con Procopio es como darse de cabezazos contra un muro. Envío al pobre Antemio a que recoja y empaque algunas de mis cosas. Ya que me voy a pasar los próximos meses en un maldito barco, al menos que tenga algún tipo de diversión. Pobre Antemio, voy a tener que dejarlo aquí para que defienda el fuerte de los Mateos del mundo. Pobre Jenócrates, ya no estás para estos trotes.

Me dirijo a la taberna que Procopio me ha indicado, con mis habituales pintas de mendigo (no es exactamente un disfraz, sino unas sandalias gastadas y una roñosa capa de viaje sobre la que suele dormir el perro). "Más vale examinar el terreno primero, que acabar apuñalado en algún callejón por ir engalanado y con la bolsa abultando", me digo a mí mismo. Nadie se fija en los malditos mendigos.

Nada más entrar, veo al tipo de Mileto, la vestimenta asiática y el peinado heleno lo delatan, el tufo a bastardo persa es casi sólido. Pero él también levanta la mirada, a diferencia del resto de la sala. Igual no está todo perdido. Igual san Procopio me ha encomendado a alguien con dos dedos de frente. Me acerco a él y decido probar suerte:

-Joven, parece usted un buen hombre. ¿No le pagaría un vaso de vino a este pobre viejo?- le digo, con la voz más lamentable que soy capaz de producir. 

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12/02/2017, 19:54
Calístrato de Mileto

-Si fuera usted ciego y tuviera 15 años menos, quizás, y solo quizás me creería que busca usted a un buen hombre en este antro. -contesto.

Enseño mi mano al tabernero, el dedo índice y corazón en alto. Lo acompaño con un ligero gesto de cabeza.

-¿En que puedo ayudarle?- le pregunto al vagabundo.

Justo por detrás de Jenócrates pasa una prostituta pelirroja, buscando negocio entre los presentes. No me resisto a seguirla con la mirada, y sin dudar le pregunto a mi nuevo compañero:

-¿No le molestan las mujeres verdad?

Sin esperar respuesta, le silbo a la chica y le invito a sentarse con dos palmadas suaves en mis proprios muslos. La chica, con una risa tímida claramente fingida se sienta sobre mi regazo, y yo, sutilmente le coloco dos monedas en su entrepierna.

El tabernero se acerca con dos cuencos de vino. Mi mirada vuelve a centrarse sobre el recién llegado. 

-In vino véritas. -le digo.

 

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12/02/2017, 23:21
Jenócrates de Tenedos

Vacío el cuenco de un trago. El tipo es inteligente, se le nota. Lástima que desperdicie su ingenio entre putas y borrachos.

-Las mujeres, para el que las entienda. Yo ya desistí del tema años ha. Solo traen confusión y penurias. Y gastos.-digo, no sin cierta acritud.

Le hago un gesto al tabernero, idéntico al de mi compañero, para que sirva otro trago. Mi mente decide ignorar por completo la simple existencia de la puta. 

-Dejémonos de preámbulos y gilipolleces. Tú eres Calístrato de Mileto, capitán de la Dánae.-No lo pregunto, lo afirmo, con serenidad. -Mi buen amigo Procopio me ha dicho que podría encontrarte aquí, en este tugurio. ¡Enhorabuena, eres el afortunado capitán que cruzará a este chalado al otro lado del Mar Negro, hasta la puñetera Cólquida o como demonios se llame hoy en día! -le doy una palmada en la espalda. -Y eso, es motivo de celebración, mi buen capitán.- apuro mi segunda bebida y reclamo al tabernero la tercera.

-Jenócrates de Tenedos, agrimensor imperial, todo esto y lo de más allá, un placer conocerte. -le extiendo la mano y sonrío, no sin cierta malicia.

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13/02/2017, 10:23
Calístrato de Mileto

Estallo en risas. Sin duda es el personaje más curioso que he conocido en las últimas horas. 

-Había oído que las pelirrojas eran místicas, pero no sabía O Fortuna, que te presentarías ante mí de esta manera. -dejo escapar entre risas mientras jugueteo con la prostituta. 

En una reacción automática, ella ríe conmigo y se deja tocar, pero dudo que se haya percatado de que la he nombrado Diosa.

-Es un placer encontrar un descendiente de Ulises entre todo este gentio... pero dejame que te pregunte. -trago el vino con deleite y me limpio la boca con la mano- ¿Qué pretende un perro viejo de Tenedos encontrar entre los íberos del Oeste? ¿Quieres que algún descerebrado te lleve lo suficientemente cerca a territorio sasánida como para que puedas entrar en su país sin levantar sospechas? ¿Quieres revelarle a los persas nuestros secretos, viejo? ¿Los movimientos de nuestra armada?

Golpeo la mesa con el puño cerrado. La prostituta se sobresalta y abre mucho los ojos. Lo he dicho tan alto y he golpeado tan fuerte, que solo un sordo no lo hubiera escuchado.

Mi cara pasa rápidamente de la risa a una seriedad pétrea. Mis ojos negros, claramente acusotarios, se clavan sobre los del viejo.

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13/02/2017, 12:30
Jenócrates de Tenedos

Ya tardaba en aparecer la característica estupidez de la mente militar. Se acabó la diversión. O no. Pido la cuarta (¿o es ya la quinta?) para hacer mínimamente soportable tanta arrogancia.

-Ni conozco las intenciones de la armada, ni me interesan lo más mínimo los jueguecitos de barcos que os traéis los de tu clase. -afirmo, haciendo un gesto de desdén con la mano, restándole importancia al asunto. -Lo que yo tenga que hacer en Lázica te lo explicaré a su debido tiempo si acaso lo considero oportuno. Basta que sepas que se trata de una misión encargada por el emperador en persona... el nuevo, no el viejo. -aclaro, aunque no sea realmente necesario. -Si tienes alguna duda, estoy seguro estará encantado de responderte. Él o su secretario Procopio... -ahora el que estalla en una carcajada soy yo. ¿Es el vino o lo ridículo de toda aquella situación? Para salir de dudas, pido otra copa.

-¿Y bien, mi capitán, cuándo partimos? Supongo que tendré que daros cierto margen, para que terminéis vuestros asuntos en la zona. -digo, percatándome de su impúdica actitud con la pelirroja.   

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13/02/2017, 12:59
Calístrato de Mileto

Comparto la risa de mi compañero. -¡No te lo tomes tan en serio, viejo! Estaba bromeando. -le digo golpeandole la espalda con una fuerza desmesuradamente intensionada. -Sería de lo más estúpido pedirle a un oficial de la marina ayuda para acabar traicionando a la propria armada. Espera... esa suena a una buena idea. Bueno que ya me pierdo por culpa del vino. ¿Tienes pruebas que certifiquen esta misión? ¿Qué gano yo con todo esto?

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13/02/2017, 14:41
Magister

Valerio, usualmente apasionado pero preciso, está distraído. Cayo Tercio se da cuenta porque lleva un rato escuchando reediciones del mismo pensamiento, como si la discusión cristológica que están manteniendo ocupase ahora sólo un segundo lugar en la cabeza de su tutor.

Un golpe en una mesa cercana le hace comprender que su superior está mostrando interés en esa conversación más que en la suya: es la única persona de la taberna que no se sorprende con el ruido. Se disculpa, se levanta y se acerca a la mesa de la puta, el viejo loco y el griego. Los interrumpe:

-- Perdonen mi osadía, pero no he podido evitar escuchar el nombre de Procopio. Nos conocimos hace años, en una embajada diplomática. Me presento: soy Marco Valerio, venido desde Roma, y ese de allí es mi discípulo, Gaius Tertius.

Se gira hacia el mendigo, y dice:

>> Había un Jenócrates de Tenedos en la administración agrícola imperial hace unos años. Su fama era bien conocida, y llegó hasta Roma. Lo llamaban "El Príncipe de los Agrimensores". No sabía que habían cambiado el uniforme de los funcionarios imperiales.

Sara, la prostituta pelirroja, empieza a estar incómoda. El griego, vale. El griego y el viejo loco que huele a pis de perro, vale. Pero este vejestorio ya es demasiado. Mira con ojos suplicantes pero pícaros a Calístrato, se está impacientando. ¿Prefiere que vuelva más tarde?

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13/02/2017, 15:26
Gaius Tertius

Con mi mejor sonrisa falsa, me levanto de la mesa y me acerco al peculiar grupo. "Un persa, un mendigo y dos monjes entran en una taberna. Suena a chiste.", pienso.

-¿Es este el famoso persa, maestro? Gaius Tertius, un placer.-Digo con voz amable, tendiendo la mano hacia él.

Examino disimuladamente al ruidoso grupo, intentando recordar dónde estaba "Cólquida". ¿Era Cólquida lo que había dicho el mendigo? Aunque ahora que lo veo más de cerca, este hombre claramente no es un mendigo. Y el persa parece mestizo. ¿La pelirroja tiene algo que ver con esto? 

Odio que Valerio nunca me cuente nada.

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13/02/2017, 16:10
Magister

Valerio palidece, fruto de la vergüenza. Confundir a un capitán de la marina romana, por mucho origen persa que tenga, con un meda real puede traerles problemas. Sonríe afablemente:

-- No, Cayo, no. Perdonen al muchacho, es la primera vez que sale de Italia --pero fulmina con la mirada al joven Cayo.

Sara no dice nada, pero se levanta y se va, sin coger el dinero. Cuatro hombres ya es demasiado, ni siquiera la abuela María era capaz de hacerlo con cuatro. Qué se habían creído.

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13/02/2017, 16:42
Gaius Tertius

-Estuviste hablándome durante medio viaje de un joven persa. Ahora entramos justamente a esta taberna, claramente esperando a alguien, y justamente da la casualidad de que te levantas para hablar con un persa.-Le digo a Valerio, en latín.

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13/02/2017, 16:57
Jenócrates de Tenedos

-Con la iglesia hemos topado, amigo Calístrato. -le digo a mi compañero. Viendo su cara de incomprensión, añado: 

-Digo yo que no os importará hablar en la lengua de la tierra y compartir con los demás lo que sea que estéis cuchicheando. -les comento en perfecto latín. 

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13/02/2017, 19:58
Calístrato de Mileto

Reconozco la lengua que sale de los labios de los recien llegados, pero no logro entender de que están hablando.

Sin embargo el panorama me parece demasiado divertido como para no disfrutarlo. Vuelvo a estallar en risas. 

-Sentaros hombres de Dios. -les digo en griego- ¿También os apuntais a conocer a los íberos? -vuelvo a reirme y vuelvo a golpearle la espalda a Jenócrates.

Acto seguido le aprieto el carnoso muslo derecho a la pelirroja, que me mira. Le indico inclinando ligeramente la cabeza hacia la derecha que se marche.

-No vayas muy lejos.

- Tiradas (2)

Notas de juego

Ignorad la primera tirada, tiré 25 dados de 100. (jajaja)

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13/02/2017, 21:57
Magister

La puerta se abre antes de que estalle un conflicto diplomático. "Bendita interrupción", piensa Jenócrates, que no está contento con el marino gritando a los cuatro vientos secretos de estado.

La persona que entra en la habitación tiene los hombros ligeramente mojados, por lo que deducís que ha empezado a llover. Pero no importa, porque lleva una capa de viaje de color bermejo y un turbante granate. El atuendo es extravagante pero elegante.

Una larga barba en la que empiezan a amanecer reflejos plateados le cuelga de la barbilla. Prácticamente nadie repara en él, pues alguien vestido de manera tan llamativa sólo puede querer hacer negocios. Y este lugar está aquí para eso, ¿no?

Cayo Tercio está ligeramente molesto con su tutor. Podría haberse evitado el ridículo si tan sólo se expresase de manera menos oscura. Se pone serio, e intenta que Valerio se dé cuenta de que está molesto con él (es una actitud infantil y reprobable, y eso sólo hace que se avergüence de sí mismo, pero que se sienta aún más molesto con Valerio). Por fortuna (o no), Valerio sólo tiene ojos para el mercader recién llegado.

— Es él —dice, y se levanta.

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14/02/2017, 13:56
Ormuz

Entra en la taberna con una media sonrisa esculpida en su rostro, mira a su alrededor mientras acostumbra a su vista a la poca claridad del lugar. Cierra la puerta tras de sí y sacude el polvo de sus ropajes. Mira de nuevo en torno a sí y reconoce aquella cara que tanto tiempo hace que no ve. Sus ojos ahora brillan de emoción. Se adelanta hacia el sacerdote y le coge de los hombros con energía.

-¡Marco viejo amigo!-Dice en griego con poco acento, abrazándolo fugazmente. -Hace años que no te veo; Tu ultima carta me dejó preocupado. ¿Ocurre algo?

Ormuz posa su brazo sobre la espalda del sacerdote. Está alegre de verle y no duda en mostrar su contento. Hace un gesto con la mano, encaminándole hacia una mesa. Se pregunta por qué le habrá citado aquí, pero hay muchas mas preguntas que desea realizar, así que sonríe de forma apacible.

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14/02/2017, 14:43
Magister

—Mi viejo amigo Ormos. Ven, ven pronto. Te presento a mi pupilo, Cayo Tercio. Cayo, este es Ormos, del que tanto te he hablado.

Se sientan en la mesa que ocupaban antes, dejando de lado a Jenócrates y Calístrato.

—Toma algo, por favor. Nosotros estábamos aquí, descansando del viaje. Veintidós días han transcurrido desde que dejamos la Ciudad de Rómulo. Primero cogimos un barco e hicimos cabotaje hasta llegar a Messina, en Sicilia. De ahí, en mar abierto hasta Corinto. Cuatro días en los que no vimos tierra hasta llegar al golfo de Parras y, luego, entrar en el de Corinto, en el que navegamos durante un día. Desde allí cogimos otro barco hasta Éfeso, y vimos las innumerables islas del Egeo. De Éfeso navegamos hasta la colonia de Claudia Aprensis, y hemos cabalgado durante tres días hasta llegar aquí. Todo por servir a la Iglesia.

>> No obstante, no hay razón por la que no pudiese aprovechar esta oportunidad para cosas menos elevadas. Supuse que andarías por la zona, o que tendrías que venir tarde o temprano. Como mercader, uno no tiene otro lugar en el mundo que no sea Constantinopla. Cuéntame tú, viejo amigo. ¿Cómo está tu tío?

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14/02/2017, 17:46
Calístrato de Mileto

Reclinado sobre la silla, una mano por detrás del respaldo y la otra aguantando el cuenco de vino, sigo con la mirada a los dos personajes que se nos habían acercado cortesmente. Se marchan ahora con la mala educación típica de los occidentales. Alguien con apariencia de mercader les es más interesante que nosotros. 

-Típico de los latinos ¿eh? Es oler dinero y salís por patas a buscarlo. - digo en voz alta para que me oigan.

Aguanto las ganas de imitar un gesto que hace mi madre cuando alguien de Mileto le desprecia: escupir en el suelo.

-Tú al menos no eres mal educado, viejo. Un hombre tiene que tener principios... o si no acabaremos como los occidentales, matándose por el maldito dinero. -le digo a Jenócrates. - Cuéntame lo que me tenias que contar y explicame que salgo ganando yo con todo esto.

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14/02/2017, 20:51
Jenócrates de Tenedos

"No eres mal educado" dice el tipo. Las cosas que hay que oír, en fin.

-¿Que qué ganas tú? Pues para empezar, mantener la cabeza sobre los hombros por por no desacatar una orden imperial. En segundo lugar, maldigo a la madre de Procopio, pensaba que el muy canalla ya te habría informado. Supongo que si necesitaras ajustar algunos detalles, podrías ir mañana a palacio de mi parte, pero, en definitiva, lo que necesito es que me lleves al país de Lázica, sin falta. Supongo que después se te recompensaría de alguna forma, pero eso ya ni me concierne a mí ni, si quieres que sea fiel a la verdad, me importa lo más mínimo.

Mientras contesto al capitán, trato de captar la conversación entre el persa y los sacerdotes. No me fío un pelo de estos extranjeros. A pesar del barullo que hay en la sala, consigo escuchar perfectamente lo que dicen. Quizás porque es la única conversación que desarrolla civilizadamente y no entre gritos de borrachos, ladridos en persa y insinuaciones de putas.

- Tiradas (1)
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15/02/2017, 02:08
Ormuz

"Ormos". Hacia años que no escuchaba la pronunciación de su nombre en griego. Sonríe con un brillo divertido en los ojos. Aprieta cálidamente el brazo de su amigo antes de sentarse a la mesa. Suelta un largo suspiro al oír la pregunta del sacerdote. Su tío, pobre Dalda, apenas podía contener las lágrimas al recordarlo.

-Lo llevamos a la Torre del silencio de la zona el pasado verano. Una fiebre se lo llevó mientras mi padre y yo estábamos de viaje. Había ido con él a negociar un asunto varias colinas lejos del poblado, temas de Magi, ya sabéis. Al volver ya era tarde.-Deja una pausa mientras observa la jarra que le han traído.

-Al menos ahora mis padres no tendrán que trabajar tanto, el pobre me dejó todo cuanto tenía,sobre todo contactos y sabios consejos. Ahora llevo yo el negocio. Me instruyó bien, pero era demasiado duro... y demasiado confiado. -Mira al sacerdote unos instantes sin saber cómo decir lo siguiente.

-Sus ultimas palabras, según mi madre que veló por el en sus últimos momentos, eran hacia ti, Valerio. Decía tu nombre. Te tenia en alta estima. - Mojó los labios y miró al otro sacerdote que estaba con su amigo.