Partida Rol por web

Gracias a las vacaciones y a un buen ahorro o en algunos casos, suerte con algún tipo de concurso, habeis acabado en un crucero de lujo, cada uno por separado disfrutando de una grata travesía por el Oceano Pacífico. Mar, sol, un buen tiempo. Todo a favor.

El crucero disponía de actividades y ciertas paradas en islas paradisiacas de apenas unas 6 horas para disfrutar al maximo del crucero sobre todo.

Un día amaneció con un tiempo no muy agradable. Las nubes eran perceptibles que no estaban de buen humor con aquel gris, de hecho algunos de los monitores del crucero aconsejaban estar un poco más abrigados que de costumbre y no acercarse mucho a las barandas del barco. Para colmo a mitad de la tarde la marea empezó a jugar con el barco moviendolo duramente con sus olas.

La tormenta que inició al entrar la noche le empezó a quitar el sueño a algunos y los adultos principalmente salieron para preguntar acerca de si saldrían con vida o no, debido a que era la primera vez que pasaban por algo así. No obstante, no fue así.

En un momento dado en mitad de la noche el oleaje os sacudió a todos, o más bien al barco completo y empezó a tambalearse, incluso a inclinarse más de lo que debiera. Tras ello, sonó una alarma advirtiendo a todos los pasajeros de evacuar el barco debido a que estaba a punto de empezar a hundirse.

Unos familiares lejanos fueron a su casa, la masía de sus padres siempre estaba abierta a quien pagara su estancia, pero l familia se hospedaba de manera gratuita. Aunque en esa ocasión no fueron a cobijarse en unas vacaciones gratuitas.

Pasaban por allí para invitar a la abuela a un lujoso viaje en barco, pero la pobre mujer, ya muy mayor y cansada rechazó la invitación, pidiendo que en lugar de a ella, llevaran a la pequeña Brodget con ellos. Pese a que la niña no le veía la gracia a eso de estar acorralada en un "trasto sin naturaleza", pensó que si no aceptaba, se enfadarían con su abuela por desperdiciar el dinero de su pasaje, por lo que aceptó con una sonrisa.

Las piscinas no estaban mal y las comidas eran ricas, aunque no tanto como los pasteles de su abuelita. Cuando el mal tiempo comenzó a poner nerviosos a los mayores, y la noche se tornó un caos en el que dormir era imposible, ella corrió a los comedores a comer algo, pero los camareros y cocineros no estaban allí y las cosas estaban por el suelo.

Cogió una olla esperando encontrar algo, pero el barco se inclinó con fuerza y abrazando la olla con fuerza rodó hacia atrás, ¿que diantres pasaba? Con olla en brazos corrió a descubrirlo.

"Nunca debí subirme a este crucero."

Me titulé de la universidad y decidí viajar por el mundo para ayudar a las personas pobres y sin acceso a servicios médicos pues el ayudar no es una labor sino una responsabilidad. Tuve la suerte de nacer en una cuna con muy buena situación económica, con dos padres profesionales y exitosos. Tuve la suerte de estudiar en la mejor universidad del mundo y desarrollar competencias que son muy necesarias en todas partes, en muchas otras más que acá. Me siento con la necesidad de utilizar lo que sé en ayudar a quienes realmente lo necesiten, por lo menos mientas soy joven.

"Ya más adelante pensaré en volver y establecerme. Ahora deseo vivir y ayudar al resto a hacerlo."

Pero dejé que mis padres me convencieran de subir a este crucero. Insistieron que en pasaría necesidades y falta de lujos por tanto tiempo trabajando en países tercermundistas que debía disfrutar una última vez. El crucero parecía una buena idea: Vacaciones, relajo y aclimatarme al calor. Al fin y al cabo, debía ir acostumbrándome pues en Asia y África no hace frío precisamente.

Pero una tormenta y el hundimiento de un barco titánico como este no es algo que uno espere. Las voces de la tripulación indicando que debíamos evacuar el barco es como un balde de agua fría encima y quedo en shock un momento mientras pienso en donde terminaremos y a qué situaciones tendremos que enfrentarnos.

"¡Maldición! ¡Yo quería ayudar a otros en problemas, no estar en ellos!"

Por suerte, rápidamente entiendo que no debe haber tanta diferencia entre ayudar a otros e incluirse entre los que la necesitan. Mientras tenga la capacidad de asistir médicamente, puedo hacer que todos salgamos de esta. Mi presencia es valiosa por sí misma y eso no debe menospreciarse.

Entiendo que eso es lo que debo hacer. Corro hacia mi equipaje y desarmo mis maletas hasta encontrar mi maletín de doctor, el que con tanto esmero armé pensando que lo utilizaría en alguna iglesia africana o en una aldea de la ex-birmania. Jamás pensaría que lo usaría en alta mar.

Guardo el maletín completo en mi mochila y la relleno con toda la comida y botellas de agua que consigo encontrar antes de correr hacia los botes salvavidas.

Llevaba ya un par de días en el crucero. Había pagado por un camarote de lujo para un viaje de relax, necesitaba pensar, en un sitio en constante movimiento para no ser descubierta. Aquel sitio era el idóneo. Mientras pensaba dónde podía ir con el dinero a empezar una nueva vida, viajaba por el mar rodeada de buena comida, lujo y tiendas. Me paseaba en bikini por cubierta o simplemente descansaba bajo el sol. Era perfecto, y se me ocurrió que podría montar una tienda de ropa en una ciudad poco conocida, Había escuchado que España tenía buenas playas.

Esa mañana sin embargo, no desperté cómodamente en mi suite de ensueño, sino que me encontraba en una cama de agua en medio de un terremoto. El día fue de lo más raro, con avisos de precaución ante la situación del clima. No me gustaban las situaciones que no podía controlar y mucho menos estar encerrada en una habitación, así que me pasé el día en las tiendas hasta la noche.

Me costó mucho coger el sueño y cuando ya lo había logrado, una señal de alarma me despertó de inmediato. Evacuación. No hacía falta mucho más para hacerme salir de una habitación cerrada en situación de peligro, pero... ¿Qué debía coger? ¿Qué podía salvar? No había tiempo para preparar una maleta y la ansiedad estaba comenzando a apoderarse de mi. A prisa, cogí una mochila que guardaba en el fondo del armario, bajo un montón de ropa que acabó desperdigado por la habitación. Se trataba de la mochila donde guardaba lo que me quedaba de dinero tras el robo, aunque perdiese todo lo demás, con eso podía empezar otra vez de nuevo. ¿No?

No había tiempo a coger nada más, rápidamente me dirigí a cubierta, a los botes salvavidas, rezando para que hubiese un hueco para mi y pudiese salir sana y salva...
 

Ibais ya de camino hacia los botes salvavidas, pero no lo llegasteis a alcanzar. Una ola tremenda inclinó el barco lo suficiente como para tiraros al agua por tropiezos. Todos y cada uno junto con algunos otros pasajeros, caistes al agua. Pero aún había esperanzas con un poco de suerte al nadar llegariais a una de las balsas. Al menos vosotros y unos cuantos más ya que algunos no sabían nadar.

No obstante el trayecto hasta las balsas era demasiado grande cuando veiais el barco terminar de volcar cerca de vosotros. El estruendo, junto a la ola que formó y todas las demás condiciones atmosfericas, hizo que el agua os tragara al mismo tiempo que os aturdía. Al hundiros aún estabais conscientes y veiais como el barco estaba boca abajo y poco a poco se hundía más y más. Algo hacía que no pudierais ascender hasta la superficie y poco a poco perdisteis la consciencia.

Al menos todos excepto uno.

Richard, aun podía mantenerse consciente y poco a poco los cuerpo de algunos ascendieron, entre ellos Celeste y Bridget para ser arrastrados por el oleaje junto al torpe nado de Richard, que apenas podía hacer nada para luchar contra el. Con el paso de unos pocos minutos, Richard se cansó y pudo ver a su alrededor que el oleaje les llevaba a una isla. El barco ya no se podía llegar, pero aún había posibilidades si llegaban a la isla. Junto a el una niña acon una olla encima y una chica con una mochila. ¿Muertas? ¿Inconscientes? No lo sabía hasta poder llegar a tierra, al igual que tendría que decidir si salvarlas o no.

El agua es un oponente temible y no ayuda a luchar en su contra el extremo cansancio que causa el negarse a su flujo. Un barco hundiéndose siempre intenta hundir a los que tiene cerca, sin considerar lo caóticas que pueden ser las corrientes a las que uno se somete cuando cae en su inmensa boca.

Por suerte, pues ningún otro factor que yo haya podido aportar, sobreviví al hundimiento inicial pero quedamos lejos de los botes y arrastrados a merced del oleaje. Muchos deben haber muerto y no es algo que yo pueda hacer por evitarlo. Cuando se es médico, se aprende rápidamente que se hace lo que se puede, pero que no siempre es suficiente. Se aprende también a vivir con eso.

Pero no puedo pensar ahora. Estoy a pasos de morir ahogado también y mi formación deportiva es lo único que en este momento me mantiene vivo. Debo concentrarme en sobrevivir.

Mi vista, nublada por el caos del mar alrededor de mí, se fija en los dos cuerpos que tengo cerca de mí. No sé si están vivas o no, pero no puedo dejarlas a su suerte. Me acerco a la niña y la atraigo hacia mí, manteniendo su cabeza cerca de la mía. Su peso no debería suponer demasiado problema para mí, no por más del que ya tengo por cansancio.

Nado hacia la chica mayor y la giro para asegurarme de que tenga su vía aérea sobre el agua. Intento cruzar mi brazo por debajo de su axila y cuello, como te enseñan a rescatar gente del agua en natación pero tomo a la niña con mi mano, intentando arrastrar a ambas con mi nado.

"¡Voy a morir! ¡Mierda! ¡Vamos a morir los tres!"

Pero no tengo más opciones y solo me queda nadar. Nado lento pero constante, intentando no fatigarme más pues la marea parece querer llevarnos para allá y solo debo mantenernos juntos y respirando:

 - "¡AYÚDENME A PATALEAR! ¡MANTÉNGANSE UNIDAS!"

No tengo idea si están conscientes y son capaces de oír mis palabras, pero la desesperación me obliga a decirlas igual en un intento por transformar una de esas pesadas cargas en colaboración. Nadando yo solo no creo ser capaz de sacarnos de aquí con vida, pero si una de ellas despertase, sobre todo la mayor, tendríamos alguna posibilidad. Una que sea, de llegar a la costa y no morir en este mar.

"Cof, cof, cof", agua saladas, repulsiva, con lo chulo que era nadar en los lagos cerca de casa... Hundirse por las olas era un asco, no estaba acostumbrada a ellas. Por suerte alguien le cogió y puso su cabeza a flote.

Los duendes le habían hecho salir del comedor del barco, y quizás velaban por ella, pues prácticamente fue salir y rodar hasta caer por la borda ¿eso quería decir que no había comida? El agua se movía demasiado, aunque ahora que estaba a flote, debería no ser muy difícil llegar.

Por otro lado el hombre que le cargaba ya fuera por llevarle o por cansancio, parecía pedir que patearan, "pse" nadar no era solo dar patadas, pero era mayor y quiso ser respetuosa, puso la olla de la "no cena" como barquito y se apoyó en un lado - coge el otro lado, si no lo volcamos, este barco no se hundirá hehe - sonrió comenzando a nadar, esperando que como cuando jugaba con las nueces esa olla les sirviera como ayuda.

El mar no le gustaba mucho, no se podía beber.

Los botes salvavidas ya estaban a la vista, pronto estaría más segura. En un pequeño bote en medio de un mar agitado, pero esas cosas estaban hechas para pasar por momentos peores, ¿No? Corrí todo lo que pude hacia los botes, solo que eso no fue suficiente. Una gran ola sacudió el barco y me mandó por los aires, apenas tuve tiempo a reaccionar y no comprendí la situación hasta antes de tocar el agua. Parecía que el mundo estaba al revés, el cielo bajo mis pies y el mar sobre mi, cuando en realidad estaba cayendo de cabeza a las oscuras aguas del océano.

Caí al mar, sumergiéndome en él, notando el frío calando mis huesos y el agua empapando mi ropa. Ascendí a la superficie a por oxígeno mientras veía a otras personas a mi alrededor, intentando hacer lo mismo. ¿Qué pasaría con nosotros? ¿Cómo saldríamos de aquella masa negra que se agitaba y nos intentaba hundir? El barco estaba cediendo, al igual que nosotros, y parecía demasiado lejano para alcanzarlo. Una nueva ola me volvió a hundir y la oscuridad me rodeó.

Me desperté sin saber cuánto tiempo había pasado desde que perdí la consciencia. Un chico me tenía agarrada por la mano y tiraba de mi, también había una niña a su lado. En cualquier otra ocasión hubiese reaccionado de otra forma... pero quería vivir, las cosas estaban cambiando, no podía soltarle. Agarré su mano con todas mis fuerzas y empecé a nadar usando mis piernas, intentando ayudar.

- ¡A la isla, vamos! - Grité al divisar lo que parecía la costa de algún lugar. No podía entender como la niña estaba tan tranquila.

Con esfuerzo y nadando a favor de la corriente, y con el impulso de las olas, acabasteis tumbados entre la arena y el mar. Vuestros cuerpos estaban cansados y vuestras mentes fatigadas por el esfuerzo, por no decir del mareo de la marejada, pero al fin estabais en aquella isla a salvo de morir ahogados.

La playa en la que os encontrabais era bastante abierta, pero no parecía acceder por ningún lugar al interior de la isla, quizás explorando un poco mejor, hallabais algún camino. Pero lo importante ahora no era eso. La noche, la ropa mojada, el barco en la lejanía hundiendose y el frio que azotaba en el aire, os decía por mero instinto de buscar alguna especie de refugio. Por suerte, los tres estabais conscientes y no habría que realizar esfuerzos extras.Tan solo con la energía que os quedaba buscar un refugio, la pregunta era ¿Donde?
 

Al llegar a la orilla notaste que tu mochila estaba abierta. Cuando paraste a mirar bien todo, notaste que lo único que quedaba dentro era el maletin médico. Toda la comida habría acabado en el fondo del mar

Al llegar a la orilla notaste que tu mochila estaba empapada. No creias que fuera cierto pero... cuando pudieras parar a comprobarlo notarías que algunos billetes estaban empapados y otros se habían salvado.

- fiuuu, alucinante... - decía al pisar la orilla. La pequeña parecía más emocionada que asustada, en el barco sin naturaleza se sentía agobiada pese a no ser un mal sitio. Quizás no acababa de entender que aquel suceso podría ser tan peligroso.

Una niña pelirroja, que cargaba con una de las ollas exprés en las que se cocinaba en el barco, comenzó a mirar a su alrededor, dando pewqueños saltos, estaba en un lugar desconocido, con dos extraños, con ansias de explorar, nada le podría gustar más que descubrir cada rincón y contárselo a su abuela cuando volviera a casa.

1,41m de altura, peso... por concretar, 11 años y muy movida, el cansancio de nadar hasta la isla se reflejaba en su pecho palpitando amplia pero pesadamente, pero no en su rostro de ojos abiertos y sonrisa emocionada.

Aguantando la olla por si podía cocinar algo con la zurda, con la diestra a modo de telescopio, tomaba buena nota de todo lo que veía mientras corría de un lado a otro.

Finalmente tocamos arena bajo nuestras manos y pies. El tacto áspero en mi piel es la mejor sensación que puedo recordar en este momento, cuando casi me resigné a morir ahogado. Agradezco haber tenido el temple para no darme por vencido antes y haber conseguido llegar, contra todo pronóstico.

Respiro feliz mientras permanezco aún con mis manos sobre la arena. La niña se para rápidamente y no parece haberse visto afectada por lo ocurrido, por lo que le quito atención y miro a la joven que aún tarda en reaccionar:

 - "¿Estás bien? ¿Como te llamas?"

Tengo claro que con la adrenalina como la debe tener no sería capaz de decirme si le duele algo pero preguntando por sus datos podré evaluar su estado psicológico y su vigilia, así como saber si está en shock o CLOTE (Consciente, Lúcida, Orientada Temporo-Espacialmente).

Miro mi mochila y noto que se abrió y que toda la comida que traía se perdió. Maldigo para mis adentros pero no digo nada pues no quiero asustar o quitarle esperanzas a nuestra situación actual cuando lo que necesitamos ahora es precisamente tener entereza. Por lo menos tengo mi maletín y eso ya es algo de lo que estar feliz.

Llegamos a la orilla y pude pisar tierra, aunque me tambaleé dando los primeros pasos. Estaba agotada por el esfuerzo y había acabado con las fuerzas que me habían permitido nadar para no ahogarme. Me solté de la mano del chico y me dejé caer de rodillas en la arena. Me quité la maleta y la puse en el suelo para ver el estado de su interior.

Mi expresión lo debía decir todo, gran parte del contenido se había estropeado y sería inservible, el resto... quizás pudiese salvarlo. Abracé mi mochila con fuerza y suspiré, no todo estaba perdido.

Escuché la voz del chico que me había salvado preguntándome por mi estado y alcé la mirada. Mi aspecto debía ser horrible. Tenía el pelo totalmente empapado y lacio, pegado a mi ropa. La camisa y la chaqueta estaban pegadas a mi cuerpo y mi falda y medias llenas de arena por haberme tirado a la arena. Ya de por sí no era muy alta, pero ahí encogida junto a la maleta parecería mucho más pequeña de lo que en realidad era.

- Yo.. sí, estoy bien. ¿Y vosotros? - Todo lo bien que podía estar tras la experiencia que habíamos sufrido. Al menos estábamos vivos, y no se había perdido todo. La chica seguía ajena a todo, parecía muy pequeña, demasiado. Quizás no entendía la situación.

Me levanté y me coloqué la maleta en la espalda. - Tenemos que buscar algún sitio seguro, no podemos quedarnos en la orilla mucho tiempo. -

No solo no podiais quedaros en la orilla mucho tiempo, sino que después de los pocos minutos que estabais ahí hablando, notasteis como el aire frio os calaba hasta lo más hondo de vuestro cuerpo, y la razón era obvia. La ropa empapada ayudaba a que el frio fuera a más. Un refugio estaría bien y un fuego mejor. Por suerte para todos, veiais madera no muy lejos de allí y hojas secas de palmera tiradas un poco más allá, en una parte de la playa que tenía cocoteros.

El problema era encontrar un lugar en el que refugiarse, pero igual alguno había visto algo.

La pequeña, jugando como si viera por un telescopio, se dió cuenta de que la isla era mucho más grande que solo la playa, de hecho, esta se extendía por metros y metros tanto a un lado como otro. Ojalá pudierais saber como de grande era la isla. Sin embargo, no había nada util para cocinar por allí, solo unos cocos tirados en la arena.*

El chico, al fijarse un tanto mejor, pudo ver más alejado en la playa los cocoteros, al igual que los cocos en el suelo, sin duda una fuente perfecta de comida y bebida, muy pequeña, pero serviría en los primeros minutos... o días, que estuvierais ahí. Igual, sus hojas y corteza, servirían para hacer un fuego. Quizás no muy fuerte, pero suficiente para inicial una hoguera. Necesitaría encontrar ramas secas. No obstante no divisó nada parecido a un refugio*

La chica, no obstante, si que fue la que lo hizo. Además de los cocoteros, cocos, hojas y cortezas. Mirando a través de la pared que dividía una parte alta de la isla con la playa, consiguió ver una abertura. ¿Quizás una cueva?

Miré a mi alrededor, buscando algo en la playa a la que nos habíamos acercado. No tenía la más remota idea de dónde podíamos encontrarnos y tampoco sabía si aquel lugar era seguro. Habría llegado a la costa alguien más? No parecía que fuese así.
Lo único que llegué a encontrar por la zona fueron algunos cocos y trozos sueltos de madera. Quizás podríamos iniciar un fuego para no helarnos, comenzaba a notar el frío debido a la ropa humeda y las bajas temperaturas. Solo esperaba que el chico supiese hacer una fogata.
Tardé bastante en fijarme que no muy lejos de allí, en una pared rocosa, había una especie de grieta o agujero.
- Chicos, allí! - Grité mientras señalaba lo que había visto. - Parece una especie de entrada, quizás sea una cueva o un hueco en la pared, pero podría servirnos para refugiarnos del viento. -
Quería alejarme lo máximo posible del agua, secar mi ropa y entrar en calor. Lo necesitaba.