Partida Rol por web

Una vez lograron "camuflar" lo mejor posible el carro y atar los caballos, el grupo sigue al enano hasta una altura considerable por un sendero que parece más un camino hecho por cabras que por humanos, al menos hasta unos dos o tres metros de altura donde notan unos pequeños peldaños. Claramente el sendero ha tratado de ser oculto de las miradas indiscretas.

Al llegar arriba Galmor explica la mejor posibilidad, no sin antes tratar de notar algo raro en el hueco por el que tratará de bajar.

El olor a putrefacción es penetrante pero en menor medida que en la entrada que han dejado atrás. Así mismo al enano algo le llama la atención. Unos cuantos metros más abajo hay como un corte no tan natural en la piedra, y un par de tablas dispuestas como soporte. Si fue hecho eso por mineros deben haber sido totalmente incompetentes para hacer su trabajo, ya que pareciera que estaban tratando de hacer que la roca cayera por el hueco en vez de evitar un derrumbe. 

La bajada tendría que ser de extrema precaución y tratando de no tocar aquellas tablas. En cuanto a escuchar algo que les llame la atención... solo el viento, no se escucha absolutamente nada raro.

Galmor comienza a hacer un nudo alrededor de su cuerpo, suponiendo que ante su declaración de ir primero y no haber recibido reproche alguno, podrá seguir su plan tal cual lo tenía pensado. 

El enano pasó el lazo por debajo de sus sobacos y esperó a que el resto cogiera la cuerda para sujetarlo. -Si doy un tirón seco a la cuerda significará que ya he llegado, todo está tranquilo y podéis ir bajando. Si doy dos tirones es que debéis bajar cuanto antes y si doy 3 es para que me subáis de nuevo. Tras eso Galmor  empezó a descender lentamente, asegurando bien dónde ponía cada pie y cada mano. Al llegar a las tablas miró bien para qué podían servir, pero evitó tocarlas por si activaban alguna trampa. miró a través de  la abertura que parecía hecha por la mano del hombre para ver si era un pasadizo que conducía a otro lugar. Tras eso llegó hasta el suelo y con todo el sigilo posible sacó su escudo primero y su arma después mientras escuchaba y miraba a todos lados con su infravisión en busca de cualquier peligro que pudiera estar acechándole. 

Mientras el enano baja por la abertura Atala enciende su antorcha y se la da a Fadrique. -Toma, baja tu el siguiente para ayudar por si ahí algún muerto viviente. Yo bajaré la última para poder proteger a los últimos y subir a cualquiera que lo necesité.- Tras estas palabras la humana coge la cuerda entre sus manos y se prepara por si es necesario tirar de ella.

Fadrique iba a ceder el paso a Anru cuando Atala habló. Asintió dócil, aunque no es que le gustara mucho el segundo puesto en el orden de marcha (demasiado tirillas) era cierto que podía haber muertos vivientes y, en ese caso, él era necesario.

Se aferró a la cuerda como si fuera lo último que iba a hacer en su vida y, débilmente bajó. Poquito a poco y haciendo gestos de dolor, pues la cuerda parecía estar dañando sus delicadas manos, ya enrojecidas por el trabajo de cavar la tumba. Con una lentitud exasperante y con mucha cautela, por fin llegó a donde estaba Galmor, donde se quedó, mirando como un buho a la negrura y poniendo el resto de los sentidos a trabajar, por si se sentía algo raro.
 

Lo primero que hago es encender la antorcha improvisada y adentrarme por el sinuoso pasillo que me aleje de esta tumba. Avanzo con cautela, percatándome de cualquier posible trampa que pueda haber oculta. Llevo en mi mano izquierda la antorcha y en la derecha el fémur, listo para defenderme en caso de necesidad.

El recorrido por el pasillo es corto, no más de 20 metros, donde se abre y da a conocer una bóveda redonda con un techo bastante alto (cerca de 6 metros).

Lo primero que buscas son potenciales salidas y ves dos pasillos más, uno en dirección recta siguiendo la línea por donde vienes, al otro extremo de la bóveda, y otro a tu izquierda.

En el centro de la habitación ves una enorme piedra, de unos 2 metros de ancho, por 2 metros de largo y 1 metro de altura aproximadamente. Automáticamente notas manchas negruzcas en la misma, que al acercar la antorcha sabes que es sangre seca, pero una mirada más atenta y comparando con otras manchas en la misma piedra te da a comprender que hay sangre bastante reciente allí, cosa que no te extraña teniendo en cuenta de donde provienes..

A tu derecha, contra una de las paredes de la bóveda notas una pequeña caja de madera, bastante parecida a un cofre, como así también una especie de descanso o hueco a unos 4 metros de altura. ¿otro pasadizo? 

Mientras estás investigando y tomando cuenta de donde estás, escuchas un estrepitoso sonido, como de un derrumbe o algo similar, proveniente del pasillo que tienes frente a ti (no el de la izquierda).

Galmor es el primero en bajar. Poco a poco y despacio la cuerda se va deslizando por las manos de sus compañeros para que no tenga una caída abrupta. El ingreso deben ser cerca de 10 a 15 metros de profundidad.

Las tablas que había visto anteriormente están puestas de manera tal que sostienen pesadas piedras, como evitando que estas caigan al fondo del túnel y tapen este.

Lo que notas al bajar un poco más es que estas tablas están muy ligeramente clavadas y en una parte ves una especie de mecanismo, un tipo de palanca que se activaría por una cadena. Ahí es donde entiendes que las tablas están puestas así a propósito. Aunque no sabes si es más un mecanismo de defensa o una trampa, ya que podría servir de las dos formas. 

Una vez terminó de bajar, y siguiendo con la vista una pequeña cadena que va hacia abajo, logra detectar una pequeña palanca, casi imperceptible, incrustada en la pared. No hace falta ser un genio para notar que al activar eso las piedras caerían abruptamente.

El siguiente en bajar es Fadrique, quien nota lo mismo que Galmor. Seguido por el Dragonborn, quien por su contextura física y su peso, al ser el penúltimo, logra vencer lo suficiente las fuerzas de Atala, la cual se quema levemente las manos con la cuerda.

El dragonborn se estampa contra la pared, con tan mala suerte que una de sus garras del pie saca uno de los clavos mal puestos en las tablas, lo que genera una reacción en cadena de piedras cayendo dentro de la reducida habitación, pero no sin antes caer varias de ellas sobre Heskan, ocacionandole graves lesiones y golpes varios.

La habitación en la que están es bastante pequeña, de no más de 4x4 metros. Allí, en el centro, pueden notar dos cofres de metal puestos paralelamente uno al lado del otro. Hay dos pasajes, uno a la derecha y otro hacia abajo por el que pueden continuar su travesía. 

El dracónido esperó a que Galmor y Fabrique bajara con paciencia dejando atrás a la valiente hembra. Entonces se dispuso a descender. El descenso era peor de lo que esperaba, aquello no iba bien, sintió como se balanceada y su cuerpo enorme golpeó la pared. Sintió un dolor agudo y casi pierde el conocimiento. Emitió un quejido gututral y no comprendió lo que pasaba. Cayó pesadamente bajo un aluvión de rocas.

Fadrique vio venir lo que vio venir por el pelo de un calvo. Pegó un inelegante brinco para zafarse del piedrolo que se le venía encima y quedó caído de culo, con la sotana subida por encima de la cintura y las piernecillas como palillos dando débiles patadas al aire.

Ay, ay. ¡Cielos! Pero si susurraba hasta cuando quería gritar...

Ridículo, si, pero entero y sin daño.

Por último, baja Atala sin mayores problemas. Estaba acostumbrada a ese tipo de cosas en su hogar natal y no necesito mucho esfuerzo.

Al llegar abajo vio el destrozo que había ocasionado el gran draconido y comento. -Bueno, si hay algo aquí dentro. Ya sabe que estamos aquí. -No lo dijo en tono acusador, simplemente dijo en voz alta lo que era obvio.

Tras asegurarse de que Heskan se encontraba bien, herido si, pero no inconsciente y que al sacerdote no le había pasado nada en el derrumbamiento, preparó un virote en su ballesta y apuntando al camino que bajaba le comento a Fadrique. -Haz lo que puedas para sanar las heridas de Heskan. Yo os protegeré mientras tanto.

Al escuchar el ruido me sobresalto y automáticamente me escondo detrás de la piedra en el centro de la habitación. Espero pacientemente unos instantes para ver si ocurre algo más. De lo contrario, comienzo a investigar un poco la zona. En concreto me acerco a la caja de madera, la observo en busca de algún resorte u orificio que indique si está protegido por alguna trampa y finalmente trato de abrirla, usando la ganzúa en caso necesario, pues siento demasiada curiosidad por saber qué habrá dentro. 

Te acercas al cofre, cauteloso y descubres que está abierto, no tiene cerrojo y tampoco hay trampa aparente en el mismo.

Al sacarte todas las dudas lo abres y no encuentras nada dentro del mismo.

Así mismo escuchas dos golpes secos detrás tuyo, al darte vuelta ves dos cuerpos aplastados contra el piso, con ampollas similares a las que viste antes de despertar en aquel infierno.

Poco a poco, ambos cuerpos comienzan a levantarse, poniendo sus ojos carentes de expresividad sobre tu persona y se lanzan al ataque. 

El gnomo se encoge de hombros nuevamente ante la respuesta del enano. Todo el comportamiento extraño de Galmor, el gnomo lo achacaba al extraño pacto de protección o deuda de protección, o lo que fuera que el enano tenía en la cabeza, sin embargo, aquella ultima aclaración le abría todavía más dudas. –Vaya, esas, amistades especiales, solo las había conocido entre los drows, nunca pensé que un enano rodara por esos gustos…

Tratando de mantenerse a cierta distancia el gnomo baja tras Heskan, logrando eludir la avalancha de piedras gracias a la agilidad que le había dotado su madre al parirlo, un pequeño brinco a izquierda, otro a derecha y una pequeña caída con rodada incluida, sin mucho esfuerzo se coloca al lado de su escamoso compañero, a quien examina apenas de un vistazo.

–Vaya Heskan, te has hecho bastante daño en la bajada, me parece que la entrada no era tan segura como nos habían comentado, igual y por nada nos despeñamos todos para quedar como masas de carne molida. Puedo usar un pequeño conjuro para ayudar a reponerte, aunque quizá nuestro experto sanador prefiera tomar el encargo. 

Fadrique recompuso su figura. Sacudió el polvo y alisó unas cuantas arrugas. Vio al dracónido bastante golpeado. Ciertamente. Un momento, por favor.

Impuso sus manos en la noble frente de Heskan y, cerrando los ojos, recitó: Oh, Diosa, presta un segundo de tu divina atención: posa tu mirada sobre este ser, que nos ayuda a repeler el Mal sobre la tierra.

Cuando me quiero dar cuenta de lo que está sucediendo a mi alrededor, dos cadáveres con las mismas ampollas que habían infectado a Jolack se levantan y se lanzan contra mi. Ya sea por el rigor de la muerte o, por que simplemente estas criaturas son demasiado lentas, me da tiempo a reaccionar. Sopeso las dos "armas" que llevo conmigo. El fémur parece más contundente pero pesa demasiado y yo estoy acostumbrado a las armas ligeras, por lo que saco el otro hueso que acaba en punta, pues resulta más liviano. No espero a que terminen de llegar a mi posición y me abalanzo sobre ellos, clavándole el hueso en la cabeza a uno de ellos.

Tus reflejos te permiten un movimiento mucho más rápido que el de los seres desparramados en el piso. Por lo que sujetas con fuerza la daga improvisada y vas directo a la cabeza de uno de ellos. El golpe es certero y escuchas un crujido de hueso en la parte del cráneo al costado y sientes como penetra la punta del hueso.

Se escucha un grito parecido a un gruñido más que nada que sale de la gutural boca del no muerto, pero sabes que no lo has acabado.

Este tira un manotazo hacia atrás que logras esquivar sin ningún tipo de inconveniente, pero ante tal movimiento haces un paso al costado, y el otro ser aprovecha para tomar tu pierna a la altura del tobillo e impulsarse para darte un fuerte mordisco en los gemelos. El dolor es penetrante, pero sabes que tus pantalones han impedido que te arranque un pedazo o que penetre tu piel esos putrefactos dientes. Así mismo, por más que tratas de impedirlo y tragar el dolor, un grito se abre paso por tu garganta tratando de mitigar el daño que recibiste. 

El derrumbe de rocas cae estrepitosamente sobre los cofres de metal dispuestos en el centro de la habitación, seguido por un golpe seco de una mole azul que pesadamente cae sobre las rocas. Con varios cortes sobre su piel y una perdida leve de conocimiento de no más de unos segundos.

Seguido del dragonborn baja la atlética Atala sin ningún tipo de inconvenientes.

Rápidamente el clérigo se dispone a atender a su compañero, implorando a su diosa que cure las heridas, y al parecer, dentro de aquella derrumbada y oscura cueva los rezos tienen su efecto positivo, cerrando todas las heridas y moretones que habían aparecido.

Mientras Fadrique está en sus momentos de curación, escuchan por el túnel que va para abajo (recuerden que hay otra salida a un costado de ustedes) dos gritos. Uno gutural y casi espectral, y otro que, aparentemente, es de un humano. El segundo grito claramente es de dolor.

El ser escamoso miró a Fabrique. El dolor de las costillas y las heridas dejaron de molestarle y sintió como volvía la vida en él. Trató de incorporarse para descubrir que no le dolía nada. - Muchas gracias compañero, me siento mucho mejor - dice dando en la espalda del clérigo un sonoro que pretende ser un gesto amistoso, que hizo temblar el cuerpo del famélico religioso - Parece que tu deidad te ha escuchado, gracias a ella también. No quiso perder más tiempo del debido debían proseguir, se acercó a sus compañeros para interesase por su salud. Entonces los gritos le alertó. Sus oídos se agudizaron y el resto de sus sentidos se mantuvieron atentos. Se adelantó un poco y trató de vislumbrar algo ayudado de la antorcha. Ilumina cada túnel para escudriñar en las sombras, más detenidamente en el que proviene los gritos.